Como si nos saludasen desde lo alto la llegada a la extremosa región a la madre más lejana, viene por los aires altos como por obra de gracia, cortando el azul celeste, la mayor "gente" emigrada. Vienen, vienen, los pelícanos...
-¿Qué ves, mamá, que no veo y miras embelesada?
-Para que los veas, párate. ¡Qué lindas recién llegadas! Son las gentes del mar último, pelícanos en bandadas.
-Miéntalos, mamá, ja, ja, ya veo ya la bandada.
-Porque es pura nieve y hielo la Patagonia extremada, vienen las aves del mar en esa cinta azorada. Tantas son que cubrirían el potrero, si abajaran.
-Gritan, mamá, gritan todas. Será que temen y llaman.
-No, mi loquillo, que bajan gritando por su arribada. Pero no nos dan el gusto de oírles bien la algarada. Conténtate con mirarles la línea donosa y blanca.
-Pero, ¿para dónde van? ¿Van perdidas y no bajan?
- ¡Qué se van a perder ellas, mí niño disparatado! Nosotros, sí, nos perdemos pero aquéllas nunca fallan. Bajarán cuando divisen playa suya acostumbrada.
La peonada ni mira lo linda que es su pasada. Las gentes, chiquito, saben de pájaros poco o nada; sólo yantares y cosas y chismes de la contrada.
Bajan, bajan, bajan en vertical a pastos acostumbrados. Óyelas en vez de hablar, mira y no grites, mi niño... no te pierdas su pasada. Ahora se oye un poco más; es que divisan sus playas...
-Cuenta más, cuenta, la Mama.
-Ayunas de calendario, de señales y de llamada, las tres o las cinco mil saben la fecha llegada y se dan voz de partida como casta convocada y suben como llamadas.
Dejan el hielo, la arena menuda, el nido y las playas, el sol esquivo y se vienen hacia la segunda Patria. Ya se ven más, ya torcieron el rumbo, como silbadas. Ellas están advertidas casi, casi son llamadas. La mancha se va entreabriendo. Ya reconocen las playas. Y ahora es bajar muy recto y con gritos de arribada. Bienvenidas a las dunas, tan dulces y acostumbradas. Bajan, bajan, bajan todavía...
VIENTO NORTE
El viento Norte viene levantándose, ladino, y aunque es más viejo que Abraham, así comienza de fino, y si no se apura el paso, ya nos coge el torbellino y somos, dentro del Loco, un frenético, un zarcillo, un volantín con que juega hasta que cae vencido y se devuelve a sus antros, también él roto y vencido.
-Mamá, pero te has trepado a donde el viento es indino.
-Porque yo me envicié en él como quien se envicia en vino, trepando por los faldeos, siguiéndolo por el grito. Yo no era más, era sólo su antojo y su manojillo y a mí me gustaba ser su jugarreta sin tino y en donde estoy, todavía le llamo, a veces, "mi niño"...
¿Sabe a qué baja el Loco? Baja a cumplir su destino.
-Él no sabe nada, mama, y hace, no más, desatinos. Zamarreaba nuestra casa como si fuese un bandido. Ninguno entonces dormía y era como el Anti-Cristo.
-Te tiras al suelo como si pasase el Diablo mismo, ¡ay, mi zonzo novelero! Tapa tus orejas hasta que cruce mi Loco suelto, pero déjalo que a mí me cante en Loco divino. Porque, sábelo, nosotros, poetas de él aprendimos el grito rasgado, el llanto.
LA CHINCHILLA
Te traje por andurriales, dejando a la bien querida, la Madre y Señora Ruta, madre tuya y madre mía. Ahora que hagas paciencia, vamos siguiendo una huida.
-¿A quién, di, mama antojera, rebuscas con picardía?
-Calla, calla, no la espantes: por aquí huele a chinchilla.
-¡Oh las mentaba mi madre; pero esas tú no las pillas. Pero ahora es el correr y volar, ¡mírala, mírala!
-¿No la vez que va delante? ¡ay qué linda y qué ladina!
-¿Qué ves, di qué se te ocurre?
-Corre, corre, ¡es la chinchilla!
-Yo veo una polvareda y tú como loca gritas. Queda atrás que yo la sigo, suéltame que ya la alcanzo. ¿Quién pierde cosa tan linda? Calla, para, yo la atrapo. Escapó, mírala, mírala, ya se pierde en unas quilas. ¡Que no se la logre un pícaro! Es la chilena más linda. Su bulto me lo estoy viendo en las hierbas que palpitan.
-Tú la quieres y, ¿por qué dejas que otros la persigan?
-Ja, ja, ja. Yo soy fantasma, pero cuando era una viva, nunca me tuve la suerte de ser en rutas oída. Tampoco en casas ni huertos. ¿Por qué tan triste me miras?
-Mira la raya que deja sobre los trigos la huida.
-No rías tú, tal vez tienen un ángel las bestiecitas. ¿Por qué no? ¿Cómo es, chiquito, que todavía hay hermana chinchilla? Las hostigan y las cogen. Quien las mira las codicia, los peones, los chiquillos, el zorro y la lobería.
-Oye, ¿la mentaste hermana?
-Sí, por el hombre Francisco que hermanita le decía a todo lo que miraba y daba aliento u oía.
-Eso, eso me lo cuentas largo y tendido otro día. Ahora, mama, tengo pena de no mirar cosa viva. Tú caminas sin parar y yo me pierdo lo que iba, apenas me alcanzo a ver, veo aguas y bestiecitas.