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Los Siete Rayos en la tradición

En los tratados tradicionales, no litúrgicos, se describe siem­pre un ordenamiento de estas energías en la escala del siete, en correspondencia con los siete planetas conocidos desde la anti­güedad, aquellos que emiten luz y pueden ser observados a sim­ple vista, incluyendo al Sol y la Luna.

Es curioso conocer hasta dónde está arraigada esta escala del siete en la conciencia y la percepción humana. Existe una relación con la descomposición de la luz en siete colores, de la música en siete notas o de la semana en siete días. Pero es más asombroso comprobar cómo en otras áreas de los sentidos se mantiene esta ley del siete; con el sabor se pueden gustar siete sabores genuinos, a saber: dulce, salado, picante, amargo, agrio, ácido y rancio. Con el tacto ocurre igual, se pueden percibir siete tactos: caliente, frío, húmedo, blando, duro, suave y ás­pero. Con el olfato se pueden percibir siete olores primarios: alcanfor, floral, mentolado, almizcle, éter, picante y fétido.

El impacto de esta escala del siete en las culturas donde cien­cia y religión formaban una sola unidad, creó un formato combinatorio que unía lo terrenal con lo celeste, apareciendo así, pero con diferentes nombres, las leyes de correspondencias astrológicas o la doctrina de los siete rayos, de la que nos servi­remos para relacionar y clasificar los diferentes «tonos» o «no­tas» de la escala vibratoria de las gemas.


Estas siete vibraciones elementales, desarrolladas en la ley de los Siete Rayos en las doctrinas culturales y religiosas origi­narias de oriente, tienen relación con los siete dioses o los siete ángeles. (Aquí es necesario advertir que estamos tratando un tema fronterizo entre la ciencia y la religión, con un fuerte re­chazo por parte de ambas disciplinas.)

Para las culturas sabeistas, que es donde se originan estos conocimientos, el concepto de dioses o ángeles, es semejante a la idea de seres luminosos y brillantes que influyen sobre la vida humana. No puede ser casualidad que la palabra «dios» provenga de la raíz sánscrita «div», que significa celeste, lumi­noso, brillante; o que la morada de los dioses y de los ángeles esté situada siempre en los cielos.

A falta de una mejor comprensión de las influencias natura­les provenientes del cielo, el ser humano, a lo largo de su histo­ria, a identificado con lo divino o angelical, aquello que no ha sido capaz de explicarse de manera racional.

Aún en nuestros días podemos encontrar publicaciones es­pecializadas en las gemas que hablan en términos de atribucio­nes divinas o angelicales, dándoles una connotación religiosa o esotérica, como es el ejemplo de la revista Odissey, publicada en la República Sudafricana, donde se refieren en este sentido a las propiedades de las gemas, relacionándolas con los Siete Rayos antes citados y envolviéndolas con un matiz típicamente religioso o esotérico, del cual pretendo apartarme, tratando de llegar a una explicación del fenómeno lo más racional posible.



Para ello desmitificaremos los Siete Rayos y los tomaremos como las siete vibraciones elementales conocidas; los asociare­mos con los siete colores del espectro de la luz y hablaremos en términos de equilibrios de energías radiantes o de gemas de colo­res como elementos condensadores de ciertos tipos de energía.


La utilización del formato de los Siete Rayos, hará fácil, com­prensible y operativa la clasificación de las gemas en esta pri­mera parte.


Date: 2015-12-24; view: 664


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Gemas semipreciosas | Los colores de las gemas y los Siete Rayos
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