El grupo de las piedras semipreciosas está formado por numerosas variedades, pero el grupo del cuarzo es sin duda el más importante, variado y numeroso en especies. Por ello la primera clasificación de las semipreciosas estará compuesto casi en su totalidad por cristales de sílice.
Para esta clasificación se han tenido en cuenta los legados de la tradición y se ha aplicado en la medida de lo posible las correspondencias astrológicas aceptadas o la relación que cada una de las gemas tienen con las estrellas de cada signo zodiacal.
Aplicar las gemas en este sentido astrológico, es decir recomendar piedras según sean los signos zodiacales, es quizás el uso más extendido y utilizado, pero es comparable a la parcela astrológica de los horóscopos de los diarios, que aún siendo poco o nada eficaces, han permitido mantener viva la atención del gran público hacia estos temas.
SEGUNDA PARTE
LAS GEMAS Y LOS SIETE RAYOS
Los siete rayos son una forma de definir los matices en que se manifiestan las energías radiantes procedentes del cosmos que utilizan como vía o transporte, los rayos de luz. Quizás haya que esperar algún tiempo para que, desde el otro lado de la cultura, se encuentre una respuesta física a este fenómeno que usa como vehículo los rayos de la luz que emiten los cuerpos celestes pero aunque sea de manera abstracta me atreveré a dar una mínima explicación del fenómeno de los siete rayos.
El planeta Tierra debe considerarse como un ser vivo muy especial. La capa o el manto externo de este Ser posee una substancia conocida como materia orgánica (de la cual formamos parte) que es capaz de retener los rayos cósmicos durante un tiempo. La materia orgánica tiende a retener esta energía celeste, mientras que la energía atrapada trata de liberarse y regresar a su estado celeste. A causa de esta pugna constante, se produce lo que conocemos como evolución de la materia; de minerales. a vegetales, de plantas a animales y en la cúspide indiscutible de los seres orgánicos, el ser humano.
El ser humano es el resultado actual y temporal de esa gran guerra amorosa denominada vida. No somos sólo materia e inteligencia, también somos energía procedente del cosmos, un canal de resonancia entre el resto de la Tierra y el Universo.
Esas resonancias o energía personal se cristaliza creando un cuerpo con formas geométricas precisas, invisibles al ojo humano, sin embargo como al átomo, es posible imaginar su forma.
Desde el punto de vista astrológico, tenemos un cuerpo de reverberaciones sincronizado con cada uno de los cuerpos celestes. Si nos acercamos a las descripciones de Castaneda, somos huevos luminosos, como se describía en el capítulo de la hipótesis astrológica.
La energía radiante que alcanza a nuestro sistema solar, toma los distintos rasgos de la materia ahí circulante. La energía radiante que llega a nuestro planeta lo hace en forma múltiple y con caracteres definidos. La mayor parte de esa energía la recibimos del Sol, que es una parte radiante del cosmos que emite energía.
La energía solar se percibe en todas las modalidades de la vida vegetal y animal, pero también recibimos radiaciones en forma de luz y de fuerza gravitacional de la Luna. La Luna provoca un matiz de radiaciones que también se percibe entre las plantas y los animales. Los planetas reverberan luz y matizan la energía radiante que igualmente se percibe en los seres vivos, especialmente en el más sensible de todos, el más erecto: el ser humano, que tiene forma de antena y es el más apto para captar todas las resonancias del cielo.
Podemos hablar de fuerzas espirituales que no religiosas o sectarias. Para hablar de algo tan sutil como lo espiritual, tengo que imaginar a lo espiritual como algo análogo a la Ğenergía radianteğ que viene del cosmos sin cesar.
Creo que la astrología es una manera de captar esas resonancias celestes y nos permite la activación de un tipo de energías. En ocasiones, después de un duro trabajo personal o de manera accidental, cualquier ser humano puede ser transporte temporal
de un exceso de energía, esa experiencia nos permite identificarnos con esa Ğenergía radianteğ, en ese instante, somos uno con el Todo.
Se puede meditar sobre esa fuente inagotable de energía y denominarla con diferentes nombres.