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Más que un sueño 5 page

—No. Supongo que no.

—Que tengáis suerte en vuestras investigaciones y si averiguarais algo, mantenedme informado.

—Así será, don Pedro. Quedad con Dios.

—Id con Él.

Las nubes habían cubierto la totalidad del cielo pero no dejaron escapar más que unas cuantas gotas dispersas. El doctor Zúñiga y Pelayo dejaron las yeguas junto al pórtico del ayuntamiento y siguieron al alguacil hasta el cantón de las Carniceras, muy cerca de la puerta de la Ribera que desembocaba en el puerto. Al final del callejón, no quedaban más que unas cuantas maderas carbonizadas como únicos vestigios del incendio. Don Fernando escudriñó en silencio durante unos instantes el lugar. Luego se agachó, se quitó los guantes, se caló las lentes y removió algunos despojos. Su ayudante le imitó.

—No creo que halléis nada —se atrevió a afirmar el alguacil—. Yo mismo me encargué de buscar.

—¿Y no encontrasteis ninguna pista significativa?

—Lo que veis aquí. Todo desolado.

El vizconde del Castañar pronto se dio por vencido y se incorporó, estirándose al tiempo que se apretaba con las manos sus doloridas lumbares. Acto seguido, elevó los ojos al cielo en actitud pensativa como esperando una ayuda divina.

—Bueno, será mejor que nos vayamos —dijo de mala gana, a punto de admitir su derrota.

Pero al bajar la mirada se fijó en una letra erre, de pequeño tamaño, pintada en una piedra casi oculta por unos trozos de madera. Rápidamente apartó las astillas ennegrecidas para descubrir la inscripción completa.

I N R I

 

Iesus Nazarenus Rex Iuadeorum, Jesús Nazareno Rey de los Judíos —aclaró Francisco de Casares—. Ya la habíamos visto. Supongo que algún alma pía la escribió a modo de oración.

—Es posible. Aunque también son las iniciales de Igne Natura Renovatur Integra: toda naturaleza será renovada por el fuego. Una frase usada por alquimistas, rosacruces e incluso en algunos ritos satánicos.

—No entiendo nada —reconoció Pelayo.

—Ni yo —dijo Francisco.

—El asunto puede ser más complicado de lo que aparentaba —comentó don Fernando, sin realizar más comentarios.

—¿Y no tendrá nada que ver con los naipes? —preguntó el alguacil.

—¿Con los naipes? —se interesó don Fernando.

—Yo sí que conozco a ese tal Pedro Urtiaga del que vuestra merced habló en el ayuntamiento —aseveró Francisco de Casares.

—¿Le conocíais? —preguntó el doctor Zúñiga, entusiasmado porque se abría una nueva vía en su investigación—. ¿Cómo es que don Pedro de Elguero no sabía de él?

—Los alcaldes de la villa no duran más que un año. Sin embargo, yo soy alguacil desde el setenta y cuatro y me jacto de conocer cada mosca que se mueve. Pero... ¿por qué vuestra merced dice: conocíais? ¿Es que también ha muerto?



—Sí. Envenenado en su casa de Balmaseda.

—¡Por el Santo Cristo del Portal!

La sorprendida reacción del alguacil indicó que desconocía la noticia. Tras unos segundos de silencio, comentó:

—Frecuentaba las tabernas del puerto. Solía jugar a los naipes.

—Pero los juegos de naipes están prohibidos en Portugalete.

—A los vascos nos agrada jugar a las cartas. Y no nos gusta que ni las autoridad, ni nadie, nos imponga ni nos prohíba nada —respondió Francisco—. Cuanto más se trate de erradicar el juego, más se jugará. Además, el que quiera apostar, si no lo hace a los naipes lo hará a cualquier otra cosa. Aquí es frecuente que los campesinos pierdan a los dados hasta sus aperos de labranza, su único medio de subsistencia.

—Supongo que tenéis razón. ¿A qué jugaba Urtiaga?

—A todo. A veces, a los juegos de estocada[17]: al monte, al siete y llevar, al sacanete... Sin embargo, hay un nuevo juego de cartas que está haciendo furor en estas tierras. Se juega por parejas: dos contra dos. Jauregi y Urtiaga eran compañeros y casi invencibles. Hasta donde yo sé, sus partidas levantaban una enorme expectación. Las mejores se celebran en Bilbao. Allí seguro que les darán referencias de ellos.

—¿Se apuesta dinero?

—No. Al menos, no directamente. En él, el honor se encuentra por encima de cualquier otra cosa.

—¿Cómo se juega?

—¡Uf! No sabría explicaros. Sería mejor que alguien lo hiciera presenciando alguna partida.

—¿Y cómo se llama?

—Dicen que es la culminación de todos los juegos de naipes. El más grande de todos ellos. Lo llamamos mus, doctor Zúñiga... es el juego del mus.

 

Capítulo III

 


Date: 2016-03-03; view: 344


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