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Admisión en el hospital y una cuidadora

Al final he ingresado en el Hospital Akita. Estaba nerviosa porque no me resultaba familiar. Una señora mayor pequeña vino a cuidar de mí. “Soy Aya”, le dije en voz baja. “Encantada de conocerla”. Mi madre le explicó en detalle cuál es mi condición y lo que no puedo hacer. Pero es muy difícil que lo entienda del todo. Mis problemas al hablar continúan así que le he pedido a mi madre que me compre una pizarra. Probablemente esté diciendo palabras que los demás no entiendan. Los movimientos de mi lengua también son malos, así que la comida se sale. Mi forma de comer es sucia. Es un panorama patético. “¿Para qué estoy viviendo?”.

Desde el diario de Aya me siento miserable por ser incapaz de comunicarme bien. Soy yo la que debería adoptar la actitud más sensible. Pero no me siento con confianza… Mamá, ¿para qué estoy viviendo? Me siento mareada. Tengo la cara llena de lágrimas. Pero cierro los ojos y sigo aquí. Hay un nido de perdices en la rama del árbol. Un pollito está creciendo. Me siento feliz por eso.

Mi pequeña señora mayor me ha ayudado a montarme en la silla de ruedas y me ha llevado al Edificio 1. ¿Y después qué? He usado el baño de estilo occidental. En la rehabilitación, tiendo a cerrar los ojos cuando estoy de pie con la barra. No puedo abrirlos fácilmente. Sé que no debería estar asustada, pero mi cuerpo se tensa porque creo que me voy a caer.

Debería aprender todo lo que puedo hacer ahora y ponerlo en práctica. Así no sufriré tanto por las noches que apenas puedo dormir… No puedo expresar bien mis deseos, así que a veces no llego al baño a tiempo. Mi madre me sugirió que usara un orinal durante la noche. Sobre todo porque mi cuidadora se cansa si se despierta por las noches. Empecé a llorar, diciendo: “No me gusta la idea porque yo sé cuando quiero orinar. Intentaré decírtelo, así que por favor no lo hagas”. “De acuerdo, de acuerdo”, me dijo al señora mayor pequeña amablemente. “No llores. No tienes por qué tener uno”. Eso me hizo llorar aun más.

Por la mañana, me he encontrado con el director del hospital en el pasillo. “Buenos días, Aya-chan. ¿Cómo te encuentras? He sonreído y he intentado decir o-ha-you (buenos días) con pucheros. Cuando lo he conseguido, ya estaba en la otra punta del pasillo. Debe de estar muy ocupado.

Mi cara triste está echando raíces – eso no es bueno. Por las noches, mis brazos y mis piernas se ponen tensos. La pequeña señora mayor se levanta y me da masajes.

Como no puedo expresarme fácilmente, pierdo los nervios y me pongo a llorar. Soy la única culpable de no poder comunicarme bien. No tengo ningún motivo para enfadarme con la pequeña señora mayor. Lo siento.



Hoy hace buen día. Quiero levantarme. Quiero hablar. Mi pequeña señora mayor me alaba: “tu escritura ha mejorado un poco. También comes un poco más rápido y no se te cae la comida”. Siento que merece la pena vivir si mejoro un poco y eso me relaja. Debo vivir considerando cómo se sienten los demás. Le prometí a la Doctora Yamamoto que intentaría llevar la silla de ruedas la próxima vez que nos viéramos.

He visto el cielo azul. Hacía mucho tiempo. Era tan transparente que he sentido que podría absorberme.

Mi pronunciación de las columnas “na” y “da” no es muy clara. También me resulta difícil pronunciar las columnas “ka”, “sa”, “ta” y “ha”. ¿Cuántas palabras quedan que pueda decir? Tengo que superar esto de un modo u otro. ¡Tienes que levantar el ánimo o la enfermedad podrá contigo!

Mi pequeña señora mayor me ha comprado un okonomiyaki para comer. Nos hemos comido la mitad cada una. También he comido judías con albóndigas.

He tenido fiebre y no tenía ganas de hablar. Me sentía muy pesada. He estado tumbada en la cama todo el día. Mi pequeña señora mayor me miraba con gesto de preocupación. Mi tía Kasumi me llevó a la cafetería del hospital. Me ayudó a beber una soda con limón con una cuchara. Pensaba que nunca más iría a una cafetería, así que me he sentido muy feliz.

Las manos de mi pequeña señora mayor son ásperas y agrietadas. Parece muy doloroso. Las tiene así porque tiene que lavar mis pañales cuando por las noches tengo despistes. Lo siento.

¡Los Chunichi Dragons han ganado la liga! Por algún motivo, nos han dado pastel de judía dulce y crema de huevo para cenar. Me pregunto si el director del hospital será fan de los Chunichi.

Quería levantarme, así que lo he intentado, pero me he balanceado y casi me caigo. Me he asustado. Mi pequeña señora mayor me ha ayudado. Por la mañana, he estado a punto de atragantarme. Me he asustado otra vez. Si no tengo cuidado al comer – por muy buena que esté la comida – puede resultar fatal.

Cuando mi pequeña señora mayor me ha llevado al baño, hemos visto un jarrón lleno de hermosas flores cosmo. Nos hemos guiñado el ojo y hemos robado una. La hemos puesto en el jarrón de nuestra habitación.

“Aya-chan, dependes demasiado de tu cuidadora”, me ha reñido la Doctora Yamamoto. “Tienes que encontrar algo que puedas hacer por ti misma y hacerlo”. Estaba pensando que sería suficiente con poder permanecer fuera de la cama mucho tiempo, pero me equivoqué. A partir de hoy, haré ejercicios con las nalgas.

¡He podido caminar! He presionado a mi pequeña señora mayor para que me llevara al parque. Quería jugar con la suciedad y poner mis pies en la tierra. Le he pedido que pusiera mis pies en el suelo. ¡La tierra estaba fresca y cómoda!

Estoy entrenando desesperadamente haciendo ejercicios con mis nalgas, rodando y sosteniéndome con mis rodillas. Mi pequeña señora mayor se ha sorprendido con lo que estaba haciendo y me ha ayudado. También me ha comprado un chándal. Tengo que seguir haciéndolo…

Quiero ir a casa para Año Nuevo. ¿Podré hacerme entender? Me preocupa no poder comunicarme con la gente si no entienden lo que digo. Pero quiero ir a casa. El capullo de la flor cosmos se ha abierto.

Mi pequeña señora mayor ha llorado mientras me veía entrenar. “¡Muy bien!”, ha dicho. “¿Por qué no mira cómo lo hace Aya?”, le dijo a mi madre un día. “Se está esforzando mucho, ¿sabe?”. Pero mi madre respondió: “Sufro mucho viéndola”. Luego me dijo: “Aya, lo has hecho muy bien. Queremos que vuelvas a casa por Año Nuevo”. Mis tripas sonaron. “Lo siento mucho”, le dije a mi pequeña señora mayor. “Ayudarte es mi obligación”, contestó. “Es inevitable”. Aun así, no supe cómo sentirme.

He comido jamón para desayunar. Llevaba mucho tiempo sin comerlo. Me ha recordado al pasado. ¿Cómo podría mostrarle mi gratitud a la pequeña señora mayor? No puedo comprarle nada porque no tengo dinero. Me gustaría poder recuperarme y cuidar yo de ella. ¡Espere hasta entonces!

 


Date: 2016-01-14; view: 457


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