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Nacionalismo, antiimperialismo y nacionalismo revolucionario

El discurso político latinoamericano ha sido fuertemente influenciado por intelectuales e ideólogos para los cuales o fue relativamente cercana la discusión socialista-comunista (José Ingenieros) o bien se convirtió en un frente de ataque (Haya de la Torre). Tres figuras son claves en la tradición del pensamiento político latinoamericano en la que se sintetiza el nacionalismo, el antiimperialimo y el nacionalismo revolucionario: José Martí (1853-1895), José Ingenieros (1817-1925) y Víctor Raúl Haya de la Torre (1895-1979).

Los dos primeros autores efectúan sus reflexiones teórico-políticas hacia finales del siglo XIX y principios del XX, cuando se agota una forma de ver el mundo y nace una nueva visión de la realidad. No sólo son los portavoces del nacionalismo y del antiimperialismo nacientes, sino los intelectuales que se plantean a fondo el tema de la cuestión nacional, inseparable de la penetración del capital extranjero en América Latina y del diseño de alternativas para revertir esa dominación imperialista. Como se verá, Ingenieros con su concepto de minorías activas y su rechazo a la mediocridad quiere apuntalar un proceso de transformación social; mientras que Martí le apuesta a las alianzas de clase para construir la identidad nacional. Por su parte, Haya de la Torre, con su proyecto populista -nacionalista revolucionario- pretende integrar a los diversos sectores sociales en torno al Estado, a modo de crear un capitalismo nacional.

(a)José Martí. Este intelectual cubano, considerado por muchos como un lejano antecesor de quienes animaron, como Franz Fanon, los movimientos de liberación nacional africanos en la década de los sesenta y setenta, tiene una actualidad indiscutible. Y ello porque el problema de la independencia y la autonomía latinoamericana sigue presente a finales del siglo XX. Ciertamente, la importancia de Martí no sólo tiene que ver con las posturas políticas que asumió en las diversas coyunturas que llevaron a la independencia de Cuba, sino con el modo cómo se insertó en su contexto histórico: lo hizo como un intelectual, que vinculó su labor periodística, poética y ensayística al proceso de independencia cubano, primero de España y luego de Estados Unidos.

Enviado a España en 1871, como producto de una pena que le fue conmutada, viaja después a México, Guatemala, Venezuela y Estados Unidos. Asimismo, regresa de incógnito a Cuba en 1877-1878, y ejerció en ese lapso su profesión de abogado. Su actividad política lo lleva al destierro, en 1881, esta vez a Nueva York, lugar donde permanece hasta 1895. Ese año regresa a Cuba. Murió en combate el 16 de marzo mientras luchaba por la independencia cubana.



Como pocos latinoamericanos de su tiempo, supo captar la evolución económica de Estados Unidos entre 1880 y 1890, con sus tendencias a convertirse en un capitalismo monopólico, urbanizado y de expansión militar. Además, supo captar los perfiles socioculturales y políticos de la naciente potencia del norte a finales del siglo pasado. Con razón, no ha faltado quien haya comparado a Martí con Alexis de Toqueville, quien vislumbró las tendencias históricas de Estados Unidos en el siglo XVIII. Por el alcance de sus propósitos y la profundidad de su visión histórica, Martí fue un hombre universal. Pero fue, ante todo, un cubano que vivió con gran intensidad el drama de su país. Participó de ese drama comprometiéndose activamente en lucha por la independencia cubana, razón por la cual fue enviado primero a la prisión y luego al exilio.

Una de sus preocupaciones más acuciantes es explicar los factores que hacen de la economía cubana una economía de plantación, lo cual está estrechamente vinculado -con la salida de España y la llegada de Estados Unidos- al reemplazo de una dominación política por una dominación económica. La preocupación aludida tiene como correlato un compromiso militante que hace que, desde el exilio, Martí se convierta en el líder intelectual de la guerra de emancipación que se inicia en 1895. Ciertamente, Martí no está solo en su compromiso emancipador; los líderes Antonio Maceo y Máximo Gómez están animados por el mismo espíritu independentista.

Sin embargo, estos últimos insisten en el factor militar como elemento crucial en la lucha liberadora; Martí es más civilista, es decir, en su proyecto se trata de lograr un cambio político. Se trata de lograr la independencia, pero también de romper las estructuras de poder económico y político de las élites locales. Estos cambios son cruciales para poder hacer frente al imperialismo norteamericano. Los objetivos políticos de la lucha independentista se formulan en 1891, cuando se funda el Partido Revolucionario Cubano (PRC), organización que sintetiza los esfuerzos de Martí -vinculando las tareas de propaganda con la actividad de un ejército de liberación nacional- para dar coherencia y eficacia a su proyecto emancipatorio.

En definitiva, Martí fue un ideólogo, un escritor y un propagandista del movimiento independentista cubano. Fue un tipo de intelectual particular, cuya presencia ha sido importante en la historia de las ideas políticas en América Latina. Uno de sus escritos más importantes es Nuestra América (1871) , en el cual aborda el problema de la identidad americana: lo que "quede de aldea en América"; la necesidad de juntar lo diverso; la apuesta por las propias tradiciones sin recurrir a modelos extranjeros; apelar a la "barbarie", ya que lo autóctono es lo que permite hacer frente al agresor externo. Así pues, Martí fue indudablemente un nacionalista, pero fue también un revolucionario que supo articular un proyecto en el que la dimensión nacional corrió pareja con la dimensión antiimperalista. En su propuesta, se tiene que afirmar la nación frente al imperialismo, pero también propiciar un proceso de reforma económica y política auténticamente nacional. Esto no puede lograrse sin la integración de todos aquellos que comparten la misma tradición. En el fondo, para el prócer cubano -al igual que para Rousseau- se trata de rescatar al "hombre natural", al que hay que reconocer y recuperar. Este es el propósito esencial de la educación; al cumplirlo propicia una sociedad pluralista y diversa, fundada en la igualdad racial, así como en una amplia colaboración entre la clase media, los trabajadores y los indígenas.

 

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la importancia de Martí no sólo tiene que ver con las posturas políticas que asumió en las diversas coyunturas que llevaron a la independencia de Cuba, sino con el modo cómo se insertó en su contexto histórico: lo hizo como unintelectual, que vinculó su labor periodística, poética y ensayística al proceso de independencia cubano, primero de España y luego de Estados Unidos.

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(b) José Ingenieros. Este autor sitúa su reflexión en la Argentina influenciada por la presencia del imperialismo inglés en su economía. Es una época en la que su país ingresa a los mercados internacionales de materias primas -exportando carne y trigo- y en la que el mismo experimenta un notable crecimiento demográfico y económico. Entre 1880 y 1914, Argentina se consolida como una sociedad agraria en expansión. Tecnología, trenes, puertos, finanzas, migración extranjera -italiana y española- dan vida a una sociedad sumamente dinámica. Así, entre 1880 y 1920, la población asciende de 2.5 millones de habitantes a 9 millones; la superficie cultivable se incrementa de 2.1 millones de hectáreas a 22.3 millones; por último, el comercio exterior se expande de 100 millones de pesos oro a 2 mil millones.

Se está, pues, ante la conformación de una sociedad que será considerada por muchos como el "granero de Inglaterra". Su estrategia de desarrollo está basada en la demanda externa y en inversiones extranjeras localizadas en el sector agroexportador. Por lo demás, la dinámica económica descrita da lugar a una diferenciación social cuyos rasgos más notorios son los siguientes: nuevas funciones estatales centradas en la educación y la salud, crecimiento de la burocracia pública y población migrante en las ciudades y, sobre todo, en la capital. Hacia finales del siglo XIX y principios del XX, se configura una estructura social en la cual los terratenientes, los comerciantes, las nuevas clases medias, los trabajadores urbanos y la pequeña burguesía provinciana se convierten en los principales focos de la dinámica social y política.

Es precisamente en este escenario en el que emerge la figura de José Ingenieros. De padres italianos, desde su época de estudiante se involucra en diversas actividades culturales y políticas. Graduado en medicina y derecho, en la universidad participa activamente en política, especialmente en la creación del Centro Socialista Universitario (1894). También participa en la creación del Partido Socialista Obrero Internacional (PSOI), que después pasó a ser el Partido Socialista Obrero Argentino (PSOA).

En 1895 publica su trabajo ¿Qué es el socialismo? en el que expone sus ideas acerca de esa doctrina política, así como sobre la situación argentina y los pasos que tienen que darse para concretar el socialismo tal como él lo entiende. Sus discrepancias con Juan Justo, a la sazón una de las figuras más notables del socialismo argentino y presidente del PSOA, lo llevan a retirarse de la política y dedicarse a la medicina durante la década de 1910. Se integra a la Universidad de Buenos Aires como catedrático de medicina legal, hasta que el Presidente argentino Sáenz Peña se niega a ratificarlo en su cargo a finales de la década. Según sus biógrafos, Ingenieros se inspira en esta experiencia para escribir, en Europa, El hombre mediocre, publicado en 1914.

De nuevo en su país, a partir de 1914, el trabajo intelectual de Ingenieros se vincula a los temas filosóficos. Funda la Revista de Filosofía y trabaja en su libro La evolución de las ideas argentinas. De esto se ocupaba cuando tiene lugar el movimiento estudiantil de Córdova al que se adhiere con entusiasmo. Además de la reforma universitaria, dos acontecimientos impactan a Ingenieros: la revolución bolchevique -a la que defiende apelando a la solidaridad y justicia social de la que la misma es portadora- y la primera guerra mundial.

En su último año de vida (1925) participa, junto con Ortega y Gaset, Haya de la Torre y Miguel Angel Asturias, en la Asamblea Antiimperialista celebrada en París. En seguida viaja a México, donde lo recibe el presidente Plutarco Elías Calles. Regresa a Buenos Aires, donde muere a finales de ese año.

¿Cuáles son las ideas de Ingenieros? . Un tema central en su pensamiento es la cuestión social. Parte de la constatación de que el capitalismo genera miseria e injusticia social. Sin embargo, eso no lo hace inmoral por definición; lo que tiene son aspectos negativos, que son precisamente los que deben reformarse. Entre estos aspectos negativos están el deterioro de los salarios, las inhumanas condiciones de vida de los obreros, el consumo ostentoso de las élites dominantes y la acumulación sin límites de capitalistas y oligarcas. Ante esto, se tiene que proponer un modelo moral que traerá como resultado la implantación de formas distributivas del excedente económico que beneficien a los grupos sociales mayoritarios. Otra medida insoslayable es el control del parasitismo de los grupos pudientes de la sociedad. De lo que se trata, pues, es de limitar los efectos nocivos del capitalismo y no de su erradicación.

El legado anarquista es importante en Ingenieros, como se nota en su idea de que existe una oposición tajante entre el productor -que vive de su trabajo- y el parásito -que vive del trabajo de otro. Esta influencia también se hace sentir en el Partido Socialista Obrero, cuyos rasgos característicos son los siguientes: la movilización social se funda en la organización sindical de los trabajadores; los sindicatos deben luchar por mejorar las condiciones de vida de los obreros; un frente de la lucha sindical es el parasitismo de los propietarios; los productores deben reemplazar a los parásitos; el trabajo y la producción son parte de una misma ética libertaria que conducirá a la emancipación de los empobrecidos. El socialismo es, para Ingenieros, "el más noble de los ideales que han agitado a la humanidad y el más justo de los pabellones que los oprimidos enarbolan, flameando al impulso del arma voluptuosa de la libertad, bajo los rayos regeneradores de la ciencia y el progreso".

Adicionalmente, Ingenieros introduce la noción de minorías activas, cuyo papel es clave en la elaboración de su proyecto de transformación social. Esas minorías, que tienen acceso al conocimiento, a saber, a la ciencia, constituyen una secta con talento que debe influir en el cambio social. Es el hombre de conocimiento -al margen de las ideologías y de las prácticas burocráticas- el que debe dinamizar la transformación social. Se trata de vincular conocimiento y trabajo; intelectuales y proletarios deben aliarse para superar el parasitisimo y la mediocridad. Es decir, mérito y ciencia deben ponerse a favor de los oprimidos, porque el saber libera cuando opera políticamente. Sólo tienen mérito los que se han preparado; sólo ellos pueden legítimamente conducir a la sociedad. La política es asunto de sabios y no de una clase que domina a base de la exclusión. "La cuna dorada no da aptitudes; tampoco las da la cuna electoral". En fin, el lema de Ingenieros es que los que saben deben dirigir a los que no saben.

En su perspectiva, se trata de reivindicar al intelectual independiente, que destaca por sobre la minoría oligárquica y por sobre la masa popular: ambos son proclives a la mediocridad. El intelectual independiente es el portador de unos nuevos valores en los cuales la sabiduría ocupa un lugar privilegiado. El portador de los mismos es el inmigrante europeo, pues no se puede negar que la "superioridad de la raza blanca es un hecho aceptado hasta por los que niegan la existencia de la lucha de razas. La selección natural tiende a extinguir a las razas de color". La propuesta de Ingenieros es construir la identidad americana en los migrantes, quienes están más capacitados para asumir el rol de minorías activas.

Al final de su vida, este autor argentino insiste -a la manera de G. Sorel- en la vinculación entre lo espiritual y lo voluntario; la inspiración moral y el compromiso político. En la línea de E. Durkheim, insiste en la necesidad de crear una solidaridad colectiva como fundamento de un orden social estable, regido por normas y leyes morales y sociales. Con esto es consecuente con su propósito de reformar moralmente al capitalismo. Después del cambio moral, vendrá el cambio político, económico y social.

(c) Víctor Raúl Haya de la Torre. Este intelectual y líder político peruano, se vinculó desde muy joven a la lucha estudiantil. Su actividad política universitaria lo llevó al exilio, concretamente a México, donde estuvo desde 1923 hasta 1926. En este país formula la propuesta de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), tan importante en la historia del populismo latinoamericano. Viaja a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas -donde se familiariza con el marxismo-leninismo- y a Inglaterra -donde estudia con el autor de la Historia del pensamiento socialista, D.H. Cole.

A pesar de que en sus primeros años de militancia compartió experiencias con Mariátegui, Haya de la Torre se distancia desde un principio de la filiación marxista. Ciertamente, se sirve de muchas de sus nociones para interpretar la realidad peruana, pero lo hace siempre con una intención contraria a la que cabría esperar de un socialista-comunista; se trata en la propuesta de Haya de la Torre de potenciar un capitalismo latinoamericano, y no de establecer un régimen socialista como antesala del comunismo. Su pregunta, como la de tantos intelectuales de su época, es por la naturaleza de América Latina: ¿qué es América Latina? ¿Cuáles son sus actores sociales fundamentales? ¿En qué dirección deben avanzar sus transformaciones socioeconómicas y políticas? Con estas inquietudes en mente, este autor peruano se apresta a dar su aporte al debate político latinoamericano.

Su experiencia en Perú, conjugada con los conocimientos que adquiere en su estadía europea, lo llevan a caracterizar a América Latina como un feudalismo colonial. Haya de la Torre está convencido de la inexistencia de un capitalismo consolidado en la región; lo que existe de éste es apenas muy incipiente y sin capacidad de desarrollo autónomo debido a la presencia del imperialismo. En América Latina, según él, hay imperialismo sin capitalismo, pues el primero vive a expensas de la herencia feudal colonial que le es imprescindible para sus fines. En un afán que incluso lo llevó a sentirse como quien había superado con creces a Lenin, Haya de la Torre afirmó que en América Latina el imperialismo no es la fase superior del capitalismo, sino la primera. Se trataba, por tanto, de llevar adelante una lucha antiimperialista y antifeudal, pero con el propósito de instaurar un capitalismo nacional.

En este proyecto -que fue en definitiva el proyecto de la APRA- no tenía cabida la noción de las clases sociales y su lucha. En lugar de ello había que potenciar la creación de una amplia alianza multiclasista, liderada por las clases medias y forjadora de un Estado fuerte capaz de propiciar el surgimiento de una auténtica burguesía nacional. Esta visión, en la que se rechaza el conflicto de clases como eje dinamizador del desarrollo social, se sitúa en la línea de un Estado benefactor, que debe ser lo suficientemente fuerte tanto para promover el desarrollo de la industria nacional como para hacer frente al imperialismo.

En resumen, como sostiene F. Zapata, "en la propuesta de Haya de la Torre se afirma que el desarrollo de indoamérica es diferente al europeo. En América Latina existe un feudalismo colonial que impide el desarrollo de una burguesía autóctona, que implica que este feudalismo coexista con el capitalismo que, a su vez, se identifica con el imperialismo. Esto da lugar a la afirmación según la cual ‘el imperialismo es la primera etapa del capitalismo en América’, que contradice la tesis de Lenin en cuanto a que éste la identifica con la última etapa. Políticamente, la existencia de este tipo de articulación entre el faudalismo colonial y el imperialismo da pie a la imposibilidad de separar la lucha antiimperalista de la lucha antifeudal... Se trata entonces de constituir una alianza o frente único de todos estos grupos

-presentes en la sociedad feudal colonial-, independientemente de su adscripción de clase, que se proponga la constitución de un Estado antiimperialista cuyo núcleo esté formado por los grupos medios que son los más lúcidos y conscientes de dicha dominación".

El proyecto aprista tuvo un éxito político indudable. Como el modelo que surgió en México, inmediatamente después de la revolución de 1910, fue una síntesis del nacionalismo y el antiimperialismo, es decir, fue un nacionalismo revolucionario. Los regímenes populistas que dominaron la vida política latinoamericana desde los años treinta hasta los sesenta tuvieron en el proyecto de la APRA una fuente de inspiración decisiva. Haya de la Torre fue el gestor de esa propuesta en virtud de la cual los Estados latinoamericanos propiciaron el desarrollo industrial, la organización de la sociedad civil y la creación de sistemas políticos incipientemente democráticos. Lo que se ha dado en llamar la matriz estado céntrica tuvo en Haya de la Torre a uno de sus principales artífices intelectuales. Esa matriz entró en crisis con el advenimiento de las dictaduras militares de los años sesenta y setenta, las cuales dieron inicio a un proceso inexorable de redefinición del Estado. Las actuales propuestas de limpiar la economía de cualquier presencia estatal son parte de la ofensiva antiestatista que militares como Pinochet iniciaron en 1973 . Las reformas neoliberales están llevando a término la obra iniciada por los militares; con ello, están tirando por la borda lo que quedaba de la propuesta sociopolítica de Haya de la Torre.

 

 


Date: 2016-01-05; view: 800


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