Home Random Page


CATEGORIES:

BiologyChemistryConstructionCultureEcologyEconomyElectronicsFinanceGeographyHistoryInformaticsLawMathematicsMechanicsMedicineOtherPedagogyPhilosophyPhysicsPolicyPsychologySociologySportTourism






Iquest;quién? 5 page

 

Y el infortunado estuvo a punto de volver a llorar.

 

Pero luego se enfureció nuevamente, y dijo con un ademán terrible, ya que no con la voz:

 

—¡Arriba! ¡Arriba!

 

Y empezó a subir la escalera, andando a gatas con 71-30 72 una mano, llevando el trabuco en la otra, y con el papel infame entre los dientes.

 

En corroboración de sus lógicas sospechas, al llegar

 

a la puerta del dormitorio (que estaba cerrada), vio que salían algunos rayos de luz por las junturas de las 72-5 tablas y por el ojo de la llave.


—¡Aquí están!—volvió a decir.

 

Y se paró un instante, como para pasar aquel nuevo trago de amargura.

 

Luego continuó subiendo... hasta llegar a la puerta 72-10 misma del dormitorio.

 

Dentro de él no se oía ningún ruido.

 

—¡Si no hubiera nadie!—le dijo tímidamente la esperanza.

 

Pero en aquel mismo instante el infeliz oyó toser 72-15

 

dentro del cuarto...

 

¡Era la tos medio asmática del Corregidor!

 

¡No cabía duda! ¡No había tabla de salvación en aquel naufragio!

 

El Molinero sonrió en las tinieblas de un modo horroroso.—¿Cómo 72-20 no brillan en la obscuridad semejantes

 

relámpagos? ¿Qué es todo el fuego de las tormentas comparado con el que arde a veces en el corazón del hombre?

 

Sin embargo, el tío Lucas (tal era su alma, como ya 72-25 dijimos en otro lugar) principió a tranquilizarse, no bien oyó la tos de su enemigo...

 

La realidad le hacía menos daño que la duda.—Según le anunció él mismo aquella tarde a la señá Frasquita, desde el punto y hora en que perdía la única fe 72-30 73 que era vida de su alma, empezaba a convertirse en un hombre nuevo.

 

Semejante al moro de Venecia (con quien ya lo comparamos al describir su carácter), el desengaño mataba

en él de un solo golpe todo el amor, transfigurando de 73-5 paso la índole de su espíritu y haciéndole ver el mundo como una región extraña a que acabara de llegar. La


única diferencia consistía en que el tío Lucas era por idiosincrasia menos trágico, menos austero y más egoísta que el insensato sacrificador de Desdémona. 73-10

 

¡Cosa rara, pero propia de tales situaciones! La

 

duda, o sea la esperanza (que para el caso es lo mismo), volvió todavía a mortificarle un momento...

 

—¡Si me hubiera equivocado! (pensó). ¡Si la tos hubiese sido de Frasquita!... 73-15

 

En la tribulación de su infortunio, olvidábasele que había visto las ropas del Corregidor cerca de la chimenea; que había encontrado abierta la puerta del molino;



 

que había leído la credencial de su infamia...

 

Agachose, pues, y miró por el ojo de la llave, temblando 73-20 de incertidumbre y de zozobra.

 

El rayo visual no alcanzaba a descubrir más que un pequeño triángulo de cama, por la parte del cabecero...

 

¡Pero precisamente en aquel pequeño triángulo se veía

un extremo de las almohadas, y sobre las almohadas la 73-25 cabeza del Corregidor!

 

Otra risa diabólica contrajo el rostro del Molinero.

 

Dijérase que volvía a ser feliz...

 

—¡Soy dueño de la verdad!... ¡Meditemos!—murmuró, irguiéndose tranquilamente. 73-30 74

 

Y volvió a bajar la escalera con el mismo tiento que

 

empleó para subirla...

 

—El asunto es delicado... Necesito reflexionar. Tengo tiempo de sobra para todo...—iba pensando mientras bajaba. 74-5

 

Llegado que hubo a la cocina, sentose en medio de ella, y ocultó la frente entre las manos.


Así permaneció mucho tiempo, hasta que lo despertó

 

de su meditación un leve golpe que sintió en un pie...

 

Era el trabuco que se había deslizado de sus rodillas, 74-10

 

y que le hacía aquella especie de seña...

 

—¡No¡ ¡Te digo que no! (murmuró el tío Lucas, encarándose con el arma).—¡No me convienes! Todo

 

el mundo tendría lástima de ellos..., ¡y a mí me ahorcarían! ¡Se trata de un Corregidor..., y matar a un 74-15 Corregidor es todavía en España cosa indisculpable! Dirían que lo maté por infundados celos, y que luego

 

lo desnudé y lo metí en mi cama... Dirían, además, que maté a mi mujer por simples sospechas... ¡Y me

 

ahorcarían! ¡Vaya si me ahorcarían!—Además, yo 74-20 habría dado muestras de tener muy poca alma, muy poco talento, si al remate de mi vida fuera digno de compasión! ¡Todos se reirían de mí! ¡Dirían que

 

mi desventura era muy natural, siendo yo jorobado y Frasquita tan hermosa!—¡Nada! ¡no! Lo que yo 74-25 necesito es vengarme, y, después de vengarme, triunfar, despreciar, reír, reírme mucho, reírme de todos..., evitando por tal medio que nadie pueda burlarse nunca de esta jiba que yo he llegado a hacer hasta envidiable, y que tan grotesca sería en una horca! 74-30 75

 

Así discurrió el tío Lucas, tal vez sin darse cuenta de ello puntualmente, y, en virtud de semejante discurso, colocó el arma en su sitio, y principió a pasearse con los

 

brazos atrás y la cabeza baja, como buscando su venganza en el suelo, en la tierra, en las ruindades de la 75-5

 

vida, en alguna bufonada ignominiosa y ridícula para su mujer y para el Corregidor, lejos de buscar aquella

 

misma venganza en la justicia, en el desafío, en el perdón, en el cielo..., como hubiera hecho en su lugar

 

cualquier otro hombre de condición menos rebelde que 75-10 la suya a toda imposición de la naturaleza, de la sociedad

 

o de sus propios sentimientos.


De repente, paráronse sus ojos en la vestimenta del

 

Corregidor...

 

Luego se paró él mismo... 75-15

 

Después fue demostrando poco a poco en su semblante una alegría, un gozo, un triunfo indefinibles...;

 

hasta que, por último, se echó a reír de una manera formidable..., esto es, a grandes carcajadas, pero sin hacer ningún ruido (a fin de que no lo oyesen desde 75-20

arriba), metiéndose los puños por los ijares para no reventar, estremeciéndose todo como un epiléptico, y

 

teniendo que concluir por dejarse caer en una silla hasta que le pasó aquella convulsión de sarcástico regocijo.—Era la propia risa de Mefistófeles. 75-25

 

No bien se sosegó, principió a desnudarse con una celeridad febril; colocó toda su ropa en las mismas sillas que ocupaba la del Corregidor; púsose cuantas prendas pertenecían a éste, desde los zapatos de hebilla hasta

 

el sombrero de tres picos; ciñose el espadín; embozose 75-30 76 en la capa de grana; cogió el bastón y los guantes, y

 

salió del molino y se encaminó a la Ciudad, balanceándose de la propia manera que solía D. Eugenio de

 

Zúñiga, y diciéndose de vez en cuando esta frase, que compendiaba su pensamiento: 76-5

 

¡También la Corregidora es guapa! 77

 

XXI

 

¡EN GUARDIA, CABALLERO!

 

Abandonemos por ahora al tío Lucas, y enterémonos

 

de lo que había ocurrido en el molino desde que dejamos allí sola a la señá Frasquita hasta que su esposo

 

volvió a él y se encontró con tan estupendas novedades.

 

Una hora habría pasado después que el tío Lucas se 77-5 marchó con Toñuelo, cuando la afligida navarra, que se había propuesto no acostarse hasta que regresara su


marido, y que estaba haciendo calceta en su dormitorio, situado en el piso de arriba, oyó lastimeros gritos fuera

 

de la casa, hacia el paraje, allí muy próximo, por donde 77-10 corría el agua del caz.

 

—¡Socorro, que me ahogo! ¡Frasquita! ¡Frasquita!...—exclamaba una voz de hombre, con el

 

lúgubre acento de la desesperación.

 

—¿Si será Lucas?—pensó la navarra, llena de un 77-15 terror que no necesitamos describir.

 

En el mismo dormitorio había una puertecilla, de que ya nos habló Garduña, y que daba efectivamente sobre la parte alta del caz.—Abriola sin vacilación la señá

 

Frasquita, por más que no hubiera reconocido la voz 77-20 que pedía auxilio, y encontrose de manos a boca con el Corregidor, que en aquel momento salía todo chorreando de la impetuosísima acequia...

 

—¡Dios me perdone! ¡Dios me perdone! (balbuceaba el infame viejo).—¡Creí que me ahogaba! 77-25 78

 

—¡Cómo! ¿Es V.? ¿Qué significa? ¿Cómo se atreve? ¿A qué viene V. a estas horas?...—gritó

 

la Molinera con más indignación que espanto, pero retrocediendo maquinalmente.

 

—¡Calla! ¡Calla, mujer! (tartamudeó el Corregidor, 78-5 colándose en el aposento detrás de ella). Yo te lo diré todo... ¡He estado para ahogarme! ¡El agua me llevaba ya como a una pluma!—¡Mira, mira cómo me he puesto!

 

—¡Fuera, fuera de aquí! (replicó la señá Frasquita 78-10 con mayor violencia). ¡No tiene V. nada que explicarme!...

 

¡Demasiado lo comprendo todo! ¿Qué me

importa a mí que V. se ahogue? ¿Lo he llamado yo a V.?—¡Ah! ¡Qué infamia! ¡Para esto ha mandado

 

V. prender a mi marido! 78-15


—Mujer, escucha...

 

—¡No escucho! ¡Márchese V. inmediatamente, señor Corregidor!... ¡Márchese V., o no respondo de su vida!...

 

—¿Qué dices? 78-20

 

—¡Lo que V. oye!—Mi marido no está en casa; pero yo me basto para hacerla respetar. ¡Márchese V. por donde ha venido, si no quiere que yo le arroje otra vez al agua con mis propias manos!

 

—¡Chica, chica! ¡no grites tanto, que no soy sordo!... 78-25 (exclamó el viejo libertino). ¡Cuando yo estoy

 

aquí, por algo será!... Vengo a libertar al tío Lucas,

a quien ha preso por equivocación un alcalde de monterilla...—Pero, ante todo, necesito que me seques

 

estas ropas... ¡Estoy calado hasta los huesos! 78-30 79

 

—¡Le digo a V. que se marche!

 

—¡Calla, tonta!... ¿Qué sabes tú?—Mira...

 

aquí te traigo el nombramiento de tu sobrino...—Enciende la lumbre, y hablaremos...—Por lo demás,

 

mientras se seca la ropa, yo me acostaré en esta cama... 79-5

 

—¡Ah, ya! ¿Conque declara V. que venía por mí? ¿Conque declara V. que para eso ha mandado arrestar a mi Lucas? ¿Conque traía V. su nombramiento y todo?—¡Santos y Santas del cielo! ¿Qué se habrá figurado de mí este mamarracho? 79-10

 

—¡Frasquita! ¡soy el Corregidor!

 

—¡Aunque fuera V. el Rey! A mí, ¿qué?—¡Yo

 

soy la mujer de mi marido, y el ama de mi casa!—¿Cree V. que yo me asusto de los Corregidores? ¡Yo

 

sé ir a Madrid, y al fin del mundo, a pedir justicia contra 79-15 el viejo insolente que así arrastra su autoridad por


los suelos! Y, sobre todo, yo sabré mañana ponerme

 

la mantilla, e ir a ver a la señora Corregidora...

 

—¡No harás nada de eso! (repuso el Corregidor, perdiendo la paciencia, o mudando de táctica). No 79-20 harás nada de eso; porque yo te pegaré un tiro, si veo que no entiendes de razones...

 

—¡Un tiro!—exclamó la señá Frasquita con voz sorda.

 

—Un tiro, sí... Y de ello no me resultará perjuicio 79-25 alguno. Casualmente he dejado dicho en la ciudad que salía esta noche a caza de criminales...—¡Conque

 

no seas necia... y quiéreme... como yo te adoro!

 

—Señor Corregidor; ¿un tiro?—volvió a decir la navarra, echando los brazos atrás y el cuerpo hacia 79-30 adelante, como para lanzarse sobre su adversario. 80

 

—Si te empeñas, te lo pegaré, y así me veré libre de tus amenazas y de tu hermosura...—respondió el Corregidor, lleno de miedo y sacando un par de cachorrillos.

 

—¿Conque pistolas también? ¡Y en la otra faltriquera 80-5 el nombramiento de mi sobrino! (dijo la señá

 

Frasquita, moviendo la cabeza de arriba abajo).—Pues, señor, la elección no es dudosa.—Espere Usía

 

un momento; que voy a encender la lumbre.

 

Y, así hablando, se dirigió rápidamente a la escalera, 80-10 y la bajó en tres brincos.

 

El Corregidor cogió la luz, y salió detrás de la Molinera, temiendo que se escapara; pero tuvo que bajar

mucho más despacio, de cuyas resultas, cuando llegó a

 

la cocina, tropezó con la navarra, que volvía ya en su 80-15 busca.


—¿Conque decía V. que me iba a pegar un tiro?

 

(exclamó aquella indomable mujer dando un paso atrás).—Pues, ¡en guardia, caballero; que yo ya lo estoy!

 

Dijo, y se echó a la cara el formidable trabuco que 80-20 tanto papel representa en esta historia.

 

—¡Detente, desgraciada! ¿Qué vas a hacer? (gritó

 

el Corregidor, muerto de susto). Lo de mi tiro era una broma... Mira... Los cachorrillos están descargados.—En cambio, es verdad lo del nombramiento...—Aquí 80-25 lo tienes... Tómalo... Te lo regalo... Tuyo

 

es... de balde, enteramente de balde...

 

Y lo colocó temblando sobre la mesa.

 

—¡Ahí está bien! (repuso la navarra). Mañana me

 

servirá para encender la lumbre, cuando le guise el 80-30 81 almuerzo a mi marido.—¡De V. no quiero ya ni la

 

gloria; y, si mi sobrino viniese alguna vez de Estella, sería para pisotearle a V. la fea mano con que ha escrito su nombre en ese papel indecente!—¡Ea, lo dicho! ¡Márchese V. de mi casa!—¡Aire! ¡aire! ¡pronto!... 81-5 ¡que ya se me sube la pólvora a la cabeza!

 

El Corregidor no contestó a este discurso. Habíase puesto lívido, casi azul; tenía los ojos torcidos, y un temblor como de terciana agitaba todo su cuerpo. Por

 

último, principió a castañetear los dientes, y cayó al 81-10 suelo, presa de una convulsión espantosa.

 

El susto del caz, lo muy mojadas que seguían todas sus ropas, la violenta escena del dormitorio, y el miedo

 

al trabuco con que le apuntaba la navarra, habían agotado las fuerzas del enfermizo anciano. 81-15

 

—¡Me muero! (balbuceó).—¡Llama a Garduña!...

 

Llama a Garduña, que estará ahí... en la ramblilla...—¡Yo

no debo morirme en esta casa!...


No pudo continuar. Cerró los ojos, y se quedó como muerto. 81-20

 

—¡Y se morirá como lo dice! (prorrumpió la señá Frasquita).—Pues, señor, ¡esta es la más negra! ¿Qué hago yo ahora con este hombre en mi casa? ¿Qué dirían de mí, si se muriese? ¿Qué diría Lucas?...

 

¿Cómo podría justificarme, cuando yo misma le he 81-25 abierto la puerta?—¡Oh! no... Yo no debo quedarme aquí con él. ¡Yo debo buscar a mi marido; yo debo escandalizar el mundo antes de comprometer mi honra!

 

Tomada esta resolución, soltó el trabuco, fuese al

 

corral, cogió la burra que quedaba en él, la aparejó de 81-30 82 cualquier modo, abrió la puerta grande de la cerca,

 

montó de un salto, a pesar de sus carnes, y se dirigió a la ramblilla.

 

—¡Garduña! ¡Garduña!—iba gritando la navarra, conforme se acercaba a aquel sitio. 82-5

 

—¡Presente! (respondió al cabo el Alguacil, apareciendo detrás de un seto).—¿Es V., señá Frasquita?

 

—Sí, soy yo.—¡Ve al molino, y socorre a tu amo,

 

que se está muriendo!...

 

—¿Qué dice V.?—¡Vaya un maula! 82-10

 

—Lo que oyes, Garduña...

 

—¿Y V., alma mía? ¿Adónde va a estas horas?

 

—¿Yo?...—¡Quita allá, badulaque!—Yo voy...

 

¡a la Ciudad por un médico!—contestó la señá Frasquita, arreando la burra con un talonazo y a Garduña con un 82-15 puntapié.

 

Y tomó..., no el camino de la Ciudad, como acababa de decir, sino el del Lugar inmediato.


Garduña no reparó en esta última circunstancia;

 

pues iba ya dando zancajadas hacia el molino y discurriendo 82-20 al par de esta manera:

 

—¡Va por un médico!... ¡La infeliz no puede

 

hacer más!—¡Pero él es un pobre hombre!—¡Famosa ocasión de ponerse malo!... ¡Dios le da confites a quien no puede roerlos! 82-25 83

 

XXII

 

GARDUÑA SE MULTIPLICA

 

Cuando Garduña llegó al molino, el Corregidor principiaba a volver en sí, procurando levantarse del suelo.

 

En el suelo también, y a su lado, estaba el velón encendido que bajó Su Señoría del dormitorio.

 

—¿Se ha marchado ya?—fue la primera frase de 83-5 D. Eugenio.

 

—¿Quién?

 

—¡El demonio!... Quiero decir, la Molinera....

 

—Sí, señor... Ya se ha marchado..., y no creo que iba de muy buen humor... 83-10

 

—¡Ay, Garduña! Me estoy muriendo....

 

—Pero ¿qué tiene Usía?—¡Por vida de los

 

hombres!...

 

Me he caído en el caz, y estoy hecho una sopa....

 

¡Los huesos se me parten de frío! 83-15

 

—¡Toma, toma! ¡ahora salimos con eso!

 

—¡Garduña!... ¡ve lo que te dices!...

 

—Yo no digo nada, señor....


—Pues bien: sácame de este apuro....

 

—Voy volando.... ¡Verá Usía qué pronto lo arreglo 83-20 todo!

 

Así dijo el Alguacil, y, en un periquete, cogió la luz con una mano, y con la otra se metió al Corregidor debajo del brazo; subiolo al dormitorio; púsolo en 84 cueros; acostolo en la cama; corrió al jaraiz; reunió un brazado de leña; fue a la cocina; hizo una gran lumbre; bajó todas las ropas de su amo; colocolas en los espaldares de dos o tres sillas; encendió un candil;

 

lo colgó de la espetera, y tornó a subir a la cámara. 84-5

 

—¿Qué tal vamos?—preguntole entonces a D. Eugenio, levantando en alto el velón para verle mejor el rostro.

 

—¡Admirablemente! ¡Conozco que voy a sudar!—¡Mañana te ahorco, Garduña! 84-10

 

—¿Por qué, señor?

 

—¿Y te atreves a preguntármelo? ¿Crees tú que, al seguir el plan que me trazaste, esperaba yo acostarme solo en esta cama, después de recibir por segunda vez el sacramento del bautismo?—¡Mañana mismo te 84-15 ahorco!

 

—Pero cuénteme Usía algo...—¿La señá

 

Frasquita?...

 

—La señá Frasquita ha querido asesinarme. ¡Es

 

todo lo que he logrado con tus consejos!—Te digo 84-20 que te ahorco mañana por la mañana.

 

—¡Algo menos será, señor Corregidor!—repuso el Alguacil.

 

—¿Por qué lo dices, insolente? ¿Porque me ves aquí postrado? 84-25


—No, señor. Lo digo, porque la señá Frasquita no

 

ha debido de mostrarse tan inhumana como Usía cuenta, cuando ha ido a la Ciudad a buscarle un médico....

 

—¡Dios santo! ¿Estás seguro de que ha ido a la Ciudad?—exclamó D. Eugenio más aterrado que nunca. 84-30 85

 

—A lo menos, eso me ha dicho ella....

 

—¡Corre, corre, Garduña!—¡Ah! ¡estoy perdido

 

sin remedio!—¿Sabes a qué va la señá Frasquita a la Ciudad? ¡A contárselo todo a mi mujer!... ¡A

 

decirle que estoy aquí!—¡Oh, Dios mío, Dios mío! 85-5 ¿Cómo había yo de figurarme esto? ¡Yo creí que se habría ido al Lugar en busca de su marido; y, como

lo tengo allí a buen recaudo, nada me importaba su viaje! Pero ¡irse a la Ciudad!...—¡Garduña, corre, corre..., tú que eres andarín, y evita mi perdición! 85-10 ¡Evita que la terrible Molinera entre en mi casa!

 

—¿Y no me ahorcará Usía si lo consigo?—preguntó irónicamente el Alguacil.

 

—¡Al contrario! Te regalaré unos zapatos en buen

 

uso, que me están grandes. ¡Te regalaré todo lo que 85-15 quieras!

 

—Pues voy volando. Duérmase Usía tranquilo. Dentro de media hora estoy aquí de vuelta, después de dejar en la cárcel a la navarra.—¡Para algo soy más ligero que una borrica! 85-20

 

Dijo Garduña, y desapareció por la escalera abajo.

 

Se cae de su peso que, durante aquella ausencia del Alguacil, fue cuando el Molinero estuvo en el molino y vio visiones por el ojo de la llave.

 

Dejemos, pues, al Corregidor sudando en el lecho 85-25 ajeno, y a Garduña corriendo hacia la Ciudad (adonde tan pronto había de seguirle el tío Lucas con sombrero


de tres picos y capa de grana), y, convertidos también nosotros en andarines, volemos con dirección al Lugar, en seguimiento de la valerosa señá Frasquita. 85-30 86

 

XXIII

 

OTRA VEZ EL DESIERTO Y LAS CONSABIDAS VOCES

 

La única aventura que le ocurrió a la navarra en su viaje desde el molino al pueblo, fue asustarse un poco al notar que alguien echaba yescas en medio de un sembrado.

 

—¿Si será un esbirro del Corregidor? ¿Si irá a 86-5 detenerme?—pensó la Molinera.

 

En esto se oyó un rebuzno hacia aquel mismo lado.

 

—¡Burros en el campo a estas horas! (siguió pensando la señá Frasquita.)—Pues lo que es por aquí

 

no hay ninguna huerta ni cortijo....—¡Vive Dios 86-10 que los duendes se están despachando esta noche a su

 

gusto! Porque la borrica de mi marido no puede ser....—¿Qué haría mi Lucas, a media noche, parado

 

fuera de camino?

 

—¡Nada! ¡nada! ¡Indudablemente es un espía! 86-15

 

La burra que montaba la señá Frasquita creyó oportuno rebuznar también en aquel instante.

 

—¡Calla, demonio!—le dijo la navarra, clavándole un alfiler de a ochavo en mitad de la cruz.

 

Y, temiendo algún encuentro que no le conviniese, 86-20 sacó también su bestia fuera del camino y la hizo trotar por otros sembrados.

 

Sin más accidente, llegó a las puertas del Lugar, a tiempo que serían las once de la noche. 87

 

XXIV


UN REY DE ENTONCES

 

Hallábase ya durmiendo la mona el señor Alcalde, vuelta la espalda a la espalda de su mujer (y formando así con ésta la figura de águila austriaca de dos cabezas que dice nuestro inmortal Quevedo), cuando Toñuelo llamó a la puerta de la cámara nupcial, y avisó al Sr. 87-5 Juan López que la señá Frasquita, la del molino, quería hablarle.

 

No tenemos para qué referir todos los gruñidos y juramentos inherentes al acto de despertar y vestirse

 

el Alcalde de monterilla, y nos trasladamos desde luego 87-10 al instante en que la Molinera lo vio llegar, desperezándose como un gimnasta que ejercita la musculatura,

 

y exclamando en medio de un bostezo interminable:

 

—¡Téngalas V. muy buenas, señá Frasquita!—¿Qué le trae a V. por aquí? ¿No le dijo a V. Toñuelo 87-15 que se quedase en el molino? ¿Así desobedece V. a la Autoridad?

 

—¡Necesito ver a mi Lucas! (respondió la navarra). ¡Necesito verlo al instante!—¡Que le digan que está aquí su mujer! 87-20

 

—¡Necesito! ¡necesito!—Señora, ¡a V. se le olvida

 

que está hablando con el Rey!...

 

—¡Déjeme V. a mí de reyes, Sr. Juan, que no estoy para bromas! ¡Demasiado sabe V. lo que me sucede! 88


Date: 2015-12-24; view: 647


<== previous page | next page ==>
Iquest;quién? 4 page | Iquest;quién? 6 page
doclecture.net - lectures - 2014-2024 year. Copyright infringement or personal data (0.033 sec.)