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Iquest;quién? 4 page

 

guisada con tomates, y algunas uvas de las que quedaban 54-5 en la consabida cesta; todo ello rociado con un

 

poco de vino y con grandes risotadas a costa del Corregidor: después de lo cual miráronse afablemente los

 

dos esposos, como muy contentos de Dios y de sí mismos, y se dijeron, entre un par de bostezos que revelaban 54-10 toda la paz y tranquilidad de sus corazones:

 

—Pues, señor, vamos a acostarnos, y mañana será otro día.


En aquel momento sonaron dos fuertes y ejecutivos golpes aplicados a la puerta grande del

 

molino. 54-15

 

El marido y la mujer se miraron sobresaltados.

 

Era la primera vez que oían llamar a su puerta a semejante hora.

 

—Voy a ver...—dijo la intrépida navarra, encaminándose hacia la plazoletilla. 54-20

 

—¡Quita! ¡Eso me toca a mí! (exclamó el tío

 

Lucas con tal dignidad, que la señá Frasquita le cedió el paso).—¡Te he dicho que no salgas!—añadió luego con dureza, viendo que la obstinada Molinera quería seguirle. 54-25 55

 

Ésta obedeció, y se quedó dentro de la casa.

 

—¿Quién es?—preguntó el tío Lucas desde en medio de la plazoleta.

 

—¡La Justicia!—contestó una voz al otro lado del portón. 55-5

 

—¿Qué Justicia?

 

—La del Lugar.—¡Abra V. al señor Alcalde!

 

El tío Lucas había aplicado entretanto un ojo a cierta mirilla muy disimulada que tenía el portón, y reconocido a la luz de la luna al rústico Alguacil del

 

Lugar 55-10 inmediato.

 

—¡Dirás que le abra al borrachón del Alguacil!—repuso el Molinero, retirando la tranca.

 

—¡Es lo mismo...(contestó el de afuera); pues

 

que traigo una orden escrita de su Merced!—Tenga 55-15 V. muy buenas noches, tío Lucas...—agregó luego


entrando, con voz menos oficial, más baja y más gorda, como si ya fuera otro hombre.

 

—¡Dios te guarde, Toñuelo! (respondió el murciano).—Veamos qué orden es esa...¡Y bien podía el 55-20

 

señor Juan López escoger otra hora más oportuna de dirigirse a los hombres de bien!—Por supuesto, que la culpa será tuya.—¡Como si lo viera, te has estado emborrachando en las huertas del camino!—¿Quieres un trago? 55-25

 

—No, señor; no hay tiempo para nada. ¡Tiene V. que seguirme inmediatamente! Lea V. la orden.

 

—¿Cómo seguirte? (exclamó el tío Lucas, penetrando en el molino, después de tomar el papel).—¡A

 

ver, Frasquita! ¡alumbra! 55-30 56

 

La señá Frasquita soltó una cosa que tenía en la mano, y descolgó el candil.



 

El tío Lucas miró rápidamente el objeto que había soltado su mujer, y reconoció su bocacha, o sea un enorme trabuco que calzaba balas de a media libra. 56-5

 

El Molinero dirigió entonces a la navarra una mirada llena de gratitud y ternura, y le dijo, tomándole la cara:

 

—¡Cuánto vales!

 

La señá Frasquita, pálida y serena como una estatua

 

de mármol, levantó el candil, cogido con dos dedos, sin 56-10 que el más leve temblor agitase su pulso, y contestó secamente:

 

—¡Vaya, lee!

 

La orden decía así:

 

«Para el mejor servicio de S. M. el Rey Nuestro 56-15 Señor (Q. D. G.), prevengo a Lucas Fernández, molinero, de estos vecinos, que tan luego como reciba la


presente orden, comparezca ante mi autoridad sin excusa ni pretexto alguno; advirtiéndole que, por ser

 

asunto reservado, no lo pondrá en conocimiento de 56-20 nadie: todo ello bajo las penas correspondientes, caso

 

de desobediencia.—El Alcalde:

 

Juan López.»

 

Y había una cruz en vez de rúbrica.

 

—Oye, tú. ¿Y qué es esto? (le preguntó el tío Lucas 56-25 al Alguacil). ¿A qué viene esta orden?

 

—No lo sé... (contestó el rústico; hombre de unos treinta años, cuyo rostro esquinado y avieso, propio de

 

ladrón o de asesino, daba muy triste idea de su sinceridad). 57

 

Creo que se trata de averiguar algo de brujería, o de moneda falsa... Pero la cosa no va con V....

 

Lo llaman como testigo o como perito.—En fin, yo no me he enterado bien del particular... El señor Juan López se lo explicará a V. con más pelos y señales. 57-5

 

—¡Corriente! (exclamó el Molinero). Dile que iré mañana.

 

—¡Ca! ¡no, señor!... Tiene V. que venirse ahora mismo, sin perder un minuto.—Tal es la orden que me ha dado el señor Alcalde. 57-10

 

Hubo un instante de silencio.

 

Los ojos de la señá Frasquita echaban llamas.

 

El tío Lucas no separaba los suyos del suelo, como si buscara alguna cosa.

 

—Me concederás cuando menos (exclamó al fin, 57-15 levantando la cabeza) el tiempo preciso para ir a la cuadra y aparejar una burra...


—¡Qué burra ni qué demontre! (replicó el Alguacil). ¡Cualquiera se anda a pie media legua! La noche está muy hermosa, y hace luna... 57-20

 

—Ya he visto que ha salido...—Pero yo tengo los

 

pies muy hinchados...

 

—Pues entonces no perdamos tiempo. Yo le ayudaré a V. a aparejar la bestia.

 

—¡Hola! ¡Hola! ¿Temes que me escape? 57-25

 

—Yo no temo nada, tío Lucas...(respondió Toñuelo con la frialdad de un desalmado). Yo soy la Justicia.

 

Y, hablando así, descansó armas; con lo que dejó ver el retaco que llevaba debajo del capote. 57-30 58

 

—Pues mira, Toñuelo... (dijo la Molinera). Ya

 

que vas a la cuadra... a ejercer tu verdadero oficio..., hazme el favor de aparejar también la otra burra.

 

—¿Para qué?—interrogó el Molinero.

 

—¡Para mí!—Yo voy con vosotros. 58-5

 

—¡No puede ser, señá Frasquita! (objetó el Alguacil). Tengo orden de llevarme a su marido de V. nada más, y de impedir que V. lo siga.—En ello me van «el destino y el pescuezo.»—Así me lo advirtió el señor Juan López.—Conque... vamos, tío Lucas... 58-10

 

Y se dirigió hacia la puerta.

 

—¡Cosa más rara!—dijo a media voz el murciano sin moverse.

 

—¡Muy rara!—contestó la señá Frasquita.


—Esto es algo... que yo me sé...—continuó 58-15 murmurando el tío Lucas, de modo que no pudiese oírlo Toñuelo.

 

—¿Quieres que vaya yo a la ciudad (cuchicheó la navarra), y le dé aviso al Corregidor de lo que nos sucede?... 58-20

 

—¡No! (respondió en alta voz el tío Lucas). ¡Eso no!

 

—¿Pues qué quieres que haga?—dijo la Molinera con gran ímpetu.

 

—Que me mires...—respondió el antiguo soldado. 58-25

 

Los dos esposos se miraron en silencio, y quedaron tan satisfechos ambos de la tranquilidad, la resolución

 

y la energía que se comunicaron sus almas, que acabaron por encogerse de hombros y reírse.

 

Después de esto, el tío Lucas encendió otro candil y 58-30 59 se dirigió a la cuadra, diciendo al paso a Toñuelo con socarronería:

 

—¡Vaya, hombre! ¡Ven y ayúdame... supuesto que eres tan amable!

 

Toñuelo lo siguió, canturriando una copla entre 59-5 dientes.

 

Pocos minutos después, el tío Lucas salía del molino, caballero en una hermosa jumenta y seguido del Alguacil.

 

La despedida de los esposos se había reducido a lo 59-10 siguiente:

 

—Cierra bien...—dijo el tío Lucas.

 

—Embózate, que hace fresco...—dijo la señá Frasquita, cerrando con llave, tranca y cerrojo.


Y no hubo más adiós, ni más beso, ni más abrazo, ni 59-15 más mirada.

 

¿Para qué? 60

 

XVI

 

UN AVE DE MAL AGÜERO

 

Sigamos por nuestra parte al tío Lucas.

 

Ya habían andado un cuarto de legua sin hablar palabra, el Molinero subido en la borrica, y el Alguacil arreándola con su bastón de autoridad, cuando divisaron delante de sí, en lo alto de un repecho que hacía el 60-5 camino, la sombra de un enorme pajarraco que se dirigía hacia ellos.

 

Aquella sombra se destacó enérgicamente sobre el cielo, esclarecido por la luna, dibujándose en él con

 

tanta precisión, que el Molinero exclamó en el acto: 60-10

 

—Toñuelo, ¡aquel es Garduña, con su sombrero de tres picos y sus patas de alambre!

 

Mas, antes de que contestara el interpelado, la sombra, deseosa sin duda de eludir aquel encuentro, había

 

dejado el camino y echado a correr a campo travieso 60-15 con la velocidad de una verdadera garduña.

 

—No veo a nadie...—respondió entonces Toñuelo con la mayor naturalidad.

 

—Ni yo tampoco,—replicó el tío Lucas, comiéndose la partida. 60-20

 

Y la sospecha que ya se le ocurrió en el molino principió a adquirir cuerpo y consistencia en el espíritu receloso del jorobado.

 

—Este viaje mío (díjose interiormente) es una estratagema 61 amorosa del Corregidor. La declaración que


le oí esta tarde desde lo alto del emparrado me demuestra que el vejete madrileño no puede esperar más. Indudablemente, esta noche va a volver de visita al molino, y por eso ha principiado quitándome de en 61-5 medio... Pero ¿qué importa? ¡Frasquita es Frasquita...,

 

y no abrirá la puerta aunque le peguen fuego

a la casa!... Digo más: aunque la abriese; aunque el Corregidor lograse, por medio de cualquier ardid, sorprender a mi excelente navarra, el pícaro viejo saldría 61-10

 

con las manos en la cabeza. ¡Frasquita es Frasquita!—Sin embargo (añadió al cabo de un momento),

 

¡bueno será volverme esta noche a casa lo más temprano que pueda!

 

Llegaron con esto al Lugar el tío Lucas y el Alguacil, 61-15 y dirigiéronse a casa del señor Alcalde. 62

 

XVII

 

UN ALCALDE DE MONTERILLA

 

El Sr. Juan López, que como particular y como

 

Alcalde era la tiranía, la ferocidad y el orgullo personificados (cuando trataba con sus inferiores), dignábase,

 

sin embargo, a aquellas horas, después de despachar

los asuntos oficiales y los de su labranza y de pegarle a 62-5 su mujer la cotidiana paliza, beberse un cántaro de vino

 

en compañía del secretario y del sacristán, operación

que iba más de mediada aquella noche, cuando el Molinero compareció en su presencia.

 

—¡Hola, tío Lucas! (le dijo, rascándose la cabeza 62-10 para excitar en ella la vena de los embustes). ¿Cómo va de salud?—¡A ver, Secretario; échele V. un vaso

 

de vino al tío Lucas!—¿Y la señá Frasquita? ¿Se conserva tan guapa? ¡Ya hace mucho tiempo que no

la he visto!—Pero, hombre..., ¡qué bien sale ahora 62-15

 

la molienda! ¡El pan de centeno parece de trigo candeal!—Conque..., vaya... Siéntese V., y descanse;

 

que, gracias a Dios, no tenemos prisa.


—¡Por mi parte, maldita aquella!—contestó el tío Lucas, que hasta entonces no había despegado los 62-20 labios, pero cuyas sospechas eran cada vez mayores al ver el amistoso recibimiento que se le hacía, después de una orden tan terrible y apremiante.

 

—Pues entonces, tío Lucas (continuó el Alcalde),

 

supuesto que no tiene V. gran prisa, dormirá V. acá 62-25 63 esta noche, y mañana temprano despacharemos nuestro asuntillo...

 

—Me parece bien... (respondió el tío Lucas con

 

una ironía y un disimulo que nada tenían que envidiar

a la diplomacia del Sr. Juan López).—Supuesto que la 63-5 cosa no es urgente..., pasaré la noche fuera de mi casa.

 

—Ni urgente, ni de peligro para V. (añadió el Alcalde, engañado por aquel a quien creía engañar). Puede V. estar completamente tranquilo.—Oye tú, Toñuelo ... Alarga esa media-fanega, para que se 63-10 siente el tío Lucas.

 

—Entonces... ¡venga otro trago!—exclamó el Molinero, sentándose.

 

—¡Venga de ahí!—repuso el Alcalde, alargándole el vaso lleno. 63-15

 

—Está en buena mano... Médielo V.

 

—¡Pues, por su salud!—dijo el señor Juan López, bebiéndose la mitad del vino.

 

—Por la de V..., señor Alcalde,—replicó el tío Lucas, apurando la otra mitad. 63-20

 

—¡A ver, Manuela! (gritó entonces el Alcalde de monterilla). Dile a tu ama que el tío Lucas se queda a dormir aquí. Que le ponga una cabecera en el granero...


—¡Ca! no... ¡De ningún modo! Yo duermo en 63-25 el pajar como un rey.

 

—Mire V. que tenemos cabeceras...

 

—¡Ya lo creo! Pero ¿a qué quiere V. incomodar

 

a la familia? Yo traigo mi capote...

 

—Pues, señor, como V. guste.—¡Manuela! dile a 63-30 tu ama que no la ponga... 64

 

—Lo que sí va V. a permitirme (continuó el tío Lucas, bostezando de un modo atroz) es que me acueste en seguida. Anoche he tenido mucha molienda, y no he pegado todavía los ojos...

 

—¡Concedido! (respondió majestuosamente el Alcalde).—Puede 64-5 V. recogerse cuando quiera.

 

—Creo que también es hora de que nos recojamos nosotros (dijo el Sacristán, asomándose al cántaro de vino para graduar lo que quedaba). Ya deben de ser las diez... o poco menos. 64-10

 

—Las diez menos cuartillo...—notificó el Secretario, después de repartir en los vasos el resto del vino correspondiente a aquella noche.

 

—¡Pues a dormir, caballeros!—exclamó el anfitrión, apurando su parte. 64-15

 

—Hasta mañana, señores,—añadió el Molinero, bebiéndose la suya.

 

—Espere V. que le alumbren...—¡Toñuelo! Lleva al tío Lucas al pajar.

 

—¡Por aquí, tío Lucas!...—dijo Toñuelo, llevándose 64-20 también el cántaro, por si le quedaban algunas gotas.

 

—Hasta mañana, si Dios quiere,—agregó el Sacristán, después de escurrir todos los vasos.


Y se marchó, tambaleándose y cantando alegremente el De profundis. 64-25

 

. . . . . . . . . . .

 

—Pues, señor... (díjole el Alcalde al Secretario

 

cuando se quedaron solos). El tío Lucas no ha sospechado nada. Nos podemos acostar descansadamente,

y... ¡buena pro le haga al Corregidor! 65

 

XVIII

 

DONDE SE VERÁ QUE EL TÍO LUCAS TENÍA EL SUEÑO MUY LIGERO

 

Cinco minutos después, un hombre se descolgaba por la ventana del pajar del señor Alcalde; ventana que daba a un corralón y que no distaría cuatro varas del suelo.

 

En el corralón había un cobertizo sobre una gran 65-5 pesebrera, a la cual hallábanse atadas seis ú ocho caballerías de diversa alcurnia, bien que todas ellas del sexo débil.—Los caballos, mulos y burros del sexo fuerte formaban rancho aparte en otro local contiguo.

 

El hombre desató una borrica, que por cierto estaba 65-10 aparejada, y se encaminó, llevándola del diestro, hacia

 

la puerta del corral; retiró la tranca y desechó el cerrojo que la aseguraban; abriola con mucho tiento, y

 

se encontró en medio del campo.

 

Una vez allí, montó en la borrica, metiole los talones, 65-15 y salió como una flecha con dirección a la Ciudad;—mas no por el carril ordinario, sino atravesando siembras

 

y cañadas, como quien se precave contra algún mal encuentro.

 

Era el tío Lucas, que se dirigía a su molino. 65-20 66

 

XIX


VOCES CLAMANTES IN DESERTO

 

¡Alcaldes a mí, que soy de Archena! (iba diciéndose el murciano). ¡Mañana por la mañana pasaré a ver

 

al señor Obispo, como medida preventiva, y le contaré todo lo que me ha ocurrido esta noche!—¡Llamarme

con tanta prisa y reserva, a hora tan desusada; decirme 66-5 que venga solo; hablarme del servicio del rey, y de moneda falsa, y de brujas, y de duendes, para echarme luego dos vasos de vino y mandarme a dormir!... ¡La

 

cosa no puede ser más clara! Garduña trajo al Lugar

esas instrucciones de parte del Corregidor, y esta es la 66-10 hora en que el Corregidor estará ya en campaña contra

 

mi mujer... ¡Quién sabe si me lo encontraré llamando a la puerta del molino! ¡Quién sabe si me lo encontraré ya dentro!...—¡Quién sabe!...—Pero

¿qué voy a decir? ¡Dudar de mi navarra!... ¡Oh, 66-15 esto es ofender a Dios! ¡Imposible que ella!...

 

¡Imposible que mi Frasquita!... ¡Imposible!...—Mas ¿qué estoy diciendo? ¿Acaso hay algo imposible en el mundo? ¿No se casó conmigo, siendo ella tan hermosa y yo tan feo? 66-20

 

Y, al hacer esta última reflexión, el pobre jorobado

 

se echó a llorar...

 

Entonces paró la burra para serenarse; se enjugó las lágrimas: suspiró hondamente; sacó los avíos de fumar; 67 picó y lió un cigarro de tabaco negro; empuñó

 

luego pedernal, yesca y eslabón, y, al cabo de algunos golpes, consiguió encender candela.

 

En aquel mismo momento sintió rumor de pasos hacia

 

el camino,—que distaría de allí unas trescientas varas. 67-5

 

—¡Qué imprudente soy! (dijo). ¡Si me andará ya buscando la Justicia, y yo me habré vendido al echar estas yescas!

 

Escondió, pues, la lumbre, y se apeó, ocultándose detrás de la borrica. 67-10


Pero la borrica entendió las cosas de diferente modo, y lanzó un rebuzno de satisfacción.

 

—¡Maldita seas!—exclamó el tío Lucas, tratando de cerrarle la boca con las manos.

 

Al propio tiempo resonó otro rebuzno en el camino, 67-15 por vía de galante respuesta.

 

—¡Estamos aviados! (prosiguió pensando el molinero). ¡Bien dice el refrán: el mayor mal de los males

 

es tratar con animales!

 

Y, así discurriendo, volvió a montar, arreó la bestia 67-20 y salió disparado en dirección contraria al sitio en

 

que había sonado el segundo rebuzno.

 

Y lo más particular fue que la persona que iba en el jumento interlocutor, debió de asustarse del tío Lucas tanto como el tío Lucas se había asustado de ella. Lo 67-25 digo, porque apartose también del camino, recelando

 

sin duda que fuese un alguacil o un malhechor pagado por D. Eugenio, y salió a escape por los sembrados de la otra banda.

 

El murciano, entretanto, continuó cavilando de este 67-30 modo: 68

 

—¡Qué noche! ¡Qué mundo! ¡Qué vida la mía

 

desde hace una hora! ¡Alguaciles metidos a alcahuetes; alcaldes que conspiran contra mi honra; burros que rebuznan cuando no es menester; y aquí, en mi pecho,

 

un miserable corazón que se ha atrevido a dudar de la 68-5 mujer más noble que Dios ha criado!—¡Oh! ¡Dios

 

mío, Dios mío! ¡Haz que llegue pronto a mi casa y que encuentre allí a mi Frasquita!

 

Siguió caminando el tío Lucas, atravesando siembras

 

y matorrales, hasta que al fin, a eso de las once de la 68-10 noche, llegó sin novedad a la puerta grande del

 

molino...


¡Condenación! ¡La puerta del molino estaba abierta! 69

 

XX

 

LA DUDA Y LA REALIDAD

 

Estaba abierta... ¡y él, al marcharse, había oído a su mujer cerrarla con llave, tranca y cerrojo!

 

Por consiguiente, nadie más que su propia mujer había podido abrirla.

 

Pero ¿cómo? ¿cuándo? ¿por qué?—¿De resultas 69-5 de un engaño? ¿A consecuencia de una orden?—¿O bien deliberada y voluntariamente, en virtud de previo acuerdo con el Corregidor?

 

¿Qué iba a ver? ¿Qué iba a saber? ¿Qué le

 

aguardaba dentro de su casa?—¿Se habría fugado la 69-10 señá Frasquita? ¿Se la habrían robado? ¿Estaría muerta?—¿O estaría en brazos de su rival?

 

—El Corregidor contaba con que yo no podría venir en toda la noche... (se dijo lúgubremente el tío Lucas).

 

El Alcalde del Lugar tendría orden hasta de encadenarme, 69-15 antes que permitirme volver...—¿Sabía todo

 

esto Frasquita? ¿Estaba en el complot?—¿O ha sido víctima de un engaño, de una violencia, de una infamia?

 

No empleó más tiempo el sin ventura en hacer todas

 

estas crueles reflexiones que el que tardó en atravesar 69-20 la plazoletilla del emparrado.

 

También estaba abierta la puerta de la casa, cuyo primer aposento (como en todas las viviendas rústicas) era la cocina... 70

 

Dentro de la cocina no había nadie.

 

Sin embargo, una enorme fogata ardía en la chimenea...; ¡chimenea que él dejó apagada, y que no se

 

encendía nunca hasta muy entrado el mes de Diciembre!


Por último, de uno de los ganchos de la espetera 70-5

 

pendía un candil encendido...

 

¿Qué significaba todo aquello? ¿Y cómo se compadecía semejante aparato de vigilia y de sociedad con

 

el silencio de muerte que reinaba en la casa?

 

¿Qué había sido de su mujer? 70-10

 

Entonces, y sólo entonces, reparó el tío Lucas en unas ropas que había colgadas en los espaldares de dos o tres sillas puestas alrededor de la chimenea...

 

Fijó la vista en aquellas ropas, y lanzó un rugido tan intenso, que se le quedó atravesado en la garganta, 70-15 convertido en sollozo mudo y sofocante.

 

Creyó el infortunado que se ahogaba, y se llevó las manos al cuello, mientras que, lívido, convulso, con los ojos desencajados, contemplaba aquella vestimenta,

 

poseído de tanto horror como el reo en capilla a quien 70-20 le presentan la hopa.

 

Porque lo que allí veía era la capa de grana, el sombrero de tres picos, la casaca y la chupa de color de

 

tórtola, el calzón de seda negra, las medias blancas,

los zapatos con hebilla y hasta el bastón, el espadín y 70-25 los guantes del execrable Corregidor... ¡Lo que allí

 

veía era la hopa de su ignominia, la mortaja de su honra, el sudario de su ventura!

 

El terrible trabuco seguía en el mismo rincón en que dos horas antes lo dejó la navarra... 70-30 71

 

El tío Lucas dio un salto de tigre, y se apoderó de él.—Sondeó el cañón con la baqueta, y vio que estaba

cargado. Miró la piedra, y halló que estaba en su lugar.

 

Volviose entonces hacia la escalera que conducía a la cámara en que había dormido tantos años con la señá 71-5 Frasquita, y murmuró sordamente:


—¡Allí están!

 

Avanzó, pues, un paso en aquella dirección; pero en seguida se detuvo para mirar en torno de sí y ver si alguien lo estaba observando... 71-10

 

—¡Nadie! (dijo mentalmente). ¡Sólo Dios..., y Ese... ha querido esto!

 

Confirmada así la sentencia, fue a dar otro paso, cuando su errante mirada distinguió un pliego que había sobre la mesa... 71-15

 

Verlo, y haber caído sobre él, y tenerlo entre sus garras, fue todo cosa de un segundo.

 

¡Aquel papel era el nombramiento del sobrino de la señá Frasquita, firmado por D. Eugenio de Zúñiga y Ponce de León! 71-20

 

—¡Este ha sido el precio de la venta! (pensó el tío Lucas, metiéndose el papel en la boca para sofocar sus gritos y dar alimento a su rabia). ¡Siempre recelé que quisiera a su familia más que a mí!—¡Ah! ¡No hemos tenido hijos!... ¡He aquí la causa de todo! 71-25


Date: 2015-12-24; view: 495


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