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Iquest;quién? 6 page

 

¡Demasiado sabe para qué ha preso a mi marido!

 

—Yo no sé nada, señá Frasquita.... Y en cuanto

 

a su marido de V., no está preso, sino durmiendo tranquilamente en esta su casa, y tratado como yo trato a

 

las personas.—¡A ver, Toñuelo! ¡Toñuelo! Anda 88-5 al pajar, y dile al tío Lucas que se despierte y venga corriendo....—Conque vamos... ¡cuénteme V. lo

que pasa!... ¿Ha tenido V. miedo de dormir sola?


—¡No sea V. desvergonzado, señor Juan! ¡Demasiado sabe V. que a mí no me gustan sus bromas ni sus 88-10 veras! Lo que me pasa es una cosa muy sencilla: que V. y el señor Corregidor han querido perderme; ¡pero que se han llevado un solemne chasco! ¡Yo estoy aquí sin tener de qué abochornarme, y el señor Corregidor se queda en el molino muriéndose!... 88-15

 

—¡Muriéndose el Corregidor! (exclamó su subordinado). Señora, ¿sabe V. lo que se dice?

 

—¡Lo que V. oye! Se ha caído en el caz, y casi

 

se ha ahogado, o ha cogido una pulmonía, o yo no sé...

¡Eso es cuenta de la Corregidora! Yo vengo a 88-20

 

buscar a mi marido, sin perjuicio de salir mañana mismo

para Madrid, donde le contaré al Rey....

 

—¡Demonio, demonio! (murmuró el Sr. Juan López).—¡A ver, Manuela!... ¡muchacha!... Anda y

 

aparéjame la mulilla....—Señá Frasquita al molino 88-25 voy.... ¡Desgraciada de V. si le ha hecho algún

 

daño al señor Corregidor!

 

—¡Señor Alcalde, señor Alcalde! (exclamó en esto Toñuelo, entrando más muerto que vivo). El tío Lucas

 

no está en el pajar. Su burra no se halla tampoco en 88-30 89 los pesebres, y la puerta del corral esta abierta....

 

¡De modo que el pájaro se ha escapado!

 

—¿Qué estás diciendo?—gritó el señor Juan López.

 

—¡Virgen del Carmen! ¿Qué va a pasar en mi

 

casa? (exclamó la señá Frasquita). ¡Corramos, señor 89-5 Alcalde; no perdamos tiempo!... Mi marido va a

 

matar al Corregidor al encontrarlo allí a estas horas....

 

—¿Luego V. cree que el tío Lucas está en el molino?

 

—¿Pues no lo he de creer?—Digo más... cuando

 

yo venía me he cruzado con él sin conocerlo. ¡Él era 89-10

sin duda uno que echaba yescas en medio de un sembrado!—¡Dios


mío! ¡Cuando piensa una que los

 

animales tienen más entendimiento que las personas!—Porque ha de saber V., señor Juan, que indudablemente

 

nuestras dos burras se reconocieron y se saludaron, 89-15 mientras que mi Lucas y yo ni nos saludamos ni



 

nos reconocimos.... ¡Antes bien huimos el uno del otro, tomándonos mutuamente por espías!...

 

—¡Bueno está su Lucas de V.! (replicó el Alcalde).—En fin, vamos andando, y ya veremos lo que hay que 89-20 hacer con todos Vds. ¡Conmigo no se juega! ¡Yo

 

soy el Rey!... Pero no un rey como el que ahora tenemos en Madrid, o sea en el Pardo, sino como aquel que hubo en Sevilla, a quien llamaban D. Pedro el

 

Cruel.—¡A ver, Manuela! ¡Tráeme el bastón, y dile 89-25 a tu ama que me marcho!

 

Obedeció la sirvienta (que era por cierto más buena moza de lo que convenía a la Alcaldesa y a la moral),

 

y, como la mulilla del Sr. Juan López estuviese ya aparejada, la señá Frasquita y él salieron para el molino, 89-30 seguidos del indispensable Toñuelo. 90

 

XXV

 

LA ESTRELLA DE GARDUÑA

 

Precedámosles nosotros, supuesto que tenemos carta blanca para andar más de prisa que nadie.

 

Garduña se hallaba ya de vuelta en el molino, después de haber buscado a la señá Frasquita por todas las calles de la Ciudad. 90-5

 

El astuto Alguacil había tocado de camino en el Corregimiento, donde lo encontró todo muy sosegado. Las puertas seguían abiertas como en medio del día, según es costumbre cuando la Autoridad está en la calle ejerciendo sus sagradas funciones. Dormitaban en la 90-10 meseta de la escalera y en el recibimiento otros alguaciles y ministros, esperando descansadamente a su amo;


mas, cuando sintieron llegar a Garduña, desperezáronse dos o tres de ellos, y le preguntaron al que era su decano y jefe inmediato: 90-15

 

—¿Viene ya el señor?

 

—¡Ni por asomo!—Estaos quietos.—Vengo a

 

saber si ha habido novedad en la casa....

 

—Ninguna.

 

—¿Y la Señora? 90-20

 

—Recogida en sus aposentos.

 

—¿No ha entrado una mujer por estas puertas hace poco? 91

 

—Nadie ha parecido por aquí en toda la noche....

 

—Pues no dejéis entrar a persona alguna, sea quien sea y diga lo que diga. ¡Al contrario! Echadle mano al mismo lucero del alba que venga a preguntar por el Señor o por la Señora, y llevadlo a la cárcel. 91-5

 

—¿Parece que esta noche se anda a caza de pájaros de cuenta?—preguntó uno de los esbirros.

 

—¡Caza mayor!—añadió otro.

 

—¡Mayúscula! (respondió Garduña solemnemente.) ¡Figuraos si la cosa será delicada, cuando el señor 91-10

 

Corregidor y yo hacemos la batida por nosotros mismos!...—Conque...

 

hasta luego, buenas piezas, y ¡mucho ojo!

 

—Vaya V. con Dios, señor Bastián,—repusieron todos, saludando a Garduña. 91-15

 

—¡Mi estrella se eclipsa! (murmuró éste al salir del Corregimiento.) ¡Hasta las mujeres me engañan! La Molinera se encaminó al Lugar en busca de su esposo,


en vez de venirse a la Ciudad...—¡Pobre Garduña! ¿Qué se ha hecho de tu olfato? 91-20

 

Y, discurriendo de este modo, tomó la vuelta del molino.

 

Razón tenía el Alguacil para echar de menos su antiguo olfato, pues que no venteó a un hombre que se

escondía en aquel momento detrás de unos mimbres, a 91-25 poca distancia de la ramblilla, y el cual exclamó para

 

su capote, o más bien para su capa de grana:

 

—¡Guarda, Pablo! ¡Por allí viene Garduña!...

 

Es menester que no me vea....

 

Era el tío Lucas, vestido de Corregidor, que se dirigía 91-30 92

 

a la Ciudad, repitiendo de vez en cuando su diabólica frase:

 

—¡También la Corregidora es guapa!

 

Pasó Garduña sin verlo, y el falso Corregidor dejó su escondite y penetró en la población... 92-5

 

Poco después llegaba el Alguacil al molino, según dejamos indicado. 93

 

XXVI

 

REACCIÓN

 

El Corregidor seguía en la cama, tal y como acababa de verlo el tío Lucas por el ojo de la llave.

 

—¡Qué bien sudo, Garduña! ¡Me he salvado de

 

una enfermedad! (exclamó tan luego como penetró el Alguacil en la estancia).—¿Y la señá Frasquita? ¿Has 93-5 dado con ella? ¿Viene contigo? ¿Ha hablado con la Señora?


—La Molinera, señor (respondió Garduña con angustiado acento), me engañó como a un pobre hombre;

 

pues no se fue a la Ciudad, sino al pueblecillo..., en 93-10 busca de su esposo.—Perdone Usía la torpeza...

 

—¡Mejor! ¡mejor! (dijo el madrileño, con los ojos chispeantes de maldad). ¡Todo se ha salvado entonces! Antes de que amanezca estarán caminando para las

 

cárceles de la Inquisición, atados codo con codo, el tío 93-15 Lucas y la señá Frasquita, y allí se pudrirán sin tener

 

a quien contarle sus aventuras de esta noche.—Tráeme la ropa, Garduña, que ya estará seca... ¡Tráemela,

 

y vísteme! ¡El amante se va a convertir en Corregidor!... 93-20

 

Garduña bajó a la cocina por la ropa.

 

. . . . . . . . . . .

 

 

XXVII

 

¡FAVOR AL REY!

 

Entretanto, la señá Frasquita, el Sr. Juan López y Toñuelo avanzaban hacia el molino, al cual llegaron pocos minutos después.

 

—¡Yo entraré delante! (exclamó el Alcalde de monterilla). ¡Para algo soy la Autoridad!—Sígueme, 94-5

 

Toñuelo, y V., sená Frasquita, espérese a la puerta hasta que yo la llame.

 

Penetró, pues, el Sr. Juan López bajo la parra, donde vio a la luz de la luna un hombre casi jorobado, vestido

 

como solía el Molinero, con chupetín y calzón de paño 94-10 pardo, faja negra, medias azules, montera murciana de felpa, y el capote de monte al hombro.


—¡Él es! (gritó el Alcalde). ¡Favor al Rey!—¡Entréguese V., tío Lucas!

 

El hombre de la montera intentó meterse en el molino. 94-15

 

—¡Date!—gritó a su vez Toñuelo, saltando sobre

 

él, cogiéndolo por el pescuezo, aplicándole una rodilla al espinazo y haciéndole rodar por tierra.

 

Al mismo tiempo, otra especie de fiera saltó sobre Toñuelo, y, agarrándolo de la cintura, lo tiró sobre el 94-20 empedrado y principió a darle de bofetones.

 

Era la señá Frasquita, que exclamaba:

 

—¡Tunante! ¡Deja a mi Lucas!

 

Pero, en esto, otra persona, que había aparecido llevando 95 del diestro una borrica, metiose resueltamente

 

entre los dos, y trató de salvar a Toñuelo...

 

Era Garduña, que, tomando al Alguacil del Lugar por D. Eugenio de Zúñiga, le decía a la Molinera:

 

—¡Señora, respete V. a mi amo! 95-5

 

Y la derribó de espaldas sobre el lugareño.

 

La seña Frasquita, viéndose entre dos fuegos, descargó entonces a Garduña tal revés en medio del estómago, que le hizo caer de boca tan largo como era.

 

Y, con él, ya eran cuatro las personas que rodaban 95-10 por el suelo.

 

El Sr. Juan López impedía entretanto levantarse al supuesto tío Lucas, teniéndole plantado un pie sobre los riñones.

 

—¡Garduña! ¡Socorro! ¡Favor al Rey! ¡Yo soy 95-15 el Corregidor!—gritó al fin Don Eugenio, sintiendo


que la pezuña del Alcalde, calzada con albarca de piel de toro, lo reventaba materialmente.

 

—¡El Corregidor! ¡Pues es verdad!—dijo el Sr. Juan López, lleno de asombro... 95-20

 

—¡El Corregidor!—repitieron todos.

 

Y pronto estuvieron de pie los cuatro derribados.

 

—¡Todo el mundo a la cárcel! (exclamó D. Eugenio de Zúñiga). ¡Todo el mundo a la horca!

 

—Pero, señor... (observó el Sr. Juan López, poniéndose 95-25 de rodillas).—¡Perdone Usía que lo haya

 

maltratado! ¿Cómo había de conocer a Usía con esa ropa tan ordinaria?

 

—¡Bárbaro! (replicó el Corregidor): ¡alguna había

 

de ponerme! ¿No sabes que me han robado la mía? 95-30 96 ¿No sabes que una compañía de ladrones, mandada por

 

el tío Lucas...

 

—¡Miente V.!—gritó la navarra.

 

—Escúcheme V., señá Frasquita (le dijo Garduña, llamándola aparte).—Con permiso del señor Corregidor 96-5 y la compaña...—¡Si V. no arregla esto, nos van

 

a ahorcar a todos, empezando por el tío Lucas!...

 

—Pues ¿qué ocurre?—preguntó la señá Frasquita.

 

—Que el tío Lucas anda a estas horas por la Ciudad vestido de Corregidor..., y que Dios sabe si habrá 96-10 llegado con su disfraz hasta el propio dormitorio de la Corregidora.

 

Y el Alguacil le refirió en cuatro palabras todo lo que ya sabemos.

 

—¡Jesús! (exclamó la Molinera). ¡Conque mi marido 96-15 me cree deshonrada! ¡Conque ha ido a la Ciudad


a vengarse!—¡Vamos, vamos a la Ciudad, y justificadme a los ojos de mi Lucas!

 

—¡Vamos a la Ciudad, e impidamos que ese hombre

 

hable con mi mujer y le cuente todas las majaderías que 96-20 se haya figurado! (dijo el Corregidor, arrimándose a

 

una de las burras).—Deme V. un pie para montar, señor Alcalde.

 

—Vamos a la Ciudad, sí... (añadió Garduña); ¡y

 

quiera el cielo, señor Corregidor, que el tío Lucas, 96-25 amparado por su vestimenta, se haya contentado con hablarle a la Señora!

 

—¿Qué dices, desgraciado? (prorrumpió D. Eugenio

 

de Zúñiga). ¿Crees tú a ese villano capaz?...

 

—¡De todo!—contestó la señá Frasquita. 96-30 97

 

XXVIII

 

¡AVE MARÍA PURÍSIMA! ¡LAS DOCE Y MEDIA Y SERENO!

 

Así gritaba por las calles de la Ciudad quien tenía facultades para tanto, cuando la Molinera y el Corregidor, cada cual en una de las burras del molino, el Sr.

 

Juan López en su mula, y los dos alguaciles andando, llegaron a la puerta del Corregimiento. 97-5

 

La puerta estaba cerrada.

 

Dijérase que para el Gobierno, lo mismo que para los gobernados, había concluido todo por aquel día.

 

—¡Malo!—pensó Garduña.

 

Y llamó con el aldabón dos o tres veces. 97-10

 

Pasó mucho tiempo, y ni abrieron, ni contestaron.

 

La señá Frasquita estaba más amarilla que la cera.


El Corregidor se había comido ya todas las uñas de ambas manos.

 

Nadie decía una palabra. 97-15

 

¡Pum!... ¡Pum!... ¡Pum!...—golpes y más

 

golpes a la puerta del Corregimiento (aplicados sucesivamente por los dos alguaciles y por el Sr. Juan

 

López)...—Y ¡nada! ¡No respondía nadie! ¡No abrían! ¡No se movía una mosca! 97-20

 

Sólo se oía el claro rumor de los caños de una fuente que había en el patio de la casa.

 

Y de esta manera transcurrían minutos, largos como eternidades. 98

 

Al fin, cerca de la una, abriose un ventanillo del piso segundo, y dijo una voz femenina:

 

—¿Quién?

 

—Es la voz del ama de leche...—murmuró Garduña. 98-5

 

—¡Yo! (respondió D. Eugenio de Zúñiga).—¡Abrid!

 

Pasó un instante de silencio.

 

—¿Y quién es V.?—replicó luego la nodriza.

 

—¿Pues no me está V. oyendo?—¡Soy el amo!...

 

¡el Corregidor!... 98-10

 

Hubo otra pausa.

 

—¡Vaya V. mucho con Dios! (repuso la buena mujer).—Mi amo vino hace una hora, y se acostó en seguida.—¡Acuéstense Vds. también, y duerman el vino que tendrán en el cuerpo! 98-15

 

Y la ventana se cerró de golpe.


La señá Frasquita se cubrió el rostro con las manos.

 

—¡Ama! (tronó el Corregidor, fuera de sí). ¿No oye V. que le digo que abra la puerta? ¿No oye V.

 

que soy yo? ¿Quiere V. que la ahorque también? 98-20

 

La ventana volvió a abrirse.

 

—Pero vamos a ver... (expuso el ama). ¿Quién es V. para dar esos gritos?

 

—¡Soy el Corregidor!

 

—¡Dale, bola! ¿No le digo a V. que el señor Corregidor 98-25 vino antes de las doce..., y que yo lo vi con

 

mis propios ojos encerrarse en las habitaciones de la Señora? ¿Se quiere V. divertir conmigo?—¡Pues espere V..., y verá lo que le pasa!

 

Al mismo tiempo se abrió repentinamente la puerta, 98-30 99 y una nube de criados y ministriles, provistos de sendos garrotes, se lanzó sobre los de afuera, exclamando furiosamente:

 

—¡A ver! ¿Dónde está ese que dice que es el Corregidor? ¿Dónde está ese chusco? ¿Dónde está 99-5

ese borracho?

 

Y se armó un lío de todos los demonios en medio de la obscuridad, sin que nadie pudiera entenderse, y no

 

dejando de recibir algunos palos el Corregidor, Garduña, el Sr. Juan López y Toñuelo. 99-10

 

Era la segunda paliza que le costaba a D. Eugenio

 

su aventura de aquella noche, además del remojón que se dio en el caz del molino.

 

La señá Frasquita, apartada de aquel laberinto, lloraba por la primera vez de su vida... 99-15

 

—¡Lucas! ¡Lucas! (decía). ¡Y has podido dudar

 

de mí! ¡Y has podido estrechar en tus brazos a otra!


—¡Ah! ¡Nuestra desventura no tiene ya remedio! 100

 

XXIX

 

POST NUBILA... DIANA

 

—¿Qué escándalo es este?—dijo al fin una voz tranquila, majestuosa y de gracioso timbre, resonando encima

 

de aquella baraúnda.

 

Todos levantaron la cabeza, y vieron a una mujer vestida de negro, asomada al balcón principal del edificio. 100-5

 

—¡La Señora!—dijeron los criados, suspendiendo la retreta de palos.

 

—¡Mi mujer!—tartamudeó D. Eugenio.

 

—Que pasen esos rústicos...—El señor Corregidor dice que lo permite...—agregó la Corregidora. 100-10

 

Los criados cedieron el paso, y el de Zúñiga y sus acompañantes penetraron en el portal y tomaron por la escalera arriba.

 

Ningún reo ha subido al patíbulo con paso tan inseguro y semblante tan demudado como el Corregidor 100-15 subía las escaleras de su casa.—Sin embargo, la idea de su deshonra principiaba ya a descollar, con noble egoísmo, por encima de todos los infortunios que había causado y que lo afligían y sobre las demás ridiculeces de la situación en que se hallaba... 100-20

 

—¡Antes que todo (iba pensando), soy un Zúñiga y un Ponce de León!... ¡Ay de aquellos que lo hayan echado en olvido! ¡Ay de mi mujer, si ha mancillado mi nombre! 101

 

XXX

 

UNA SEÑORA DE CLASE


La Corregidora recibió a su esposo y a la rústica comitiva en el salón principal del Corregimiento.

 

Estaba sola, de pie, y con los ojos clavados en la puerta.

 

Érase una principalísima dama, bastante joven todavía, 101-5 de plácida y severa hermosura, más propia del

pincel cristiano que del cincel gentílico, y estaba vestida con toda la nobleza y seriedad que consentía el gusto de la época. Su traje, de corta y estrecha falda y

 

mangas huecas y subidas, era de alepín negro: una 101-10 pañoleta de blonda blanca, algo amarillenta, velaba

sus admirables hombros, y larguísimos maniquetes o

mitones de tul negro cubrían la mayor parte de sus alabastrinos brazos. Abanicábase majestuosamente con un

 

pericón enorme, traído de las islas Filipinas, y empuñaba 101-15 con la otra mano un pañuelo de encaje, cuyos

 

cuatro picos colgaban simétricamente con una regularidad sólo comparable a la de su actitud y menores movimientos.

 

Aquella hermosa mujer tenía algo de reina y mucho 101-20 de abadesa, e infundía por ende veneración y miedo

 

a cuantos la miraban. Por lo demás, el atildamiento

de su traje a semejante hora, la gravedad de su continente y las muchas luces que alumbraban el salón, 102 demostraban que la Corregidora se había esmerado en dar a aquella escena una solemnidad teatral y un tinte ceremonioso que contrastasen con el carácter villano y grosero de la aventura de su marido.

 

Advertiremos, finalmente, que aquella señora se 102-5 llamaba Doña Mercedes Carrillo de Albornoz y Espinosa de los Monteros, y que era hija, nieta, biznieta, tataranieta y hasta vigésima nieta de la Ciudad, como descendiente de sus ilustres conquistadores.—Su familia,

 

por razones de vanidad mundana, la había inducido 102-10 a casarse con el viejo y acaudalado Corregidor, y

 

ella, que de otro modo hubiera sido monja, pues su


vocación natural la iba llevando al claustro, consintió en aquel doloroso sacrificio.

 

A la sazón tenía ya dos vástagos del arriscado madrileño, 102-15 y aún se susurraba que había otra vez moros en

 

la costa...

 

Conque volvamos a nuestro cuento. 103

 

XXXI

 

LA PENA DEL TALIÓN

 

¡Mercedes! (exclamó el Corregidor al comparecer delante de su esposa). Necesito saber inmediatamente....

 

—¡Hola, tío Lucas! ¿V. por aquí? (dijo la Corregidora, interrumpiéndole).—¿Ocurre alguna desgracia 103-5 en el molino?

 

—¡Señora! ¡no estoy para chanzas! (repuso el Corregidor hecho una fiera).—Antes de entrar en explicaciones

 

por mi parte, necesito saber qué ha sido de mi honor.... 103-10

 

—¡Esa no es cuenta mía! ¿Acaso me lo ha dejado V. a mí en depósito?

 

—Sí, Señora.... ¡A V.! (replicó D. Eugenio).—¡Las mujeres son depositarias del honor de sus maridos! 103-15

 

—Pues entonces, mi querido tío Lucas, pregúntele V. a su mujer....—Precisamente nos está escuchando.

 

La señá Frasquita, que se había quedado a la puerta del salón, lanzó una especie de rugido. 103-20


—Pase V., señora, y siéntese...—añadió la Corregidora, dirigiéndose a la Molinera con dignidad

 

soberana.

 

Y, por su parte, encaminose al sofá. 104

 

La generosa navarra supo comprender desde luego

 

toda la grandeza de la actitud de aquella esposa injuriada..., e injuriada acaso doblemente.... Así es

 

que, alzándose en el acto a igual altura, dominó sus

naturales ímpetus, y guardó un silencio decoroso.—Esto 104-5 sin contar con que la señá Frasquita, segura de

 

su inocencia y de su fuerza, no tenía prisa de defenderse.—Teníala, sí, de acusar; y mucha...; pero no

 

ciertamente a la Corregidora.—¡Con quien ella deseaba ajustar cuentas era con el tío Lucas..., y el tío Lucas 104-10 no estaba allí!

 

—Señá Frasquita... (repitió la noble dama, al ver

 

que la Molinera no se había movido de su sitio):—le he dicho a V. que puede pasar y sentarse.

 

Esta segunda indicación fue hecha con voz más 104-15 afectuosa y sentida que la primera....—Dijérase que

 

la Corregidora había adivinado también por instinto, al fijarse en el reposado continente y en la varonil hermosura de aquella mujer, que no iba a habérselas con un

 

ser bajo y despreciable, sino quizá más bien con otra 104-20 infortunada como ella;—¡infortunada, sí, por el solo

 

hecho de haber conocido al Corregidor!

 

Cruzaron, pues, sendas miradas de paz y de indulgencia aquellas dos mujeres que se consideraban dos

 

veces rivales, y notaron con gran sorpresa que sus almas 104-25 se aplacieron la una en la otra, como dos hermanos que

 

se reconocen.

 

No de otro modo se divisan y saludan a lo lejos las castas nieves de las encumbradas montañas.


Saboreando estas dulces emociones, la Molinera entró 104-30 105 majestuosamente en el salón, y se sentó en el filo de

 

una silla.

 

A su paso por el molino, previendo que en la Ciudad tendría que hacer visitas de importancia, se había arreglado un poco y puéstose una mantilla de franela negra, 105-5 con grandes felpones, que le sentaba divinamente.—Parecía toda una señora.

 

Por lo que toca al Corregidor, dicho se está que había guardado silencio durante aquel episodio.—El

 

rugido de la señá Frasquita y su aparición en la escena 105-10 no habían podido menos de sobresaltarlo.—¡Aquella

 

mujer le causaba ya más terror que la suya propia!

 

—Conque vamos, tío Lucas... (prosiguió Doña Mercedes, dirigiéndose a su marido). Ahí tiene V. a

 

la señá Frasquita.... ¡Puede V. volver a formular 105-15 su demanda! ¡Puede V. preguntarle aquello de su honra!

 

—Mercedes, ¡por los clavos de Cristo! (gritó el Corregidor). ¡Mira que tú no sabes de lo que soy


Date: 2015-12-24; view: 556


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