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O Textos para la educacion en valores (temas transversales)

 

Geografia y Ciencias Sociales: La ciudad y su crecimiento. La tasa de urbanizacion

 

Aunque Espido es novelista de imaginacion, Melocotones helados, sin dejar de participar del mundo de fantasia de su creadora, es una de sus novelas mas realistas. Podras comprobarlo al leer este fragmento sobre la ciudad de Desrein:

 

―En Desrein ocurrian cosas extranas y terribles, como siempre habian ocurrido y como ocurrian en cualquier gran ciudad. Sin embargo ni aquel tipo de crimenes ni las

amenazas que Elsa grande recibia hubieran sucedido treinta anos atras, cuando Miguel, su padre, se habia instalado en la ciudad procedente de su pueblecito. Entonces era joven y creia que escapaba de una situacion desesperada.

En parte lo era. Varios anos de sequia y de perdidas en las cosechas afectaron la economia de la zona de Duino, como si la region no se hubiera despertado aun de las hambres medievales. La industria, pobre e insuficiente, estaba en manos de unos pocos capitalistas, y Miguel se veia con demasiada energia como para resignarse a trabajar para otros.

—Aqui no puedo continuar, y no valgo para la pasteleria —habia dicho en su casa—. Que se encargue Carlos de explotarla, si quiere. Yo mejor me voy.

Se marcho en el tren, con una maleta medio vacia y el traje de los domingos envuelto en papel de estraza. Su padre le facilito los nombres de unos cuantos companeros a los que habia conocido en la guerra, que le ayudaron a abrir un comercio: una pequena tienda de muebles. Baratos, funcionales, un poco toscos. La ciudad crecia, se edificaba por doquier, y no se pedia otra cosa que maderas de bajo precio y formicas.

Con el tiempo, la tienda cambio de genero, y en los ultimos anos vendian azulejos, baldosas y sanitarios: paneles para duchas, y espejos, accesorios de bano, e incluso figuritas y polveras de porcelana de dudoso gusto. Aunque no habia prosperado tanto como hubiera deseado, no anoraba Virto. Salvo a sus padres, no recordaba con agrado nada de lo que dejaba alli.

 

 

Su hermano Carlos tambien termino en Desrein. Trabajaba en una empresa de autobuses, de la que se decia que habia llegado a ser inspector. Se trataban poco. De no haber sido por sus mujeres, que se llevaban bien y tomaban un cafe juntas una o dos veces al mes, hubieran perdido todo contacto. Miguel creia que sus palabras le habian enfurecido, y que por eso no habia querido hacerse cargo de la pasteleria. Carlos sabia desde muy nino que el preferia morir antes que obedecer algo que Miguel hubiera sugerido. Para Miguel, Carlos era algo que habia dejado en Virto. Para Carlos, Miguel le habia obligado a salir de alli.

 

 

Durante mucho tiempo la preocupacion mayor de Desrein fue la falta de empleo. Los periodicos incorporaban cuadernillos con ofertas y demandas, y si los politicos querian conquistar el corazon de los electores, no tenian mas que aludir al paro y sus soluciones.

Sin embargo, cuando Miguel y Carlos, aun solteros, llegaron a aquella ciudad treinta y cinco anos antes, se acogia con los brazos abiertos a quienes desearan trabajar en ella: hacian falta peones, obreros no cualificados, gente que por poco dinero se metiera en las nuevas empresas. Y tambien carpinteros, ebanistas, torneros, ferrallas, albaniles. Costureras y sastres, hombres que no sintieran miedo al trepar por los andamios y mujeres que escogieran tornillos en las fabricas. Por fin, tantos anos despues, Desrein se recuperaba de los destrozos de la guerra, y lo hacia con el vigor y la urgencia de un recien nacido.



Poco a poco, la fiebre se calmo; una vez construidos los pisos, y bien asentadas las industrias, necesitaban atraer a gente con dinero: inversores y terratenientes que sintieran debilidad por Desrein y quisieran entroncar con su rancia burguesia. Aun hicieron falta obreros, porque resultaba imprescindible adecentar las carreteras, planear nuevas vias y autopistas; cuando aquello termino, el engranaje de la maquina habia quedado bien engrasado, y pudo funcionar sin necesidad de ayuda. Pese a la cara lavada y la nueva riqueza, Desrein no habia variado ni un apice: los otros, los forasteros, comenzaron a estorbar.

—Yo he perdido la confianza al salir a la calle —decian las senoras que merendaban en las pastelerias—. Da asco ver como se esta poniendo todo.

Y, en otro tono, sus maridos opinaban algo similar, y estaban de acuerdo en que habia que tomar medidas. No fue algo que sucediera de un dia para otro: primero puso fin a las facilidades de trabajo. Luego se buscaron modos de restringir el poder de los inmigrantes: como aquello no hubiera resultado justo a los ojos de nadie, optaron por metodos discretos. Se acallaba a los sindicatos, se daba fin a las facilidades para el ascenso, las horas extras se convirtieron en un recuerdo. Con la misma suave

persistencia con la que atrajeron a la gente cuando la necesitaron, comenzaron a rechazarla.

Desrein crecia, se desbordaba: los barrios que rodeaban la ciudad se infestaron de malos vientos. Faltaba dinero, sobraba la droga y la violencia. Desrein se dividia en anillos bien distintos: el centro antiguo, con su catedral y sus tiendas venerables; la parte nueva, donde tenian lugar los negocios y habitaba la gente diurna; las afueras, las casas de construccion pobre y suelos irregulares, donde gente llegada de fuera, o gente de Desrein que no habia sabido prosperar, que no hallaba lugar, miraba pasar sus dias.

 

 

Poco a poco todos fueron cayendo en la miseria: los mayores, los antiguos peones, los obreros no cualificados, los carpinteros y los ebanistas que sobraron, los torneros, ferrallas y albaniles que no encontraban hueco, las costureras y los sastres que fueron sustituidos por las maquinas textiles, los hombres que trepaban audaces por los andamios y las mujeres con la vista quemada tras largas horas de escoger tornillos en las fabricas. Muchos de ellos comenzaron a beber. Era comun encontrar a viejos prematuros que se sentaban en los portales con una botella de vino. Pedian dinero. Algunos se trasladaban de un lugar a otro con bolsas sucias, y estorbaban en los parques y las avenidas.

Las mujeres sobrevivieron mejor a la quema. Se vieron de pronto solas, con hijos y sin dinero que entrara en casa. Fregaban suelos, cosian en casa, lograban que las contrataran de tapadillo las mismas fabricas que las despidieron. Aun asi, tambien ellas se daban por vencidas. Nadie cuidaba de los mas jovenes, de los ninos que ya habian nacido en Desrein pero que no habian llegado a pertenecer a la ciudad. Se los veia sentados en las plazas, con rostros hostiles, casi siempre con algun perro, y resultaba imposible distinguir a unos de otros.

Cuando cundio la desesperacion en sus padres, los muchachos se sintieron vacios y tristes: las antiguas creencias no bastaban. Tampoco les bastaba el alcohol; llego la droga. En las plazas, en las esquinas, en las zonas mas apacibles de los parques, aparecian jeringuillas, algodones sucios, muchachos dormidos de pomulos aguzados, con el rostro azulado, que no despertaban. Y mas adelante, aparte de los paraisos imaginarios que ofrecia la droga, necesitaron un tablon al que aferrarse, un simbolo, un idolo. Importaba poco que fuera un politico, un cantante, un actor o la ultima reina de la belleza. Los heroes habian muerto, y habian dejado el mundo desolado y negro. En la crisis economica y la lenta conciencia de su pequenez, les era imprescindible creer en algo.

—Y los jovenes —refunfunaban las mismas senoras, aterradas ante su aspecto—, .quien sabe que caminos seguiran?

—Habria que limpiar la ciudad de esa gentuza. Mendigos, miserables, basura.

No todo el mundo opinaba lo mismo. Frente a la indiferencia de las autoridades y de los bien pensantes, algunos supieron ver mas alla de la pobreza, y adivinaron que la rabia y el resentimiento podrian ser armas poderosas si se sabian utilizar. Especialmente, entre los jovenes, los mas debiles y desencantados. Cuando los traficantes de drogas habian exprimido ya todo el dinero y la vida que les podian ofrecer, aparecieron mesias y lideres dispuestos a guiar a los extraviados. Se parecian a los heroes, y ocuparon su lugar. Llegaron las sectas.‖ (pp. 32-36)

 

 


Date: 2015-12-18; view: 569


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