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El escondrijo final

No había ningún medio de dirección; el dragón no podía ver a donde iba, y Harry sabía que si daba vuelta bruscamente o lo hacía dar de golpe un giro en el aire ellos encontrarían imposible agarrarse cola.

Sin embargo, como ellos subieron más y más alto, Londres se desplegó debajo de ellos como un mapa gris—y—verde, el sentimiento aplastante de Harry era de gratitud para una fuga que había parecido imposible.

Agachado bajo el cuello de la bestia, se agarró apretado a las escamas metálicas, y la brisa fresca aliviava su piel quemada y con ampollas, las alas del dragón golpeaban el aire como las velas de un molino de viento. No sabía si por miedo o placer, pero no podía ver detrás de él

Ron siguió aferrado al cuello del dragón, y Hermione pareció sollozar. Después de cinco minutos más o menos, Harry perdió un poco de su temor de que el dragón iba a tirarlos, la intención fue coger al dragón para salir de su prisión subterranea; pero la pregunta de como y cuando ellos debían desmontarse se tornó bastante espantosa en su cabeza.

Él no tenía ni idea de cuanto tiempo podían estar los dragones en el aire sin aterrizar, ni como este dragón en particular, que apenas podría ver, localizaría un lugar bueno para dejarlos. Echaba un vistazo alrededor constantemente, imaginando que de pronto sentiría como descendía en picada.

¿Cuánto tiempo pasaría antes de que Voldemort se diera cuanta de que ellos habían entrado a la bóveda de Lestrange? ¿Cuándo notificarían los duendes de Gringotts a Bellatrix? ¿Qué tan rápido se darían cuenta de que ellos habían estado allí?.Y luego, cuándo ellos descubrieran que la copa de oro no estaba, Voldemort sabría, por fin, que ellos buscaban los Horcruxes.

El dragón pareció ansiar el frío y el aire más fresco. Éste subía regularmente cada vez más, hasta que ellos volaban por los mechones de una nube fría, y Harry apenas podía distinguir los pequeños puntos coloreados que eran coches que ciculaban dentro y fuera de la ciudad. Volaron sin cesar, sobre los campos pincelados de parches verde y marrón, sobre caminos y curvas de ríos por el paisaje de trasgos mates y brillantes

— ¿Qué esta buscando? — gritó Ron, mientras volaban hacia el norte.

— No tengo idea — sintiendo un rugido nuevamente. Sus manos estaban entumecidas con el frío pero no se atrevió a soltarse para cambiar su postura.

Se había estado preguntando desde hace algún tiempo lo que ellos harían si vieran la costa bajo ellos, si el dragón se dirigiera al mar abierto; tenía frío y estaba entumecido, y no digamos desesperadamente hambriento y sediento. ¿Cuándo, se pregunto, habría sido la última vez que la bestia había comido?, Seguramente necesitaría el sustento en poco tiempo, Y ¿Qué?, si así era, tenía tres personas sumamente comestibles sentadas sobre su espalda.



El sol se escondió un poco más abajo en el cielo, que se ponía de un color añil; aún así, el dragón voló, ciudades y ciudades se deslizaban bajo ellos, su enorme sombra se veía sobre la tierra como una nube gigantesca y oscura. Cada parte de Harry le dolió con el esfuerzo de conservarse arriba del dragón.

— ¿Es mi imaginación? — gritó Ron después de una extensión considerable de silencio — ¿O perdemos altura?

Harry miró abajo y vio montañas de un profundo verde y lagos, colores cobrizos en el cielo por la puesta del sol. El paisaje pareció agrandarse y más detallado, bizqueó sobre el lado del dragón, y se preguntó si esto se debía a la presencia de agua dulce por los destellos de luz del sol reflejada.

El dragón voló, pero cada vez bajaba más en grandes círculos en espiral, y se afiló en, pareció, sobre uno de los más pequeños lagos.

— Digo que saltemos cuándo esté bastante bajo — Harry llamó a los demás — Directamente en el agua antes de que se de cuenta de que estamos aquí.

Estuvieron de acuerdo, Hermione muy poco y se puso a pensar que ahora podría ver el amplio vientre amarillo del dragón ondularse en la superficie del agua.

— ¡AHORA! — se deslizó sobre el lado del dragón y cayó sobre sus pies primero hacia la superficie del lago; la profundidad era mayor que lo que había creído y golpeó el agua con fuerza, sumergiéndose como una piedra y se congeló, estaba todo verde, lleno de caña.

Dió patadas hacia la superficie y surgió, pudo entonces ver enormes ondulaciones emanar en círculos de los sitios donde Ron y Hermione se habían caído. El dragón no pareció haber notado nada; estaba ya a cincuenta pies de distancia, bajando en picada sobre el lago para beber con su hocico lleno de cicatrices.

Cuando Ron y Hermione surgieron, balbuceando y jadeando, de las profundidades del lago, el dragón voló sobre ellos, sus alas que golpeaban con fuerza, y aterrizó por fin sobre una orilla distante. Harry, Ron y Hermione emprendieron el camino hasta la orilla de enfrente. El lago no pareció ser profundo.

Pronto se dieron cuenta que era más costoso abrirse camino entre cañas y barro que el esfuerzo de nadar, y por fin ellos se arrojaron, empapados, y agotados, en la hierba resbaladiza.

Hermione se derrumbó, tosiendo y tembló. Aunque Harry felizmente podía haberse acostado y dormir, él se tambaleó a sus pies, sacó su varita mágica, y comenzó a echar los hechizos habituales para protejerse alrededor de ellos. Cuando él había terminado, se unió con los demás.

Era la primera vez que él los había visto correctamente desde el escape de la bóveda. Tenían tantas quemaduras rojas por todas partes de sus caras y brazos, y su ropa estaba chamuscada en algunos sitios. Se estremecían cuando aplicaron la esencia de dictamo en sus muchas heridas. Hermione dio a Harry la esencia, luego sacó tres botellas de jugo de calabaza que había traído de Shell Cottage y trajes limpios, secos para todos ellos. Se cambiaron y luego tomaron un trago de zumo.

— Bien, sobre todo — dijo Ron finalmente, que se miraba la piel sobre sus manos que crecía de nuevo — conseguimos el Horcrux. Aún con el inconveniente.

— Ninguna espada — dijo Harry entre dientes cerrados fuertemente, goteó dictamo por el agujero chamuscado entre sus vaqueros en la herida de la quemadura que tenía debajo.

— Ninguna espada — Repitió Ron

— Aquella pequeña costra traiciona ... — Harry tiró el Horcrux del bolsillo de la chaqueta mojada y lo había dejado sobre la hierba delante de ellos. Destelleando en el sol, y dibujó destellos mientras se bebían a tragos sus botellas de zumo.

— Al menos no podemos llevarnos esto esta vez, mira, que esto de vueltas por nuestros cuellos sería un poco extraño — dijo Ron, limpiando su boca con el dorso de su mano. Hermione miró a través del lago a la orilla lejana donde el dragón todavía bebía.

—¿Qué creeis que le pasará? — preguntó ella ¿Estará bien?

— Pareces Hagrid — dijo Ron — Es un dragón, Hermione, puede cuidar de sí mismo. Somos nosotros los que tenemos que preocuparnos de…

— ¿Qué piensas?

— Bien no sé como decir esto — dijo Ron — pero creo que ellos podrían haber notado que nosotros estuvimos en Gringotts.

Los tres comenzaron a reírse, y una vez comenzado, era difícil parar. A Harry le dolieron las costillas, sintió que estaba mal de la cabeza por el hambre, pero se puso atrás sobre la hierba bajo el cielo que enrojecía y se rió hasta que su garganta fue la materia prima.

— ¿Qué vamos a hacer? — dijo Hermione finalmente, teniendo hipo, volviendo a ser ella misma y recuperar la seriedad — ¿Él sabrá, verdad? ¡Tu—ya—sabes—quien! Sabrá que sabemos lo de los Horcruxes.

— Tal vez estarán demasiado asustados para contarselo — dijo Ron con esperanza — tal vez ellos nos cubrirán — el cielo, el olor del agua de lago, el sonido de la voz de Ron fue extinguido. En la cabeza, Harry sintió como un golpe de espada.

Estaba de pie en un espacio débilmente alumbrado y un semicírculo de magos lo rodeaban, en el suelo, en sus pies se arrodilló una figura pequeña, temblorosa.

— ¿Qué has dicho? — Su voz era alta y fría, la furia y el miedo quemaban dentro de él. Lo que más había temido, pero no podía ser verdad, no veía como. El duende temblaba, incapaza de encontrarse con sus ojos.

— ¡Dilo otra vez! — murmuró Voldemort. — ¡Dilo otra vez!

— M — mi Lord — tartamudeó el duende, sus ojos morados amplios con el terror — m — mi Lord... Nosotros intentamos pararlos a los... Im—impostores, mi Lord .. lo tomaron, lo tomaron de la, de la cámara de Lestrange...

— ¿Impostores? ¿Qué impostores? ¿Pensé que Gringotts tenía los modos de revelar impostores? ¿Quiénes era ellos?

— Eran… eran ss señor los impossttt—tores eran el muchacho de P de P—Potter y dos cómplices...

— ¿Y lo cogieron? — dijo Voldemort, con rebeldía en su voz, apoderándose de él un miedo terrible — ¡¡Decidme!! ¿Qué fue lo que cogieron?

— A. ..una pequeña c—copa de oro, mi lord — el grito de rabia, de negación lo dejó como si le hubiesen pegado. Estaba enloquecido, frenético, no podía ser verdad, era imposible, nadie lo sabía. ¿Cómo era posible que el muchacho pudiera haber descubierto su secreto?

La Varita Mayor lanzó por el aire y la luz verde estalló por el espacio: el duende se arrodilló y y se volvió muerto; los magos que miraban se dispersaron, aterrorizados.

Bellatrix y Lucius Malfoy lanzaron a otros tras de ellos en su carrera hacia la puerta, una y otra vez la varita mágica escupió ráfagas verdes, y los que quedaban atrás eran asesinados, todos ellos. Por traerle estas noticias, para enterarse sobre la copa de oro. Solo entre los muertos, caminó arriba y abajo, pasaron antes de él en la visión: sus tesoros, sus salvaguardas, sus anclas a la inmortalidad, el diario fue destruido y la copa fue robada.

Lo que no estaba seguro es sí Harry sabía de los demás Horrocruxes. ¿Podría él saber, ya lo había echo antes? ¿Qué había ido más allá? ¿Estaba Dumbledore en la raíz de esto? Dumbledore, que siempre había sospechado de él; Dumbledore, muerto, dándole órdenes. Dumbledore, de quién tenía la varita mágica ahora, aún quien extendió la mano de la ignominia de muerte por el muchacho, el muchacho. ¿Pero seguramente si el muchacho había destruido cualquiera de su Horcruxes, él, Lord Voldemort, lo sabría, habría sentido? Él, el mayor mago de todos; él, el más poderoso; él, el asesino de Dumbledore y de cuantos otros hombres sin valor, anónimos. ¿Cómo podía Lord Voldemort no haberlo sabido, si él, él mismo, el más importante y precioso, había sido atacado, mutilado?

Cierto, él no había sentido nada cuando el diario había sido destruido, pero él había pensado que era porque él no tenía ningún cuerpo, era menos que un fantasma... No, seguramente, el resto estaban a salvo... Otro Horcrux debe estar intacto... Pero debe asegurarse, debe estar seguro... Repasó el espacio, dando patadas al cadáver del duende cuando pasó, y los cuadros velados y empezó a memorizar: el lago, la choza, y Hogwarts — un mínimo de tranquilidad había refrescado su rabia ahora. ¿Cómo podría el muchacho saber que él había ocultado el anillo en la choza Descarnada? Nadie alguna vez sabía que él era relacionado con el Gaunts, él había ocultado la conexión, las matanzas nunca le habían sido remontadas.

El anillo, seguramente, estaba a salvo. ¿Y cómo podía el muchacho, o alguien más, saber de la cueva o penetrar su protección? La idea del medallón siendo robado era absurda... Como para la escuela:

Solamente él conocía los secretos de Hogwarts en dónde había guardado el Horcrux, porque él y solo él tenía el conocimiento de los secretos más profundos de aquel lugar...

Y estaba todavía Nagini, quién no debía permanecer cerca ahora, fue enviada para su protección... Pero estaba seguro, para estar completamente seguro, debía volver a cada uno de sus escondrijos, debía redoblar la protección alrededor de cada uno de sus Horcruxes...

Un trabajo, como la búsqueda de la Varita Mayor, que debía emprender solo... ¿Cuál debería visitar primero, cuál corría mayor parte del peligro?
Una vieja inquietud parpadeada dentro de él. Dumbledore sabía su segundo nombre... Dumbledore podría haber hecho la conexión con los Gaunts... Su casa abandonada, quizás, la menos segura de sus escondrijos, era allí dónde iría primero... El lago... seguramente imposible aunque estuviera allí una posibilidad leve de que Dumbledore podría haber sabido algunas de sus fechorías pasadas, por el orfanato.

Y Hogwarts ... pero él conocía su Horcrux que había en la caja fuerte; sería imposible para Potter entrar en Hogsmeade sin la detección, sin hablar de la escuela. Sin embargo, sería prudente alertar Snape al hecho que el muchacho podría tratar de entrar de nuevo en el castillo.... Para decir Snape por qué el muchacho podría volver sería tonto, desde luego; esto había sido un error grave de confiar en Bellatrix y Malfoy. ¿Su estupidez y descuido demuestran lo imprudente que había sido alguna vez al confiar en ellos?

Él visitaría la choza primero, entonces, y se llevaría a Nagini con él. Él no se separaría de la serpiente más... y cruzó de un bandazo el espacio del pasillo, y caminó hacia fuera del jardín oscuro donde la fuente jugaba; llamó a la serpiente en Parsel y ésta se deslizó hacia fuera para unirse a él como una sombra larga.... Los ojos de Harry volvieron a abrirse como él, se tiró atrás al presente.

 

Estaba sobre la orilla del lago en el sol poniente, y Ron y Hermione le miraban desde arriba. Juzgando por sus miradas preocupadas, y por la palpitación continuada de su cicatriz, su excursión repentina en la mente de Voldemort no había pasado inadvertido. Luchó por zafarse de ellos, el temblor, vagamente se sorprendió que estaba todavía mojado, y vio la copa con inocencia en la hierba entre él y el lago, se vio claramente los colores profundamente azul con oro en el sol decreciente.

— Él lo sabe — Su propia voz pareció extraña y baja después de los altos gritos de Voldemort — lo sabe y va a comprobar donde están los demás, y los últimos — estaba ya a sus pies — uno está en Hogwarts. Yo lo sabía. Yo lo sabía—

— ¿Qué? — Ron bostezaba; Hermione se sentó, mirando preocupada.

— ¿Pero qué viste? ¿Cómo lo sabes?

— Yo lo vi averiguar sobre la copa, yo, yo estaba en su cabeza, en él — Harry recordó las matanzas — está seriamente enfadado, y asustado también, él no puede entender como nosotroslo lo sabíamos, y ahora se va a comprobar que los demás estén seguros, el anillo primero. Él del Hogwarts es el más seguro, porque Snape está allí, porque será muy difícil el no ser visto entrando. Pienso que él comprobará éste el último, pero todavía puede estar allí dentro de unas horas.

—¿Viste en qué parte de hogwarts esta? — pregunto Ron, ahora trepando a sus pies también.

— No, él se concentraba en advertirle a Snape, él no pensó exactamente dónde está.

— Esperar, esperar — Hermione gritó cuando Ron llegó hasta el Horcrux y Harry sacó la Capa de Invisibilidad otra vez — solos no podemos ir, no tenemos un plan, necesitamos a…

—Tenemos que irnos — dijo Harry firmemente — ¿Había estado esperando dormir, esperando con impaciencia el entrar en la nueva tienda, pero era imposible ahora — ¿Podéis imaginaros lo que va a hacer una vez se dé cuenta de que el guardapelo y el anillo ya no están? ¿Y si mueve el Horrorcruxe de Hogwarts porque dice que no es un sitio lo bastante seguro?

¿Pero cómo vamos a entrar?

— Iremos a Hogsmeade — dijo Harry — e intentaremos resolver lo haremos cuando veamos la protección que hay en Hogwarts. Poneros bajo la Capa, Hermione, quiero que nos mantengamos juntos esta vez.

— Pero ya no cabemos

— Estará oscuro, nadie va anotar nuestros pies.

El dragón había bebido todo lo que necesitó y se había elevado en el aire. Hicieron una pausa en sus preparativos para mirarlo subir más y más alto, ahora negro contra el cielo que se oscurece rápidamente, hasta que desapareció sobre una montaña cercana. Entonces Hermione anduvo adelante y tomó su lugar entre los otros dos, Harry sacó la capa y se taparon, y juntos dieron vueltas sobre el terreno en la oscuridad aplastante.

 

 

Capítulo 28

El espejo perdido

Los pies de Harry tocaron la carretera. Vio la ansiadamente familiar calle principal de Hogsmeade, las fachadas oscuras de las tiendas, la línea de neblina en las montañas negras tras la aldea, la curva adelante en el camino que conducía directamente a Hogwarts, y luz que salía de las ventanas de Las Tres Escobas, y con una sacudida de la cabeza, recordó con exactitud desgarradora, como había aterrizado aquí hacia casi un año, sosteniendo a un Dumbledore desesperadamente débil; todo esto en un segundo, durante el aterrizaje…y entonces mientras relajaba su apretón sobre los brazos de Ron y Hermione, sucedió.

El aire fue rasgado por un grito que sonó igual que el de Voldemort al descubrir que la copa había sido robada. Resonó en cada uno de los nervios del cuerpo de Harry, y supo que había sido causado por su aparición.

Mientras miraba hacia los otros bajo de la Capa, la puerta de Las Tres Escobas se abrió de golpe y una docena de mortifagos encapuchados y enmascarados salieron a la calle, con las varitas en alto.

Harry agarro la muñeca de Ron cuando éste alzó su varita. Había demasiados para correr. Incluso intentarlo revelaría su posición. Uno de los mortifagos alzó su varita, y el grito se detuvo, haciendo eco a través de las montañas distantes.

—¡Accio Capa!, —rugió uno de los mortiagos.

Harry aferró los pliegues, pero la Capa no hizo ningún intento por escapar. El hechizo convocador no había funcionado.

—¿No estas bajo tu envoltorio, entonces, Potter? —grito el mortifago que había intentado el encantamiento, y despuéss hacia sus compañeros, —Dispersáos ahora. Esta aquí.

Seis de los Mortifagos corrieron hacia ellos, Harry, Ron y Hermione retrocedieron tan rápido como fue posible hacia la calle lateral más cercana y los Mortifagos no los encontraron por milímetros. Esperaron en la oscuridad, oyendo los pasos corriendo arriba y abajo, haces de luz de las varitas de los mortifagos que buscaban volaban a lo largo de la calle.

—¡Vamos sin más! —susurró Hermione—. ¡Desaparezcamos ahora!

—¡Excelente idea! —dijo Ron, pero antes de que Harry pudiera responder, un mortifago grito, —¡Sabemos que estas aquí, Potter, y no hay salida posible! ¡Te encontraremos!

—Estaban preparados para nosotros, —susurro Harry—. Montaron ese hechizo para que les avisara cuando vinieramos. Supongo que han hecho algo para mantenernos aquí, atraparnos…

—¿Y que hay de los dementores? —habló otro Mortifago—. ¡Dadles rienda suelta, ellos los encontrarán rapidamente!

—El Señor Oscuro no quiere a Potter muerto por ninguna mano que no sea la suya…

—¡… los dementores no le matarán! El Señor Oscuro quiere la vida de Potter, no su alma. ¡Será más fácil de matar si ha sido Besado antes!

Se produjeron muestras de conformidad. El pavor inundó a Harry, para repeler a los dementores tendrían que hacer Patronus que les descubrirían inmediatamente.

—¡Vamos a tener que intentar desaparecer, Harry! —susurró Hermione.
Mientras lo decía, sintió ese frió antinatural extendiéndose por la calle. La luz fue succionada del ambiente, hasta las estrellas se desvanecieron. En medio de la oscuridad, sintió a Hermione tomar y sujetar su brazo y juntos, se dieron la vuelta en el lugar.

El aire por el que necesitaban moverse, parecía haberse vuelto solidó. No podían desaparecerse, los mortifagos habían realizado bien sus encantamientos. El frió penetrando mas y mas profundamente en la carne de Harry. Ron, Hermione y él retrocedieron hacia atrás por la calle lateral, andando a tientas a lo largo de la pared, intentando no hacer ruido. Entonces, a la vuelta de la esquina, deslizándose silenciosamente, llegaron los dementores, diez o más de ellos, visibles porque eran de una oscuridad más densa que sus alrededores, cubiertos con sus negras capas y con sus manos en descomposición y con pústulas. ¿Podían detectar miedo en las cercanías? Harry estaba seguro de ello. Parecían estar acercándose mas rápido ahora, con esas pesadas y ruidosas respiraciones que detestaba, probando la desesperación en el aire, acercándose…

Alzó su varita. No podía, no sufriría el beso de los dementores, sin importar lo que ocurriera después. Era en Ron y Hermione en lo que pensaba mientras susurraba, —¡Expecto Patronum!

El ciervo plateado surgió de su varita y embistió. Los dementores se dispersaron y se oyó un grito triunfante en alguna parte fuera de vista.

—¡Es él, allá abajo, allá abajo, he visto su Patronus, era un ciervo!

Los dementores se había retirado, las estrellas destellaban de nuevo y los pasos de los mortifagos se hacían mas fuertes, pero antes de que Harry en su pánico pudiera decidir que hacer, se oyó un rechinar de goznes cerca, una puerta se abrió en el lado izquierdo de la estrecha calle, y una voz áspera dijo: —¡Potter, aquí adentro, rápido!

Obedecieron sin vacilación, los tres se apresuraron a través del umbral abierto.

—¡Escaleras arriba, dejáos la capa puesta, manteneos en silencio! —murmuró una figura alta, pasando junto a ellos mientras salía a la calle y cerrando la puerta tras él.

Harry no había tenido ni idea de donde se metían, pero ahora veía, a la luz temblorosa de una simple vela, reconoció el mugriento suelo recubierto de aserrín del bar de la posada La Cabeza de Cerdo. Corrieron detrás de la barra y a través de una segunda puerta, que conducía a una engañosa escalera de madera, que subieron tan rápido como pudieron. Las escaleras daban a una sala de estar con una alfombra raída y una pequeña chimenea, sobre la cual colgaba un retrato grande al óleo de una chica rubia que miraba hacia el cuarto con una especie de dulzura ausente.
Llegaron gritos desde las calles abajo. Aun llevando la Capa de Invisibilidad puesta, se acercaron a la mugrienta ventana y miraron hacia abajo. Su salvador, a quien Harry había reconocido como el cantinero de La Cabeza de Cerdo, era la única persona que no vestía una capucha.

—¿Qué? —bramaba hacia una de las caras encapuchadas—. ¿Qué? ¡Enviáis dementores a mi calle, yo respondo un Patronus! ¡No permitiré que se acerquen a mi! !Os lo he dicho! ¡No lo permitiré!

—Ese no era tu Patronus, —dijo un mortifago—. Era un ciervo. ¡Era el de Potter!

—¡Ciervo! —gruño el cantinero, y saco su varita—. ¡Ciervo! Idiota, ¡Expecto Patronum! Algo enorme y con cuernos salió de la varia. Con la cabeza baja, embistió porHigh Street, hasta perderse de vista.

—Eso no es lo que yo vi, —dijo el mortifago, aunque parecía ahora menos seguro.

—Violaron el toque de queda, ya oiste el ruido, —dijo uno de sus compañeros al cantinero—. Alguien estaba afuera en la calle contra las regulaciones…

—¡Si quiero dejar salir a mi gato, lo haré, y al diablo tu toque de queda!

—¿Tu activaste el encantamiento aullido?

—¿Y qué si lo hice? ¿Vais a llevarme a Azcaban? ¿Asesinarme por asomar la nariz fuera de mi propia puerta principal? ¡Hacedlo entonces, si queréis! Pero espero por vuestro bien que no hayais presionado vuestrass pequeñas Marcas Oscuras, convocándolo. No le va a gustar que le hagan venir aquí por mi y mi viejo gato, ¿o si?

—¡No te preocupes por nosotros, —dijo uno de los mortifagos—, preocupate por ti mismo, ¡violando el toque de queda!

—¿Y en donde traficaréis con pociones y venenos cuando mi bar sea clausurado? ¿Qué pasara entonces vuestra pequeña actividad suplementaria?

—¿Nos estas amenazando?

—Mantengo la boca cerrada, por venís aquí, ¿o no?

—¡Sigo diciendo que vi un Patronus con forma de ciervo! —grito el primer mortifago.

—¿Ciervo? —rugió el cantinero—. ¡Es una cabra, idiota!

—Vale, cometimos un error, —dijo el segundo mortifago—. ¡Viola el toque de queda de nuevo y no seremos tan clementes! Los mortifagos avanzaron a zancadas de vuelta hacia High Street. Hermione gimió de alivio, saliendo de debajo de la capa, y se sentó en una silla de patas bamboleantes. Harry corrió las cortinas y después retiro la capa de Ron y de sí mismo. Podían oir al cantinero abajo, ehando los cerrojos de la puerta del bar, y después subiendo las escaleras.

La atención de Harry fue capturada por algo que habia en la repisa de la chimenea, un pequeño espejo rectangular, colocado de pie, justo debajo del retrato de la chica.

El cantinero entró en el cuarto.

—Malditos tontos, —dijo bruscamente, mirando de uno a otro—. ¿En qué estaban pensando al venir aquí?

—¡Gracias! —dijo Harry—. ¡No podemos agradecerselo lo suficiente! !Salvo nuestras vidas!

El cantinero gruñó. Harry se aproximó mirándole a la cara, tratando de ver mas allá del largo, fibroso y canoso pelo de la barba. Llevaba gafas. Tras los sucios cristales, los ojos eran de un azul brillante y penetrante.

—¡Es su ojo el que he estado viendo en el espejo!

Se hizo el silencio en la habitación. Harry y el cantinero se miraban uno a otro.

—¡Usted envió a Dobby!

El cantinero asintió y busco al elfo alrededor.

—Pensé que estaría contigo. ¿Dónde lo dejasteis?

—Está muerto, —dijo Harry—, Bellatrix Lestrange lo mató.

La cara del cantinero permaneció indiferente. Después de unos momentos dijo,
—Lamento oirlo. Me gustaba ese elfo.

Se dio la vuelta, encendiendo lamparas con golpecitos de su varita, sin mirar a ninguno de ellos.

—Usted es Aberforth, —dijo Harry a la espalda del hombre.

Él no lo confirmó ni negó, sino se agachó para encender la chimenea.

—¿Cómo conseguió esto? —preguntó Harry, caminando hacia el espejo de Sirius, el gemelo del que él había roto casi dos años antes.

—Se lo compré a Dung hace cosa de un año, —dijo Aberforth—. Albus me dijo lo que era. Intentaba mantener un ojo en ti.

Ron jadeó.

—La cierva plateada, —dijo excitadamente—. ¿Fue tambien usted?

—¿De que estas hablando? —pregunto Aberforth.

—¡Alguien nos envio un Patronus en forma de cierva!

—Con un cerebro así, podrias ser mortifago, hijo. ¿No acabo de probar que mi Patronus es una cabra?

—¡Oh, —dijo Ron—, vale… bueno, tengo hambre! —agregó a la defensiva mientras su estomago soltaba un enorme gruñido.

—Iré a por comida —dijo Aberforth, y salió de la habitación, reapareciendo momentos mas tarde con una hogaza grande de pan, algo de queso, y una jarra de estaño con aguamiel, los puso sobre una pequeña mesa frente al fuego. Hambrientos, comieron y bebieron, y durante un rato solo hubo silencio, excepto por los crujidos del fuego, los golpes de las copas, y el sonido producido al masticar.

—Bien entonces, —dijo Aberforth cuando hubieron comido su ración y Harry y Ron se sentaron encorvados y somnolientos en sus sillas—. Tenemos que pensar en la mejor forma de sacaros de aquí. No puede ser de noche, ya oísteis lo que pasa si alguien se mueve en el exterior en la oscuridad. El encantamiento aullido se activa, saldrán tras vosotros como bowtruckles sobre huevos de doxy. No considero que vaya a ser capaz de hacer pasar un ciervo por una cabra una segunda vez. Esperad a que amanezca cuando el toque de queda termine, entonces os podréis poner vuestra Capa de Invisibilidad de nuevo y salir a pie. Salid directamente de Hogsmeade, hacia las montañas, y podréis desaparecer allí. Tal vez veais a Hagrid. Se ha estado escondiendo en una cueva allá arriba con Grawp desde que intentaron arrestarlo.

—No nos iremos, —dijo Harry—. Tenemos entrar en Hogwarts.

—No seas estúpido, chico, —dijo Aberforth.

—Tenemos que hacerlo, —dijo Harry.

—Lo que tenéis que hacer, —dijo Aberforth, inclinándose hacia adelante—, es iros tan lejos de aquí como podáis.

—No lo entiende. No hay mucho tiempo. Tenemos que conseguir entrar en el Castillo. Dumbledore…quiero decir, su hermano, quería que nosotros…
La luz de la chimenea hizo que las mugrientas gafas de Aberforth se volvieron momentáneamente opacas, de un parejo blanco brillante, y que a Harry le recordaron a los ojos ciegos de la araña gigante, Aragog.

—Mi hermano Albus quería un montón de cosas, —dijo Aberforth— y la gente tenia el hábito de salir malparada mientras el llevaba a cabo sus grandes planes. Mantente alejado de ese colegio, Potter, y fuera del país si puedes. Olvida a mi hermano y sus astutas intrigas. Él se ha ido a donde ya nada de esto puede herirle, y no le debéis nada.

—Usted no lo entiende —dijo Harry de nuevo.

—Oh, ¿no? —dijo Aberforh con calma—. ¿Crees que no entendía a mi propio hermano? ¿Crees conocer a Albus mejor que yo?

—No quería decir eso —dijo Harry, cuyo cerebro se sentía entumecido por el cansancio y el exceso de comida y vino—. Él... me dejó un trabajo.

—¿De veras? —dijo Aberforth—. Un trabajo agradable, espero. ¿Cómodo? ¿Fácil? ¿La clase de cosas que esperarías que un mago niño no cualificado pudiera hacer sin abusar de sí mismo?

Ron soltó una risa sombía. Hermione parecía cansada.

—N—no es fácil, no —dijo Harry—. Pero tengo que...

—¿Tienes? ¿Por qué? Él está muerto, ¿no? —dijo Aberforth rudamente—. ¡Lárgate, chico, antes de que le sigas! ¡Sálvate a ti mismo!

—No puedo.

—¿Por qué no?

—Yo... —Harry se sentía superado; no podía explicarlo, así que tomó la ofensiva en vez de eso—. Pero usted también luchó, estaba en la Orden del Fénix.

—Lo estaba —dijo Aberforth—. La Orden del Fénix está acabada. Quien—tú—ya—sabes ha ganado, se acabó, quien pretenda otra cosa se engaña a sí mismo. Aquí nunca estarás a salvo, Potter, él te tiene muchas ganas. Vete al extranjero, escóndete, sálvate a tí mismo. Será mejor que te lleves a estos dos contigo. —Lanzó el pulgar hacia Ron y Hermione—. Estarán en peligro mientras vivan ahora que todo el mundo sabe que han estado ayudándote.

—No pudo marcharme —dijo Harry—. Tengo un trabajo...

—¡Que lo haga otro!

—No puedo. Tengo que ser yo. Dumbledore lo explicó todo...

—Oh, ¿lo hizo? ¿Y te lo contó todo, fue honesto contigo?

Harry deseó con todo su corazón decir "Si", pero de algún modo esa sencilla palabra no llegaba a sus labios. Aberfoth pareció saber lo que estaba pensando.

—Conocía a mi hermano, Potter. Aprendió secretismo en el regazo de mi madre. Secretos y mentiras, así es como crecimos, y Albus... estaba en su naturaleza.

Los ojos del viejo viajaron hasta la pintura de la chica sobre el chimenea. Era, ahora que Harry se fijaba apropiadamente, la única foto de la habitación. No había ninguna foto de Albus Dumbledore, ni de nadie más.

—Señor Dumbledore, —dijo Hermione bastante tímidamente—. ¿Es esa su hermana Ariana?

—Si —dijo Aberfoth tensamente—. ¿Has estado leyendo a Rita Skeeter, verdad, señorita?

Incluso a la luz pálida del fuego se notó claramente que Hermione se había ruborizado.

—Elphias Doge nos la mencionó, —dijo Harry, intentando cubrir a Hermione.

—Ese viejo imbécil, —murmuó Aberforth, tomando otro trago de aguamiel—. Creía que el sol salía y se ponía a voluntad de mi hermano, desde luego. Bueno, igual que mucha gente, incluídos vosotros tres por lo que se ve.

Harry siguió callado. No quería expresar las dudas e incertidumbres que le habían carcomido durante meses. Había hecho su elección mientras cavaba la tumba e Dobby, había decidido continuar por el sinuoso y peligroso camino señalado por Albus Dumbledore, aceptar que no se le había contado todo lo que quería saber, pero simplemente confiando. No tenía ningún deseo de volver a dudar; no quería oir nada que pudiera desviarle de su propósito. Encontró la mirada de Aberforth que era tan penetrante como la de su hermano. Los brillantes ojos azules daban la misma impresión, como si estuvieran atravesando con rayos X al objeto de su escrutinio, y Harry creyó que Aberforth sabía lo que estaba pensando y le despreciaba por ello.

—El Profesor Dumbledore se preocupaba por Harry, muchísimo —dijo Hermione en voz baja.

—¿De veras? —dijo Aberforth—. Es curioso como muchas de las personas a las que apreciaba tanto mi hermano han terminado en peor estado que si les hubiera dejado en paz.

—¿Qué quiere decir? —preguntó Hermione sin respiración.

—No importa, —dijo Aberforth.

—¡Pero eso es algo realmente serio para decir! —dijo Hermione—. ¿Está hablando de su hermana?

Aberforth la miró fijamente. Sus labios se movían como si estuviera mordiendo las palabras para contenerlas. Entonces rompió a hablar.

—Cuando mi hermana tenía seis años, fue atacada, por tres chicos muggles. La habían visto hacer magia, espiando a través del seto del jardín trasero. Era una niña, no podía controlarlo, ninguna bruja o mago puede a esa edad. Lo que vieron, les asustó, supongo. Se abrieron paso a través del seto, y cuando ella no les mostró el truco, fueron un poco lejos intentando detener lo que la pequeña mostruito hacía.

Los ojos de Hermione estaban enormes a la luz del fuego. Ron parecía ligeramente enfermo.

Aberforth se puso en pie, tan alto como Albus, y repentinamente terrible en su furia y la intensidad de su dolor.

—Eso la destruyó, lo que le hicieron. Nunca volvió a estar bien. No utilizaba la magia, pero no podía librarse de ella; la interiorizó y eso la volvió loca, explotaba cuando ya no podía controlarla más, y a veces era extraña y peligrosa. Pero principalmente era dulce, asustadiza e inofensiva.

—Y mi padre fue a por los bastardos que lo hicieron, —dijo Aberfoth—, y les atacó. Y le encerraron en Azkaban por ello. Nunca dijo por qué lo había hecho, porque si el Ministerio hubiera sabido en qué se había convertido Ariana, la habrían encerrado en St Mungo por su bien. La hubieran visto como una seria amenaza contra el Estatuto Internacional de Secreto, desequilibrada como estaba, con la magia explotando de ella por momentos cuando no podía contenerla más.

—Nosotros la mantuvimos a salvo y tranquila. Nos mudamos de casa, pero eso hizo que enfermara, y mi madre se ocupaba de ella, e intentaba manterla tranquila y feliz.

—Ella era su favorita, —dijo él, y mientras lo decía, un escolar desaliñado pareció surgir a través de mugrienta y enredada barba—. No Albus, que siempre estaba en su dormitorio cuando estaba en casa, leyendo sus libros y contando sus premios, manteniendo correspondencia con "los más notables nombres mágicos de la actualidad" —gruñó Aberforth—. No quería molestarse con ella. A ella le gustaba más yo. Yo podía llevarle la comida cuando no podía mi madre, la calmaba cuando tenía uno de sus ataques de rabia, y cuando estaba tranquila, solía ayudarme a alimentar a las cabras.

—Entonces, cuando tenía catorce años... Veréis, yo no estaba allí —dijo Aberfoth—. Si hubiera estado allí, podría haberla calmado. Tuvo una de sus rabietas, y mi madre ya no era tan joven como antes, y... fue un accidente. Ariana no pudo controlarlo. Pero mi madre murió.

Harry sintió una horrible mezcla de pena y repulsión, no quería oír nada más, pero Aberfoth siguió hablando, y Harry se preguntó cuanto hacía que no hablaba de esto; de hecho, si alguna vez había hablado de ello.

—Así que eso dio al traste con el viaje de Albus alrededor del mundo con el pequeño Doge. Los dos volvieron a casa para el funeral de mi madre y después Doge se fue por su cuenta, y Albus se quedó como cabeza de familia. ¡Ja!

Aberforth escupió en el fuego.

—Yo me habría ocupado de ella, así se lo dije, no me importaba la escuela. Me hubiera quedado en casa y lo hubiera hecho. Él me dijo que tenía que terminar mi educación y que él ocuparía el lugar de mi madre. Un poco bajo para el Señor Brillante, no había ningún logro en ocuparse de tu hermana medio loca y evitar que volara la casa un día si y otro también. Pero lo hizo muy bien durante unas semanas... hasta que llegó él.

Y ahora una mirada positivamente peligrosa se arrastró hasta la cara de Aberforth.
—Grindelwald. Y al fin mi hermano tenía un igual con el que hablar, alguien tan brillante y talentoso como él. Y ocuparse de Ariana pasó a ocupar un lugar secundario, mientras tramaban sus planes para un Nuevo Orden Mágico y buscaban Reliquias, y lo que fuera en lo que estaban interesados. Grandes planes en beneficio de toda la raza mágica, ¿y si se era negligente en el cuidado de una jovencia, que importaba, cuando Albus estaba trabajando por el bien mayor?

—Pero después de unas semanas, yo ya había tenido suficiente. Casi me había llegado el momento de volver a Hogwarts, así se lo dije, a los dos, cara a cara, como os lo estoy diciendo ahora, —y Aberfoth bajó la mirada hasta Harry, y requirió poca imaginación verle como un adolescente, tieso y enfadado, enfrentando a su hermano mayor—. Le dije, será mejor que despiertes ahora. No puedes moverla, no en su estado, no puedes llevártela contigo adonde quiera que estés planeando ir cuando estás haciendo tus astutos discursos, intentando reunir seguidores. No le gustó eso, —dijo Aberforth y sus ojos se opacaron brevemente por la luz del fuego sobre los cristales de las gafas. Se volvió blanco y ciego de nuevo—. A Grindelwald no le gustó en absoluto. Se enfadó. Me dijo que era un estúpido muchachito, intentando interponerme en el camino de mi brillante hermano... ¿Es que yo no entendía que mi pobre hermana tendría que permanecer oculta, una vez ellos cambiaran el mundo, y lideraran a los magos abandonando el ocultamiento, y enseñaran a los muggles cual era su lugar?

—Y hubo una discusión... y yo saqué mi varita, y él la suya, y me encontré sufriendo una Maldición Cruciatus a manos del mejor amigo de mi hermano... y Albus estaba intentando detenerle, y entonces los tres nos ensarzamos en un duelo, y los destellos de luces y los ruidos la atrayeron, no pudo quedarse...

El color desapareció de la cara de Aberfoth, como si hubiera sufrido una herida mortal.

—... y creo que quería ayudar, pero en realidad no sabía qué estaba haciendo, y no sé cual de nosotros lo hizo, pudo haber sido cualquiera... y estaba muerta.

Su voz se rompió en la última palabra y se dejó caer en la silla más cercana.
La cara de Hermione estaba bañada en lágrimas, y Ron estaba casi tan pálido como Aberfoth. Harry no sentía nada más que repulsión. Deseó no haberlo oído, deseó poder limpiarlo de su mente.

—Yo... lo.. lo siento mucho, —susuró Hermione.

—Desaparecida —graznó Aberfoth—. Desaparecida para siempre.

Se limpió la nariz con la manga y se aclaró la garganta.

—Por supuesto, Grindelwald puso pies en polvorosa. Ya tenía un historial, allá en su país, y no quería que Arianna se sumara a su cuenta también. Y Albus estaba libre, ¿verdad? Libre de la carga de su hermana, libre para convertirse en el más grande de los magos de...

—Nunca fue libre —dijo Harry.

—¿Perdón? —dijo Aberforth.

—Nunca —dijo Harry—. La noche en que su hermano murió, bebió una poción que le volvió loco. Empezó a gritar, suplicando a alguien que no estaba allí—. No les hagas daño, por favor... házmelo a mí.

Ron y Hermione miraban fijamente a Harry. Nunca había entrado en detalles sobre lo que había ocurrido en la isla del lago. Los eventos que habían tenido lugar después de que él y Dumbledore volvieran a Hogwarts lo habían eclipsado concienzudamente.

—Creyó estar de vuelta allí con usted y con Gridelwald, lo sé —dijo Harry, recordando a Dumbledor susurrando y suplicando—. Creyó estar viendo como Grindelwald les hacía daño a usted y a Ariana... Fue una tortura para él. Si le hubiera visto entonces, no diría que era libre.

Aberfoth parecía perdido en la contemplación de sus propias manos nudosas y venosas. Después de una larga pausa dijo, —¿Cómo puedes estar seguro, Potter, de que mi hermano no estaba más interesado en el bien mayor que en ti? ¿Cómo puedes estar seguro de que no eres prescindible, como mi hermanita?

Un afilado trozo de hielo atravesó el corazón de Harry.

—Yo no lo creo. Dumbledore quería a Harry, —dijo Hermione.

—¿Por qué no le dijo que se ocultara entonces? —disparó Aberforth. ¿Por qué no le dijo "Cuida de ti mismo, así es como sobrevivirás"?

—¡Porque, —dijo Harry antes de que Hermione pudiera responder—, algunas veces tienes que pensar en algo más que en tu propia seguridad! ¡Algunas veces tienes que pensan en el bien mayor! ¡Esto es una guerra!

—¡Tienes diecisiete años, chico!

—¡Soy mayor de edad, y voy a seguir luchando incluso si usted se ha rendido!

—¿Quién dice que me haya rendido?

—La Orden del Fénix está acabada, —repitió Harry—. Quien—tu—ya—sabes ha ganado, se acabó, y cualquiera que finja lo contrario se engaña a sí mismo.

—¡No dije que me gustara, pero es la verdad!

—No, no lo es —dijo Harry—. Su hermano sabía cómo terminar con Quien—usted—ya—sabe y me pasó a mí el conocimiento. Voy a seguir adelante hasta que tenga éxito... o muera. No crea que no sé como podría terminar esto. Lo sé desde hace años.
Esperó a que Aberfoth se quejara o discutiera, pero no lo hizo. Simplemente se movió.

—Tenemos que entrar en Hogwarts —dijo de nuevo Harry—. Si no puede ayudarnos, esperaremos hasta que sea de día, le dejaremos en paz, e intentaremos encontrar una forma de entrar por nuestra cuenta. Si puede ayudarnos... bueno, sería un gran momento para mencionarlo.

Aberforth permaneció pegado a su silla, mirando a Harry a los ojos, con esos ojos que se parecían tan extraordinariamente a los de su hermano. Al fin se aclaró la garganta, se puso en pie, rodeó la mesa, y se aproximó al retrato de Ariana.

—Ya sabes qué hacer —dijo él.

Ella sonrió, se giró, y salió, no como hacia normalmente la gente por el costado de sus marcos, sino a lo largo de lo que parecía un largo túnel pintado tras ella. Observaron su pálida figura retraerse hasta que finalmente fue tragada por la oscuridad.

—Er... ¿qué...? —empezó Ron.

—Ahora hay solo un camino —dijo Aberforth—. Debéis saber que todos los pasadizos secretos han sido tapiados por los dos extremos, hay dementores alrededor de los muros exteriores, y patrullas regulares dentro de la escuela por lo que mis fuentes me dicen. El lugar nunca ha estado tan bien guardado. Cómo esperáis hacer algo una vez consigáis entrar, con Snape al cargo y los Carros en sus puestos... bueno, eso es cosa vuestra, ¿no? Os digo que os preparéis a morir.

—¿Pero qué...? —dijo Hermione, frunciendo el ceño a la pintura de Ariana.
Un diminuto punto blanco reaparecía al final del tunel de la pintura, y ahora Ariana volvía hacia ellos, haciéndose más y más grande mientras llegaba. Pero había alguien más con ella ahora, alguien más alto que ella, que avanzaba cogeando, con aspecto excitado. Llevaba el pelo más largo de lo que Harry le había visto nunca. Estaba pálido y agotado. La dos figuras se hicieron más y más grandes, hasta que solo sus cabezas y hombros llenaron el retrato.

Entonces toda la cosa se separó de la pared como si fuera una pequeña puerta, y la entrada a un auténtico tunel se reveló. Y de él, con su pelo demasiado largo, la cara cortada, la túnica desgarrada, surgió trepando el auténtico Neville Longbotton, que soltó un rugido de alegría, saltó de la chimenea y gritó.

—¡Sabía que volverías! ¡Lo sabía, Harry!

 

Capítulo 29

La diadema perdida

—Neville, pero que demo— ¿como es que?—

Pero Neville había visto a Ron y Hermione, y con gritos de felicidad los estaba abrazando. Mientras más tiempo Harry miraba a Neville, mas se daba cuenta de lo mal que lucia. Uno de sus ojos estaba hinchado, morado, había profundas heridas en su cara, y su aspecto general indicaba que había sobrevivido por suficiente tiempo. Sin embargo, su semblante brillaba con alegría, mientras soltaba a Hermione y decía, —¡sabia que vendrían! ¡Siempre se lo repetía a Seamus, era solo cuestión de tiempo!—

—Neville, ¿que te sucedió?—

—¿Que?, ¿Esto?— Neville sacudio la cabeza disminuyendo la importancia de sus heridas. — Esto no es nada, Seamus esta peor. Ya se enteraran. ¿Me acompañan? Oh,— se volteo hacia Aberforth, —Ab, puede ser que vengan mas personas en camino—.

—¿Unas cuantas mas?— repitió Aberforth siniestramente. —a que te refieres, con unas cuantas mas, Longbottom? ¡Hay toque de queda y un hechizo confundidor en toda la villa!—

—Ya lo se, es por eso que estarán Apareciendo directamente en el bar.,— dijo Neville.

—Solo mándalos por el pasaje secreto cuando lleguen, ¿esta bien?—

Neville le tendió la mano a Hermione para ayudarla a subir por la chimenea y después dentro del túnel; después fue el turno de Ron, entonces fue el turno de Neville. Harry se dirigió hacia Aberforth. —No se como agradecértelo. Has salvado nuestras vidas dos veces.—

—Cuídalos mucho a todos—, dijo Aberforth bruscamente. —puede que no los pueda salvar en una tercera ocasión.—

Harry trepo por la chimenea, y luego se introdujo por el agujero que estaba detrás del cuadro de Ariana. Había escalones lisos del otro lado, parecía como si el pasadizo hubiese estado ahí por años. Lámparas de latón colgaban de los muros, y el piso de tierra estaba desgastado, mientras pasaban, sus sombras ondulantes se proyectaban en la pared.

—¿Por cuanto tiempo ha estado esto aquí?— pregunto Ron mientras andaban. —¿Este camino no aparece en el mapa del Merodeador, o si Harry? Yo creí que solo había siete caminos secretos que entraban y salían de la escuela.—

—Ellos sellaron todos y cada uno de esos caminos antes de que empezáramos el curso—, dijo Neville. —ya no hay oportunidad de usarlos, no con todos los embrujos en las entradas y los mortífagos y dementores custodiando las salidas.— Neville había empezado a caminar hacia atrás, mirando. —nunca creo todas… todas esas cosas. Es cierto que irrumpieron en Gringotts? ¿Que escaparon en un dragón? ¡Esta en todos lados, todo el mundo esta hablando de eso, Terry Boot incluso fue apaleado por Carrow por estar comentándolo en el gran comedor!—

—Bueno, pues todo es verdad,— dijo Harry

Neville se rió con ganas.

—¿Que hicieron con el dragón?—

—Lo dejamos libre— dijo Ron, —Hermione quería conservarlo como mascota—

No exageres Ron——

—Y después, ¿que estuvieron haciendo? La gente decía que estaban escondidos, Harry, pero yo no lo creo, yo creo que estaban haciendo o planeando algo.—

—Estas en lo correcto Neville,— dijo Harry, —pero cuéntanos sobre Hogwarts, que no sabemos nada de lo que ha ocurrido ahí.—

—Pues ha estado… Bueno, no es como el Hogwarts de antes,— dijo Neville, la sonrisa se desvanecía de su rostro mientras hablaba. —¿Saben algo acerca de los Carrow?—

—¿Esos dos mortífagos que dan clases?—

—Pues ellos hacen algo más que solo enseñar,— dijo Neville. —Ellos están a cargo de la disciplina, a ellos le encanta castigar—.

—¿Como a la vieja Umbrigde?—

—No, ella parece una santa si la comparas con ellos. Se supone que los de más profesores nos deben llevar con los Carrow si hacemos algo indebido. Ellos no lo hacen, si es que pueden evitarlo. Se puede decir que los odiamos tanto como ellos a nosotros.—

—Amycus, el viejo, el imparte lo que antes conociamos como: Defensa Contra las Artes oscuras, solo que ahora no hace mas que enseñar Artes oscuras. Se supone que practiquemos la Maldición Cruciatas en aquellos que están en detención——

—¡Que!—

Harry, Ron y Hermione corearon y su eco se perdió en el pasadizo.

—Así es— dijo Neville. —Así fue como me gane esta— indicando una particularmente gran herida en su mejilla, —Me negué a hacerlo. Sin embargo hay personas a las que les encanta, por ejemplo Crabbe y Goyle. Es la primera vez que sacan buenas calificaciones en una materia.—

—Alecto, la hermana de Amycus, enseña Estudios Muggle, que ahora es una asignatura obligatoria. Nos sentamos y tenemos que escuchar como es que los Muggle, son como animales, estúpidos y sucios, y como es que ellos obligaron a los magos a actuar en su contra, y que ahora el orden natural se ha restablecido. De esa manera me gane esta.— Apuntando hacia otra herida en su cara, —Por preguntar cuanta sangre muggle tenían ella y su hermano.—

—Cielos, Neville,— dijo Ron, —¿Que nadie te dijo que había momentos en los que era bueno mantener la boca cerrada?—

—Es que tú nunca la viste,— dijo Neville, Tú tampoco te hubieras podido contener. Además mi punto es que simpre en bueno que alguien se oponga a esas ideas. Le da esperanza a todo el mundo. Y me di cuenta de eso cuando tú lo hiciste Harry.—

—Pero ellos te usan como su afilador— dijo Ron, mientras pasaban al lado de una lámpara y la luz resaltaba las heridas de Neville.

Neville se encogió de hombros.

—No importa— Ellos no quieren derramar mucha sangre limpia, así que solo nos torturan un poco si hablamos de más. Pero siempre se aseguran de no matarnos.

Harry no sabia que era peor, las cosas que Neville les estaba contando o el tono en que lo hacia.

—Las únicas personas que están en verdadero peligro, son huellas cuyos amigos o familiares les dan problemas. Ellos son llevados prisioneros. El viejo Xeno Lovegood estaba escribiendo de mas en El Quibbler, entonces vinieron y se llevaron a Luna del tren, cunando regresábamos de las fiestas Navideñas.—

—Neville, ella se encuentra bien, la mandamos hacia….—

—Si, ya lo se, ella se las arreglo para mandarme una mensaje.—

De su bolsillo saco una moneda dorada, y Harry la reconoció como uno de los falsos galeones que usaba el Ejército de Dumbledore para comunicarse.

—Estos nos han servido de maravilla—, dijo Neville mirando a Hermione. —Los Carrow se han roto la cabeza tratando de averiguar como es que nos comunicamos. Solíamos salir por la noche y rayar las paredes con cosas como: El Ejército de Dumbledore todavía esta reclutando, eso volvía loco a Snape.—

—¿Ustedes solían?— dijo Harry, que se había dado cuenta de la forma en lo que Neville lo había dicho.

—Bueno pues con el tiempo se fue complicando— dijo Neville. —perdimos a Luna por la Navidad, y Ginny nunca regreso después de las Pascuas, y pues como nosotros tres eran los lideres. Pues los Carrow no tardaron en darse cuenta de que era yo el que estaba detrás de todo, así que empezaron a hacerme la vida mas difícil, y entonces Michael Corner fue atrapado mientras trataba de liberar a uno de primer año, lo encadenaron, y lo torturaron, y pues eso asusto a la mayoría.—

—No estas hablando en serio— murmuro Ron, mientras que el pasadizo empezaba a subir.

—Pues es que no podía obligar a los demás después de lo que le hicieron a Michael, así que dejamos de hacer ese tipo de cosas. Pero un seguimos peleando, al menos no tan notoriamente, bueno al menos hasta hace un par de semanas, ya que decidieron que solo había una manera de detenerme, y pues, fueron por mi abuela.—

—¿Ellos hicieron que?— dijeron Harry, Ron y Hermione al mismo tiempo.

—Pues si— dijo Neville, jadeando un poco, ya que el pasaje se inclinaba mas y mas, —Bueno, se pueden dar de cuenta de forma de pensar. Les había dado tan buenos resultados, eso de estar raptado niños para que los familiares se comportasen. Supongo que solo era cuestión de tiempo antes de que optaran por ese plan. La cosa es…— Neville se volteo, y Harry estaba sorprendido de verlo sonreír, —Que ellos trataron de morder algo mas grande de lo que podían tragar. Una pequeña vieja bruja que vivía sola, seguramente pesaron que no era necesario mandar a alguien poderoso. De todas formas,— Neville se carcajeo, —Dawlish esta todavía en St. Mungo y la abuela se dio a la fuga. Ella me mando una carta.— Neville se llevo la mano a la bolsa del pecho en su túnica, —Diciendo que estaba orgullosa de mi, que era el hijo de mis padres y que siguiera así.—

—genial— dijo Ron

—Así es— dijo Neville alegremente. —El único problema fue que, al darse cuenta de que no tenían nada mas para poder controlarme, decidieron que no era bueno que siguiera en Hogwarts, no se si ellos planeaban matarme o mandarme a Azkaban, de cualquier forma, supe que era tiempo de desaparecer.—

—Pero,— dijo Ron, claramente confundido, —Que no, que no estamos yendo hacia Hogwarts?—

—Claro,— dijo Neville. —Verán, ya llegamos—

—Ellos giraron en una esquina, y enfrente de ellos se encontraba el final del pasadizo. Otra pequeña serie de escaleras terminaba en una puerta igual a la que se encontraba detrás del cuadro de Ariana. Neville la empujo un poco y trepo por ella. Mientras Harry trepaba oyó o Neville hablar a gente que no podía ver.

—¡Mira, nada mas quien es! ¿No te lo había dicho?—

—Mientas Harry emergía en el cuarto se escucharon muchos gritos y exclamaciones. —¡HARRY!—, ¡es potter!, ¡Es POTTER!—, ¡Ron!, ¡Hermione!

Harry estaba confundido, le resultaba extraño el patrón de colores, de las lámparas y las caras. Al siguiente momento, el, Ron y Hermione, fueron abrazados, golpeados afectuosamente en la espalda, jalados del cabello, sus manos fueron saludadas, por lo que parecían ser mas de veinte personas. Parecía como si hubiesen ganado la final del torneo de Quidditch.

—Esta bien, esta bien, ¡calma todo el mundo!— Neville ordeno, y mientras la multitud se replegaba, Harry tuvo la oportunidad de revisar el lugar donde se encontraban.

El no pudo reconocerlo del todo. Era enorme y se parecía al interior de una suntuosa casa del árbol o quizás a la cabina de un barco. Hamacas de colores colgaban del techo y del balcón que recorría las paredes sin ventanas de madera negra, los cuales estaban cubiertos de carteles. Harry pudo ver al león dorado de Gryffindor, que estaba sobre un fondo escarlata, el tejon negro de Hufflepuff, sobre un fondo amarillo, y el águila de bronce perteneciente a Ravenclaw, sobre azul. La combinación plata y verde de Slytherin estaba ausente. Ahí había libreros repletos, unas cuantas escobas apoyadas contra la pared, y en la esquina, una radio de madera de gran tamaño.

—¿Donde estamos?—

En el Cuarto del Requerimiento, ¡por supuesto!— dijo Neville. —Esta más grande, ¿no creen?— Los Carrow estaban detrás de mí, y sabía que solo tenía un lugar para esconderme: así que me las arregle para pasar por la puerta y esto fue lo que encontré. Bueno no estaba así cuando llegue por primera vez, era mucho mas pequeño cuando llegue, solo tenía una hamaca y adornos de Gryffindor. Pero se expandió conforme llegaban mas y mas miembros del ED,—

—¿Y los Carrow no pueden entrar?— pregunto Harry, mirando hacia la puerta.

—No— dijo Seamus Finnigan, A quien Harry no había reconocido hasta que hablo: La cara de Seamus tenía contusiones y estaba hinchada. —Es el escondite perfecto, mientras uno de nosotros se quede aquí, ellos no nos pueden entrar, ya que la puerta no se abre... Y todo gracias a Neville. Este cuarto lo tiene todo. Solo tienes que pedir lo que necesitas, como, no quiero que ninguna persona que apoye a los Carrow entre aquí, y el cuarto lo hace. Solo tienes que estar se


Date: 2015-12-11; view: 413


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La cabaña protectora | La destitución de Severus Snape
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