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La cabaña protectora

La casa de campo de Bill y Fleur se asentaba sola en una roca dando al mar, sus paredes incrustadas con conchas y cal. Era un solitario y hermoso lugar. En cualquier sitio al que Harry fuera dentro de la pequeña casa o de su jardín, podía oír el constante ir y venir del mar, como la respiración de alguna gran critatura dormida. Pasó gran parte de los siguientes días buscando excusas para escapar de la concurrida casa, un deseo incontrolable de disfrutar la vista desde arriba de las rocas, del cielo abierto y ancho, el mar vacío, y la sensación del viento frío y salado en su rostro.

La enormidad de su decisión, no competir con Voldemort por la varita todavía asustaba a Harry. No podía recordar que nunca antes hubiera escogido no actuar. Estaba lleno de dudas, dudas con las que Ron no ayudaba diciendo, dondequiera que fuesen juntos:

—¿Y si Dumbledore quería que trabájaramos en el símbolo en vez de conseguir la varita? ¿Y si trabajando en lo que el símbolo significaba te revelaba la importancia de conseguir las reliquias? Harry, si esa es realmente la varita de sauco, ¿Cómo demonios se supone que debemos terminar con Tú—Sabes—Quien?

Harry no tenía respuestas. Hubo momentos en los que se preguntó si habia sido una completa locura no tratar de impedir que Voldemort abriera la tumba. No podía siquiera explicar satisfactoriamente por qué había decidido no hacerlo: Cada vez que intentaba reconstruir los argumentos internos que lo habían llevado a su decisión, sonaban más débiles para él.

Lo extraño es que el apoyo de Hermione lo hizo sentir tan confundido como las dudas de Ron. Ahora forzado a aceptar que la varita de sauco era real, ella sostenía que era un objeto diabólico, y que la forma en que Voldemort había tomado posesión de ella era repelente, sin ninguna consideración.

—Tú nunca podrías haber hecho eso, Harry —decía ella una y otra vez. —No podrías haber roto la tumba de Dumbledore.

Pero la idea del cuerpo de Dumbledore asustaba a Harry mucho menos que la posibilidad de que podría haber malinterpretado las intenciones de Dumbledore mientras estaba vivo. Sintió que todavía andaba a tientas en la oscuridad; había escogido su camino, pero seguía mirando hacia atrás, preguntándose si había leído mal los signos, si no debería haber tomado otro camino.

De tiempo en tiempo, la cólera contra Dumbledore se desataba en él otra vez, poderosa como las olas que se cierran de golpe contra la roca bajo la casita de campo, cólera por que Dumbledore no le hubiera explicado todo antes de morirse.

—Pero, ¿Está muerto? —dijo Ron, tres días después de que hubieran llegado a la casa de campo.



Harry estaba mirando fijamente hacia fuera, sobre la pared que separaba el jardín de la casa de campo de la roca, cuando Ron y Hermione lo encontraron; lamentaba que lo hubiesen hecho, no tenía ningún deseo de participar en su discusión.

—Sí, lo esta. Ron, por favor, no empieces otra vez!

—Mira los hechos, Hermione —dijo Ron, hablando hacia Harry, que continuaba mirando fijamente al horizonte—. El ciervo plateado. La espada. El ojo que Harry vió en el espejo...

—¡Harry admite que podría haber imaginado el ojo! ¿No, Harry?

—Podría haberlo hecho —dijo Harry sin mirarla.

—Pero tu no piensas que lo hayas hecho, ¿verdad? —preguntó Ron.

—No, no lo creo —dijo Harry.

—Ahí lo tienes —dijo Ron rápidamente, antes de que Hermione pudiera terminar—. Si no fué Dumbledore, explica cómo sabía Dobby que estábamos en el sótano, Hermione.

—No puedo... pero ¿Puedes explicar cómo nos lo pudo enviar Dumbledore si está metido en una tumba en Hogwarts?

—¡No se, podría haber sido su fantasma!

—Dumbledore no volvería como un fantasma —dijo Harry. Había pocas cosas de las que estuviera seguro ahora sobre Dumbledore, pero de eso si lo estaba—.Él habría continuado.

—¿A qué te refieres con 'continuado'? —preguntó Ron, pero antes de que Harry pudiese decir más, una voz detrás de él dijo, —¿Aggy?—

Fleur había salido de la casa de campo, su largo cabello plateado volando en la brisa.

—'Arry, a Grip'ook le gustagía hablag contigo. 'Ezta en la habitación máz pequeña, dijo que no quegía ser escuchado pog casualidad.—

Su disgusto con que el duende la enviara a entregar mensajes era clara; se ña veía irritable mientras caminaba de vuelta a la casa.

Griphook les estaba esperando, como Fleur había dicho, en el más pequeño de los tres cuartos de la casa, en el que Hermione y Luna dormían por la noche.

Había echado las cortinas rojas de algodón contra el luminoso y nublado cielo, lo que le daba al cuarto un resplandor ardiente que contrastaba con el resto de la aireada y luminosa casa.

—He tomado mi decisión, Harry Potter —dijo el duende, que estaba sentado con las piernas cruzadas en una silla baja, golpeando los brazos con sus largos y delgados dedos—. Aunque los duendes de Gringotts considerarán esto una traición, he decidido ayudarte...

—¡Eso es genial! —dijo Harry, una oleada de alivio pasó a través de él—. Griphook, gracias, nosotros le estamos realmente...

—...a cambio, —dijo el duende firmemente— de un pago.

Ligeramente desconcertado, Harry vaciló.

—Cuánto quieres? Tengo oro.

—Oro no —dijo Griphook. —Ya tengo oro.

Sus ojos negros resplandecieron; no tenía blanco en los ojos.

—Quiero la espada. La espada de Godric Gryffindor.

El espíritu de Harry se desplomó

—No puedes tener eso —dijo. —Lo siento.

—Entonces —dijo el duende suavemente— tenemos un problema.

—Podemos darte alguna otra cosa —dijo Ron con impaciencia— Apuesto a que Lestrange tiene montones de cosas, puedes coger tu parte una vez estemos en la cámara.

Había dicho lo incorrecto. Griphook se sonrojó furioso.

—¡No soy un ladrón, niño! ¡No estoy tratando de conseguir tesoros a los que no tengo derecho!—

—La espada es nuestra...

—No, no lo es —dijo el duende.

—Somos Gryffindor, y era de Godric Gryffindor...

—Y antes de que fuese de Gryffindor, ¿de quién era? —reclamó el duende, sentándose derecho.

—De nadie —dijo Ron—. Fue hecha para él, ¿no?

—¡No! —gritó el duende, erizándose de ira mientras apuntaba un largo dedo hacia Ron.

—¡La arrogancia de los magos otra vez! ¡Esa espada fue primero de Ragnuk, al que se la robó Godric Gryffindor! ¡Es un tesoro perdido, una pieza maestra del trabajo duende! Pertenece a los duendes. ¡La espada es el precio a mis servicios, tómalo o déjalo! —Griphook les miraba fijamente.

Harry miró a los otros dos, y luego dijo— Necesitamos discutir esto, Griphook, si le parece bien. ¿Podría darnos unos minutos?

El duende asintió, pareciendo enfadado.

Abajo, en el vacío salón, Harry caminó hacia la chimenea con el ceño fruncido, tratando de pensar en qué hacer. Detrás de él, Ron dijo, —Está bromeando. No podemos darle esa espada.

—¿Es verdad? —preguntó Harry a Hermione.— ¿ Gryffindor robó la espada?

—No lo sé —dijo desesperanzadamente—. La historia de los magos a menudo evita lo que estos han hecho a otras razas mágicas, pero no hay ningún informe que conozca que diga que Gryffindor robó la espada.

—Será una de esas historias de duendes —dijo Ron— sobre como los magos estamos siempre tratando de terminar sobre ellos. Supongo que deberíamos sentirnos felices de que no nos haya pedido una de nuestras varitas.

—Los duendes tienen buenas razones para que no les gusten los magos, Ron.— dijo Hermione. — Han sido tratados brutalmente en el pasado.

—Los duendes no son exactamente pequeños conejos mullidos, ¿no? — dijo Ron—. Han matado ha muchos de los nuestros. Han peleado sucio también.

—Pero discutir con Griphook sobre que raza es la más misteriosa y violenta no va a ponerlo más deseoso de ayudarnos, ¿no?

Hubo una pausa mientras intentaban pensar en una solución al problema. Harry miró afuera hacia la tumba de Dobby. Luna estaba colocando lavanda de mar en un tarro de mermelada al lado de la piedra principal.

—Muy bien — dijo Ron, y Harry se volvió para verlo,

—¿Qué?

—Le decimos a Griphook que necesitamos la espada hasta que estemos dentro de la cámara y que luego podrá tenerla. Hay una falsa dentro, ¿no? Las cambiamos, y le damos la falsa.

—¡Ron, notará la diferencia mejor que nosotros!— dijo Hermione. —¡Él fue el único que notó que había habido un cambio!

—Si, pero podríamos escapar antes que se de cuenta...

Se acobardó ante la mirada que le echó Hermione.

—Eso —dijo silenciosamente—, es despreciable. ¿Pedir su ayuda, y luego traicionarlo? ¿Y tú te preguntas por qué a los duendes no les gustan los magos, Ron?

Las orejas de Ron se pusieron rojas.

—¡Esta bién, esta bién! ¡Era lo único que se me ocurría! ¿Cuál es tu solución, entonces?

—Necesitamos ofrecerle algo más, algo igual de valioso.

—Brillante, iré y traeré una de nuestras antiguas espadas hechas por duendes y tú puedes envolverla en papel de regalo.

El silencio se hizo entre ellos otra vez. Harry estaba seguro de que el duende no aceptaría nada más que la espada, aunque ellos tuvieran algo igual de valioso que ofrecerle. Pero la espada era su única, su arma indispensable contra los Horcruxes.

Cerró los ojos durante un minuto o dos y escuchó la intensidad del mar. La idea de que Gryffindor hubiera robado la espada le resultaba desagradable: Siempre había estado orgulloso de ser un Gryffindor; Gryffindor había sido el campeón de los nacidos Muggle, el mago que había chocado con el amante de la sangre pura, Slytherin....

—A lo mejor está mintiendo —dijo Harry, abriendo los ojos otra vez—. Griphook. Tal vez Gryffindor no robó la espada. ¿Como sabemos que su versión de la historia es la buena?

—¿Hay alguna diferencia?— preguntó Hermione.

—Cambia lo que siento sobre ello — dijo Harry.

Tomó un profundo respiro.

—Le diremos que le daremos la espada después de que nos ayude a entrar en la cámara... pero seremos cuidadosos de evitar decirle cuando exactamente podrá tenerla.

Una amplia sonrisa se extendió lentamente en la cara de Ron. Hermione, sin embargo, parecía alarmada.

—Harry, no podemos...

—Podrá tenerla —continuó Harry—, cuando la hallamos usado con todos los Horcruxes. Me aseguraré de que la tenga entonces. Mantendré mi palabra.

—¡Pero eso podrían ser años!— dijo Hermione.

—Si sé, pero él no la necesita. No estaré mintiendo... realmente.

Harry encontró sus ojos con una mezcla de desafío y verguenza. Recordó las palabras que habían sido grabadas sobre la entrada de Nurmengard: POR EL BIEN MAYOR. Apartó la idea. ¿Qué opción tenían?

—No me gusta —dijo Hermione.

—A mí tampoco mucho —admitió Harry.

—Bien, creo que es genial —dijo Ron, poniéndose de pie otra vez. —Vamos a decirselo.

De vuelta en la pequeña habitación, Harry hizo la oferta, cuidando de decirlo sin dar una fecha definitiva para la entrega de la espada. Hermione miró con el ceño fruncido al piso mientras hablaba; se sintió irritado con ella, con temor de que pudiese estropearlo. Sin embargo, Griphook no tenía ojos para nadie excepto para Harry.

—¿Tengo tu palabra, Harry Potter, de que me daras la espada de Gryffindor si te ayudo?—

—Si —dijo Harry.

—Entonces aprieta mi mano —dijo el duende, levantando su mano.

Harry la tomó y sacudió. Se preguntó si esos ojos negros vieron algún recelo en los suyos. Luego Griphook lo soltó, rápidamente juntó sus manos, y dijo, —¡Entonces comenzamos!—

Era como planear entrar en el ministerio de nuevo. Acordaron trabajar en la pieza más pequeña, la cual se mantenía, de acuerdo a la preferencia de Griphook, en semioscuridad.

—He visitado la cámara de Lestrange sólo una vez —les dijo Griphook—. La vez que me mandaron poner dentro la falsa espada. Es una de las cámaras más antiguas. Las familias de magos más antiguas guardan sus tesoros en el nivel más bajo, donde las cámaras son más grandes y están mejor protegidas....—

Permanecían callados en la alacena hecha habitación durante horas cada vez. Lentamente los días se convirtieron en semanas. Había un problema tras otro que resolver, y si eso no era suficiente, su abastecimiento de poción multijugos estaba considerablemente agotada.

—En realidad sólo hay suficiente para uno de nosotros —dijo Hermione, inclinando la poción espesa como fango contra la luz de la lámpara.

—Será suficiente — dijo Harry, que estaba examinando el mapa hecho a mano de Griphook de los más profundos caminos.

Los otros habitantes de la casa de campo no podían evitar notar que algo estaba pasando, ahora que Harry, Ron y Hermione solo salían a las horas de las comidas. Nadie hacía preguntas, aunque Harry constantemente sentía en la mesa los ojos de Bill en los tres, pensativo, preocupado.

Cuanto más tiempo pasaban juntos, más se daba cuenta Harry de que no le gustaba mucho el duende. Griphook era inesperadamente sangriento, se reía de la idea de causar dolor a criaturas menores y parecía agradarle la posibilidad de que tendrían que herir a otros magos para llegar a la cámara de los Lestrange. Harry podría asegurar que su aversión era compartida por los otros dos, pero no hablaron de ello. Necesitaban a Griphook.

El duende solo comió el resto de mala gana. Incluso después de que sus piernas estuvieran bien, continuó pidiendo bandejas de comida en su cuarto, como el todavía frágil Ollivander, hasta que Bill (después de un furioso arrebato de Fleur) fue arriba a decirle que la situación no podía continuar. Después Griphook se les unió a la atestada mesa, aunque rehusó comer la misma comida, insistiendo, en cambio, en pedir trozos de carne cruda, raices, y varios tipo de hongos.

Harry se sentía responsable: Era, después de todo, él quien había insistido en que el duende debería permanecer en la casa de campo para que él pudiese interrogarlo; culpa suya que toda la familia Weasley hubiese sido forzada a esconderse, que Bill, Fred, George, y el Sr. Weasley no pudiesen trabajar más.

—Lo siento —le dijo a Fleur, una tempestuosa tarde de Abril mientras le ayudaba a preparar la cena. —Nunca quise que tuvieras que lidiar con todo esto.

Ella acababa de poner algunos cuchillos a trabajar cortando en pedacitos filetes para Griphook y Bill, que prefería la carne sangrienta desde que había sido atacado por Greyback. Mientras los cuchillos cortaban tras ella, la expresión de su cara se suavizó.

—Arry, tu zagvazte la vida de mi hegmana, yo no olvido.

Eso no era, estrictamente hablando, verdad, pero Harry decidió no recordarle que Gabrielle nunca había estado en verdadero peligro.

—De todaz fogmaz —continuó Fleur, señalando un pote de salsa en el fuego, que comenzó a burbujear inmediatamente— Mg. Oggivandeg ze va donde Mugiel ezta noche. Ezo hagá las cosas máz fácilez. El duende —frunció el ceño un poco al mencionarlo— puede cambiagse abajo, y tú, Ron, y Dean podéis usag eza habitación.—

—No nos importa dormir en el salón —dijo Harry, que sabía lo que Griphook pensaría de tener que dormir en el sofá; mantener a Griphook feliz era esencial para sus planes.

—No te preocupes por nosotros.— Y cuando ella intentó protestar se fué—Estaremos fuera de tus manos pronto, Ron, Hermione y yo. No necesitaremos estar aquí mucho más.

—Pero, ¿a qué te gefieres? —dijo ella, frunciendo el ceño, su varita apuntando al fondo de la cacerola ahora suspendida en el aire.— Clago que no te debes igte, ¡estas a salvo aquí! —Se pareció más a la Sra. Weasley cuando lo dijo, y agradeció que la puerta trasera se abriese en ese momento. Luna y Dean entraron, con el cabello húmedo por la lluvia de afuera y los brazos llenos de madera que flotaba en el mar.

—... y pequeñas orejas —estaba diciendo Luna—, un poco como los hippos, decía papá, pero morado y peludo. Y si quieres llamarlos, tienes que tararear; prefieren un vals, nada muy rápido...

Sintiéndose incómodo, Dean encogió los hombros cuando pasó frente a Harry, siguiendo a Luna a la sala que era comedor y sala de estar donde Ron y Hermione ponían la mesa.

Aprovechando la oportunidad de escapar de las preguntas de Fleur, Harry agarró dos jarros de jugo de calabaza y los siguió.

—... y si alguna vez vienes a nuestra casa podré mostrarte el cuerno, papá me escribió sobre eso pero no lo he visto aún, porque los mortífagos me capturaron en el expreso de Hogwarts y no fuí a casa en navidad —estaba diciendo Luna, mientras ella y Dean avivaban el fuego.

—Luna, te lo dijimos —le dijo Hermione— Ese cuerno explotó. Era de un Erumpent, no de un Snorkack de cuerno arrugado...—

—No, era definitivamente un cuerno de Snorkack,— dijo Luna serenamente, —Papá me lo dijo. Lo habrá reformado ya probablemente, se curan a sí mismos, ¿sabes?

Hermione sacudió su cabeza y continuó poniendo los tenedores mientras Bill aparecía, conduciendo al Sr. Ollivander por las escaleras. El creador de varitas todavía se veía excepcionalmente débil, y se aferró al brazo de Bill mientras éste lo sostenía, cargando una gran maleta.

—Voy a echarle de menos, Sr. Ollivander —dijo Luna, acercándose al viejo hombre...

—Y yo a tí, querida —dijo Ollivander, dándole palmaditas en el hombro—. Fuiste un inexpresable alivio para mí en ese terrible lugar.

—Entonces, au revoir, Mg. Ollivandeg —dijo Fleur, besándolo en ambas mejillas— Y me pregunto si podría hacegme el favog de entregag un paquete a Muriel la tía de Bill!? No le he devuelto su tiaga.

— Será un honor —dijo Ollivander con una pequeña reverencia— es lo mínimo que puedo hacer en agradecimiento a su generosa hospitalidad.

Fleur sacó un gastado maletín de terciopelo, el cual abrió para mostrarselo al creador de varitas. La tiara brillaba y centelleaba a la luz de la baja lámpara colgante.

—Piedras de luna y diamantes —dijo Griphook, que había llegado furtivamente al cuarto sin que Harry lo notara. —Hecha por duendes, ¿no?

—Y pagada por magos —dijo Bill seriamente, y el duende le lanzó una mirada que era tanto furtiva como desafiante.

Un viento fuerte golpeó contra las ventanas de la casa mientras Bill y Ollivander ingresaban a la oscuridad. El resto de ellos se puso con dificultad alrededor de la mesa; codo a codo y con apenas suficiente espacio para moverse, comenzaron a comer. El fuego crujió y pasó por la rejilla a su lado. Fleur, notó Harry, simplemente jugaba con su comida; echaba un vistazo a la ventana cada poco minutos; sin embargo, Bill regresó antes que hubiesen terminado su primer plato, con el largo pelo enredado por el viento.

—Todo esta bien —le dijo a Fleur— Ollivander se instaló, mamá y papá mandan saludos. Ginny te envía todo su amor, Fred y George están sacando a Muriel de sus casillas, siguen con su negocio de pedidos mediante búhos en el cuarto trasero. Pienso que la animó tener otra vez su tiara. Dijo que pensaba que se la habíamos robado.

—Ah, es charmante (encantadora) tu tía —dijo Fleur irritadamente, agitando su varita y haciendo que los platos sucios se elevaran y formaran un montón en el aire. Los cogió y salió del cuarto.

—Mi padre esta haciendo una tiara —dijo con voz aguda Luna— Bueno, mas bien una corona, en realidad.

Ron miró a Harry y sonrió; Harry supo que se estaba acordando del absurdo tocado que habían visto en su visita a Xenophilius.

—Sí, está tratando de recrear la diadema perdida de Ravenclaw. Cree que ya ha identificado la mayoría de los elementos fundamentales. Añadir la alas billywig realmente fue un avance...

Se oyó una explosión en la puerta principal. Todo el mundo se giró hacia allí. Fleur salió corriendo desde la cocina, mirando aterrorizada; Bill se levantó rápidamente, con su varita apuntando a la puerta; Harry, Ron, y Hermione hicieron lo mismo. Silenciosamente Griphook se deslizó debajo de la mesa, fuera de la vista.

—¿Quién es?— dijo Bill.

—Soy yo, ¡Remus John Lupin! —dijo una voz sobre el aullante viento. Harry experimentó un estremecimiento de miedo; ¿que había pasado?— Soy un hombre lobo, casado con Nymphadora Tonks, y ustedes, los guardianes secretos de la casa de campo Shell, me dijeron la dirección y me ordenaron venir en caso de emergencia.

—Lupin —susurró Bill, y corrió a la puerta abriéndola.

Lupin cayó sobre el umbral. Estaba pálido, abrigado con una capa de viaje, su pelo grisáceo azotado por el viento. Se enderezó, miró alrededor del cuarto, asegurandose de quien estaba allí, luego gritó fuerte, —¡Es un niño! ¡Lo hemos llamado Ted, por el padre de Dora!—

Hermione chilló.

—Que..? Tonks... Tonks tuvo el bebé?—

—Si, si, ¡tuvo el bebé!— gritó Lupin. Todos alrededor de la mesa gritaron de placer y suspiros de alivio: Hermione y Fleur chillaron, —¡Felicidades!— y Ron dijo, —Dios, un bebé!— como si nunca hubiese escuchado eso antes.

—Si... si... un niño,— dijo Lupin otra vez, que parecía aturdido por su propia felicidad. Caminó a zancadas alrededor de la mesa y abrazó a Harry; la escena en el sotano en Grimmauld parecía no haber sucedido nunca.

—¿Serás su padrino?— dijo mientras miraba a Harry.

—Y...¿yo?— tartamudeó Harry.

—Tu, si, claro... Dora esta de acuerdo, quién mejor...

—Yo... si... Dios...

Harry se sintió abrumado, atónito, encantado; Bill se apuraba buscando el vino, y Fleur persuadía a Lupin para unírseles a tomar un trago.

—No puedo quedarme más, debo volver,— dijo Lupin, sonriendo radiante entre ellos: Parecía varios años más joven de lo que Harry nunca lo había visto.

—Gracias, gracias, Bill—

Bill pronto había llenado todas sus copas, se pararon y las levantaron en alto en un brindis.

—Por Teddy Remus Lupin,— dijo Lupin, —¡un gran mago en camino!—

—¿Como se le ve?— Fleur preguntó.

—Creo que como Dora, pero ella piensa que es como yo. Poco pelo. Parecía negro cuando nació, pero juro que cambió a jenjibre una hora después. Probablemente rubio cuando vuelva. Andrómeda dijo que el cabello de Tonks había comenzado a cambiar el día en que nació.— Vació su copa. —Oh, venga entonces, solo una más,—añadió, sonriendo radiente, mientras Bill la llenaba otra vez.

El viento azotó continuamente la pequeña casa y el fuego saltó y crujió, y Bill pronto estaba abriendo otra botella de vino. Las noticias de Lupin parecían haberlos hecho salir de sí mismos, sacándolos por un rato de su estado de sitio: las noticias de una nueva vida eran estimulantes. Sólo el duende parecía impasible ante la repentina atmósfera festiva, y tras un rato se escabulló de vuelta a la habitación que ahora ocupaba solo. Harry pensó que había sido el único que lo había notado, hasta que vió los ojos de Bill siguiendo al duende escaleras arriba.

—No... no... En realidad debo volver,— dijo Lupin al final, declinando otra copa de vino. Se levantó y se echó de nuevo la capa de viaje alrededor— Adios, adios...trataré de traer unas fotos en unos días... estarán todos tan felices de saber que os he visto...

Se sujetó la capa y se despidió, abrazando a las mujeres y apretando las manos de los hombres, luego, todavía con una radiante sonrisa, regresó a la salvaje noche.

—¡Padrino, Harry!— dijo Bill mientras caminaban a la cocina juntos, ayudando a limpiar la mesa. —¡Un verdadero honor! Felicidades!

Mientras Harry ponía abajo las copas vacías que estaba trayendo, Bill cerró la puerta detrás de él, acallando las voces aún audibles de los demás, quienes continuaban con la celebración incluso con la ausencia de Lupin.

—Quería tener una conversación privada, Harry. No ha sido fácil tener una oportunidad con la casa llena de gente.— dijo Bill indeciso— Harry, estas planeando algo con Griphook.

Era una declaración, no una pregunta, y Harry no se molestó en negarlo. Simplemente miró a Bill, esperando.

—Conozco a los duendes,— dijo Bill. —He trabajado para Gringotts desde que deje Hogwarts. Hasta el punto en que magos y duendes pueden ser amigos, tengo amigos duendes.. o, al menos, duendes que conozco bien y me agradan.— Dijo, otra vez indeciso— Harry, que quieres de Griphook, y que le prometiste en recompensa.

—No puedo decirtelo —dijo Harry— Lo siento, Bill.

La puerta de la cocina se abrió detrás de ellos; Fleur estaba tratando de traer más copas vacías.

—Espera —le dijo Bill— Solo un momento.

Ella se volvió y cerró la puerta otra vez.

—Entonces tengo que decirte esto —continúo Bill— Si has cerrado cualquier clase de negocio con Griphook, y particularmente si ese negocio envuelve un tesoro, debes ser excepcionalmente cuidadoso. Las nociones de los duendes de propiedad, pagos, y reembolso no son las mismas que las humanas.

Harry sintió un ligero retorcimiento de disconformidad, como si una pequeña serpiente se hubiese agitado dentro de él.

—A qué te refieres?— le preguntó.

—Estamos hablando de una manera diferente de ser —dijo Bill.— Los negocios entre magos y duendes han estado llenos de problemas durante siglos.. pero sabrás todo eso por la Historia de la Magia. Ha habido faltas de ambos lados, nunca alegaría que los magos han sido inocentes. Sin embargo, hay una creencia entre algunos duendes, y los de Gringotts son quizas más propensos, de que los magos no son fiables en asuntos de oro y tesoros, que no tienen respeto a las posesiones de los duendes.

—Yo respeto...— Harry comenzó, pero Bill sacudió su cabeza.

—Tu no entiendes, Harry, nadie puede entenderlo a menos que hayan vivido con duendes. Para un duende, el legítimo y verdadero dueño de cualquier objeto es el creador, no el comprador. Todos los objetos hechos por duendes son, a sus ojos, legítimamente suyos.

—Pero fue comprado...—

—...entonces ellos lo consideraran alquilado por el que pago. Ellos tienen, sin embargo, serias dificultades en aceptar la idea de objetos hechos por duendes que pasan de mago en mago. Viste la cara de Griphook cuando la tiara pasó bajo sus ojos. Lo desaprueba. Creo que piensa, como los mas violentos de su tipo, que deberían ser devueltas a los duendes una vez que el comprador original muere. Ellos consideran nuestro hábito de quedarnos con objetos hechos por duendes, pasando de mago a mago sin un mayor pago, poco más que un robo.

Harry tuvo la sensasión de que algo no oportuno acababa de pasar; se preguntó si Bill adivinaba mas de lo que él le estaba diciendo.

—Todo lo que estoy diciendo,— dijo Bill, poniendo su mano en la puerta que volvía a la sala de estar— es que hay que ser muy cuidadoso en lo que le prometes a los duendes, Harry. Sería menos peligroso entrar ala fuerza en Gringotts que renegar de una promesa a un duende.

—Esta bien —dijo Harry mientras Bill abría la puerta— Gracias. Lo tendré en cuenta.

Mientras él continuaba allí, Bill volvió con los demás. Un irónico pensamiento vino a él, sin duda del vino que había bebido. Parecía ya en proceso de convertirse en un padrino tan imprudente para Teddy Lupin como Sirius Black lo había sido para él.

 

 

Capítulo 26

Gringotts

Sus planes estaban hechos, los preparativos completos; en el dormitorio mas pequeño un solo cabello negro, largo y grueso (tomado del jersey que Hermione había estado usando en Malfoy Manor) estaba enrollado dentro de un pequeña ampolleta de cristal sobre la repisa de la chimenea.

—Y estarás usando su propia varita, —dijo Harry, señalando hacia la varita de nogal—, así que considero que resultaras muy convincente.

Mientras la levantaba, Hermione parecía asustada como si la varita pudiera picarla o morderla.

—Odio esta cosa, —dijo en voz baja—. Realmente la odio. Se siente tan mal, no funciona bien para mí… Es como un poco de ella.

Harry no podía evitar recordar como Hermione había desechado su aversión por la varita de endrino, cuando esta no funciono tan bien como la suya, insistiendo en que se estaba imaginando cosas, diciéndole que simplemente practicara. Opto por no repetirle su propio consejo, de todas formas, la víspera de su intento de asalto a Gringotts parecía el peor momento para contrariarla.

—Sin embargo, tal vez te ayude a meterte en su personalidad —dijo Ron—. Piensa en todas las cosas que esa varita ha hecho.

—¡Pues ese es mi punto! —Dijo Hermione—. Esta es la varita que torturo a la madre y al padre de Neville, y ¿quién sabe a cuanta gente más? ¡Esta es la varita que mató a Sirius!

Harry no había pensado en eso; miro hacia la varita y fue invadido por un impulso brutal de romperla, de partirla por la mitad con la espada de Griffindor, que estaba apoyada contra la pared detrás de el.

—Extraño mi varita, —dijo Hermione miserablemente—. Desearía que el Sr. Ollivander me hubiera hecho otra varita a mi también.

Esa mañana el Sr. Ollivander le había enviado una nueva varita a Luna. En ese momento ella estaba afuera en el jardín trasero, probando sus capacidades bajo el sol del atardecer. Dean, que había perdido su varita con los Snatchers, estaba mirándola un tanto melancólico.

Harry bajo la mirada hacia la varita de espino que alguna vez había pertenecido a Draco Malfoy. Se había sentido sorprendido, pero satisfecho al descubrir que le funcionaba por lo menos tan bien como lo había hecho la de Hermione. Recordando lo que les había dicho Ollivander de los funcionamientos secretos de las varitas, Harry creyó que sabia cual era el problema de Hermione. Al no haberla tomado personalmente de Bellatrix, no había podido ganarse la lealtad de la varita.
La puerta de la habitación se abrió y Griphook entro. Por instinto, Harry se estiró para asir la empuñadura de la espada y la jalo cerca de él, pero lamento la acción inmediatamente. Podría asegurar que el gnomo lo había notado. Intentando distraer la atención sobre el bochornoso momento, dijo, —Estábamos revisando los detalles de último minuto, Griphook. Le hemos dicho a Bill y Fleur que nos vamos mañana y que no se levanten para vernos partir.

Se habían mantenido firmes sobre este punto porque Hermione necesitaría trasformarse en Bellatrix antes de que se fueran, y cuanto menos supieran o sospecharan Bill y Fleur, acerca de lo que iban a hacer, mejor. También les habían explicado que no iban a regresar. Como habían perdido la vieja tienda de Perkins la noche que los Snatchers los capturaron, Bill les había prestado otra. Estaba ahora empacada dentro del bolso de cuentas, el cual, Harry quedo sorprendido al enterarse, Hermione había protegido de los Snatchers con el sencillo y oportuno hecho de esconderlo dentro de su calcetín.

A pesar de que extrañaría a Bill, Fleur, Luna y Dean, sin mencionar las comodidades hogareñas que habían disfrutado por las últimas semanas, Harry estaba ansioso de escapar del confinamiento de Shell Cottage. Estaba cansado de tratar de cerciorarse que no eran escuchados por casualidad, cansado de estar encerrado en la pequeña y oscura habitación. Sobretodo, deseaba librarse de Griphook. Sin embargo, exactamente como y cuando dejaría al gnomo sin devolverle la espada de Griffindor continuaba siendo una pregunta para la cual Harry no tenia respuesta. Había sido imposible decidir como iban a hacerlo, porque el gnomo raramente dejaba solos a Harry, Ron y Hermione por más de cinco minutos seguidos.

—Podría darle lecciones a mi madre, —gruño Ron—, mientras los largos dedos del gnomo continuaban apareciendo en las orillas de las puertas. Con la advertencia de Bill en mente, Harry no podía dejar de sospechar que Griphook estaba cuidándose de una posible triquiñuela. Hermione desaprobaba tan apasionadamente el engaño planeado que Harry había dejado de intentar recurrir a su inteligencia sobre la mejor forma de hacerlo. Ron, en las raras ocasiones que habían tenido la oportunidad de robar unos pocos momentos libres de Griphook, había salido con nada mejor que: Tendremos que irnos volando, colega.

Harry durmió mal esa noche. Yaciendo quieto en las primeras horas, pensó de nuevo en la manera en que se había sentido la noche anterior a que se hubieran infiltrado en el Ministerio de Magia y recordó haberse sentido decidido, casi excitado. Ahora estaba experimentando sacudidas de ansiedad, dudas persistentes; no podía sacudirse el miedo de que todo fuera a ir mal. Seguía repitiéndose que su plan era bueno, que Griphook sabia a lo que se estaban enfrentando, que estaban bien preparados para todas las dificultades que podrían encontrarse, aun así se sentía inquieto. Una o dos veces escucho a Ron revolverse y estaba seguro de que también estaba despierto, pero estaban compartiendo la habitación con Dean, por lo que Harry no hablo.

Fue un alivio cuando llegaron las seis en punto y pudieron escurrirse de sus bolsas de dormir, vestirse en la penumbra, y salir al jardín, donde iban a encontrarse con Hermione y Griphook. El amanecer era frío, pero ahora que estaba llegando Mayo había poco viento. Harry miro hacia las estrellas que aun brillaban tenuemente en el cielo oscuro y escucho el mar golpeando al avanzar y retirarse contra el acantilado; iba a extrañar el sonido.

Pequeños brotes verdes estaban forzando su camino sobre la tierra roja de la tumba de Dobby, dentro de un año el montículo estaría cubierto de flores. La piedra blanca que tenía grabado el nombre del elfo ya había adquirido una apariencia desgastada. Ahora se daba cuenta que difícilmente podrían haber encontrado un lugar mas hermoso para que Dobby descansara, pero Harry se lleno de tristeza al pensar en dejarlo atrás. Mirando hacia la tumba, se pregunto de nuevo como había sabido el elfo a donde ir a rescatarlos. Sus dedos se movieron distraídamente hacia el pequeño bolso que colgaba de su cuello, a través del cual podía sentir el fragmento de espejo en el que había estado seguro que había visto el ojo de Dumbledore. Entonces el ruido de una puerta abriéndose le hizo mirar alrededor.

Bellatrix Lestrange caminaba a zancadas sobre el césped hacia ellos, acompañada por Griphook. Mientras caminaba iba remetiendo el pequeño bolso de cuentas en el bolsillo interior del otro juego de antiguas túnicas que habían tomado de Grimmauld Place. A pesar de que Harry sabía perfectamente bien que era realmente Hermione, no pudo evitar un temblor de repudio. Era más alta que él, el cabello largo y negro le bajaba ondulado por la espalda, sus ojos claramente desdeñosos al posarse en él; pero entonces hablo, y escucho a Hermione con la voz baja de Bellatrix.

—¡Ella sabe horrible, peor que gurdirraiz! De acuerdo Ron, acércate para que pueda hacerte…

—Bien, pero recuerda que no me gusta la barba muy larga.
—Por Dios Santo, esto no se trata de lucir bien.

—No es eso, ¡se pone en medio! Pero me gustaría mi nariz una pizca mas corta, trata de hacerla igual que la vez pasada.

Hermione suspiro y empezó a trabajar, refunfuñando bajo su aliento mientras transformaba algunos aspectos de la apariencia de Ron. Iba a recibir una identidad completamente falsa, y confiaban en la malévola aura de Bellatrix para protegerlo. Mientras tanto Harry y Griphook iban a estar ocultos debajo de la capa de invisibilidad.

—Listo —dijo Hermione—, ¿Qué tal se ve, Harry?

Era posible distinguir algo de las facciones de Ron bajo el disfraz, pero solo, pensó Harry, debido a que lo conocía tan bien. El cabello de Ron era ahora largo y ondulado; tenía barba y bigote castaños, ninguna peca, nariz chata y cejas espesas.

—Bueno, no es mi tipo, pero funcionara, —dijo Harry—. ¿Nos vamos entonces?

Los tres volvieron la vista hacia Shell Cottage, que lucia oscura y silenciosa bajo las tenues estrellas, después se dieron la vuelta y caminaron hacia el punto, apenas más allá de la pared divisoria, donde el encantamiento Fidelius dejaba de funcionar y podrían desaparecerse.

Una vez que pasaron la puerta, Griphook hablo. —¿Creo que debería trepar ahora, Harry Potter?

Harry se inclino y el gnomo se trepo en su espalda, con las manos unidas al frente de la garganta de Harry. No era pesado, pero a Harry le desagradaba la sensación del gnomo y la sorprendente fuerza con la que se aferró. Hermione sacó la capa de invisibilidad del bolso de cuentas y la lanzó sobre ambos.

—Perfecto, —dijo agachándose para revisar los pies de Harry—. No puedo ver nada. Vamos.

Harry se dio la vuelta sobre el terreno, con Griphook sobre sus hombros, concentrándose con todo su ser en el Caldero Chorreante, la posada que era la entrada al Callejón Diagon. El gnomo se aferró incluso mas fuerte mientras se movían en la oscuridad opresora, y segundos después los pies de Harry encontraron el pavimento y abrió los ojos en Charing Cross Road. Ajetreados muggles pasaban con la típica expresión abatida de primera hora de la mañana, bastante inconscientes de la existencia de la pequeña posada.

El bar del Caldero Chorreante estaba casi desierto. Tom, el encorvado y desdentado encargado, estaba puliendo vasos de cristal detrás de la barra; un par de brujos que conversaban en murmullos en una esquina lejana echaron un vistazo hacia Hermione y se volvieron de vuelta a las sombras.

—Madam Lestrange, —murmuro Tom, y cuando Hermione se detuvo brevemente inclino la cabeza servilmente.

—Buenos Días, —dijo Hermione, y mientras Harry se movía lentamente a un lado, aun cargando a cuestas a Griphook bajo la capa, vio a Tom parecer sorprendido.

—Demasiado amable, —susurró Harry al oído de Hermione mientras salían de la posada hacia el minúsculo patio trasero—. ¡Necesitas tratar a la gente como si fuera basura!

—¡Vale, vale!

Hermione sacó la varita de Bellatrix y golpeó un ladrillo de la indefinible pared que había frente a ellos. Inmediatamente los ladrillos empezaron a dar vueltas y a girar, un agujero apareció en el centro, que creció más y más amplio, formando finalmente una entrada arqueada hacia la calle estrecha adoquinada que era el callejón Diagon.

Estaba en calma, apenas iba a ser hora de que las tiendas abrieran, y había muy pocos compradores. La tortuosa calle adoquinada se veía muy diferente ahora del ajetreado lugar que Harry había visitado antes de su primer año en Hogwarts, tantos años atrás. Aunque, desde su última visita, muchas tiendas habían sido clausuradas con tablones, también habían sido creados muchos establecimientos dedicados a las artes oscuras. La propia cara de Harry lo saludo desde los muchos carteles pegados sobre las ventanas, siempre titulados con las palabras INDESEABLE NUMERO UNO.

Un grupo de gente andrajosa estaba sentada amontonada en los umbrales. Los escucho gimiendo a los pocos transeúntes, suplicando por oro, insistiendo en que ellos eran verdaderos magos. Un hombre tenía un vendaje ensangrentado sobre un ojo.

Mientras caminaban por la calle, los mendigos vislumbraron a Hermione. Parecieron esfumarse ante ella, cubriendo sus rostros con capuchas y alejándose tan rápido como podían. Hermione los miro con curiosidad, hasta que el hombre con el vendaje sangriento avanzo, cruzándose en su camino.

—Mis hijos, —grito, apuntándola. Su voz era mordaz, estridente, sonaba fuera de si—. ¿Dónde están mis hijos? ¿Qué ha hecho él con ellos? ¡Tú lo sabes, tú lo sabes!

—Y… yo realmente… —balbuceo Hermione.

El hombre se lanzo hacia ella, buscando su garganta. Entonces, con un estallido y una explosión de luz roja fue lanzado de vuela al suelo, inconsciente. Ron estaba parado allí, su varita aun a la vista y detrás de la barba se apreciaba su rostro conmocionado. Rostros aparecieron en las ventanas en cada lado de la calle, mientras un pequeño grupo de transeúntes de apariencia próspera recogieron sus túnicas y se separaron en apacibles trotes, apurados por abandonar la escena.
Su entrada en el Callejón Diagon difícilmente podría haber sido más notoria; por un momento Harry se preguntó si tal vez no seria mejor irse ahora y tratar de idear un mejor plan. Sin embargo, antes de que se pudieran mover o consultar uno al otro, escucharon un grito detrás de ellos.

—¡Pero si es Madam Lestrange!

Harry giro y Griphook apretó su agarre alrededor del cuello de Harry. Un mago alto y delgado con una espesa corona de cabello gris y una nariz larga y afilada avanzaba a zancadas hacia ellos.

—Es Travers, —silbo el gnomo al oído de Harry, pero en ese momento Harry no podía pensar en quien era Travers. Hermione se había enderezado hasta su altura completa y dijo con tanto desprecio como pudo reunir:

—¿Y que es lo que quieres?

Travers detuvo sus andares, claramente ofendido.

—¡Es otro mortifago! —dijo Griphook en voz baja, y Harry se hizo a un lado para repetir la información en el oído de Hermione.

—Intentaba solamente saludarte, —dijo Travers fríamente—, pero si mi presencia no es bienvenida…

Ahora Harry reconoció su voz, Travers era uno de los mortifagos que habían sido convocados a la casa de Xenophilius.

—No, no, para nada, Travers, —dijo Hermione rápidamente, tratando de cubrir su error—. ¿Cómo estas?

—Bueno, debo confesar que estoy sorprendido de verte afuera y aquí, Bellatrix.

—¿En serio? ¿Por qué? —pregunto Hermione.

—Bueno, —tosió Travers—, escuche que los habitantes de Malfoy Manor estaban confinados a la casa, después de… ah… la fuga.

Harry rogó para que Hermione pudiera mantener el control. Si eso era cierto y se suponía que Bellatrix no debía estar fuera en público…

—El Señor Oscuro perdona a aquellos que lo sirvieron tan fielmente en el pasado, —dijo Hermione en una magnifica imitación de los modales mas despectivos de Bellatrix—. Tal vez tu credibilidad con él no es tan buena como la mía, Travers.

Aunque el mortifago parecía ofendido, también parecía menos sospechoso. Miro hacia el hombre al que Ron acababa de aturdir.

—¿Cómo te ofendió?

—No importa, no volverá a hacerlo, —dijo Hermione fríamente.

—Algunos de estos sin varita pueden ser molestos, —dijo Travers—. Mientras no hagan nada mas que mendigar no tengo objeción, pero uno de ellos realmente me pidió que abogara por su caso ante el Ministro la semana pasada. Soy un brujo, sir, soy un brujo, déjeme probárselo dijo en una representación chillona. Como si yo fuera a darle mi varita… ¿Pero la varita de quien —dijo Travers con curiosidad—, estas usando por el momento, Bellatrix? Escuche que la tuya fue…

—Tengo mi varita aquí, —dijo Hermione fríamente, sosteniendo en alto la varita de Bellatrix—. No se que rumores has estado escuchando, Travers, pero lamentablemente parece que has sido mal informado.

Travers pareció un poco desconcertado con esto, y entonces se volvió hacia Ron.

—¿Quién es tu amigo? No lo reconozco.

—Ese es Dragomir Despard, —dijo Hermione, habían decidido que un personaje extranjero ficticio era la cobertura más segura para que asumiera Ron —. Habla muy poco Ingles, pero simpatiza con las aspiraciones del Señor Oscuro. Ha viajado hasta aquí desde Transilvania para ver nuestro nuevo régimen.

—¿En serio? ¿Cómo estas, Dragomir?

—¿U tu? —dijo Ron, extendiéndole la mano.

Travers extendió dos dedos y tomo la mano de Ron como si tuviera miedo de ensuciarse.
—Entonces ¿Qué te trae a ti y a tu…ah… amigo simpatizante al Callejón Diagon tan temprano? —pregunto Travers.

—Necesito visitar Gringotts, —dijo Hermione.

—Ay, yo también, —dijo Travers—. ¡Oro, asqueroso oro! No podemos vivir sir él, si lo confieso, deploro la necesidad de relacionarnos con nuestros amigos de dedos largos.

Harry sintió que las manos entrelazadas de Griphook, se estrechaban momentáneamente alrededor de su cuello.

—¿Vamos? —dijo Travers, haciendo ademanes para que Hermione se adelantara.

Hermione no tuvo más opción que avanzar junto a él y encaminarse por la calle torcida y adoquinada hacia el lugar donde el edificio, blanco como la nieve, de Gringotts se alzaba por sobre las otras pequeñas tiendas. Ron avanzó a un lado de ellos y Harry y Griphook los siguieron.

Un mortífago en guardia era la última cosa que necesitaban y lo peor de todo era que con Travers emparejado al lado de quien el creía era Bellatrix, no existía manera de que Harry pudiera comunicarse con Hermione o Ron. Demasiado pronto llegaron al pie de los escalones de mármol que llevaban a las grandes puertas de bronce. Como Griphook ya les había advertido, los gnomos en librea que usualmente franqueaban la entrada habían sido reemplazados por dos magos, los cuales sostenían largas y delgadas varas doradas.

—¡Ah, Probity Probes, —suspiro Travers teatralmente—, tan crudo… pero tan efectivo!

Y subió los escalones, saludando a izquierda y derecha a los magos, que alzaron sus varas doradas y las pasaron arriba y abajo por su cuerpo. Las sondas, sabia Harry, detectaban hechizos de ocultamiento y objetos mágicos ocultos. Sabiendo que tenía solo segundos, Harry apunto la varita de Draco hacia cada uno de los guardias y murmuro: —Confundo —dos veces. Inadvertido por Travers, que miraba a través de las puertas de bronce hacia el recibidor interno, cada uno de los guardias dio un pequeño brinco cuando los hechizos los golpearon.

El largo cabello negro de Hermione ondulo detrás de ella mientras subía los escalones.

—Un momento Madam, —dijo el guardia, alzando su sonda.

—¡Pero si acaba de hacer eso! —dijo Hermione con la voz dominante y arrogante de Bellatrix. Travers volteo, con las cejas alzadas. El guardia estaba confundido. Miro fijamente la sonda dorada y después a su compañero, que dijo con una voz levemente confundida, —Si, acabas de revisarlos, Marius.

Hermione avanzo, con Ron a su lado, Harry y Griphook trotando invisibles detrás de ellos. Harry echo un vistazo detrás mientras cruzaban el umbral. Ambos magos se estaban rascando la cabeza.

Dos gnomos estaban parados ante las puertas internas, que estaban hechas de plata y que tenían grabada la poética advertencia de un terrible castigo para potenciales ladrones. Harry la miró y le llego un repentino y punzante recuerdo: estar parado en ese mismo punto el día que cumplió once años, el mas maravilloso cumpleaños de su vida, y Hagrid parado a su lado diciendo: Como te dije, si, hay que estar loco para intentar robar aquí. Gringotts había parecido un lugar de ensueño ese día, el deposito encantado de un tesoro de oro que nunca había sabido que poseía, y ni siquiera por un instante podría haber soñado que volvería para asaltarlo… Pero en segundos estuvieron parados en el extenso vestíbulo de mármol del banco.

El largo mostrador estaba atendido por gnomos sentados en altos taburetes atendiendo a los primeros clientes del día. Hermione, Ron y Travers se dirigieron hacia un viejo gnomo que estaba examinando una gruesa moneda de oro con una lente. Hermione dejo que Travers se adelantara bajo el pretexto de estar explicando las características del vestíbulo a Ron.

El gnomo dejo la moneda que estaba sosteniendo a un lado, diciéndole a nadie en particular, —Leprechaun, —y después saludo a Travers, que le pasó una pequeña llave dorada, que fue examinada y devuelta a él.

Hermione dio un paso adelante.

—¡Madame Lestrange! —dijo el gnomo, evidentemente asustado—. ¡Vaya! ¿Cómo… como puedo ayudarla?

—Quisiera entrar a mi bóveda, —dijo Hermione.

El viejo gnomo pareció retroceder un poco. Harry echo un vistazo alrededor. No solamente Travers estaba expectante, mirando, sino que otros tantos gnomos habían levantado la mirada de sus labores para quedarse mirando hacia Hermione.

—¿Tiene una… identificación? —pregunto el gnomo.

—¿Identificación? ¡N… nunca me habían pedido identificación antes! —dijo Hermione.

—¡Lo saben, —susurro Griphook al oído de Harry—, deben haber sido advertidos de que podría haber un impostor!

—Con su varita será suficiente, madam, —dijo el gnomo. Extendió una mano levemente temblorosa, con un terrible estallido de entendimiento Harry supo que los gnomos de Gringotts estaban al tanto de que la varita de Bellatrix había sido robada.

—¡Hazlo ahora, hazlo ahora, —susurro Griphook al oído de Harry—, la maldición Imperius!

Harry alzo la varita de espino debajo de la capa, señalando hacia el viejo gnomo, y susurrando, por primera vez en su vida, —¡Imperio!

Una curiosa sensación bajo por el brazo de Harry, sintió como un hormigueo, un ardor que pareció fluir desde su mente, bajo los tendones y venas conectándolo con la varita y la maldición que acababa de ser ejecutada. El gnomo tomo la varita de Bellatrix, la examino detenidamente, y entonces dijo, —¡Ah, usted tiene una varita nueva, Madam Lestrange!

—¿Qué? —Dijo Hermione—. No, no, esa es mía…

—¿Una nueva varita? —dijo Travers, acercándose al mostrador nuevamente; los gnomos de alrededor seguían observándolos—. Pero ¿Cómo lo conseguisteis, que fabricante de varitas utilizaste?

Harry actuó sin pensar. Apuntando su varita a Travers, murmuro, —¡Imperio! —una vez más.

—Oh si, ya veo, —dijo Travers, mirando hacia la varita de Bellatrix—, si, muy hermosa, y ¿esta trabajando bien? Siempre he creído que las varitas requieren un pequeño ablande, ¿no crees?

Hermione parecía completamente desconcertada, pero para el enorme alivio de Harry acepto el extraño giro de los acontecimientos sin ningún comentario.
El viejo gnomo detrás del mostrador batió palmas y un joven gnomo se acerco.

—Necesitare los Clankers, —le dijo al gnomo, que se fue y regreso un momento mas tarde con un bolso de piel que parecía estar lleno de metal entrechocándose, y que entrego a su superior. —¡Bien, bien! Entonces, si gusta seguirme, Madam Lestrange, —dijo el viejo gnomo, bajándose de su taburete y desapareciendo de la vista—. La llevare a su bóveda.

Apareció a la vuelta del extremo del mostrador, trotando felizmente hacia ellos, el contenido del bolso de piel aun resonando. Travers estaba ahora parado absolutamente quieto con la boca completamente abierta. Ron estaba llamando la atención hacia este raro fenómeno al quedarse mirando a Travers totalmente confundido.

—¡Espera…Bogrod!
Otro gnomo vino dándole la vuelta al mostrador.

—Tenemos instrucciones, —dijo con una reverencia hacia Hermione—. Perdóneme, Madam, pero hay instrucciones especiales respecto a la bóveda Lestrange.

Le susurro urgentemente al oído de Bogrod, pero el gnomo que estaba bajo la maldición Imperio lo hizo a un lado.

—Estoy al tanto de las instrucciones, Madam Lestrange desea visitar su bóveda… Familia muy antigua… viejos clientes… Por aquí, por favor…

Y, aun tintineando, se apresuro hacia una de las muchas puertas que conducían fuera del vestíbulo. Harry miro atrás hacia Travers, que estaba aun paralizado en el sitio luciendo anormalmente ausente, y tomo una decisión. Con un golpe de su varita hizo que Travers los acompañara, caminando mansamente en su avanzar mientras alcanzaban la puerta y pasaban al estrecho pasillo de piedra mas allá, que estaba débilmente iluminado con antorchas.

—Estamos en problemas, ellos sospechan, —dijo Harry mientras la puerta se cerraba de golpe detrás de ellos y se quitaba la capa de invisibilidad. Griphook salto desde sus hombros, ni Travers ni Bogrod mostraron la mas mínima sorpresa por la repentina aparición de Harry Potter entre ellos. —Están bajo la maldición Imperio, —agrego, en respuesta a las preguntas confundidas de Hermione y Ron acerca de Travers y Bogrod, que estaban ahora allí parados luciendo perplejos. —No creo haberlo hecho lo suficientemente fuerte, No lo se…

Y otro recuerdo atravesó su memoria, sobre la verdadera Bellatrix Lestrange chillándole cuando por primera vez intento usar una maldición imperdonable. ¡Tienes que sentirlas, Potter!

—¿Qué hacemos? —pregunto Ron—. ¿Nos vamos ahora, cuando aun podemos?

—Si es que podemos, —dijo Hermione, mirando detrás hacia la puerta del vestíbulo principal, tras la cual quien podía saber lo que estaba ocurriendo.

—Hemos llegado hasta aquí, digo que continuemos, —dijo Harry.

—¡Vale!, —dijo Griphook—. Entonces, necesitamos a Bogrod para controlar el carro, yo ya no tengo la autoridad. Pero no habrá lugar para el mago.

Harry apunto su varita hacia Travers.

—¡Imperio!
El mago se dio la vuelta y camino hacia el oscuro camino con un paso elegante.

—¿Qué estas obligándolo a hacer?

—Esconderse, —dijo Harry mientras apuntaba su varita hacia Bogrod, que silbo y un pequeño carro apareció, saliendo de la oscuridad, acercándose por los rieles hacia ellos. Harry estaba seguro que podía escuchar gritos detrás de ellos en el vestíbulo mientras se subían, Bogrod al frente con Griphook, Harry, Ron y Hermione apretados en la parte de atrás.

Con un tirón el carro se puso en marcha, ganando velocidad. Pasaron volando por un lado de Travers, que estaba retorciéndose en una grieta en la pared, entonces el carro empezó a girar y dar vueltas por los pasillos como laberintos, yendo hacia abajo todo el tiempo. Harry no podía escuchar nada por sobre el traqueteo del carro sobre las vías. Su cabello volaba detrás de el mientras se desviaban entre estalactitas, volando aun mas profundo en la tierra, pero evito echar un vistazo hacia atrás. Tal vez estaban dejando enormes huellas detrás de ellos, entre mas pensaba en ello, mas tonto le parecía haber disfrazado a Hermione como Bellatrix, haber traído con ellos la varita de Bellatrix, cuando los mortifagos sabían quien la había robado…

Estaban aun mas profundo de lo que nunca Harry había penetrado en Gringotts; tomaron una curva volando y vieron frente a ellos, con segundos para evitarla, una cascada bañando los rieles. Harry escucho a Griphook gritar —¡No! —pero no frenaron. La atravesaron. El agua cubrió los ojos y la boca de Harry. No podía ver ni respirar. Entonces con un sacudida tremenda, el carro dio un tirón y todos salieron volando de el. Harry escucho al carro romperse en pedazos contra la pared del pasillo, escucho a Hermione chillar algo, y sintió que se deslizaba sobre la tierra como si no pesara nada, aterrizando sin dolor sobre el rocoso piso del pasaje.

—Hechizo C... Cushioning, —farfulló Hermione, mientras Ron la ayudaba a ponerse de pie, pero para horror de Harry vio que ya no era Bellatrix; en su lugar estaba parada allí con la túnica demasiado grande, empapada y siendo completamente ella misma; Ron tenía el cabello rojo de nuevo y no tenia barba.

—¡La Caída del Ladrón! —dijo Griphook, poniéndose de pie y viendo hacia atrás hacia el aguacero sobre los rieles, el cual, ahora sabía Harry, había sido más que solo agua—. ¡Se lleva todos los encantamientos, todos los ocultamientos mágicos! ¡Saben que hay impostores en Gringotts, han puesto sus defensas contra nosotros!
Harry vio a Hermione revisando para ver si aun tenía el bolso de cuentas, y rápidamente metió la mano bajo la chaqueta pasa asegurarse que no había perdido la capa de invisibilidad.

Después se dio la vuelta para ver a Bogrod sacudir la cabeza con desconcierto. La Caída del Ladrón parecía haberlo liberado de la maldición Imperio.

—Lo necesitamos —dijo Griphook—, no podemos entrar a la bóveda sin un gnomo de Gringotts. ¡Y necesitamos los Clankers!

—¡Imperio! —dijo nuevamente Harry, su voz hizo eco por el pasillo de piedra mientras sentía el pesado sentido de control que fluía del cerebro a la varita. Bogrod se sometió una vez mas a su voluntad, su expresión desconcertada cambio a una educada indiferencia, mientras Ron se apresuro a levantar el bolso de piel con las utensilios de metal.

—¡Harry, creo que puedo escuchar gente acercándose! —dijo Hermione, mientras apuntaba la varita de Bellatrix hacia la cascada y gritaba: —¡Protego! —Vieron el encantamiento escudo detener el flujo del agua encantada que bajaba por el pasillo.

—Bien pensado —dijo Harry—. Guíanos, Griphook.

—¿Cómo vamos a salir de aquí? —pregunto Ron mientras se apresuraban dentro de la oscuridad detrás de gnomo, Bogrod que jadeaba como un perro viejo.

—Preocupémonos por eso cuando tengamos que hacerlo —dijo Harry. Estaba tratando de escuchar. Pensó que podía escuchar algo cerca moviéndose alrededor—. ¿Griphook, estamos lejos?

—No muy lejos, Harry Potter, no muy lejos…

Y entonces dieron la vuelta a una esquina y vieron la cosa para la cual Harry se había preparado, pero que hizo que todos se detuvieran.

Un gigantesco dragón estaba atado a la tierra frente a ellos, bloqueando el acceso a cuatro o cinco de las bóvedas mas profundas del lugar. Las escamas de la bestia se había vuelto pálidas y quebradizas durante su largo encarcelamiento bajo tierra, sus ojos eran rosa lechoso, ambas piernas traseras


Date: 2015-12-11; view: 497


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