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Reflexiones y lamentos

¡El momento ha llegado al fin!

Es 22 de marzo. La ceremonia ha pasado volando y yo he entrado en clase.

Todos me han escrito mensajes de despedida en un papel.

Yo quería gritar: “¡Gracias por ayudarme siempre! Nunca os olvidaré. Me voy a otro instituto pero seguiré dando lo mejor de mí. Espero que no olvidéis a Aya, la chica discapacitada”… Pero no he podido parar de llorar.

S-chan, Y-ko-chan…

“A veces es un rollo tener que ayudar a Aya todo el tiempo”. Mi profesor me dijo que eso lo habían dicho mis amigas.

No sé por qué nunca me di cuenta. Siempre estuve concentrada en mí misma. Es culpa mía que todo el mundo se haya sentido así.

¡Ah! ¡No digas nada más! Ya he reflexionado suficiente sobre lo que he hecho mal…

En el Festival de Tanabata escribí: “Quiero ser una chica normal” y mi hermana se enfadó conmigo y me preguntó: “¿Qué es lo que te diferencia tanto de una chica normal?”.

Quería replicar: “¿Qué tiene de malo escribir la verdad?”.

Me di cuenta de que es muy difícil admitir que eres discapacitado, aunque sepas que lo eres.

 

Ruego directo

Perfil de la Doctora Yamamoto Hiroko.

Es bajita, con el pelo corto y lleva gafas. Siempre lleva una bata blanca, pero sus pendientes y sus anillos no son demasiado extravagantes, lo que le da una apariencia a la moda pero no demasiado llamativa.

Ha sido mi doctora desde que ingresé en el Hospital Universitario de Nagoya. Cuando se trasladó al Hospital Universitario Fujita, me llamó para que también pudiera cambiar de hospital.

Es inteligente, puntual y rápida en todo lo que hace. Se puede confiar en ella y, a veces, me ha llevado a otros hospitales para que me hicieran exámenes médicos. Es una persona increíble.

Cuando le pregunté: “¿En qué instituto se graduó?”.

Ella simplemente contestó: “Meiwa”.

Incluso yo sé que Meiwa es un instituto para la élite. Me contó que, después de graduarse en Meiwa, entró en la Universidad de Nagoya. Me gusta porque nunca presume y siempre es muy cariñosa.

Cuando estoy con ella, no puedo desplegar mi lado perezoso.

Durante año y medio he seguido acudiendo al hospital, incluso a veces he estado ingresada, pero yo sabía que mi enfermedad estaba empeorando.

Quizá porque las células de mi cerebro se están destruyendo, mis movimientos son cada vez más torpes y tengo problemas para mover las piernas porque no puedo doblar las rodillas.

Ya no puedo hablar en voz muy alta y solo puedo decir una palabra cada vez. Ni siquiera puedo reírme a carcajadas. Cuando lo intento, lo único que consigo es un “wawawa”.

Trago sin masticar sin darme cuenta y estoy perdiendo la fuerza en la lengua.



Cuando vuelva al hospital, voy a preguntarle a la doctora: “Sin esconderme la verdad, por favor, dígame qué me está pasando”.

Me da miedo preguntar pero tengo que pensar en mi futuro. Dependiendo de su respuesta, quizá necesite replantearme cómo voy a continuar viviendo mi vida.

 

De compras

Mi madre estaba haciendo llamadas a diferentes lugares cuando, de repente, ha gritado desde abajo: “Vamos a llevar a Aya a Yuni (1). Dicen que tienen una silla de ruedas así que Aya puede venir”.

Fue durante las vacaciones de primavera así que estábamos todos en casa. Después de esperar una eternidad a que yo estuviera lista, me metieron en el coche y nos fuimos. En quince minutos estábamos en Yuni.

Con mi bolso favorito colgado del cuello, eché un vistazo a la sección de ropa con mi hermana empujando la silla.

Todo me parecía interesante.

Había una falda muy bonita que yo quería comprar.

Como siempre me estoy cayendo, llevar falda es malo para mis rodillas, por eso siempre llevo pantalones.

Ponerme una falda era un sueño para mí.

Reuní un poco de valor y señalé la falda.

Mi madre dijo: “Estaría bien que tuvieras una. Además, pronto hará buen tiempo”, y me compró la falda.

Me sentí feliz. Si pudiera ponerme una blusa de encaje estampada de flores y la falda y poder caminar, me pregunto si los demás me dirían que soy mona. Aunque solo fuera una vez… me gustaría que me lo dijeran.

También compramos ropa interior, calcetines y toallas para mi nueva vida en el internado.

De repente, me puse triste. Dentro de unos días iré al internado y dejaré a mi familia. Me prometí a mí misma no llorar más, pero no puedo evitarlo. Sé fuerte. Sé una persona fuerte que pueda superarlo todo.

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(1) Yuni es un centro comercial.

 

La silla de ruedas

“Aya”, me ha dicho mamá, “¡vamos a comprarte una silla de ruedas!”. “¿Qué?”

Me lo ha explicado lentamente. “El pasillo tiene un pasamanos, pero puede ser peligroso cuando quieras cruzar. Si estás de pie, tienes que sentarte, arrastrarte hasta el otro lado y volver a ponerte de pie. Eso puede ponerte nerviosa cuando tengas prisa. Tampoco podrás salir aunque quieras. Pero sería diferente si tuvieras una silla de ruedas eléctrica. Podrías manejarla fácilmente a pesar de la debilidad de tus brazos y no tendrías ningún problema ni siquiera en las cuestas. Se mueve a cinco kilómetros por hora, a la misma velocidad que el ser humano. No tiene peligro y es muy fácil de utilizar. Yo creo que sería perfecta para ti. Aunque tener una no significa que te conviertas en una perezosa, ¿sabes? No es bueno que empieces a depender de la silla de ruedas. Tienes que seguir esforzándote en moverte por ti misma. No debes descuidar eso. ¿Te has estado ejercitando como debes?”

Estaba encantada con la idea de poder moverme libremente. Mi mundo se había hecho más grande de repente. Siempre he querido moverme a mi antojo. Hasta entonces, en las librerías siempre tenía que entregar una nota con el nombre del libro que quería y pedir que me lo trajeran. ¡Es fantástico poder coger los libros con mis propias manos! Es como un sueño.

¡Genial! Controlaré la silla de ruedas y saldré a dar una vuelta antes de entrar en el internado.

Dos trabajadores de un fabricante de coches me han entregado la silla de ruedas. He observado cómo la montaban. Las ruedas se mueven gracias a un motor. Tiene dos baterías instaladas una junto a la otra debajo del asiento. “Aya, pruébala. Todo lo que tienes que hacer es coger esa palanca y moverla en la dirección que quieras ir”. Me he sentado en la silla. He movido la palanca ligeramente y la silla se ha movido hacia adelante lentamente. Solo hace un ruido suave cuando se mueve y gira. He estado practicando, pero después de un rato, he empezado a llorar. ¡Soy así y lo odio!

“¿Qué ocurre?”, me ha preguntado mi madre.

“¡Me siento muy feliz de poder volver a moverme libremente después de tanto tiempo!”, he contestado. Aunque no he podido expresar mis complicados sentimientos muy bien. Pienso seguir practicando hasta que consiga ir sola a una librería. Cuando me he asomado por la ventana, estaba lloviendo.

Me he esforzado mucho, hasta he limpiado el suelo de la cocina y el baño. Quiero emplear en algo mi energía. Mis estudios progresan poco a poco. (Sonrío con regocijo cuando pienso que todavía tengo ánimos para estudiar). Rika llama a la silla de ruedas, “la Silla” y mi padre la llama “el Coche”. ¡En japonés eso es kurumaisu, un coche-silla!

Todavía sigo recordando algo que ocurrió cuando estaba en el instituto. Rika quería jugar con las sillas de ruedas que había alineadas en el pasillo. Mamá le dijo: “No deberías jugar con las sillas de ruedas. Es un insulto para aquellos que solo pueden moverse cuando van montados en una”.

He leído acerca de los prisioneros de Auschwitz en el libro El hombre en busca de sentido. El libro es un relato de sus experiencias. De alguna forma, como persona discapacitada, empatizo con ellos. Mi experiencia se parece a la suya en el sentido de que ambos nos entumecemos gradualmente.

 


Date: 2016-01-14; view: 660


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