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EL POETA A SU AMADAAmada, en esta noche tú te has sacrificado sobre los dos maderos curvados de mi beso; y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado, y que hay un viernesanto más dulce que ese beso. En esta noche rara que tanto me has mirado, la Muerte ha estado alegre y ha cantado en su hueso En esta noche de setiembre se ha oficiado mi segunda caída y el más humano beso. Amada, moriremos los dos juntos, muy juntos; se irá secando a pausas nuestra excelsa amargura; y habrán tocado a sombra nuestros labios difuntos. Y ya no habrán reproches en tus ojos benditos; ni volveré a ofenderte. Y en una sepultura los dos nos dormiremos, como dos hermanitos.
VERANO Verano, ya me voy. Y me dan pena las manitas sumisas de tus tardes. Llegas devotamente; llegas viejo; y ya no encontrarás en mi alma a nadie. Verano! y pasarás por mis balcones con gran rosario de amatistas y oros, como un obispo triste que llegara de lejos a buscar y bendecir los rotos aros de unos muertos novios. Verano, ya me voy. Allá, en setiembre tengo una rosa que te encargo mucho; la regarás de agua bendita todos los días de pecado y de sepulcro. Si a fuerza de llorar el mausoleo, con luz de fe su mármol aletea, levanta en alto tu responso, y pide a Dios que siga para siempre muerta. Todo ha de ser ya tarde; y tú no encontrarás en mi alma a nadie. Ya no llores, Verano! En aquel surco muere una rosa que renace mucho...
SETIEMBRE Aquella noche de setiembre, fuiste tan buena para mí... hasta dolerme! Yo no sé lo demás; y para eso, no debiste ser buena, no debiste. Aquella noche sollozaste al verme hermético y tirano, enfermo y triste. Yo no sé lo demás.. . y para eso yo no sé por qué fui triste. . . , tan triste...! Sólo esa noche de setiembre dulce, tuve a tus ojos de Magdala, toda la distancia. de Dios... y te fui dulce! Y también una tarde de setiembre cuando sembré en tus brasas, desde un auto, los charcos de esta noche de diciembre.
HECES ESTA tarde llueve como nunca; y no tengo ganas de vivir, corazón. Esta tarde es dulce. Por qué no ha de ser? Viste gracia y pena; viste de mujer. Esta tarde en Lima llueve. Y yo recuerdo las cavernas crueles de mi ingratitud; mi bloque de hielo sobre su amapola, más fuerte que su "No seas así!" Mis violentas flores negras; y la bárbara y enorme pedrada; y el trecho glacial. Y pondrá el silencio de su dignidad con. óleos quemantes el punto final. Por eso esta tarde, como nunca, voy con este búho, con este corazón. Y otras pasan; y viéndome tan triste, toman un poquito de ti en la abrupta arruga de mi hondo dolor. Esta tarde llueve, llueve mucho. ¡Y no tengo ganas de vivir, corazón!
IMPÍA Señor! Estabas tras los cristales humano y triste de atardecer; y cuál lloraba tus funerales esa mujer! Sus ojos eran el jueves santo, dos negros granos de amarga luz! Con duras gotas de sangre y llanto clavó tu cruz! Impía! Desde que tú partiste, Señor, no ha ido nunca al Jordán, en rojas aguas su piel desviste, y al vil judío le vende pan!
LA COPA NEGRA La noche es una copa de mal. Un silbo agudo del guardia la atraviesa, cual vibrante alfiler. Oye, tú, mujerzuela, ¿cómo, si ya te fuiste, la onda aún es negra y me hace aún arder? La Tierra tiene bordes de féretro en la sombra. Oye, tú, mujerzuela, no vayas a volver. A carne nada, nada en la copa de sombra que me hace aún doler; mi carne nada en ella, como en un pantanoso corazón de mujer. Ascua astral... He sentido secos roces de arcilla sobre mi loto diáfano caer. Ah, mujer! Por ti existe la carne hecha de instinto. Ah mujer! Por eso ¡oh, negro cáliz! aun cuando ya te fuiste, me ahogo con el polvo; y piafan en mis carnes más ganas de beber!
DESHORA Pureza amada, que mis ojos nunca llegaron a gozar. Pureza absurda! Yo sé que estabas en la carne un día, cuando yo hilaba aún mi embrión de vida. Pureza en falda neutra de colegio; y leche azul dentro del trigo tierno a la tarde de lluvia, cuando el alma ha roto su puñal en retirada, cuando ha cuajado en no sé qué probeta sin contenido una insolente piedra. Cuando hay gente contenta; y cuando lloran párpados ciegos en purpúreas bordas. Oh, pureza que nunca ni un recado me dejaste, al partir del triste barro ni una migaja de tu voz; ni un nervio de tu convite heroico de luceros. Alejáos de mi, buenas maldades, dulces bocas picantes... Yo la recuerdo al veros oh, mujeres! Pues de la vida en la perenne tarde, nació muy poco pero mucho muere!
FRESCO Llegué a confundirme con ella, tanto ...! Por sus recodos espirituales, yo me iba jugando entre tiernos fresales, entre sus griegas manos matinales. Ella me acomodaba después los lazos negros y bohemios de la corbata. Y yo volvía a ver la piedra absorta, desairados los bancos, y el reloj que nos iba envolviendo en su carrete, al dar su inacabable molinete. Buenas noches aquellas, que hoy la dan por reír de mi extraño morir, de mi modo de andar meditabundo. Alfeñiques de oro, joyas de azúcar que al fin se quiebran en el mortero de losa de este mundo. Pero para las lágrimas de amor, los luceros son lindos pañuelitos lilas, naranjas, verdes, que empapa el corazón. Y si hay ya mucha hiel en esas sedas, hay un cariño que no nace nunca,,, que nunca muere, ' vuela otro gran pañuelo apocalíptico; la mano azul, inédita de Dios!
YESO Silencio. Aquí se ha hecho ya de noche, ya tras del cementerio se fue el sol; aquí se está llorando a mil pupilas: no vuelvas; ya murió mi corazón. Silencio. Aquí ya todo está vestido de dolor riguroso; y arde apenas, como un mal kerosene, esta pasión. Primavera vendrá. Cantarás ĞEvağ desde un minuto horizontal, desde un hornillo en que arderán los nardos de Eros. ¡Forja allí tu perdón para el poeta, que ha de dolerme aún, como clavo que cierra un ataúd! Mas... una noche de lirismo, tu buen seno, tu mar rojo se azotará con olas de quince años, al ver lejos, aviado con recuerdos mi corsario bajel, mi ingratitud. Después, tu manzanar, tu labio dándose, y que se aja por mí por la vez última, y que muere sangriento de amar mucho, como un croquis pagano de Jesús. ¡Amada! Y cantarás; y ha de vibrar el femenino en mi alma, como en una enlutada catedral.
Date: 2016-01-05; view: 621
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