Libros de Luz: http://librosdeluz.tripod.com 7 page piedra de 300 kilos era exacta...
Tuve que sentarme. Pero las emociones no habían concluido aún.
—Sí —prosiguió Javier Cabrera ante la sorpresa de los asistentes a aquella histórica
entrevista—, estos grabados eran correctos. Pero yo había cometido un grave error en mi
carta al presidente de la República. ¿Cuál? Muy sencillo. Me había dejado influir por la
forma convencional de estudiar los eclipses y le hablé a Velasco de «mecánica
newtoniana»...
»Sin embargo, el Observatorio Astronómico de París aclaró que la órbita del cometa no
era una elipse, sino una parábola, con tendencia a la hipérbola. Y todos sabemos que en la
parábola, al igual que en la hipérbola, las ramas tienden al infinito...
»Y si van al infinito, es imposible saber cuándo se repetirá su "paso" por la Tierra.
Entonces, yo pregunto:
»Si no hay forma de trabajar con una noción que se llame "infinito", ¿quién hizo esta
piedra? »
De nuevo reinó el silencio. Sin darnos cuenta habíamos llegado a uno de los puntos
culminantes de la conversación.
Aquel 24 de diciembre de 1973 —tal y como recogió toda la prensa del mundo— el
cometa del «siglo» estuvo más cerca que nunca de la Tierra en su viaje Por el Cosmos.
Y Se registró igualmente el eclipse anular de Sol.
La Luna se colocó durante unos segundos ante el disco solar, formando un majestuoso
«anillo». Y Venus y Júpiter se situaron en la posición señalada por los astrónomos... y por el
formidable grabado de la piedra que Javier Cabrera tenía en su poder desde 1970...
Eran, pues, 13 elementos zodiacales, 2 planetas, la Luna, el Sol, la nebulosa Cabeza de
caballo y el cometa, coincidiendo con la más absoluta precisión. En total, 19 factores. Había
que descartar, necesariamente, la coincidencia. Los seres que habían grabado aquella
piedra habían tenido conocimiento de la existencia de este cometa...
—Pero —volvió a preguntar Cabrera—, si nosotros no sabemos trabajar con una noción
que se llame «infinito», ¿quién pudo grabar esta piedra?
Javier Cabrera se dirigió a mí y comentó:
—¡Graba esto en tu magnetófono, porque España va a saber considerarlo...! ¡Esta piedra
fue grabada por una energía superior, cognoscitiva, libre de espacio y tiempo...! Esto es lo
que dicen estas piedras.
—Pero, ¿cómo puede traducirse eso? —le planteé.
-No puedo traducirlo. A esa «energía cognoscitiva», si quieres, ponle los adjetivos que
quieras...
Fue entonces cuando intervino nuevamente el embajador italiano. Y preguntó:
—¿Dios?
Javier Cabrera contestó rotundamente:
—¡Claro, querido embajador...! ¡Lo felicito!
—Pero —prosiguió el embajador—, yo no creo que Dios haya hecho esta piedra...
—¿Y usted qué es? —intervino de inmediato Javier Cabrera—. ¿Usted qué cosa es?
—Yo soy un hombre de Dios, señor...
—Mire, los descubrimientos que yo estoy recopilando no se pueden lanzar así como así.
—Yo no puedo decir —enseñándoles estas piedras— que esa «energía superior» o esa
forma sublime de la «energía» sea o no tal cosa... Como tampoco puedo decirle a usted que
el hombre es increado. Porque usted no lo entiende...
—¿Increado? —pregunté muy sorprendido.
—Eso es. Hay piedras en esta «biblioteca» en las que se muestra el verdadero «origen»
del hombre...
Pero Javier Cabrera no deseaba extenderse sobre este tema. Y se limitó a comentar:
—Al descubrir el verdadero «mensaje» de esta piedra cambié totalmente mis
planteamientos. Ya no podíamos situar al hombre en la Era Secundaria o Mesozoica. Con la
piedra del Kohoutek se demuestra que el ser humano no tiene «techo»... Rompió la barrera
del tiempo. Sólo Teilhard de Chardin se aproximó...»
—¿La Tierra fue siempre nuestro «hogar»?
—No, nuestro «hogar» es el Cosmos. El «fenómeno humano» se da en la Tierra y en
cualquier astro que tenga condiciones para albergar la VIDA. Pero no podríamos señalar el
origen del hombre aquí o allá. El hombre, repito, es del Cosmos... Así está en las piedras.
»Cuando todo el "filum" humano se concrete, se desmaterialice, se espiritualice y se dirija
a un punto de la galaxia, podremos decir que se ha "realizado" la misión de esta
Humanidad... Exactamente igual como ya ha sucedido con otros "fila" humanos, aquí en
este planeta y en otros astros...
»Mientras eso no ocurra, mientras la totalidad del "filum" de esta civilización, no se
desmaterialice, tendremos guerras, divisiones y calamidades.
—Si no he entendido mal —insistí—, esta piedra del fue grabada entonces por una mente
superior, libre del espacio y libre del tiempo...
—Exacto. Ésa es la gran diferencia entre la Humanidad que dejó el «mensaje» gliptolítico y
la nuestra. El hombre de aquel «filum» no era matemático. Era conceptual. Llegaba a los
mismos logros que nosotros, pero sin necesidad de cálculos matemáticos. Era conceptual.
Eso se repite sin cesar en toda la «biblioteca».
»¿Cómo podemos explicar si no que grabaran en esta piedra un hecho que sucedió hace
millones de años y que ellos sabían se iba a volver a repetir? Si el Observatorio de París y el
de la República Democrática Alemana me han confirmado que el Kohoutek no es periódico,
que su órbita se pierde en el infinito, ¿cómo podríamos saber nosotros cuándo va a retornar?
Sólo si fuéramos "conceptuales"... Ésa era la gran diferencia entre aquella Humanidad y
nosotros.
»Y yo cometí el gran error de pegarme a lo tradicional, a lo convencional. La mecánica
newtoniana ya no sirve en este caso... Sólo podríamos comprenderlo con las nociones de
Einstein: "Si yo miro el horizonte —decía—, me veo la nuca..."
»El infinito es una curva como la parábola. "Si miro el infinito, me veo la nuca." La cuestión
estriba en saber "cuándo"... La recta es una curva de radio infinito. Entonces, ese móvil que
describe una trayectoria parabólica debe regresar. El problema, repito, está en averiguar
cuándo. Si el Kohoutek es un cometa de trayectoria parabólica, tal y como acabamos de
decir, eso significa que ahora ha "regresado” del infinito. En otras palabras, ¡esta maravillosa
piedra nos está mostrando cómo es realmente el Universo!
Había que hacer un constante esfuerzo para seguir los razonamientos del investigador. Sin
embargo, una tras otra, sus deducciones —todas apoyadas por las grabaciones de las
piedras— terminaban por encajar en los cerebros arrasando cuantas barreras más o menos
convencionales podían obstaculizar su aso.
—...Esta grabación —continuó— nos está diciendo que el Universo es curvo y limitado. No
es ilimitado e inconmensurable.
»Todas las teorías, como ven, se van superando poco a poco…»
El profesor Cabrera Darquea encendió un cigarrillo y dejó que sus asombrados visitantes
siguieran reflexionando sobre lo que acababan de ver y oír.
—¿Y el tiempo? —preguntó de nuevo el embajador—. ¿Está explicado también en estas
piedras?
—Aquella Humanidad disponía también de su propio «tiempo». Pero era «su» tiempo.
Nosotros, ahora, estamos «haciendo» nuestro propio tiempo. Si todos los seres de la Tierra
desaparecieran, ¿habría tiempo...?
»Aquel "filum" gliptolítico tomó como base para medirse al propio hombre. Nosotros no. La
Humanidad de las piedras grabadas computaba su tiempo en base al ciclo menstrual de la
mujer; en base a períodos de 28 días. Como señalaba antes, al multiplicar ese período por
las 13 constelaciones —que es el tiempo empleado por nuestro planeta en dar una vuelta
completa alrededor del Sol— se obtiene un "año" de 364 días. Nosotros no hemos
establecido ese sistema.
Pero, según esto, ambos «fila» están en relación con el Sol. Éste es el verdadero
regulador del tiempo, no el hombre...
Bueno, el hecho de que yo compute el tiempo con un ciclo solar no quiere decir que éste
sea la esencia del tiempo. No define al tiempo. Es un puro punto convencional. Hoy, la mujer
sigue teniendo un ciclo menstrual de 28 días... Esto no ha cambiado. Sí lo ha hecho, sin
embargo, el Sol y la propia Luna. El primero, al perder materia, alarga las elipses de sus
planetas. Y a la Luna le sucede lo mismo. Ya no gira en torno al planeta en 28 días, sino en
27 y algunas horas. ¿Por qué? Como consecuencia también de esa pérdida de materia del
astro rey. Al no ejercer la misma atracción, la Luna se ve afectada de la misma forma que la
Tierra. Y gira más deprisa alrededor de nuestro mundo. Pero este proceso continuará. Y la
Luna llegará a dar una vuelta a la Tierra en 24 días y nuestro propio mundo empleará 370
días en completar su movimiento de traslación... Pero el ciclo menstrual de la mujer seguirá
inalterable. Es decir, el tiempo humano está divorciado del tiempo geológico y cósmico. La
única forma de establecer una relación es a través del fenómeno humano.
»Sólo el hombre es constante. Si el fenómeno humano existió en aquel tiempo y existe
también ahora, eso nos permite establecer dos nociones que —tanto en aquel "filum" como
en el nuestro— hemos dado en llamar "tiempo". Sólo el conocimiento de dichas nociones
nos está demostrando que ha habido un lapso entre ambas Humanidades...
»Pero, fuera de dichos "fila", ¿es que existe el tiempo? Sólo habrá existido en la medida
que otras Humanidades, que otros "fila", hayan cubierto ese lapso entre el hombre
"gliptolítico" y nosotros.
Traté de entrar en aquel otro punto que Javier Cabrera había dejado en suspenso: el
verdadero origen del hombre. Pero mi pregunta corrió idéntica suerte que la anterior...
—Decía usted, profesor; que el hombre es increado. Me pregunto qué sucedería si, de
pronto, encontrara usted en esta «biblioteca» la explicación a dicho origen...
Javier Cabrera cruzó una mirada de complicidad con gustín Figueroa, su editor, que
también asistía a la interesante charla, y respondió.
—En uno de los capítulos de esta obra que estoy preparando encontrarás un hecho que
te sorprenderá. Un hecho que respalda esta afirmación mía sobre la no creación del
hombre. Pero, por el momento, no puedo hablar de ello.
Permanecimos de nuevo en silencio hasta que uno de los acompañantes del embajador
italiano preguntó a Cabrera:
—No comprendo por qué fue grabado precisamente el «paso» de este cometa. ¿Cuál es
su significado real?
—Trascendente. La llegada del cometa tuvo una significación para aquel «filum». Por eso
lo grabó en la piedra. Pero esto se deduce con la contemplación y el estudio de muchas
piedras. Porque, como saben, todas están relacionadas de alguna manera. Forman
«series». Aquel «filum» humano recibió a un ser que procedía de otro lugar del Cosmos y del
que nosotros también hemos tenido noticias... Pero les ruego que no me pregunten más
sobre este tema. Está en pleno proceso de investigación y no desearía hablar sobre ello
hasta que el estudio se encuentre concluido...
Como el lector habrá adivinado, quizá esta afirmación del doctor Javier Cabrera Darquea
se encontraba íntimamente vinculada al formidable hallazgo que él —con tanta sabiduría
como prudencia— había aislado al llamado «cuarto secreto». Pero, ¿quién era aquel ser? ¿
De dónde procedía en realidad? ¿Por qué había coincidido con este cometa? ¿Cuál era su
misión en la Tierra? ¿Por qué Cabrera nos había indicado que nosotros también habíamos
tenido noticias de su existencia? Y lo que era más importante para mí, ¿por qué y cómo
sabían los seres de aquella remota Humanidad que el cometa regresaría una vez más...?
Javier Cabrera, con el paso de los días, me respondió a estos interrogantes. En algunos
casos, como apuntaba en otro capítulo de este libro-reportaje, me bastó la simple
contemplación de aquellas piedras «secretas» para comprender...
Pero prometí solemnemente a Javier Cabrera no divulgar esta parte de la «biblioteca», al
menos hasta que el estudio de las mismas se haya visto concluido en su totalidad. De no
hacerlo así, el impacto sería de tal calibre que —en vez de lograr un efecto positivo que
enriquezca mucho más nuestro propio sentido de la existencia— sumiría a muchas personas
en la confusión. Pero esa revelación —estoy seguro— llegará en el momento adecuado.
Para mí, aquella tarde en el museo de la plaza de Armas de Ica, en compañía de Javier
Cabrera, del embajador italiano y de cuantos le acompañaban, ha tenido una trascendencia
insospechada. Y quizá desde entonces haya visto sumido mi espíritu en una crisis
permanente, de la que a duras penas estoy saliendo...
Aquella piedra —llamada ahora por el investigador iqueño como del Kohoutek— venía a
trastocar, a desequilibrar, todos mis esquemas mentales. Era, no cabía duda, una prueba
irrefutable. Aquella piedra estaba en el estudio de Javier desde 1970, fecha en que el bueno
de Basilio Uchuya la había extraído del fondo del desierto de Ocucaje. Aquella piedra había
sido vista, analizada y fotografiada antes de la llegada del cometa Kohoutek por decenas de
personas.
Aquella piedra desconcertante, en fin, había sido expuesta por Cabrera en 1971 en el
Congreso Internacional de Cirugía, celebrado en Perú.
Al retirarme aquella noche al hotel comprendí las palabras del investigador, cuando, al
poner sus manos sobre la «bóveda celeste» de aquella singular piedra, nos adelantó:
—Mi emoción al descubrir esto fue tremenda. Y tardé muchas noches en poder conciliar el
sueño...
Pero mi investigación apenas si había comenzado. Quedaban aún otras muchas
sorpresas. Como aquella que había saltado también a lo largo de mi última visita al centromuseo
de las 11.000 piedras grabadas: los «planos» de los antiguos continentes del
planeta…
CAPÍTULO 8
«ATLÁNTIDA ES EUROPA»
En una de las salas donde se aprietan los miles y miles de piedras grabadas del doctor
Cabrera barquea iba a tener la oportunidad —una vez más— de quedar atónito. Fulminado
por la sorpresa primero y por la incredulidad después.
En dos piedras de gran peso y con formas ambas de «media naranja», el doctor Cabrera
había descubierto también lo que él considera los «planos» de los continentes que formaban
la Tierra hace millones de años.
Cuando Javier Cabrera me hizo esta revelación olvidé el resto de la «biblioteca» y
permanecí largo tiempo contemplando aquellos «hemisferios» desconocidos, remotos...
En uno de ellos —el que Cabrera había señalado como «occidental»— aparecían
grabados los contornos de cuatro continentes.
En el «oriental», que correspondía a la segunda gran Piedra, pude ver otras cuatro
grabaciones, pertenecientes —según el investigador de Ica— a otras tantas masas
continentales del planeta.
Y Javier Cabrera procedió a explicarme su significado:
—En esta piedra —la que corresponde al «hemisferio occidental»— he logrado identificar
lo que hace millones de años era Norteamérica. Como ves, se encontraba ya unida a esto
otro, que era Sudamérica. Y a ambos lados de estos dos continentes, ¡Mu!y ¡Atlántida!...
Por un momento creí no haber escuchado bien a Javier Cabrera...
—¿Has dicho «Atlántida»?
El médico sonrió divertido. Observó mi confusión y subrayó:
—Sí, he dicho Atlántida, el continente desaparecido y que tantos científicos investigan en
la actualidad.
—¡No es posible! —comenté entre dientes.
—Pues aquí está... Esta masa continental que se extiende a la derecha de ambas
Américas era Atlántida. Pero hoy, efectivamente, ya no está ahí. Esto fue grabado hace
millones de años, no lo olvides. Pero, permíteme que te enumere los restantes continentes
que aparecen en el otro «hemisferio».
Javier Cabrera se dirigió a la segunda piedra y señaló:
—Esto, después de concluir mis investigaciones, he llegado a la conclusión de que es
África. Y a su lado —unidas como sucede con América del Norte y del Sur—, Arabia y
Australia. Por último, el cuarto continente que ha sido grabado a la derecha y arriba es
Lemúrida...
—Pero, ¿por qué sabes que se trata de los antiguos continentes?
Entre las piedras que llevo estudiadas hay cuatro que —a simple vista— parecen
«hemisferios». Comencé a investigar y observé que dos de estas piedras no podían ser
identificadas como «hemisferios» terrestres... Eran los «planos» de otro mundo, de otro
planeta.
»Los dos restantes —éstos que tienes ante tu vista— sí podían ser identificados como de
nuestro planeta. Había algunas zonas ya conocidas, y un largo y posterior estudio así me lo
ratificaría. Estos "hemisferios" eran los de la Tierra..., hace millones de años. Precisamente
en la era en que la Humanidad "gliptolítica" poblaba posiblemente el mundo.
»Pero no todas las masas continentales de entonces —las que tú ves ahora grabadas
aquí— eran idénticas a las que hoy conocemos. Por eso muchas personas, al examinar
estos "hemisferios" confunden algunos continentes con otros. Y es natural. La Tierra ha
cambiado mucho en millones de años.
»Y en este documento excepcional, posiblemente único en el mundo, nos están
mostrando cómo era realmente el planeta.
—Muchas de las teorías actuales sobre «deriva» de continentes apuntan hacia el hecho,
casi seguro, de que, en tiempos remotos, América del Sur y África estuvieron unidas. ¿
Puede demostrarse esto en las piedras?
A lo largo del estudio realizado sobre estas dos Piedras pude comprobar que, una vez
recortados los distintos continentes, podían ajustarse formando un solo bloque. Como
sabes, al principio, todos los continentes formaban una única masa de tierra. Una masa
continental, que se fragmentó en dos y posteriormente dio lugar a nuevas fracturas y, por
consiguiente, a nuevos continentes.
(Las teorías de la expansión de los fondos marinos y de la tectónica de placas han llevado
a los científicos actuales a la vieja teoría de la «deriva» de continentes, formulada ya entre
1912 y 1915 por el geofísico Wegener. Éste sostenía que las masas continentales que
conocemos hoy proceden de la fragmentación de un único bloque de tierras. A partir de una
formidable y primigenia fractura, las piezas de ese «macrorrompecabezas» se fueron
separando entre sí, comenzando con ello la llamada «deriva» de los continentes.
Wegener confeccionó su teoría basándose fundamentalmente en las semejanzas de
líneas de las costas de ciertos océanos, como en el caso del Atlántico. Por otro lado, las
faunas y floras de la Era Primaria o Paleozoica en los continentes meridionales —África,
América del Sur, India y Australia— eran muy semejantes. Esto sólo podía tener una
explicación: dichos continentes habían permanecido unidos en alguna y remota época de la
Tierra. Lo mismo sucedía con lo que hoy es América del Norte y Eurasia.
Por el contrario, comparando las faunas y floras fósiles de los continentes septentrionales
con los de las masas continentales del Sur, las semejanzas son muy escasas.)
Pero estas hipótesis y teorías de los científicos sobre los antiguos continentes no son
compartidas del todo por Javier Cabrera. En las piedras grabadas aunque se deduce
también la primitiva existencia de un bloque único, aparecen continentes de los que sólo se
tenían noticia a través de leyendas y narraciones más o menos verosímiles.
Por ejemplo, Mu. Por ejemplo, Atlántida. Por ejemplo, Lemúrida...
¿Cómo explicaba el médico iqueño la presencia —la insólita presencia— de estas masas
continentales en los grabados de las piedras?
He aquí la fascinante explicación del investigador:
—Este continente que ves a la izquierda de lo que hoy es Sudamérica era Mu.
Actualmente, sin embargo, esta masa continental ya no existe frente a nuestras costas. ¿
Por qué?
»En razón de la "deriva" de los continentes, Mu fue desplazándose hacia Occidente. Y
con el transcurso de millones de años chocó con la India, Arabia y parte de Europa,
formando lo que hoy es Asia. Mu, por tanto, deberíamos buscarlo en la actualidad en la
zona asiática...
»Pero ese lento desplazamiento de Mu a través de lo que hoy llamamos océano Pacífico
provocó el nacimiento de decenas de archipiélagos y miles de islas que quedaron
"descolgados" de la primitiva masa continental...
Aquello me hizo acudir rápidamente a uno de los mapamundis que Javier Cabrera tenía
colgado de una de las paredes del museo. Mis ojos buscaron frente a las costas de Chile.
«Sí —me dije a mí mismo—, allí estaba. Pero, ¿cómo era posible? ¿Es que aquel
desplazamiento podría tener alguna relación con la misteriosa y enigmática isla de
Pascua?»
Al regresar frente a la piedra donde Javier Cabrera me había señalado el citado
continente Mu, le pregunté sin rodeos:
—¿Qué relación puede haber entonces entre este desaparecido continente y Pascua?
—Todo.
Miré al investigador con incredulidad.
—Todo, repito. Como te digo, la «deriva» del continente Mu dejó un «rastro» de islas a
todo lo largo del océano Pacífico. En muchos casos, ese desgajamiento de la masa
continental coincidió con zonas donde existía una floreciente cultura, tal y como se refleja en
estos miles de piedras grabadas.
»Y Pascua fue uno de estos ejemplos. La Polinesia, repito, no es otra cosa que el
"reguero" dejado por el continente Mu en su camino hacia lo que hoy constituye Asia. Pero
las gentes que pudieron quedar en esos archipiélagos e islas terminaron por mezclarse. Y
también los habitantes de Mu —una vez que el continente formó definitivamente Asia— se
vieron sometidos a constantes cambios. En esa nueva área del globo, el medio ambiente
resultaba totalmente distinto.
Durante mis viajes por diversas zonas del Perú había observado un hecho para el que no
tenía explicación. En numerosos poblados y ciudades —especialmente en aquella región de
Ica— los indígenas ofrecían a los turistas las más variadas tallas de madera. Tallas que, en
un principio, yo consideré producto de la artesanía local. Pero un hecho posterior, ocurrido
en el desierto de Ocucaje, así como los testimonios de numerosos peruanos —expertos en
la materia—, me hicieron comprender que muchas de aquellas tallas de madera negra y
desconocida tenían una gran antigüedad. Los indígenas y campesinos —según pude
comprobar en el citado desierto de Ocucaje— dedicaban buena parte de su tiempo a
«huaquear» o rastrear las zonas arqueológicas, desenterrando muchas de estas Millas
entre los restos de las tumbas prehispánicas.
El propio profesor Cabrera Darquea disponía de una formidable colección de estas figuras
de madera.
Pero lo que verdaderamente me llamó la atención desde un principio en las citadas tallas
fue la abrumadora semejanza con los gigantescos «moais»de la referida isla de Pascua.
Muchos de aquellos idolillos tenían un claro perfil «pascuense». Pero, ¿cómo podía ser?
Mi asombro llegó al máximo en una clara mañana del invierno peruano cuando, mientras
visitaba el Museo Regional de Ica, uno de mis acompañantes me señaló un arcaico y
artístico remo de madera. En uno de sus extremos habían labrado ocho figurillas que me
recordaron inmediatamente las mencionadas estatuas gigantes de la enigmática isla de
Pascua. Aquellas figuras encontradas por azar en un remo incaico, posiblemente anterior a
la llegada de los conquistadores españoles, se tocaban, incluso, con los mismos gorros o
sombreros que aún lucen algunos de los «moais».
Como se sabe, en un principio parece ser que la totalidad de estas formidables estatuas
de piedra disponía de los citados gorros. En la actualidad, y quizá como consecuencia de
movimientos sísmicos o de sucesivas catástrofes, esos adornos de piedra aparecen
desgajados de las cabezas de las estatuas y esparcidos por las proximidades de los
«moais».
Mil veces me formulé la misma pregunta: ¿A qué se debía aquel parecido, aquella
semejanza, entre estas tallas de madera encontradas a miles en las tierras Peruanas y los
fantásticos y desconocidos seres que quedaron representados en las estatuas de Pascua?
Ahora, al escuchar al profesor Cabrera, al oír que el desaparecido continente Mu fue
dejando un extenso «rastro» de islas en su camino hacia lo que hoy es Asia, todo parecía
más claro.
Date: 2016-01-05; view: 919
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