Me temo que empezará usted a temer mis cartas, pues, únicamente, contienen peticiones y miedos. Vuelvo a apelar a su amistad con George y ala consideración que me tiene y de la que me ha dado repetidas pruebas. Perdóneme, pues, si vuelvo a abusar de su amabilidad.
Supongo que sabrá que George vuelve a ir a Ritherhithe. En los últimos quince días ha estado allí tres veces; es cierto que nunca ha pasado más de una noche y me ha asegurado que siempre ha ido por cuestiones de trabajo. Me ha pedido que, si no lo creo, se lo pregunte a usted; parece ser que usted lo acompañó de regreso la primera vez que fue y que puede garantizarme que su comportamiento ha sido irreprochable. Sea como sea, no le escribo a usted como esposa engañada. Que George haga lo que le plazca. No es su sentido de la moral lo que me preocupa sino su salud cada día más deficiente.
Espero que lo comprenda, estimado doctor. George se va apagando ante mis propios ojos. Creo que si lo viera ahora, se llevaría usted un susto. Está muy pálido y muy débil, pero trabaja febrilmente, como si la fiebre le consumiera los huesos. George no ha sido nunca delgado, pero ahora parece un espantapájaros y, sinceramente, estoy muy asustada. Lo peor es que él no reconoce que esté mal. Está a punto de terminar el proyecto de ley y trabaja día y noche. Aun durante las pocas horas de sueño que se concede, no deja de moverse en la cama como hostigado por pesadillas. Creo que su trabajo lo obsesiona y lo consume.
Si su trabajo se lo permite, me gustaría que usted lo examinara y le susurrara algunas palabras al oído. Si lo desea, podríamos vernos antes usted y yo a solas para hablar del caso. Sé que usted está siempre muy ocupado, pero le recuerdo que me prometió acompañamos a Lucy y a mí a dar un paseo. Lucy está ahora muy sola, porque su esposo se ha ido a arreglar unos asuntos en la casa de campo de su familia, de modo que estará encantada de salir con nosotros. La he visto muy a menudo últimamente; gracias a usted, somos ahora casi íntimas amigas. Sin embargo, me temo que sigo sin poder perdonar a su esposo; sin duda, a usted esto le parecerá extraño, pero lo cierto es que, doctor Eliot, todavía no estoy dispuesta a verlo. Él es, desde luego, una persona encantadora y la verdad es que Lucy está muy enamorada de él, pero yo no puedo dejar de pensar que fue un irresponsable al hacer lo que hizo con Lucy sin estar casados. Aunque en estos casos siempre se culpa a la mujer, ¿no es cierto? Yo prefiero culpar al hombre.
Dígame qué día le convendría a usted que fuéramos a dar un paseo. Tendríamos que ir por la mañana, porque Lucy tiene que estar en el Lyceum por la tarde. Espero que esto no le suponga a usted ningún problema. Tal vez, podríamos ir a Highgate; es un paseo que me encanta, pues, aunque no es propiamente el campo, al menos el aire es allí más puro, cosa que mi salud agradece.