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Perder – redescubrir

Es evidente que todos los lectores, independientemente del texto abordado, se acercan con unas motivaciones específicas y, a su vez, con ciertas espectativas que les permiten hacerse una idea del texto y concluir a priori, en cierta medida, el impacto que tendra en cada uno de ellos. Normalmente estas espectativas tienen que ver con el autor, con la época implicita en la historia, con el tema del que la obra va a tratar[4], con el titulo, la comercializacion, la editorial, en fin, con diversas variables que permiten que un libro llegue a una persona. Es por esto que un solo texto literario tiene un sinnumero de interpretaciones distintas, ya que cada quien lo acomoda a sus necesidades, a sus vivencias y a todas estas espectativas que condicionan su lectura. Si bien no es posible dejar de lado todas estas preconcepciones al abordar un texto literario, resulta necesario que el lector sea capaz de perderse en el universo de significaciones que la obra le propone y, a partir de esta experiencia, logre redescubrirse a él mismo haciendo realmente parte de la obra y asi, sea capaz de revelar posteriormente a la obra misma en todo su esplendor.

Para llegar a la perdida y al redescubrimiento que experimenta el lector de literatura a lo largo del proceso lector, es necesario considerar los momentos o etapas que atraviesa mientras lee una obra literaria. El primero de ellos lo vamos a conocer con el nombre de “el horizonte”, el segundo como “la pérdida” y el tercero como “el descubrimiento”.

Cuando el lector se halla en la etapa de “el horizonte”, se encuentra como el caminante quien, listo para empezar su camino (sabe que es largo y tal vez dificil), presta atención por unos segundos al horizonte, observando y detallando el terreno, si el camino es montañoso, si es arido, si el sol lo acompanara o si por el contrario el mal tiempo estara de su lado. A partir de esta primera aproximacion el caminante se hace una idea de cómo va a ser su viaje, se carga de representaciones preconcebidas y se aventura, aun sabiendo que tal vez lo que pronostico cambie de rumbo en la mitad del camino. De esta misma manera el lector se aproxima a la obra: observa su horizonte, en muchas ocasiones recuerda lecturas previas, que le pueden servir de herramientas para este viaje, resuenan en su mente comentarios o referencias acerca del escritor y crea una pre-idea en su mente de lo que sera esta aventura, por donde pasara y hacia donde lo llevara. Y se dispone a caminar, con expectativas como linternas y motivaciones como zapatos.

Mas adelante, y ya en la lectura, llega a la etapa de la “perdida”. El lector empieza a sentir que se pierde por momentos dentro del contenido del texto, siente aveces que vuela de la realidad y que desaparece del mundo real. Experimenta miedo de salirse de lo conocido, de lo ya descubierto, le molesta estar en un mundo que se salio de sus espectativas, que sus lecturas previas no le ayudan, que sus preconceptos acerca del escritor tampoco lo alientan, ya que este desaparecio en la obra también.



El lector tiene entonces la tendencia a salirse, a pasar por aquel que “(…) carece de oidos para escuchar aquello a lo cual no se tiene acceso desde la vivencia (…) se produce la ilusion acustica de creer que donde no se oye nada no hay tampoco nada (…)”(NIETZSCHE: 57), sin embargo, debido a su naturaleza aventurera y valiente, se deja llevar por la adrenalina que le produce ese miedo, por la curiosidad de conocer lo que se encuentra mas alla y finalemente muere dentro de la lectura, el lenguaje literario lo consume, lo devora.

Cabe mencionar aquí que han sido pocas las obras que han permitido que el lector se sienta confundido y se vea obligado a producir significados a partir casi de la nada, ya que no existen preconceptos. En cierta medida los lectores se han hecho “perezosos” a raiz de un cierto numero de obras que no les permiten participar en ellas. A ese respecto expresa Cortazar: “[una novela] que no engana al lector, no lo monta a caballo sobre cualquier emocion o cualquier intension, sino que le da algo asi como una arcilla significativa, un comienzo de modelado, con huellas de algo que quiza sea colectivo, humano y no individual.” (CORTAZAR: 315)

Normalmente la mayor cantidad de producciones literarias invitan a una produccion de significado por parte del lector, teniendo en cuenta que se refieren a historias ficticias que se reescriben, dependiendo de la época en la que son leidas, de las vivencias del lector y de un sinnumero de aspectos que le dan matices diversos al proceso de recepcion. A manera de ejemplo citamos la obra “Museo de la Novela de la Eterna” del escritor argentino Macedonio Fernandez: en ésta obra el autor implicito[5] esta empenado en hacer que finalmente el lector sea respetado y participe de la construccion (deconstruccion) de la obra:

“(…) busco distraer al lector por momentos, opresivamente cuando deseo impresionarlo para la sutileza emocional que necesito engendrar en él, pequenas impresiones que concurran al proposito emocional de conjunto de obtener en él un estado unico final y general que incide su sensibilidad sorpresivamente cuando no esta en guardia y en conciencia de hallarse ante un plan literario y no espera, ni advierte luego, haber sido conquistado.” (207).

Existen ciertos momentos en esta obras en los cuales el lector se siente perdido, no logra hallarse, ya que no “comprende” la historia, y es precisamente alli donde llace el problema: comprender qué? La invitacion es a dejarse perder dentro de las tacticas del lenguaje, dentro del mundo de los significados y no observar la obra desde afuera sino disciparse dentro de ella para después rehallarse adentro, en el corazon mismo de la obra literaria.

Continuando con el viaje que lleva a cabo el lector a travez del texto literario, llegamos a la última zona, “el descubrimiento”. En este momento sabemos que el lector real muere y se transforma en lector implicito[6]: se hace uno con la obra, hace parte del “museo de la novela” (siguiendo a Macedonio Fernandez) y ya no trata de comprender ni de descifrar, mas bien desenreda, desata nudos, “(…) el espacio de la novela se recorre, no se traviesa (…)” (BARTHES: 70). Es alli donde logra redescubrirse dentro de la novela que lee y descubrir finalmente el sentido de la obra, se libera y libera.


Date: 2016-01-03; view: 663


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