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El cuento del príncipe 1 page

Harry permaneció arrodillado junto a Snape, simplemente mirándolo, hasta que de pronto una aguda y fría voz habló tan cerca de ellos que Harry se puso de pie de un salto, sujetando firmemente el frasco entre sus manos y pensando que Voldemort había vuelto a entrar a la habitación.

La voz de Voldemort resonó desde las paredes y el piso, y Harry se dio cuenta de que estaba hablando para Hogwarts y todo lo que la rodeaba, que quienes vivían en Hogsmeade y todos aquellos que aún peleaban en el castillo lo escucharían tan claramente como si estuviera parado detrás de ellos, sintiendo su aliento en sus cuellos, como un soplo de muerte.

— Han peleado — dijo la voz, fría y aguda — Valientemente. Lord Voldemort sabe valorar el coraje.

“Aun así, han sufrido grandes pérdidas. Si continúan resistiéndose a mí, todos ustedes morirán, uno por uno. No quisiera que esto pasara. Cada gota de sangre mágica que se derrama es una pérdida y un desperdicio.

“Lord Voldemort es piadoso. Ordeno a mis tropas retirarse inmediatamente.
“Tienen una hora. Preparen su muerte con dignidad. Traten a los heridos.

“Ahora te hablo a ti, Harry Potter. Has permitido que tus amigos mueran por ti en vez de enfrentarme tú mismo. Esperaré por una hora en el Bosque Prohibido. Si al final de esa hora no has venido a verme, si no te has rendido, entonces la lucha se reiniciará. Pero esta vez yo mismo entraré a la batalla, Harry Potter, y te encontraré, y castigaré a cada hombre, mujer o niño que trate de protegerte. Una hora.

Tanto Ron como Hermione sacudieron sus cabezas frenéticamente, mirando a Harry: — No lo escuches — dijo Ron.

— Todo estará bien — recalcó Hermione, con firmeza — Sólo... sólo volvamos al castillo, si ha ido al bosque necesitamos otro plan…

La chica miró el cuerpo de Snape, y luego se apresuró en ir hacia la entrada del túnel. Ron fue detrás de ella. Harry recogió la capa de invisibilidad, y luego miró a Snape. No sabía que sentir, excepto una fuerte impresión por como Snape había sido asesinado, y la razón por la que eso había pasado.

Se juntaron en su regreso por el túnel, sin que ninguno de los tres hablara, y Harry se preguntó si Ron y Hermione aún podían escuchar a Voldemort resonando en sus cabezas, como a él le ocurría.

“Has permitido que tus amigos mueran por ti en vez de enfrentarme tú mismo. Esperaré por una hora en el Bosque Prohibido… Una hora…”

Pequeños paquetes parecían estar esparcidos en el frente del castillo. Faltaba una hora más o menos para el amanecer, y aún así todo estaba en completa oscuridad. Los tres se apresuraron a ir hacia los escalones de piedra. Un perro solitario, del tamaño de un bote pequeño, yacía frente a ellos. No había ninguna otra señal de Grawp o de su atacante. (No distingo casi nada de lo que dice en este párrafo…)



El castillo estaba inusualmente silencioso. No había destellos luminosos, ni explosiones, gritos o exclamaciones. Las gárgolas del desierto hall de entrada estaban salpicadas de sangre. Aún había esmeraldas esparcidas por el suelo, junto con trozos de mármol y madera astillada. Parte de las barandillas había sido destrozada.

— ¿Dónde estarán todos? — susurró Hermione.

Ron iba primero en su camino hacia el Gran Comedor. Harry se detuvo en el umbral.

Las mesas de las Casas ya no estaban, y la habitación estaba repleta. Los sobrevivientes se mantenían abrazados en grupos. Los heridos estaban siendo tratados por Madam Pomfrey y algunos ayudantes en una plataforma. Firenze se encontraba entre los heridos, emanaba sangre de su costado, y se sacudía desde donde estaba tendido, incapaz de ponerse de pie.

Los muertos se encontraban en una fila en el medio del salón. Harry no podía ver el cuerpo de Fred, ya que su familia lo rodeaba. George estaba arrodillado junto a su cabeza, la señora Weasley; tendida sobre el pecho de Fred, temblando incontrolablemente. El señor Weasley le acariciaba el cabello, mientras las lágrimas caían de sus ojos.

Sin decirle nada a Harry, Ron y Hermione se alejaron. Harry vio a Hermione aproximarse a Ginny, cuya cara estaba hinchada y turbada, y abrazarla. Ron se acercó a Bill, Fleur y Percy, quien puso un brazo alrededor de los hombros de Ron. Mientras Ginny y Hermione se aproximaban más al resto de la familia, Harry observó los cuerpos tendidos junto a Fred. Remus y Tonks, pálidos, quietos y con una mirada de paz, parecían dormir bajo el negro cielo encantado.

El Gran Comedor parecía alejarse volando, hacerse más pequeño, encogerse, mientras Harry se alejaba rápidamente del umbral. No podía respirar. No podía soportar mirar los otros cadáveres para ver quienes más habían muerto por él. No podía soportar el estar con los Weasleys, no podía mirarlos a los ojos sabiendo que de haberse rendido de inmediato, Fred nunca hubiese muerto.

Dio media vuelta y corrió hacia la escalera de mármol. Lupin, Tonks… Anhelaba no sentir… deseaba poder arrancarse el corazón, el estómago, todo lo que gritaba dentro de él.

El castillo estaba completamente vacío, incluso los fantasmas parecían haberse unido a la masa de luto en el Gran Comedor. Harry corrió sin detenerse, aferrando el frasco de cristal que contenía los últimos pensamientos de Snape, y sin aminorar el paso hasta que llegó a la gárgola de piedra que cuidaba la oficina del director.

— ¿Contraseña?

— ¡Dumbledore! — gritó Harry sin pensarlo, pues era a él a quien quería ver, y para su sorpresa, la gárgola se hizo a un lado, abriéndole el paso a la escalera de espiral a sus espaldas.

Pero cuando Harry irrumpió en la oficina circular la encontró cambiada. Los portarretratos que colgaban de las paredes estaban vacíos. Ni un solo director o directora permanecía allí para verlo, todos, según parecía, se habían ido, tal vez porque en las pinturas alrededor del castillo podían ver más claramente lo que estaba pasando.

Harry miró desesperanzado al marco vacío de Dumbledore, que colgada directamente detrás de la silla del director, y luego le dio la espalda. El Pensadero de piedra se encontraba en la misma cabina de siempre. Harry lo cargó hasta el escritorio e introdujo los recuerdos de Snape en la gran vasija con las marcas de runas en el borde. Escapar a la cabeza de alguien más sería un gran alivio… nada podía ser peor que sus propios pensamientos, aunque hubiese pertenecido a Snape. Los recuerdos se arremolinaron, plateados y extraños, y sin dudarlo, con un sentimiento de imprudente abandono, aún sabiendo que esto aumentaría su pesar, Harry se zambulló.

Sintió la luz del sol, y sus pies tocaron un suelo cálido. Al enderezarse, pudo ver que estaba en un patio de juegos casi totalmente desierto. Una única y gran chimenea era lo que distinguía en el lejano horizonte. Dos niñas se columpiaban hacia delante y atrás, y un niño delgadísimo las observaba desde detrás de unos arbustos. Su cabello negro era largo, y su ropa era tan desastrosa que parecía a propósito: jeans demasiado cortos, un abrigo lamentable y demasiado largo que podía haber pertenecido a un adulto y una extraña polera que parecía un delantal.

Harry se acercó al muchacho. Snape parecía tener unos nueve o diez años, pálido, pequeño y rudo. Había codicia sin disfrazar en su delgado rostro, mientras observaba a la más joven de las dos hermanas columpiarse más y más alto que su hermana.

— ¡Lily, no hagas eso! — gritó la mayor

Pero la chica se había soltado del columpio en el punto más alto de este, y voló por los aires (literalmente, voló) y se lanzó hacia el cielo con una gran carcajada, y en vez de estrellarse contra el asfalto de patio, se elevó como un trapecista por el aire, manteniéndose arriba por demasiado tiempo y aterrizando suavemente.

— ¡Mamá te dijo que no lo hicieras!

Petunia dejó de columpiarse hundiendo sus sandalias en la tierra, provocando un crujido, y luego se puso de pie, con las manos en la cintura.

— ¡Mamá dijo que no tenías permiso para hacerlo, Lily!

— Pero estoy bien — dijo Lily, aún riendo — Tuney, mira esto. Mira lo que puedo hacer.

Petunia miró alrededor. El patio estaba vacío, a excepción de ellas mismas y, a pesar de que ellas no lo sabían, Snape. Lily recogió una flor que se había caído del arbusto detrás del cual Snape se escondía. Petunia avanzó, evidentemente dividida entre la curiosidad y la desaprobación. Lily esperó a que Petunia estuviese lo suficientemente cerca como para ver bien, y luego abrió la palma de su mano. La flor se sentó ahí, abriendo y cerrando sus pétalos, como si fuera una ostra extraña y bizarra, con muchos labios.

— ¡Detenlo! — chilló Petunia.

— No te hace daño — replicó Lily, mas cerro su mano y arrojó la flor.

— No está bien — dijo Petunia, pero sus ojos habían seguido el vuelo de la flor hacia el suelo, y los mantuvo fijos en ese lugar — ¿Cómo lo haces? — añadió, con una voz que indicaba cuanto quería saber.

— Es obvio, ¿no? — Snape ya no podía contenerse, y saltó de detrás de los arbustos. Petunia gritó y retrocedió corriendo hacia los columpios, pero Lily, aunque claramente asustada, permaneció donde estaba. Snape pareció lamentar haber aparecido. Una sobre de rubor se posó en sus pálidas mejillas mientras miraba a Lily.

— ¿Qué es obvio? — preguntó Lily.

Snape parecía nervioso y exaltado. Mirando a Petunia, que se asomaba por detrás de los columpios, bajó la voz y dijo:

— Yo sé lo que eres.

— ¿Qué quieres decir?

— Eres… eres una bruja — susurró Snape.

La niña se mostró ofendida.

— ¡Eso no es algo muy agradable para decirle a alguien!

Se dio vuelta, con la nariz en el aire, y se alejó hacia su hermana.

— ¡No! — dijo Snape. Ahora estaba completamente colorado, y Harry se preguntó porque no que quitaba su ridículamente largo abrigo, a menos que fuera porque no quería mostrar el delantal que traía debajo. Aleteó detrás de las chicas, pareciéndose grotescamente a un murciélago, al igual que su yo mayor.

Las hermanas lo examinaron con una mirada desaprobatoria, y se colgaron de las poleas de uno de los columpios, como si ese fuera un lugar seguro.

— Lo eres — le dijo Snape a Lily — Eres una bruja, te he estado observando desde hace tiempo. Pero no tiene nada de malo, mi mamá también lo es, y yo soy un mago.

La risa de Petunia era como agua fría.

— ¡Un mago! — exclamó, recuperando el coraje ahora que ya había superado el susto la aparición repentina — ¡Yo sé quien eres! ¡Eres ese tal Snape! Viven al terminar El Fin del Hilandero, cerca del río — le dijo a Lily, y era evidente por su tono de voz que consideraba la dirección muy poco recomendable — ¿Por qué nos has estado espiando?

— ¡No he estado espiando! — dijo Snape, acalorado, incómodo y con el cabello sucio bajo la luz del sol — No te espiaría a ti, de todas formas — añadió con desprecio — eres una muggle.

Aunque claramente Petunia no entendía la palabra, intuía lo que era por el tono.

— ¡Ven, Lily, nos vamos! — dijo fríamente. Lily obedeció a su hermana de inmediato, mirando a Snape mientras se iba. Él no dejó de mirarlas en su camino hacia el portón de la plaza, y Harry, el único que quedaba para observarlo, pudo reconocer en él una amarga decepción, y comprendió que Snape había estado planeando este momento desde hace mucho, y que había salido completamente mal…

La escena se disolvió, y antes de que Harry se diera cuenta, se re—armó a su alrededor. Ahora estaba en un pequeño bosque. Podía ver el agua de un río brillando a través de los troncos. Las sombras que daban los árboles dejaban un claro verde y fresco. Dos niños se encontraban sentados en suelo, cara a cara y con las piernas cruzadas. Snape se había quitado el abrigo, y su delantal parecía menos peculiar a media luz.

— … y el Ministerio puede castigarte por hacer magia fuera de la escuela, te envían cartas.

— ¡Pero yo sí he hecho magia fuera de la escuela!

— Estamos a salvo. Aún no tenemos nuestras varitas. Te dejan en paz cuando eres un niño y no puedes evitarlo. Pero cuando cumples once — y asintió, dándose importancia — y te comienzan a entrenar, debes ser más cuidadoso.

Hubo un pequeño silencio. Lily había recogido una ramita caída y la hacía girar en el aire; Harry supo que la niña imaginaba chispas saliendo de ella. Luego dejó caer la ramita y se inclinó hacia el chico.

— Es verdad, ¿cierto? ¿No es una broma? Petunia dice que me estás mintiendo. Petunia dice que no existe Hogwarts. Es verdad, ¿cierto?

— Es verdad para nosotros — dijo Snape — no para ella. Pero recibiremos la carta, tú y yo.

— ¿En serio? — susurró Lily.

— Definitivamente — dijo Snape, e incluso con su mal corte de cabello y su extraña ropa, su figura pareció enaltecerse en frente de ella, lleno de confianza en su destino.

— ¿Y de verdad me llegará por lechuza? — susurró Lily.

— Normalmente — dijo Snape — pero eres hija de muggles, así que alguien de la escuela tendrá que venir a explicarle a tus padres.

— ¿Existen diferencias por ser hija de muggles?

Snape dudó un instante. Sus ojos negros, impacientes y repentinamente abatidos, recorrieron la pálida cara y el cabello rojo oscuro.

— No — dijo — No existe ninguna diferencia.

— Que bueno — dijo Lily, relajándose. Era claro que eso la había estado preocupando.

— Tienes mucha magia — dijo Snape — pude verlo. Todo el tiempo que te observé…

Su voz fue desapareciendo, ella no estaba escuchando, pero se había estirado en el suelo frondoso y miraba hacia las hojas en las copas de los árboles que había sobre ellos. Él la miró con tanta intensidad como la había mirado en el patio de juegos.

— ¿Cómo van las cosas en tu casa? — preguntó Lily.

Snape frunció un poco el entrecejo.

— Bien — dijo.

— ¿Ya no pelean?

—Oh, sí. Sí pelean — dijo Snape, recogiendo un montón de hojas y rompiéndolas, aparentemente sin darse cuenta de lo que estaba haciendo — Pero no falta mucho para que me vaya.

— ¿A tu papá no le gusta la magia?

— Creo que no hay nada que le guste mucho — dijo Snape.

— ¿Severus?

Una pequeña sonrisa apareció en el rostro de Snape cuando ella mencionó su nombre.

— ¿Si?

— Cuéntame sobre los dementores otra vez.

— ¿Qué quieres saber de ellos?

— Si yo uso magia fuera de la escuela…

— ¡No te enviarán con los dementores por eso! Los dementores son para gente que ha hecho cosas realmente malas. Son los guardianes de la prisión mágica, Azkaban. Pero tú no irás a Azkaban, eres demasiado…

Snape se sonrojó nuevamente y destrozó más hojas. Luego, un ligero crujido detrás de Harry hizo que se diera vuelta: Petunia, escondida detrás de un árbol, había perdido el equilibrio.

— ¡Tuney! — exclamó Lily, con una voz llena de sorpresa y bienvenida, pero Snape se había puesto de pie de un salto.

— ¿Quién espía a quién ahora? — gritó — ¿Qué es lo que quieres?

Petunia había perdido el aliento, alarmada por haber sido atrapada. Harry podía ver como luchaba por encontrar algo hiriente que decir.

— ¿Y tú, qué traes puesto? — dijo, señalando al pecho de Snape — ¿Una blusa de tu mami?

Escucharon un “CRACK”: una rama sobre la cabeza de Petunia se había caído. Lily gritó, la rama golpeó a Petunia en el hombro, quien retrocedió y se echó a llorar.

— ¡Tuney!

Pero Petunia había salido corriendo. Lily se volteó hacia Snape.

— ¿Tú hiciste que pasara eso?

— No — el chico parecía desafiante y asustado.

— ¡Fuiste tú! — la niña se alejaba, sin darle la espalda — ¡Fuiste tú! ¡La lastimaste!

— No… ¡no lo hice!

Pero la mentira no convenció a Lily: después de una última mirada fulminante, se fue corriendo del bosquecillo, detrás de su hermana, y Snape se quedó allí, miserable y confundido…

Y el escenario se rearmó. Harry miró a su alrededor, se encontraba en la plataforma 9 y ¾, y Snape estaba a su lado, ligeramente encorvado, junto a una mujer delgada, pálida y con una mirada amarga, que le recordaba mucho a él. Snape miraba a una familia de cuatro miembros que se encontraba a una escasa distancia. Las dos niñas estaban un tanto alejadas de sus padres. Lily parecía estar discutiendo con su hermana. Harry se acercó más para escuchar.

— ¡…lo siento mucho, Tuney, lo siento! Escucha — tomó la mano de su hermana, y la sostuvo, a pesar de que Petunia trataba de soltarse — Tal vez cuando llegue (¡Escucha, Tuney!) Tal vez cuando llegue, podré ir a hablar con el profesor Dumbledore y convencerlo para que cambie de opinión.

— ¡Yo — no — quiero — ir! — dijo Petunia, forcejeando por quitar su mano de entre las de su hermana — ¿Crees que quiero ir a un estúpido castillo a aprender a ser una… una…?

Sus ojos claros recorrieron la plataforma, por sobre los gatos maullando en los brazos de sus dueños, por sobre las lechuzas ululando y aleteándose unas a otras en sus jaulas, por sobre los estudiantes, algunos ya vestidos con sus largas túnicas negras, cargando sus baúles al interior del tren escarlata o saludándose felices unos a otros después de un verano sin verse.

— ¿…crees que quiero ser un… un… fenómeno?

Los ojos de Lily se llenaron de lágrimas mientras Petunia conseguía recuperar su mano.

— No soy un fenómeno — dijo Lily — Es horrible que digas eso.

— Ahí es a donde vas — dijo Petunia, ardientemente — A una escuela especial para fenómenos. Tú y ese Snape… raros, eso es lo que ambos son. Es bueno que te separen de la gente normal. Es por nuestra propia seguridad.

Lily miró a sus padres, quienes miraban la plataforma con un aire de dicha total, disfrutando la escena. Luego volvió a mirar a su hermana, y su voz se volvió baja y fría.

— No pensabas que era una escuela para fenómenos cuando le escribiste al director rogándole que te aceptara.

Petunia se puso escarlata

— ¿Rogando? ¡Yo no le rogué!

— Vi su respuesta. Fue muy amable.

— ¡No debiste haberlo leído…! — susurró Petunia — Era algo privado… ¿Cómo pudiste?

Lily se delató a sí misma al mirar hacia donde se encontraba Snape. Petunia jadeó.

— ¡Ese chico la encontró! ¡Tú y ese niño han estado entrometiéndose en mi habitación!

— No… no entrometiéndonos — ahora era Lily quien estaba a la defensiva — ¡Severus vio el sobre, y no podía creer que un mago fuera capaz de contactar a Hogwarts, eso es todo! Él dice que deben haber magos trabajando encubiertos en el servicio postal y que ellos se encargan de…

— ¡Aparentemente los magos meten las narices en todas partes! — dijo Petunia, ahora tan pálida como antes sonrojada — ¡Fenómeno! — le espetó a su hermana, encaminándose luego hacia sus padres.

La escena se disolvió una vez más. Snape recorría el corredor del Expreso de Hogwarts mientras este atravesaba el país. Ya se había puesto su túnica de le escuela, seguramente había aprovechado la primera oportunidad que había tenido para deshacerse de su extraña ropa muggle. Al fin se detuvo, fuera de un compartimiento en el cual unos chicos muy ruidosos conversaban. Encogida en un asiento de la esquina, junto a la ventana estaba Lily, con su cara apretada contra el cristal de la ventana.

Snape abrió la puerta del compartimiento y se sentó frente a Lily. Ella lo miró y luego volvió la vista hacia la ventana. Había estado llorando.

— No quiero hablar contigo — dijo con la voz contraída.

— ¿Por qué no?

— Tuney m—me odia. Por ver la carta que Dumbledore le envió.

— ¿Y eso qué?

Lily le lanzó una mirada de profundo desprecio.

— ¡Que es mi hermana!

— Ella es sólo una… — Snape se contuvo rápidamente, pero Lily, demasiado ocupada en secarse las lágrimas sin que nadie se diera cuenta, no lo escuchó.

— ¡Pero nosotros vamos! — dijo él, sin poder contener la emoción en su voz — ¡Este es el gran momento! ¡Nos vamos a Hogwarts!

Ella asintió, restregándose los ojos, pero muy a su pesar, sonrió ligeramente.

— Más te vale estar en Slytherin — dijo Snape, envalentonado por el hecho de que se hubiese alegrado un poco.

— ¿Slytherin?

Uno de los chicos con los que compartían el vagón, que no había demostrado el menor interés en Lily o Snape hasta ese momento, miró a su alrededor al escuchar esa palabra, y Harry, cuya atención se había concentrado completamente en los dos que estaban junto a la ventana, vio a su padre: delgado, con el cabello negro igual que Snape, pero con ese aire indefinido de haber sido querido, e incluso adorado, y que a Snape tanta falta le hacía.

— ¿Quién quiere estar en Slytherin? Creo que mejor me voy, ¿acaso tú no? — preguntó James al chico tendido en los asientos al frente de él, y con un estremecimiento, Harry se dio cuenta de que era Sirius. Sirius no sonreía.

— Toda mi familia ha estado en Slytherin — dijo.

— Rayos — dijo James — Y a mí que me parecías normal.

Sirius sonrió.

— Tal vez rompa la tradición. ¿A dónde te irías, si tuvieras que elegir?

James levantó una espada invisible.

— ¡Gryffindor, donde habitan los valientes de corazón! Igual que mi papá.

Snape hizo un ruidito de disgusto. James se giró hacia él

— ¿Tienes algún problema con eso?

— No — dijo Snape, aunque el desprecio en su voz daba a entender otra cosa — Si prefieres ser un musculoso a un cerebrito...

— ¿A dónde esperas ir, viendo que no eres ninguna de las dos cosas? — interrumpió Sirius.

James se echó a reír. Lily se puso de pie, un tanto sonrojada, mirando a James y a Sirius con desagrado.

— Vamos, Severus, busquemos otro compartimiento.

— Oohhhhh…

James y Sirius imitaron su voz arrogante. James trató de empujar a Snape mientras pasaba.

— ¡Te veo luego, Quejicus! — gritó una voz, mientras la puerta del compartimiento se cerraba de un portazo…

Y la escena se disolvió una vez más…

Harry estaba parado detrás de Snape, mirando las iluminadas mesas de las Casas, llenas de caras. Luego la profesora McGonagall dijo:

— ¡Evans, Lily!

Harry vio a su madre avanzar con las piernas temblándole y sentarse en el inestable taburete. La profesora McGonagall puso el Sombrero Seleccionador sobre su cabeza, y apenas un segundo después de que este tocó el cabello rojo oscuro, el sombrero gritó: “¡Gryffindor!”

Harry escuchó a Snape soltar un pequeño quejido. Lily se quitó el sombrero, se lo devolvió a la profesora McGonagall, y luego se apresuró en ir a la alegre mesa de los Gryffindors, pero mientras se encaminaba hacia allá miró a Snape con una sonrisa triste en su rostro. Harry vio a Sirius acomodarse en la banca para hacerle espacio. Ella le lanzó una mirada, pareció reconocerlo del tren, cruzó los brazos y firmemente le dio la espalda.

El llamado de la lista continuó. Harry vio a Lupin, Pettigrew y a su padre unirse a Lily y Sirius en la mesa de Gryffindor. Cuando faltaban sólo una docena de estudiantes para ser sorteados, la profesora McGonagall llamó a Snape.

Harry caminó junto a él hacia el taburete, lo vio ponerse el sombrero.

— ¡Slytherin! — gritó el Sombrero Seleccionador.

Y Severus Snape caminó para el otro lado del Gran Comedor, lejos de Lily, hacia la mesa de los donde los Slytherin lo animaban, hacia donde Lucius Malfoy, con una placa de prefecto en su pecho, palmeaba a Snape en la espalda, mientras este se sentaba junto a él.

Y luego la escena cambió…

Lily y Snape caminaban por el patio de la escuela, evidentemente discutiendo. Harry se apresuró en alcanzarlos, para escuchar lo que decían. Mientras los alcanzaba, se dio cuenta de cuanto más altos estaban ahora. Parecía que habían pasado un par de años desde el sorteo.

— ¿… a pesar de que se suponía que éramos amigos? — decía Snape — ¿Mejor amigos?

— ¡Lo somos, Sev, pero no me gustan algunas de las personas con las que te juntas! Lo siento, pero detesto a Avery y a Mulciber. ¡Mulciber! ¿Qué le ves, Sev? ¡Es aterrador! ¿Sabes lo que trató de hacerle a Mary Macdonald el otro día?

Lily había alcanzado un pilar y se apoyaba en él, mirando a la delgada y pálida cara.

— No fue nada — dijo Snape — Fue un chiste, eso era todo…

— Era magia oscura, y si eso te parece gracioso…

— ¿Y qué hay con las cosas que hace Potter con sus amigos? — demandó Snape. El color volvió a su rostro mientras decía esto, incapaz, al parecer, de mantenerse enojado.

— ¿Qué tiene que ver Potter con todo esto? — preguntó Lily.

— Ellos se escapan de noche. Hay algo raro en ese Lupin. ¿A dónde va todo el tiempo?

— Está enfermo — dijo Lily — Dicen que está enfermo…

— ¿Cada mes en luna llena? — replicó Snape.

— Conozco tu teoría — dijo Lily fríamente — De cualquier forma, ¿Por qué te obsesionas con ellos? ¿Qué te importa lo que hagan de noche?

— Sólo trato de demostrarte que no son tan maravillosos como todos creen que son.

La intensidad de su mirada la hizo sonrojarse.

— Al menos no usan magia oscura — Lily disminuyó su voz — Y estás siendo muy ingrato, oí lo que pasó la otra noche. Fuiste a meterte a ese túnel cerca del Sauce Boxeador, y James Potter te salvó de lo que sea que haya ahí.

La cara de Snape se contrajo completamente mientras murmuraba:


Date: 2015-12-11; view: 382


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