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Capitulo 18: Sorpresa de Cumpleaños

 

Al día siguiente, Harry les confió a Ron y Hermione la tarea que Dumbledore le había encargado, aunque de forma separada, ya que Hermione todavía se negaba a permanecer ante Ron más de lo que tardaba en darle una mirada despectiva.

 

Ron creía que era muy improbable que Harry tuviese algún problema con Slughorn.

 

- Él te adora –dijo en el desayuno, moviendo el tenedor lleno de huevo frito– ¿No te niega nada, no? No a su pequeño príncipe de Pociones. Sólo quédate esta tarde después de su clase y pregúntale.

 

Hermione, sin embargo, tenía una opinión más negativa:

 

- Realmente debe estar decidido a esconder lo que sucedió si Dumbledore no se lo pudo sacar. –Dijo Hermione con voz grave, mientras se ponían de pie en el terreno desierto y nevado en el descanso– Horcruxes…Nunca les he oído mencionar…

 

- ¿Nunca?

 

Harry estaba decepcionado, esperaba que Hermione pudiera darle una idea acerca de qué eran los “Horcruxes”.

 

- Deben ser Magia Oscura muy avanzada, de lo contrario, ¿porqué querría Voldemort saber de ellos? Creo que será difícil conseguir esa información, Harry, tendrás que ser muy cuidadoso cuando te dirijas a Slughorn, piensa en una estrategia…

 

- Ron me aconsejó que me quedara regazado después de clase esta tarde…

 

- ¡Ah, claro! Si Won-Won lo dice, entonces hazlo –dijo chillando de una vez– Después de todo, ¿cuándo se ha equivocado Won-Won en sus decisiones?

 

- Hermione, ¿no puedes–?

 

- ¡No! –dijo enojada, y partió como un vendaval, dejándolo solo hundirse en la nieve.

 

Las clases de Pociones eran especialmente incómodas esos días, ya que Harry, Ron y Hermione debían compartir escritorio. Ese día, Hermione movió su caldero hacia la esquina para estar cerca de Ernie y así ignorar a Harry y Ron.

 

- ¿Qué hiciste? –gruñó Ron a Harry, mirando el perfil arrogante de Hermione.

 

Pero antes de que Harry pudiera responder, Slughorn pidió silencio a la clase.

 

- ¡Ordénense, ordénense, por favor! Rápido, que debemos hacer mucho trabajo hoy. Tercera Ley de Golpalott… ¿alguien me podría decir lo que es-? Señorita Granger, ¡por supuesto!

 

Hermione recitó tan rápido como pudo:

 

- La Tercera Ley de Golpalott establece que los antídotos para una poción venenosa serán iguales a la suma de los antídotos de cada compuesto por separado.

 

- ¡Exactamente! –dijo Slughorn sonriendo– ¡Diez puntos para Gryffindor! Ahora, si aceptamos la Tercera Ley de Golpalott…



 

Harry tendría que creer en la palabra de Slughorn de que la 3º Ley era cierta, porque no había entendido nada. Nadie aparte de Hermione parecía entender lo que Slughorn estaba diciendo.

 

- …lo que significa que si hemos identificado correctamente los ingredientes de la poción de Scarpin Revellaspell, nuestro objetivo principal no es tan simple como averiguar los antídotos de los ingredientes de la poción, sino averiguar qué ingrediente podemos agregar en el proceso de preparación para transformar los diversos ingredientes.

 

Ron estaba sentado al lado de Harry con la boca abierta garabateando distraídamente en el libro de “Pociones Avanzadas”. Ron seguía olvidando que ya no podía confiar en Hermione para que lo salvara de los problemas cuando reprobaba en lo que hacía.

 

- …y entonces –dijo Slughorn– quiero que cada uno venga y tome uno de los frascos de mi escritorio. Deben crear un antídoto y poner un poco en el frasco antes del final de la clase. ¡Buena suerte, y no olviden sus lentes protectores!

 

Hermione había dejado su puesto y ya estaba a mitad de camino hacia el escritorio del profesor cuando el resto de la clase se dio cuenta de que debían hacer lo mismo, y cuando Harry, Ron y Ernie regresaron a sus puestos, Hermione ya había vertido el contenido de su frasco en el caldero y estaba encendiendo un fuego debajo del caldero.

 

- Es una pena que el Príncipe no te pueda ayudar esta vez, Harry –dijo astutamente mientras se enderezaba–. Tienes que entender los principios involucrados esta vez. ¡No atajos ni trampas!

 

Molesto, Harry destapó la poción que había tomado del escritorio de Siughorn, la cual era de un llamativo color rosa, vertió su contenido en el caldero y prendió un fuego bajo el caldero. Harry no tenía la menor idea de lo que debía hacer después. Le echó un vistazo a Ron, que estaba parado en una pose estúpida, y copió todo lo que hizo Harry.

 

- ¿Estás seguro que el Príncipe no tiene más consejos? –murmuró Ron.

 

Harry sacó su preciada copia de “Pociones Avanzadas” y se dirigió al capítulo de los antídotos. Allí estaba la “Tercera ley de Golpalott”, escrita tal como Hermione la había recitado, pero no había ninguna nota con la escritura del Príncipe que explicara sobre qué se trataba la poción. Aparentemente el Príncipe, como Hermione, no había tenido ningún problema en entender el problema.

 

- Nada –dijo Harry tristemente.

 

Hermione estaba moviendo su varita entusiastamente encima del caldero. Desafortunadamente, ellos no podían copiarle el hechizo que estaba haciendo porque había mejorado tanto en los Encantamientos no verbales que no necesitaba decir el hechizo en voz alta. Ernie MacMillan, en cambio, estaba murmurando “Specialis revelio” sobre su caldero, lo que sonaba impresionante, por lo que Harry y Ron se precipitaron a imitarlo.

 

A Harry le llevó solo cinco minutos perder su reputación como el Mejor fabricante de pociones en la clase, y ésta se estaba desmoronando justo frente a él. Slughorn había tomado algo de poción de su caldero en su vuelta a la mazmorra, preparado para exclamar el placer que le producía, como lo hacía siempre, en cambio, al olerla, retiró su nariz precipitadamente, tosiendo, ya que el olor a huevos podridos lo había abrumado. La expresión de Hermione no pudo haber sido más altiva, ella detestaba ser superada en cada una de las clases de Pociones. Ahora estaba decantando misteriosamente cada ingrediente por separado, a diferentes frascos de cristal. Para evitar ver esta escena irritante, más que para alguna otra cosa, Harry se giró hacia el libro del Príncipe Mestizo y volteó las páginas con una fuerza innecesaria.

 

Y allí estaba, garabateado justo frente a una lista de antídotos.

 

“Solo es necesario introducir un bezoar en la garganta.”

 

Harry miró estas palabras un momento. ¿No había oído hablar antes de los bezoar? ¿No los había mencionado Snape en su primera clase de Pociones? “Piedra extraída del estómago de una cabra, que los protegerá de la mayoría de los venenos”

 

No era una solución para el problema de Golpalott y si Snape hubiese sido Profesor, Harry nunca se habría atrevido a hacerlo, pero este era un momento para tomar medidas desesperadas. Se apresuró hacia el armario de pociones y revolvió su interior, haciendo a un lado cuernos de unicornio y algas marinas secas, hasta que encontró muy al fondo, una cajita de cartas en la cual había sido garabateada la palabra “Bezoars”

 

Abrió la caja justo cuando Slughorn anunció:

 

- ¡Les quedan dos minutos!

 

Dentro de la caja había media docena de unos café arrugados que parecían más a riñones disecados que a verdaderas piedras. Harry tomó uno, puso la caja de vuelta en el armario y se apresuró a volver junto a su caldero.

 

- ¡Se acabó el tiempo! –Dijo cordialmente Slughorn– Bien, vamos a ver cómo lo han hecho. Blaise… ¿qué tienes para mí?

 

Lentamente, Slughorn se paseó por la sala, examinando los variados antídotos. Nadie había finalizado la tarea, aunque Hermione estaba intentando llenar con algunos ingredientes más su botella antes de que Slughorn la alcanzara. Ron se había dado completamente por vencido y estaba meramente intentando evitar respirar por los humos putrefactos que emanaba su caldero. Harry estaba parando esperando, con el bezoar agarrado ligeramente en su mano sudorosa.

 

Slughorn finalmente alcanzó su mesa. Primero olfateó la poción de Ernie y luego la de Ron con una mueca en la cara. No se detuvo en el caldero de Ron, sino que retrocedió rápidamente, haciendo un gesto de asco desdeñosamente.

 

- Y tú, Harry –dijo luego–. ¿Qué tienes para mostrarme?

 

Harry le mostró el contenido de su mano, con el bezoar en la palma.

 

Slughorn lo observó por unos segundos. Harry se preguntó por un momento si él se enojaría. Luego echó la cabeza y estalló en carcajadas.

 

- Tienes el talento, chico –lo alentó, tomando el bezoar y sujetándolo en alto para que la clase lo pudiese ver–. Te pareces a tu madre…bueno, no te puedo culpar… un bezoar definitivamente actuaría como antídoto en éstas pociones.

 

Hermione, quien tenía la cara sudada y hollín en su nariz, estaba lívida. Su antídoto a medio terminar, que constaba de 52 ingredientes incluyendo un trozo de su cabello, su poción burbujeando lentamente detrás de Slughorn, quien solo tenía ojos para Harry.

 

- ¿Y pensaste en el bezoar por ti mismo, Harry? –preguntó Hermione con los dientes apretados–

 

- Ese es el espíritu de un verdadero Fabricante de Pociones –dijo Slughorn muy feliz, antes de que Harry pudiera responder–. Tal como su madre, ella tenía el mismo talento para hacer pociones, es indudable que lo obtuvo de Lily… Sí, Harry, si yo tengo un bezoar a mano, claro que eso funcionaría como truco… aunque como no funciona en todas las pociones, son bastante raros, y aún así, vale la pena saber cómo mezclar antídotos.

 

La única persona en la Sala que lucía más enojada que Hermione era Malfoy, quien, para el gusto de Harry, se había derramado encima algo que parecía a vómito de gato. Antes de que alguno de los dos pudiese expresar su enojo porque Harry era el primero de la clase sin hacer trabajo alguno, sonó la campana.

 

- Tiempo de recoger las cosas –dijo Slughorn– y diez puntos para Gryffindor por el buen trabajo.

 

Todavía brincando, el Profesor se fue hacia su escritorio al frente de la mazmorra.

 

Harry se quedó rezagado, tomando un tiempo excesivo en guardar las cosas en su mochila. Ni Ron ni Hermione le desearon suerte al irse, ambos parecían muy enojados. Finalmente, Harry y Slughorn quedaron solos en la habitación.

 

- Apresúrate, Harry, o llegarás tarde a tu próxima clase –dijo Slughorn afablemente, haciendo chasquear las hebillas de su maletín de piel de dragón.

 

- Señor –dijo Harry, recordándose a sí mismo sobre Voldemort– Le quería preguntar algo.

 

- Pregunta, Harry, pregunta.

 

- Señor, me preguntaba… ¿que podrían ser los “Horcruxes”?

 

Slughorn se quedó paralizado. Su cabeza redonda parecía hundirse en sí misma. Se mojó los labios y dijo con voz ronca:

 

- ¿Qué dijiste?

 

- Me preguntaba si sabría lo que son los “Horcruxes”, Señor. Verá, es que…

 

- Dumbledore te metió en esto –susurró Slughorn.

 

Su voz había cambiado completamente. Ya no era animosa, sino conmocionada y espantada. Se manoseó el bolsillo del pecho y sacó un pañuelo para secarse la frente con él.

 

- Dumbledore te ha mostrado ese-ese recuerdo –dijo Slughorn–. ¿Verdad? ¿Lo ha hecho?

 

- Sí –dijo Harry, decidiendo que era mejor no mentir.

 

- Si, evidentemente –dijo Slughorn para sí, todavía dudando y pasándose las manos por la cara– Por supuesto…bueno, si has visto ese recuerdo, te darás cuenta de que no sé nada, nada –repitió la palabra violentamente– acerca de los Horcruxes.

 

Tomó su maletín de piel de dragón, regresó su pañuelo al bolsillo y caminó hacia la puerta de la mazmorra.

 

- Señor –dijo Harry desesperado– Yo solo pensé que podría tener un poco mas de ese recuerdo.

 

- ¿Pensaste eso? –Dijo Slughorn– Entonces estabas equivocado, ¿no? ¡EQUIVOCADO!

 

Gritó la última palabra y antes de que Harry pudiera decir otra palabra, dio un portazo a la puerta detrás de él.

 

Ni Ron ni Hermione fueron compasivos cuando Harry les contó acerca de la desastrosa entrevista. Hermione continuaba enrabiada porque Harry había triunfado sin hacer el trabajo correctamente y Ron estaba resentido porque Harry no le había convidado un bezoar a él.

 

- Se hubiera visto estúpido si ambos lo hubiéramos hecho –dijo Harry irritado–Mira, debía intentar suavizarlo antes de poderle preguntar acerca de Voldemort, ¿no? ¡Tú hubieras conseguido un apretón de manos! –añadió con exasperación mientras Ron retrocedió al escuchar el nombre.

 

Irritado por haber fallado y por la actitud de Ron y Hermione, Harry pensó en qué haría los días siguientes con el tema de Slughorn. Decidió que, por el momento, dejaría pensar a Slughorn que había olvidado lo de los Horcruxes, definitivamente era mejor calmarlo y darle una falsa seguridad antes de volver al ataque.

 

Harry no volvió a interrogar a Slughorn, y el Profesor volvió a su trato afectivo con él, y parecía haberse olvidado del tema. Harry esperó por la invitación a una de sus fiestas nocturnas, determinado a aceptar esta vez, incluso si tenía que prorrogar la práctica de Quidditch. Desafortunadamente, la invitación nunca llegó. Harry preguntó a Hermione y Ginny si ellas habían recibido, y hasta donde sabían ni ellas ni los demás habían recibido invitación alguna. Harry no pudo evitar preguntarse si Slughorn no era tan olvidadizo como decía y estaba determinado a no darle a Harry más oportunidades de interrogarlo.

 

Mientras tanto, la Biblioteca de Hogwarts le había fallado por primera vez a Hermione desde que ella recordaba. Estaba tan conmocionada, que incluso olvidó que estaba enojada con Harry por el truco del bezoar.

 

- No he hallado una sola explicación sobre qué son los Horcruxes –le dijo– ¡Ni siquiera una! Fui incluso a la Sección Prohibida y busqué en los libros más horribles, pero todos dicen cómo mezclar las más espantosas pociones, ¡Y nada! Todo lo que pude hallar fue esto en la introducción a “Magia Maligna”, escucha: “Sobre el “Horcrux”, la más malvada de las invenciones mágicas, no debemos ni hablar ni mencionar una dirección” Entonces, ¿para que mencionarlos? –se preguntó impacientemente, golpeando el libro Prohibido, que dejó escapar un triste lamento– Oh, cállate –dijo bruscamente, metiendo el libro de vuelta en su mochila.

 

La nieve se derretía alrededor de la escuela mientras llegaba febrero, para ser reemplazada por una humedad fría y sombría. Unas nubes grises purpúreas se encontraban a baja altura sobre el Castillo y una lluvia fría hacía que el césped estuviera lodoso y resbaladizo. Por esto fue que la primera clase de Aparición de los alumnos de sexto, que estaba propuesta para el sábado en la mañana porque así no perdían clases, fue realizada en el Gran Salón y no en los terrenos del Castillo. Cuando Harry y Hermione llegaron al Gran Salón (Ron había bajado con Lavender) se hallaron con que las mesas estaban contra las ventanas y el techo encantado se arremolinaba oscuro sobre ellos cuando se juntaron los alumnos frente a los Profesores McGonagall, Snape, Flitchwich y Sprout –los Jefes de casa– y un pequeño brujo quien Harry asumió era el Instructor de Aparición del Ministerio. Estaba extrañamente pálido, con pestañas transparentes, pelo dedicado y un aire que lo hacía pasar desapercibido, como si una ráfaga de aire lo pudiera desarmar. Harry se preguntó si las constantes apariciones y desapariciones lo habían disminuido de alguna forma, o tal vez su frágil contextura era ideal para quien necesitaba desaparecer.

 

- Buenos días –dijo el brujo del Ministerio cuando los estudiantes habían llegado y los Jefes de las Casas los silenciaron–. Mi nombre es Wilkie Twycross y yo seré su Instructor de Aparición enviado por el Ministerio por las siguientes doce semanas. Espero ser capaz de prepararlos para su examen de Aparición en este tiempo–

 

- ¡Malfoy, silencio y presta atención! –gritó la Profesora McGonagall.

 

- Todos se voltearon a mirar. Malfoy, que se había sonrojado hasta un color rosa oscuro, lucía furioso cuando se separó de Crabbe, con quien parecía estar charlando en susurros. Harry levantó la vista hacia Snape, rápidamente, quién también lucía enojado, aunque Harry sospechó que menos por la rudeza de Malfoy que por el hecho de que McGonagal haya reprendido a un alumno de su casa.

 

- Para ese momento, muchos de ustedes estarán listos para tomar el examen –continúo Twycross como si no hubiese habido interrupción alguna.

 

Como seguramente saben, es casi imposible aparecer o desaparecer dentro de Hogwarts. El Director ha deshecho el hechizo del Gran Salón solo por una hora para permitirles practicar. Me permito recalcar que no podrán aparecerse fuera de las paredes de este Hall, y sería imprudente intentarlo. Me gustaría que cada uno se ordenara de tal forma que tengan un espacio de 3 metros frente a ustedes.

 

Hubo revuelta y empujones cuando los alumnos se separaron, se golpeaban y peleaban por los espacios. Los Jefes de casa se movían entre los estudiantes, ordenándolos en posiciones y terminando con discusiones.

 

- Harry, ¿a dónde vas? –preguntó Hermione.

 

Pero Harry no le respondió, se movía rápidamente entre la multitud de estudiantes, pasando el lugar en donde el Profesor Flitwick estaba chillando para posicionar a los alumnos de Ravenclaw, todos querían ir delante, luego pasó a la Profesora Sprout, que apresuraba a los alumnos de Hufflepuff a formar una línea, hasta que esquivó a Ernie Macmillan, y se ubicó el mismo al final de la muchedumbre, directamente detrás de Malfoy, quien aprovechando la agitación general y de forma rebelde, continúo la charla con Crabbe.

 

- No sé cuanto durará, ¿está bien? –Le dijo rápido Malfoy, obviamente con Harry parado detrás de él–. Está tomando más tiempo del que esperaba.

 

Crabbe abrió su boca, pero Malfoy pareció adivinar lo que diría:

 

- No te concierne nada de lo que hago, Crabbe. Tú y Goyle solo hagan lo que les dije y protéjanme bien.

 

- Yo les digo a mis amigos en lo que me estoy metiendo si quiero que me protejan –dijo Harry lo suficiente alto para que lo oyeran.

 

Malfoy giró sobre si mismo, su mano rápidamente hacia la varita, pero en ese preciso momento, los Jefes de las Casas gritaron: ¡Silencio! y los alumnos se callaron de inmediato. Malfoy se giró hacia el frente nuevamente.

 

- Muchas gracias –dijo Twycross– y ahora…

 

Movió su varita. Aparecieron de inmediato en el suelo unos aros antiguos frente a cada alumno.

 

- ¡Lo que hay que tener en cuenta para la Aparición, son las tres D’s! –dijo Twycross–, Destino, Determinación, Decisión.

 

-Primer paso: fijar la mente sobre el destino deseado –dijo Twycross– en este caso, en el interior del aro. Ahora, suavemente, concéntrense en su destino.

 

Todos miraban alrededor furtivamente para ver si los demás estaban concentrados en su aro, y luego, precipitadamente, hacían el ejercicio. Harry miró fijamente el espacio circular encerrado, y lleno de polvo y trató de no pensar en nada más. Esto le fue imposible, ya que no podía dejar de nublarse con el tema de Malfoy y del porqué necesitaba que lo cuidasen.

 

- Segundo Paso –dijo Twycross–. ¡Concéntrense en su Determinación de ocupar el espacio visualizado! Dejen que su deseo se extienda desde su mente a cada partícula de su ser.

 

Harry miró a su alrededor solo un momento. Un poco más allá, a su izquierda, se encontraba Ernie Mcmillan, quien estaba tan concentrado contemplando el aro, que su cara se había vuelto rosa, parecía que como si se estuviera esforzando para empollar una Quaffle del tamaño de un huevo. Harry suprimió una risa y volvió rápidamente la mirada hacia su aro.

 

- ¡Tercer paso! –Dijo Twycross– solo cuando dé la orden… Vuelvan a sus puestos, sintiéndose que se dirigen a la nada, ¡moviéndose con Decisión! A la cuenta de tres: uno-

 

Harry miró de nuevo a su alrededor: muchos alumnos lucían realmente alarmados al comprender que les pedían aparecerse tan rápido.

 

-dos-

 

Harry intentó concentrarse nuevamente en el aro, ya había olvidado que necesitaba las tres D’s.

 

-¡TRES!-

 

Harry se dobló en el puesto, perdió el equilibrio y cayó al suelo. Aunque no fue el único. De pronto todo el Hall estaba lleno de personas tambaleantes, Neville estaba tirado de espaldas, Ernie Macmillan, por otro lado, había hecho algo como una pirueta gimnástica hacia el aro y lucía momentáneamente conmocionado hasta que se dio cuenta que Dean Thomas estaba riéndose a carcajadas de él.

 

- No se preocupen, no se preocupen –dijo secamente Twycross, quien no parecía esperar algo mejor–. Ajusten sus aros como antes, y de vuelta a sus posiciones iniciales.

 

El segundo intento no fue mejor que el primero. El tercero fue igual de malo. Hasta que pasó algo interesante. Hubo un horrible grito de dolor y todos miraron alrededor para ver a Susan Bones de Hufflepuff, tambaleándose en el aro con la pierna izquierda parada cinco metros detrás, en donde había comenzado.

 

Los Jefes de casa llegaron a ella, se escucho un “bang” fuerte y se liberó un humo morado que se disipó para mostrar a Susan sollozando, unida nuevamente con su pierna y luciendo horrorizada.

 

- La “escisión” o la separación casual de alguna parte del cuerpo –dijo Wilkie Twycross de forma aburrida–, sucede cuando la mente no está suficientemente deteminada. Se deben concentrar siempre en su destino y moverse sin apresurarse, pero con decisión… así.

 

Twycross dio un paso adelante, se giró graciosamente en su puesto con los brazos estirados y desapareció en un remolino de la túnica, reapareciendo en la parte de atrás del Gran Salón.

 

- Recuerden las tres D’s –dijo– e intenten de nuevo….uno…dos…tres-.

 

Una hora después, la escisión de Susana era lo más importante que había pasado. Twycross no parecía desesperanzado. Afirmándose el abrigo al cuello, dijo simplemente:

 

- Nos veremos el próximo sábado, chicos, y recuerden: “Destino. Determinación. Decisión

 

Con un movimiento de su varita desvaneció lo aros y caminó hacia el Vestíbulo acompañado de la Profesora McGonagall. De inmediato comenzaron a charlar y a caminar hacia sus salas comunes.

 

- ¿Cómo lo hiciste? –Preguntó Ron, apurándose hacia Harry–. Yo creo que sentí algo la última vez que lo intenté, una especie de zumbido en mis pies.

 

- Supongo que tus zapatillas son muy pequeñas, Won-Won –dijo una voz detrás de ellos y apareció Hermione acechándolos y sonriente.

 

- No sentí nada –dijo Harry, ignorando la interrupción–. Pero eso no me importa muchos ahora-

 

- ¿Cómo que no te importa? ¿No quieres aprender a Aparecerte? –dijo Ron incrédulamente.

 

- No me preocupa mucho, en verdad, prefiero volar, -dijo Harry, mirando de soslayo sobre su hombro para comprobar si estaba Malfoy, y apurando el paso mientras pasaban al Vestíbulo.– Por favor, apuremos el paso que necesito decirte algo…

 

Perplejo, Ron corrió detrás de Harry de vuelta a la Torre Gryffindor. Fueron detenidos por Peeves, que había trancado una puerta en el cuarto piso y no dejaba pasar a nadie a menos que le prendieran fuego a sus pantalones, pero Harry y Ron se dieron la vuelta y tomaron un atajo seguro. Dentro de cinco minutos, ya estaban pasando por el retrato de la Dama Gorda.

 

- ¿Me vas a decir ahora lo que estamos haciendo? –preguntó Ron jadeando.

 

- Por aquí –dijo Harry, cruzando la sala común y conduciéndolo hacia las escaleras de los chicos.

 

El dormitorio estaba vacío, como Harry había supuesto. Se lanzó hacia su baúl y comenzó a revolverlo, mientras Ron lo miraba impacientemente.

 

- Harry…

 

- Malfoy está usando a Crabbe y Goyle como sus guardianes. Estaba discutiendo con Crabbe hace un instante. Quiero saber si… ¡Ajá!

 

Lo había encontrado, un pergamino cuadrado y arrugado aparentemente vacío, que estiró y golpeó con la punta de su varita:

 

- “Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas”…o por lo menos que las de Malfoy no lo son.

 

De improviso, el “Mapa del Merodeador” apareció en la superficie del pergamino. Era un plano detallado de todos los pisos de Hogwarts, y moviéndose en el estaban unos pequeños puntos negros con etiquetas que mostraban a cada ocupante del Castillo.

 

- Ayúdame a encontrar a Malfoy –dijo Harry con urgencia.

 

Puso el Mapa sobre su cama y él y Ron se inclinaron sobre él, buscando.

 

- Allí –dijo Ron, después de un minuto o algo así de búsqueda–. Está en la Sala Común de Slytherin, ¡mira!... con Parkinson, Zabini, Crabbe y Goyle…

 

Harry miró la parte inferior del Mapa, desilusionado, pero se recobró de inmediato.

 

- Bueno, lo vigilaré desde ahora en adelante –dijo firmemente–. Pero en el momento en que lo vea merodeando por algún lado, iré con la Capa Invisible para averiguar qué se…-

 

Se calló cuando Neville entró al dormitorio, oliendo a plástico chamuscado, y comenzó a revolver su baúl en busca de un nuevo par de pantalones.

 

A pesar de su determinación por pillar a Malfoy, Harry no tuvo suerte en las siguientes semanas. Aunque consultaba el Mapa tan seguido como podía, a veces visitando el baño innecesariamente, ninguna vez vio a Malfoy en algún lugar sospechoso. Continuamente, se fijó que Crabbe y Goyle se movían por el Castillo solo de una manera extraña, a veces deteniéndose en corredores desiertos, y esas veces Malfoy no estaba sólo en algún lugar lejano a ellos, sino imposible de localizar en el Mapa también. Esto era lo más misterioso. Harry pensó en la posibilidad de que Malfoy podría estar dejando los terrenos del colegio, pero no se imaginó cómo lo podría estar haciendo, dado el nivel tan alto de seguridad operando dentro del Castillo. Solo podía suponer que perdía a Malfoy entre los cientos de estudiantes de pequeñas etiquetas negras en el Mapa. En cuanto al hecho de que Malfoy, Crabbe y Goyle tomaban caminos separados cuando antes eran inseparables, pensó que estas cosas les pasaban a las personas a medida que crecías –Ron y Hermione eran una prueba viva de ello, pensó Harry tristemente.

 

Febrero dio paso a Marzo sin cambios de clima, exceptuando que los días se volvieron más ventosos y húmedos. Para indignación de los estudiantes, un mensaje en la Sala Común decía que la próxima salida a Hogsmeade había sido cancelada. Ron estaba furioso.

 

- ¡Era el día de mi Cumpleaños! –dijo–. ¡Estaba esperando para ir!

 

- No es una gran sorpresa, ¿no? -dijo Harry–. No después de lo que le sucedió a Katie.

 

Ella todavía no regresaba de San Mungo. Lo que era peor: más desapariciones habían sido reportadas en “El Profeta”, incluyendo a familiares de estudiantes de Hogwarts.

 

- ¡Y ahora tendré que hacer clases de Aparición ese día! –dijo Ron malhumorado–. Gran regalo de cumpleaños.

 

Después de tres lecciones, la Aparición se les hacía más difícil que nunca, aunque unos pocos más se habían escindido. La frustración se hacía cada vez mayor y ya había bastante repulsión hacia Wilkie Twycross y sus tres D’s, que habían inspirado muchos apodos para Twycross, de los cuales los más educados eran “Aliento de perro” (Dogbreath) y “Cabeza de Chorlito” (Dunghead).

 

- Feliz Cumpleaños, Ron –dijo Harry, cuando despertaron el primero de Marzo al salir Seamus y Dean ruidosamente para el desayuno–. Ten tu regalo.

 

Tiró el paquete al frente, a la cama de Ron, donde ya había una pila de ellos, que asumió Harry, habían sido entregados por elfos en la noche.

 

- ¡Qué alegría!–dijo Ron algo soñoliento, y mientras arrancaba el papel, Harry se levantó de la cama, abrió su baúl y comenzó a revolverlo para sacar el “Mapa del Merodeador”, el cual había usado muy a menudo. Sacó más de la mitad del contenido del baúl, hasta que lo encontró escondido bajo sus calcetas en las cuales guardaba la poción de la suerte: Felix Felicis.

 

- Listo –murmuró, tomando el Mapa y llevándolo a la cama, en donde le dio unos golpecitos en silencio y susurró– “Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas” – para que Neville, quien estaba recién sacando un pie de la cama en ese instante, no escuchara.

 

- ¡Muy bueno, Harry! –dijo Ron entusiastamente, agitando el nuevo par de Guantes de Guardián que Harry le había obsequiado.

 

- De nada –dijo Harry desinteresado, mientras buscaba detenidamente a Malfoy en el dormitorio de Slytherin–. Oye…No creo que esté en su cama…

 

Ron no respondió; estaba muy ocupado desenvolviendo los regalos y cada cierto tiempo soltaba alguna exclamación de placer.

 

- En serio, ¡buen lote de regalos me dieron este año! –Anunció, sosteniendo en alto un reloj dorado con símbolos extraños en el borde, y pequeñas estrellas en ves de manecillas–. ¿Quieres ver lo que mis padres me han regalado? Creo que tendré que cumplir más seguido la mayoría de edad…

 

- Genial –murmuró Harry, mirando de reojo el reloj antes de observar más fijamente el mapa. ¿Dónde estaba Malfoy? No aparecía ni en la mesa de Slitheryn, ni en el Gran Salón desayunando…Tampoco estaba cerca de Snape, quien estaba sentado en su estudio…Tampoco estaba en ninguno de los baños ni en las alas de de Hospital…

 

- ¿Quieres uno? –dijo Ron insistiendo, con una caja de chocolates de Caldero en su mano.

 

- No, gracias –dijo Harry, levantando la mirada–. ¡Malfoy se ha ido de nuevo!

 

- ¡No puede ser! –dijo Ron zampándose un segundo chocolate de Caldero en la boca mientras se deslizaba de la cama para irse a vestirse–. Vamos, si no te apuras te tendrás que aparecer con el estómago vacío…Aunque tal vez lo haga más fácil, supongo… -Ron miró pensativamente la caja de chocolates de Caldero, se encogió de hombros y se ayudó a comer un tercero.

 

Harry golpeó el Mapa con su varita, susurró “Travesura realizada”, aunque no la hubiera realizado, y se vistió pensando con concentración. Tenía que haber alguna explicación para las desapariciones periódicas de Malfoy, pero no podía pensar que podría ser. La mejor forma de averiguarlo sería siguiéndolo, pero incluso con la Capa Invisible ésta sería una idea poco práctica: Harry tenía clases, prácticas de Quidditch, tareas, y Aparición, no podía perseguir a Malfoy alrededor de la escuela todo el día sin que hayan notado su ausencia.

 

- ¿Listo? –le dijo a Ron.

 

Estaba a mitad de camino a la puerta del dormitorio cuando notó que Ron no se movía y estaba apoyado en el poste de su cama mirando hacia afuera por la ventana lavada por la lluvia, con una mirada perdida en la cara.

 

- ¿Ron? El desayuno.

 

- No tengo hambre.

 

Harry se quedó mirándolo.

 

- ¿Pero no dijiste hace poco qué…––?

 

- Bueno, está bien, iré contigo –suspiró Ron nuevamente–. Tú…tú no entenderías.

 

- Está bien –dijo Harry aunque estaba un poco confundido y se dirigió hacia la puerta abierta.

 

- ¡Harry! –dijo Ron de pronto.

 

- ¿Qué?

 

- Harry, ¡no lo puedo soportar!

 

- ¿Qué cosa no puedes soportar? –preguntó Harry, ahora comenzando a alarmarse. Ron estaba muy pálido y lucía como si se fuese a enfermar.

 

- ¡No puedo dejar de pensar en ella! –dijo Ron con voz ronca.

 

Harry se quedó mirándolo con la boca abierta. No se lo esperaba y no estaba muy seguro de si quería oírlo o no. Muy amigos podrían ser, pero si Ron comenzaba a llamar a Lavender “Lav-Lav” él tendría que distanciarse de Ron.

 

- ¿Y porqué eso no te deja ir a desayunar? –preguntó Harry, intentando tratar el tema con algo de sentido común.

 

- No creo que ella sepa que existo –dijo Ron con un gesto desesperado.

 

- Ella definitivamente sabe que existes –dijo Harry, un tanto aturdido–. Te sigue besuqueando, ¿no es cierto?

 

Ron parpadeó:

 

- ¿De quién hablas?

 

- ¿De quién hablas tú? –dijo Harry, con el presentimiento de que era una conversación sin sentido.

 

- Romilda Vane –dijo Ron suavemente y toda su cara pareció iluminarse al decirlo, como si le hubiesen llegado al rostro los rayos solares.

 

Se miraron mutuamente por casi un minuto, antes de que Harry dijese:

 

- ¿Es una broma, verdad? Estás bromeando.

 

- Creo…Harry, creo que la amo –dijo Ron con una voz sofocada.

 

-Está bien –dijo Harry, caminando hacia Ron para ver mejor sus ojos vidriosos y su piel pálida–. Está bien…Repítelo pero esta vez en serio.

 

- La amo –repitió Ron jadeando–. ¿Has visto el pelo, es negro, brillante y sedoso…y sus ojos? Sus bellos ojos grandes. Y su–

 

- Esto es muy entretenido y todo eso –dijo Harry impacientemente– pero está bien de bromas, ¿entendido? Déjalas.

 

Se volvió hacia la puerta para irse, no había caminado ni dos pasos cuando sintió un golpe en su oreja izquierda. Tambaleando, miró alrededor. El puño de Ron estaba volviendo hacia él, su cara contorsionada de rabia, le iba a pegar de nuevo.

 

Harry reaccionó instintivamente: sacó su varita del bolsillo y lanzó el primer hechizo que se le cruzó por la mente:

 

- ¡Levicorpus!

 

Ron gritó como si se hubiese torcido el tobillo hacia arriba de nuevo, colgaba irremediablemente volteado de cabeza y su túnica le colgaba.

 

- ¿Para qué hiciste eso? –bufó Harry.

 

- ¡Tú la insultaste, Harry! ¡Dijiste que era una broma! –gritó Ron, mientras lentamente se estaba volviendo púrpura por la sangre que se le iba a la cabeza.

 

- ¡Esto es una locura! ¿Qué le pasó a tu–?

 

Y luego vio la caja de chocolates abierta en la cama Ron y la verdad lo golpeó en la cara como una estampida de trolls.

 

- ¿Dónde conseguiste esos Chocolates de Caldero?

 

- Son un regalo de cumpleaños –gritó Ron, girando lentamente en medio del aire, mientras se intentaba liberar–. Te ofrecí uno, ¿no?

 

- Los recogiste del suelo, ¿no es cierto?

 

- Se deben haber caído de mi cama, ¿está bien? ¡Déjame ir!

 

- No se cayeron de tu cama, necio, ¿que no entiendes? ¡Eran míos y los saqué del baúl cuando buscaba el Mapa, esos son los Chocolates de Caldero que Romilda me obsequió antes de Navidad y están cubiertos con poción de amor!

 

Ron no parecía haber escuchado ni una sola palabra de todo lo que dijo Harry.

 

- ¿Romilda? –Repetía– ¿Dijiste Romilda? Harry– ¿la conoces? ¿Me la presentarías?

 

Harry miró a Ron colgando, cuya cara ahora se veía tremendamente esperanzada y luchó con sus ganas de reír. Una parte de él –la parte más cercana a su oreja izquierda, que todavía palpitaba– estaba bastante de acuerdo en bajar a Ron y dejarlo correr hasta que los efectos de la poción concluyeran…Pero por otra parte, se suponía que eran amigos, Ron no había sido él mismo cuando fue atacado, y Harry pensó que él mismo se merecería un golpe si permitía que Ron le declarase su amor eterno a Romilda Vane.

 

- Si, yo te la voy a presentar –dijo Harry, pensando rápido–. Te lo haré saber de inmediato, ¿está bien?

 

- Dejó caer de un golpe a Ron al suelo (le dolía bastante la oreja), pero Ron simplemente se paró brincando y con una sonrisa de oreja a oreja.

 

- Estará en la oficina de Slughorn –dijo Harry muy confiado, guiando a Ron hacia la puerta.

 

- ¿Porqué va a estar allí? –preguntó Ron ansioso, apurándose para mantener el paso de Harry.

 

- ¡Ah! Porque toma clases extra de Pociones con el Profesor –dijo Harry, inventando algo disparatado.

 

- Y tal vez yo podría preguntar si puedo tomar la clase con ella, ¿no? –dijo Ron jovialmente.

 

- ¡Excelente idea!

 

Lavender estaba esperando a un lado del retrato de la Dama Gorda, una complicación que Harry había olvidado.

 

- Llegas tarde, Won-Won –dijo con un puchero– Te tengo tu regalo de–

 

- ¡Déjame tranquilo! –Dijo Ron impacientemente– Harry me va a presentar a Romilda Vane.

 

Y sin decirle otra palabra, empujó el retrato de la Señora Gorda. Harry intentó ponerle una cara de disculpa a Lavender, pero resultó igual de sorprendida cuando la Señora Gorda se cerró detrás de ellos.

 

Harry no se preocupó por el hecho de que Slughorn podría haber estado en el desayuno, pero respondió apenas tocó la puerta a la primera vez y vestía un traje de terciopelo verde que combinaba con el gorro de dormir y lucía algo turbio.

 

- Harry –gruño el Profesor– es bastante temprano para una visita, usualmente duermo hasta tarde los sábados…

 

-Profesor, realmente lamento molestarlo –dijo Harry lo más callado que pudo, mientras Ron se paraba de puntillas, tratando de ver lo que ocurría en el Despacho de Slughorn– pero mi amigo Ron ingirió algo de poción de amor por error. ¿Usted le podría hacer un antídoto? Lo llevaría a donde Madame Pomfrey, pero se supone que no podemos tener nada de la tienda “Sortilegios Weasley” y usted sabe…preguntas incómodas.

 

- ¿No podrías haberle preparado un remedio Harry, un experto en Pociones como tu?

 

- Em –dijo Harry, por el hecho de estar distraído de que Ron le estaba pegando en las costillas para intentar hacerlo entrar a la habitación– bueno, es que nunca antes he mezclado un antídoto para una poción de amor, señor, y para cuando la termine, Ron podría estar en algo serio–

 

Afortunadamente, Ron escogió ese momento para lamentarse:

 

- No la puedo ver, Harry. ¿El Profesor la está escondiendo?

 

- ¿Estaba esta poción dentro de la fecha? –preguntó Slughorn, mirando a Ron con interés profesional– Se pueden fortalecer si se dejan más tiempo del que deberían.

 

- Eso lo explicaría todo –dijo Harry jadeando, mientras luchaba con Ron para evitar que éste derribara a Slughorn–. Es su cumpleaños Profesor –añadió de forma suplicante.

 

- ¡Ah! Está bien, pasen, pasen –dijo Slughorn relajándose– Tengo lo necesario en mi maletín, no es un antídoto muy difícil….

 

Ron irrumpió al Salón apretado y acalorado de Slughorn y se tropezó con un banco adornado, se recuperó afianzándose al cuello de Harry y murmuró:

 

- Ella no vio eso, ¿verdad?

 

- Todavía no llega –dijo Harry, observando a Slughorn abrir su maletín de Pociones y añadiendo un poco de esto y aquello a una botellita pequeña de cristal.

 

- ¡Qué bien! –Dijo Ron luciendo acalorado– ¿Cómo me veo?

 

- Bastante guapo –dijo Slughorn con suavidad, pasándole a Ron una copa con líquido claro–. Ahora bébete esto, es un brebaje que calma los nervios, así te mantendrás calmado hasta que llegue ella.

 

- Perfecto, –dijo Ron jovialmente y se tragó el antídoto ruidosamente.

 

Harry y Slughorn lo observaron. Por unos instantes, Ron les sonrió. Luego, muy lentamente, su rostro pareció encogerse en una mueca y luego se esfumó, para ser reemplazado por una expresión increíble de terror.

 

- ¿Volviste a la normalidad? –dijo Harry sonriendo de oreja a oreja. Slughorn rió entre dientes– Muchas gracias, Profesor.

 

- Ni lo menciones, Harry, ni lo menciones –dijo Slughorn, cuando Ron se desplomó sobre un sillón cercano, luciendo devastado– Necesita que alguien lo levante, eso es lo que necesita –continúo Slughorn, desordenando una mesa con bebidas– Tengo cerveza de mantequilla, vino, y una última botella de Hidromiel con especies…mmm…esperaba dársela a Dumbledore para Navidad…pero bueno… –se encogió de hombros– ¡No puede extrañar lo que nunca tuvo! ¿Por qué no la abrimos de inmediato y celebramos el Cumpleaños del Señor Weasley? Nada como un poco de bebida para ahogar las penas de un amor no correspondido.

 

Rió de nuevo y Harry se le unió. Esta era la primera vez que se hallaba casi solo con Slughorn desde el desastroso primer intento que tuvo tratando de obtener un recuerdo concreto de él. Tal vez, si pudiese mantener a Slughorn de buen humor…tal vez si tomaba suficiente Hidromiel con especias…

 

- Aquí tienen –dijo Slughorn entregándoles a Harry y a Ron una copa de Hidromiel antes de levantar la suya–. Bueno, un muy Feliz Cumpleaños, Ralph–

 

- Ron –susurró Harry.

 

Pero Ron, quién no pareció haber oído el brindis, llevó la copa a su boca y se la tragó de un sorbo.

 

Hubo un instante, no mayor que el de un latido, en el cual Harry se dio cuenta de que algo horrible ocurriría, y Slughorn parecía, no lo notó.

 

- …y que hayan muchos más––

 

- ¡Ron!

 

Ron dejó caer su Copa, estaba a la mitad de levantarse cuando decayó, sus extremidades tiritaban descontroladamente. Caía espuma de su boca y sus ojos se salían de órbita.

 

- ¡Profesor! –Gritó Harry– ¡Haga algo!

 

Pero Slughorn se había paralizado de la impresión. Ron se agitaba, ahogándose: su piel se estaba poniendo azul.

 

- Qué­– pero– –balbuceó Slughorn.

 

Harry brincó sobre una mesa de abajo y corrió hacia el maletín de pociones todavía abierto, sacando bolsas y botellas mientras el terrible sonido de las gárgaras que hacía Ron llenaba la habitación. Luego lo encontró: la piedra que parecía riñón arrugado que había ocupado en Pociones y Slughorn se había llevado.

 

Se lanzó de vuelta al lado de Ron, abrió su garganta haciéndole un poco de daño y metió el bezoar en su boca. Ron se estremeció fuertemente, suspiró ruidosamente y se quedó débil y quieto.

 

 


Date: 2015-12-11; view: 427


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