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HAY QUE JODERSE, TÍO

Mister Duck me esperaba en nuestra playa, tal como llevaba haciendo desde el ataque del tiburón.

La primera vez que lo vi allí, me asusté, y enseguida nos pusimos a discutir. No tenía nada en contra de que hubiese aparecido en las grutas para echarme una mano con Christo. Con fosforescencias o sin ellas, las grutas tenían ese aire de pesadilla tan adecuado para que Mister Duck se presentase; pero verlo a pleno sol, con un porro apretado entre los dientes como si fuese un cowboy con su pitillo, era demasiado.

Yo lo había mirado sin dar crédito a lo que veía, mientras él se dedicaba a hacer muecas y a sacudir la cabeza. Hasta que fui incapaz de contenerme por más tiempo.

-¡Estamos a plena luz del día, Mister Duck! -grité, enfadado por el ambiguo insulto que suponía la impúdica naturaleza de su aparición.

-Vaya, qué novedad.

-No estoy soñando -musité tras una pausa.

-No, señor.

-Entonces es que me estoy volviendo loco.

-¿Quieres que sea sincero contigo?

-Sí.

-No creo -dijo, encogiéndose de hombros- que, hablando de locura, el gerundio sea el tiempo verbal más idóneo. Claro que no soy un profesional de la medicina, que es con quien deberías cotejar mi opinión.

Levanté los brazos, los dejé caer y me senté en el suelo. Alargué la mano y le toqué un hombro, un hombro tan sólido, cálido y seco como si hubiera sido el mío.

Mister Duck frunció el entrecejo al advertir mi escalofrío.

-Creo que tienes un problema.

-Sí. Tengo un problema. -Sacudí la cabeza-. Estoy loco.

-¿Y qué? ¿Lo lamentas?

-¿Que si lo lamento?

-¿Es eso lo que estás haciendo? ¿Lamentarte?

-Yo...

Mister Duck me cortó en seco.

-Porque si lo que quieres es lamentarte, colega, quiero que sepas que no estoy dispuesto a escucharte.

-Yo sólo...

-Yo sólo, yo sólo -se burló-. Tú sólo, ¿qué?

-Estoy cagado de miedo. Te veo y... me vuelvo loco.

-¿Qué tendrá que ver la locura con cagarse vivo? -preguntó con expresión de ira.

-¡Todo! -exclamé, furioso-. Tiene que ver todo. ¡No quiero volverme loco!

-Tú no quieres volverte loco. Bien, bien. ¿Te importa que te diga algo al respecto?

Saqué un cigarrillo con manos temblorosas y volví a guardarlo, recordando que no debía fumar para no delatar mi presencia.

-Sí. Me importa. Quiero que desaparezcas.

-Pues te jodes. Dime, ¿dónde estás?

-¡Déjame en paz!

-¿Dónde estás? -repitió.

-En Tailandia -contesté, llevándome las manos a la cara.

-¿Dónde?



-En Tailan...

-¿Dónde?



Miré entre los dedos hacia la Zona Desmilitarizada y hundí los hombros cuando caí en la cuenta de lo que estaba viendo.

-En Vietnam.

-¡Vietnam! -Una súbita alegría pareció apoderarse de él-. ¡Tú lo has dicho! ¡Es lo que querías! ¡Y ahí tienes los destacamentos! ¡Cuando estás en campaña la norma es cagarse vivo! -Soltó un alarido y se dio una palmada en el muslo-. Hay que joderse, tío; deberías alegrarte de verme. ¡Soy la prueba de que lo has conseguido! ¡Soy tu propia cagada, Richard! ¡Estamos en el puto Vietnam!

Tras aquel primer día empecé a acostumbrarme a la presencia de Mister Duck. Y al cabo del segundo comprendí que, en realidad, estaba encantado. Era, a su modo, un buen compañero y sabía hacerme reír. Con el paso del tiempo, nuestra conversación se ciñó a los tópicos habituales, como nuestros lugares favoritos o las películas que habíamos visto.

Habría sido difícil asustarse de alguien con quien estabas hablando de La guerra de las galaxias.

Una vez que hubo terminado el funeral me entró la prisa por llegar a la atalaya. Tenía muchas preguntas que hacerle a Mister Duck relacionadas con el Tet y quería hablarle de las palabras que Sal había dirigido al campamento, de modo que hice casi todo el camino corriendo.

Lo encontré con los binoculares de Jed pegados a los ojos.

-Tengo un montón de cosas que contarte. -Jadeé sin aliento al sentarme a su lado-. Enterramos a Sten, y Sal nos soltó una larga arenga. Habló del Tet, del que no me habías dicho nada. Y también habló de ti.

Su mirada adquirió un sesgo extraño.

-¿Sal habló de mí? ¿Qué dijo?

-Dijo que este año el Tet sería diferente porque tú no estabas con nosotros.

-¿Eso dijo?

-Relacionado contigo, sí. También habló del Tet y de nuestro estado de ánimo.

-Qué bien -murmuró, asintiendo con la cabeza y como si la cosa no fuera con él.

-¿No quieres que te cuente? Fue sensacional. Creo que consiguió...

-No. No quiero.

-¿De verdad no quieres que te cuente?

-No.

-Ah... ¿Por qué no?

-Porque... Porque...

Por un instante me pareció que pensaba en otra cosa. Bajó los binoculares, los levantó de nuevo para echar una ojeada y volvió a bajarlos.

-Porque quiero hablar de aeromodelismo.


Date: 2015-12-11; view: 5688


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