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Tercera estancia en el hospital

“Voy a confiar en la Doctora Yamamoto”. Quiero que reparen mi cuerpo en el hospital. Solo puedo vivir bien si tengo buena salud… Ni siquiera puedo estar segura de si, de un modo o de otro, voy a poder seguir haciendo mis cosas cuando tenga veinte años. ¡Doctora, ayúdeme! Intento animarme a mí misma diciéndome que no tengo tiempo para ser cobarde. Pero no puedo evitar que mi enfermedad progrese por mucho que lo intente…

“Ya no eres una estudiante”, me ha dicho la Doctora Yamamoto, “así que puedes quedarte en el hospital hasta que te pongas mejor. Después tendrás que hacer todo lo que puedas para seguir viva. Mientras estés viva, estoy segura de que descubrirán una nueva medicina. Hasta ahora, la neurología en Japón ha estado por detrás de otros países, pero últimamente ha avanzado a una velocidad increíble. La leucemia era una enfermedad fatal hasta hace unos años pero ahora algunas personas se curan. Aya-chan, yo estoy estudiando mucho con la esperanza de poder ser capaz de curar a pacientes como tú”. No he podido dejar de llorar, pero hoy eran lágrimas de felicidad. “Gracias, Doctora Yamamoto. Usted no se ha rendido conmigo. Me preocupaba tanto que usted hubiera abandonado toda esperanza porque no me recuperaba ni las dos estancias ni la medicina me han hecho nada…”. He asentido con fuerza. No podía hablar bien. Mi cara estaba cubierta de lágrimas. Mi madre me estaba dando la espalda. Sus hombros temblaban.

Me siento muy feliz y muy agradecida por haber conocido a la Doctora Yamamoto. Siempre que me siento física y mentalmente débil y desanimada, ella acude a mi rescate. Incluso cuando tiene otros pacientes esperándola, me escucha sin ni siquiera ir a comer. Me da esperanza. Me proporciona luz. Sus palabras, “¡mientras yo sea médico, no me rendiré!” han sido tan tranquilizadoras.

Ya han pasado tres meses desde que me gradué. He recibido una carta de una de mis compañeras. Ha encontrado trabajo en una compañía. Me ha dicho que se está acostumbrando a su nuevo empleo y que se está esforzando mucho. En cuanto a mí, después de tres meses, de nuevo llevo una vida de hospital intentando reparar los daños de mi cuerpo…

He empezado el día cantando Bara ga saita (Las rosas florecen) en el baño. He tocado la armónica para aumentar mi capacidad pulmonar. Tiene un sonido bonito. Suena como si se llevara todas las cosas, incluyendo las malas y la muerte. Volveré a tocarla sin preocuparme de si molesto a los vecinos.

De camino a rehabilitación, he pasado por el baño. Mientras intentaba sentarme, me he escurrido en la taza y me he mojado los pantalones. No tenía tiempo de cambiarme así que he ido directa a rehabilitación. Cuando estaba caminando en las barras, Y-sensei me ha cogido de la goma de los pantalones pero, al descubrir que estaban húmedos, me ha soltado y me ha dejado como estaba. ¡Han dejado a Aya sola en las paralelas! En cuanto a mi entrenamiento independiente, me he puesto un protector en el pie derecho para mantener mi tobillo a noventa grados, me he puesto uretano en los dedos y he empezado a caminar. Me he sujetado firmemente a las barras y he hecho mis pinitos… Y-sensei me estaba mirando. “Adelanta las piernas más rápido”, me ha dicho.



Me habría gustado decirle: “Es raro, ¿sabe? Porque mis piernas, la parte superior de mi cuerpo y mis caderas no se mueven juntos. Si me pongo tensa al intentar solucionarlo, mis piernas se quedan atrás y por eso me caigo”. Pero esta vez era diferente porque me sentía incómoda con los pantalones mojados. No he dicho nada y he intentado hacerlo muchas veces yo sola.

 

El espejo

Hoy me he cortado el pelo. Pero no quiero mirarme al espejo. No quiero verme a mí misma con una expresión recatada. En cuanto a mi sonrisa complaciente con los ojos cerrados que siempre muestro a los demás, prefiero no verla. Sin embargo, hay un gran espejo en la sala de rehabilitación. O-sensei me dice que debería mirarme para corregir mi postura. La imagen mental que tengo de mí misma es la de una chica sana y normal. Pero en el espejo no soy tan guapa. Tengo la espalda torcida y la parte superior de mi cuerpo está inclinada hacia delante. No puedo hacer otra cosa que admitir los hechos. Por mucho que lo intento, sigo sin poder descartar la esperanza de que puedo escapar de mi discapacidad. Quiero poder hacer al menos una cosa gracias a la rehabilitación. Quiero ser capaz de hacer algo que antes no podía hacer.

Acepté el reto de vencer a mi cuerpo gracias a la fuerza de voluntad. Pero fracasé. Me puse pálida y me sentía enferma. Me rendí. Me di cuenta de que estaba cavando mi propia tumba. “No te exijas demasiado.”

Hoy me he caído en el baño y me he hecho mucho daño en la cabeza. No tenía ningún chichón pero la cabeza me dolía mucho. Pensaba que me estaba muriendo.

Fuera ha habido un relámpago y hemos oído truenos. He ido en mi silla de ruedas al pasillo para llamar a mi madre. Mi madre ha contestado. “Aya, estoy deseando que llegue el domingo”, ha dicho. “Solo faltan tres días. ¿Qué quieres que te lleve? Te lavaré la ropa. ¿Oís los truenos allí?”. “Sí…”, he contestado tranquilamente. “Ahora podría morir”, he pensado.

 

Un ladrón

Me lavo la ropa una vez a la semana. Hoy, como siempre, he puesto mi ropa sucia en una bolsa de lona y mi cartera en el bolsillo trasero de la silla de ruedas. Después he salido. He cogido el ascensor desde la octava planta hasta la primera. Después me he puesto a leer un libro mientras esperaba mi turno.

Una señora me ha llamado.

“Bien, es mi turno”, he pensado. He metido la mano en el bolsillo para coger mi cartera. ¡No estaba! Lo he comprobado varias veces pero no he podido encontrarla. Estaba segura de que la había puesto ahí. Estaba muy disgustada.

“¿Qué ocurre?”, me ha preguntado un señor que también estaba esperando.

“Creo que he olvidado la cartera así que puede pasar usted delante”, le he dicho y me he ido.

Nunca pensé que podría ocurrir algo así, así que nunca me he preocupado de vigilar el bolsillo de la silla de ruedas. He perdido cuatrocientos yenes y la cartera. Lo siento, mamá.

Suzuki-sensei y Tsuzuki-sensei del colegio para discapacitados han venido a verme. Han pasado cuatro meses desde que me gradué. Me ha encantado comprobar que no han cambiado nada.

“Por favor, túmbate en la cama”, le he dicho.

“Bueno, no me gusta tumbarme en las camas de hospital. ¿Parezco cansado?”

“No, pero si lo haces tu olor se quedará en las sábanas y así me sentiré segura y podré dormir bien”.

Ninguno de los dos ha sabido qué decir. ¡Tenían una expresión indescriptible en sus caras!

Ako ha venido a verme. He salido con ella en la silla de ruedas. El sol brillaba tanto que apenas podía abrir los ojos. Quiero ponerme morena. Estoy demasiado blanca.

¡Las maravillas nunca cesan! Las cigarras tsukutsukuboshi ya estaban zumbando. ¡Un momento, el verano se está marchando!

Ako parece estar sufriendo mucho porque no está motivada. Quizá no puede encontrar lo que está buscando. Puedo entender cómo se siente pero estoy un poco preocupada por ella. En el terreno espiritual, ella es más independiente que yo. Parece que seré la última en perder la habilidad de ser dependiente de mis padres.

El dueño de una ferretería que tuvo un derrame cerebral me ha comprado una azucena en la floristería de la primera planta. Solo puede mover una de las dos manos, así que le ha pasado su cartera a la dependienta y le ha pedido que cogiera doscientos cincuenta yenes. Después me ha dado la flor diciendo, “¡Esperemos que florezca!” Estaba radiante.

Como una madre besando la mejilla de su niño,

yo beso el brote del lirio

que está a punto de salir,

deseando que sea suave y precioso.

 


Date: 2016-01-14; view: 659


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