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Comprendiendo a los discapacitados

Hoy hemos tenido un pequeño Día del Deporte en el internado. El sol de mayo me ha hecho sentir muy bien. También ha sido el Día de la Madre y el cumpleaños de mi hermana pequeña. Ha sido un día de celebraciones.

He llamado a Emi, mi prima que vive en Okazaki, para pedirle que venga a verme. Quiero que sepa lo desesperadamente que intento seguir viviendo… Emi y yo hemos estado muy unidas desde la infancia. Solíamos quedarnos la una en casa de la otra en las vacaciones de verano o de invierno y dormíamos en el mismo futón. Ha sido tan simpática que nadie se imagina que todavía esté en el último año de instituto. Tiene los ojos grandes y largas pestañas y suele decorarse el pelo rizado con una horquilla dorada. Llevaba una blusa blanca, una falda acampanada y unas sandalias rojas sin cordones de tacón alto. Ha venido con Kaori, su hermana pequeña, que a menudo suele ser confundida con un chico.

Hay una zona secreta repleta de tréboles en una esquina del patio. Las tres nos hemos sentado a buscar un trébol de cuatro hojas. Yo quería encontrar uno para regalárselo a mi madre. “¿De verdad vamos a encontrar alguno?”, ha dicho Emi. Yo he contestado lo que llevaba meditando desde hace un tiempo. “Un trébol de cuatro hojas es solo una versión deformada del trébol de tres hojas, ¿verdad? ¿Por qué algo deforme debería dar suerte?”. Emi ha pensado durante unos minutos y luego ha dicho. “Porque es único”. Quizá tiene razón. No es tan fácil encontrar la felicidad. Por eso nos sentimos felices y decimos “¡qué bien que lo hayamos intentado!” cuando alguien encuentra uno.

Me he caído esta mañana y me he hecho daño. Me ha hecho llorar. Tengo que volverme más fuerte. No sé si ha sido porque tenía prisa o porque iba rápido. Cuando he intentado mover mis piernas, no lo han hecho y por eso mi cuerpo se ha caído hacia adelante. Me he agarrado al pasamanos, pero no me ha sostenido lo suficiente. He caído con un ruido sordo.

Cuando me llevaban en una camilla a la enfermería por el pasillo, he vislumbrado un trozo de cielo azul. “¡Oh!”, he pensado, “¡hacía mucho tiempo que no veía el cielo azul boca arriba!”. Cuando estaba tumbada en la cama de la enfermería, he vuelto a ver el cielo a través de la ventana. Las nubes blancas se veían hermosas a medida que cruzaban el cielo azul. En el futuro, siempre que me bloquee, miraré al cielo. En la canción Sukiyaki, Kyu Sakamoto canta, “Miro al cielo mientras camino para que no caigan las lágrimas…” Eso es, ése es el espíritu.

Me he quedado dormida alrededor de una hora. Me sentía mucho mejor, así que me he levantado y he ido al baño (el de estilo occidental). En el baño, se me ha ocurrido que quizá a Auguste Rodin se le ocurrió la idea de “El pensador” mientras estaba sentado en el baño.



Siempre me supera el hecho de que me muevo muy lentamente. Ayer tenía que ir a la biblioteca. Normalmente tardo en llegar veinte minutos por el pasillo de la segunda planta. Cuando llegué no había nadie. Había llegado demasiado tarde. Medio llorando, he cogido “Animales salvajes que he conocido” de Ernest Thompson Seton. He llorado, incluso aunque sabía que podía llamar al dormitorio por el interfono si me quedaba encerrada en la biblioteca.

Hoy he llegado a las cuatro. El estudiante a cargo me ha echado diciendo: “¡Por favor, vete rápido! Si querías buscar un libro, deberías haber venido antes.”

¡Resentimiento! Me he sentido patética. Soy el doble de lenta que los demás así que no puedo perder el tiempo. Tardo mucho más tiempo en hacer las cosas normales (por ejemplo, lavar la ropa). No es una cuestión de falta de buenas ideas e intenciones.

Hoy hemos ido de excursión al zoo. Ya no me gustan los zoos.

- La cara triste de un orangután. (He leído que son animales nerviosos que fácilmente se ponen neuróticos).

- Un chimpancé tirando piedras.

- Un pelicano que ni siquiera podía pescar.

- Un avestruz maltrecho.

Ver a todas esas criaturas me ha cansado y deprimido.

Odio el sistema por turnos del dormitorio. Pero no se supone que es necesario porque sin él la convivencia no podría prosperar… Como soy lenta, siempre voy un paso o dos detrás de los demás en cualquier actividad que hacemos juntos.

Para disimular mi lentitud, he terminado de limpiar media habitación antes de ir a hacer los ejercicios de la mañana. Pero cuando he vuelto, la encargada del dormitorio ha dicho de repente: “Aya, ni siquiera puedes limpiar la habitación, ¿no? ¡Pues encárgate de las toallas y de las papeleras del baño!” Me ha frustrado tanto que no he podido contestarle porque ya había llegado a la conclusión de que no puedo hacerlo. “Perdónalo todo, soportar lo insoportable, aguanta lo inaguantable…”. En cierto sentido, las enseñanzas de Dios me angustian. Es ese modo de pensar el que me hace ser débil. Si pudiera moverme más rápido, estaría encantada de poder limpiar el baño. Pero no he podido expresar mi opinión claramente. Me he ido de la habitación sin decir nada (aunque he pensado, “¡Estúpida!”).

En cuanto he salido, me he sentido resentida y he empezado a llorar. La jefe justo pasaba por ahí y me ha dicho: “Aya, no deberías llorar si vives en una comunidad como ésta”. ¿Qué puedo hacer?

He ido a casa. He limpiado la jaula de los periquitos. Cuando estaba caminando, he notado un ligero dolor en el lado interno de la cadera. He suspirado, pensando que mi importante pierna izquierda iba a derrumbarse… Me he sentido horrorizada al contemplar el movimiento antinatural de mi mano izquierda (los cinco dedos se mueven individualmente cuando abro la mano o cuando los doblo). Además me duele el lado izquierdo del pecho, las articulaciones de los brazos y la nalga derecha. Quizá me hice daño cuando me caí. Debería ponerme otra cataplasma.

Me arden la pierna derecha y la rodilla… Cuando al fin me he metido en la bañera, me he dado un golpe en la pierna, murmurando: “Me golpeo la espalda y los hombros cuando me caigo. ¡Pobre cuerpo, todo magullado!”.

A partir de hoy, trataré de caminar diez minutos todos los días. ¡Aquí estoy desafiándome a mí misma a ver cuánto soy capaz de caminar! Si sigo así, no seré capaz de alcanzar erguida un metro y medio cuando esté en tercero. Le he pedido a uno de los alumnos que me enseñe las fotos de la excursión de tercero. Me pregunto si seré capaz de ir el año que viene.

Para poder entender que soy una discapacitada:

- Renunciar. Tengo que conocer mis limitaciones y admitir que tengo una minusvalía. Haré un esfuerzo desde ese punto de partida.

- Olvidarme de mi pasado sano. En mis sueños puedo correr. Según La interpretación de los sueños de Sigmund Freud, siento un deseo irrefrenable (por supuesto).

Mañana es el día de nuestra interpretación de danza. Todavía no tengo muy asumido lo de ser discapacitada, así que he intentado bailar maravillosamente. En realidad, creo que esa idea es errónea. He ensayado mucho pero no me ha salido muy bien.

Mientras volvía hoy, sintiéndome destrozada, el motor de la silla de ruedas ha empezado a sonar como si también estuviera sufriendo. “¿Tanto peso? Lo siento. ¡Aguanta!”. Me siento responsable por mis treinta y cinco kilos de peso.

¿Hoy me siento animada? Ni hablar. Estoy haciendo mis tareas porque no puedo hacer otra cosa. He hecho los ejercicios de la mañana, he comido, he lavado algo de ropa, he sacado la basura, he pasado lista… La jefe ha dicho: “Por las mañanas siempre estamos ocupadas, ¿verdad?”. Me hubiera encantado responderle tranquilamente: “Yo estaré ocupada toda mi vida”, pero mi cara se ha congelado.

Creo que solo cuando caminan, los seres humanos pueden considerarse como tales. Por ejemplo, el presidente de una compañía piensa en modos de conseguir más dinero caminando de un lado a otro del escritorio. ¿Y quizá por eso los amantes a menudo hablan de su futuro mientras caminan juntos?

Los ojos de Suzuki-sensei

me recuerdan a los de un elefante;

a una deidad guardián en India.

Un elefante lo sabe todo.

Me encantan esos ojos amables.

Hoy he estado soñando despierta en clase. ¡He recordado cómo me regañaba la profesora por correr por los pasillos y mover las mesas cuando estaba en primero de primaria! He recordado cómo un chico recibió azotes por saltar al pasillo a través de las ventanas de la clase. Yo nunca hice nada así. Me limitaba a mirar sonriendo. Debería haber hecho cosas así mientras podía.

He saltado por la ventana… No había nadie. Todo estaba silencioso. Solo estábamos la ventana y yo.

“¡Thump!” (1)

“¿Qué estás haciendo? Es peligroso”.

La enfermería ha tenido que ayudarme otra vez. A-sensei se ha referido a mí como “la chica que se hace daño a sí misma”. Ha sido doloroso pero tengo la satisfacción de haber salido por la ventana aunque lo haya hecho arrastrándome.

No volveré a hacerlo.

Esperaba que mi cuerpo se moviera con más facilidad a medida que hiciera más calor. Pero en realidad, estoy empeorando. Esperaba poder acudir al hospital de nuevo en verano para probar alguna nueva medicina, así que fui.

Frías palabras… No podré ingresar en el hospital durante el verano porque no hay ninguna nueva medicación… ¡Siento que hasta la ciencia se ha rendido conmigo! Ha sido como si empujaran desde un precipicio. Ahora estoy llena de desesperación. Es como si me hubieran dado en la nuca con un martillo…

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(1) Es una onomatopeya del inglés.

 

 

CAPÍTULO 4. YA NO PUEDO CANTAR (17 AÑOS)

 

Ya no puedo cantar

Para mi cumpleaños, mis padres me han regalado cinco cuadernos y un juego de cartas. Ako me ha regalado un reloj de arena. Hiroki, un bolígrafo de cuatro colores. Me ha dicho que no debería llorar más ahora que tengo diecisiete años. Kentaro me ha regalado un libro titulado “Shiroi hito, Kiiroi hito” (Gente blanca, gente amarilla) de Shusaku Endo.

Mis deseos al cumplir los diecisiete

Quiero ir a una librería y a una tienda de discos. Es difícil hasta en silla de ruedas. No puedo mover las manos como quisiera y a menudo cometo errores cuando la manejo.

Si pudiera ir a una librería, compraría “Lo que el viento se llevó” y “Anya Koro” (Una noche oscura pasa) de Naoya Shiga.

Si pudiera ir a una tienda de discos, compraría un disco de Paul Mauriat.

Me he caído en el baño. Ya no puedo sostenerme de puntillas (quizá no pueda hacerlo nunca más) y me he caído de espaldas con un ruido sordo. No me he hecho daño pero me he asustado. Sí, tengo miedo.

Me pregunto si mi enfermedad podrá curarse de forma natural. Ahora tengo diecisiete años. Me pregunto cuántos años tendré que seguir luchando contra ella hasta que Dios me perdone… No puedo imaginarme a mí misma con la misma edad que mi madre (42). No podía imaginarme a mí misma pasando a segundo en el Instituto Higashi y ahora me temo que no llegaré a los 42. ¡Pero yo quiero seguir viva a esa edad!

 

Vuelta a casa

Estaba tan nerviosa por el hecho de que iba a volver a casa por las primeras vacaciones de verano que tengo en este internado, que no he podido dormir. Siento no haber podido entrar en el hospital otra vez porque no tengan una nueva medicina. Pero creo que la nueva medicina será una pastilla y no una inyección. Me dijeron que están haciendo un esfuerzo para producirla, así que todo lo que puedo hacer es esperar.

Justo antes de comer, un señor ha venido a casa.

“Soy de los Salones de bodas Heiankaku”, ha dicho. “¿Puedo hablar con tu madre?”

“Mis padres no están”, ha contestado mi hermano.

Cinco minutos después, hemos tenido otra visita, esta vez de una pequeña mujer de mediana edad.

“Soy de los Salones…”

“Su compañero ha venido hace unos minutos”, he gritado desde arriba.

“¿Es tu abuela?”, ha preguntado la mujer.

Mi hermano, que estaba en la puerta, se ha echado a reír.

“Habla muy despacio”, ha dicho la mujer, “así que he supuesto que era…”.

¡Venga ya! ¿Soy una abuela de diecisiete años?

En la cena, mi hermana le ha contado la anécdota a mi madre. Me he sentido miserable. Me molesta tanto que me digan que tengo una discapacidad. Está claro que todavía no he admitido que soy discapacitada.

He ayudado a mi madre a preparar la cena.

Me ha dicho: “¿Puedes mezclar las cebolletas chinas y la carne para hacer gyoza (1)?

¡Puaj! ¿Hacer gyoza? Involuntariamente, he puesto mala cara. (Odio el gyoza). Aun así, ha estado bien, porque el primer plato era chirashi zushi (un tipo de sushi con los ingredientes picados y diseminados por una base de arroz avinagrado…).

Mientras estaba rompiendo cuatro huevos y poniéndolos en la cacerola para hacer huevos revueltos, me he acordado de I-sensei. Cuando quería cocinar arroz por la mañana, se levantaba temprano y encendía la arrocera pero no usaba el temporizador. La admiraba porque no se fiaba de las máquinas. Un día que estábamos haciendo el desayuno en el campamento del colegio, se dio cuenta de que estaba tosiendo (me había atragantado con el té) y vino a darme golpecitos en la espalda. Era una profesora muy amable…

Cuando estaba enfriando el arroz para el sushi con un ventilador eléctrico, he puesto el bol entre mis piernas y tengo dos quemaduras de dos centímetros en ambos muslos. He pensado que su color ligeramente rojo era bastante bonito.

Los miembros de Tanpopo no Kai trabajan durante el día y se reúnen por las noches para sacar su revista, que se llama Chikasui (Agua Subterránea). Cuando les llamé y les dije que iba a estar en casa por vacaciones, me invitaron a unirme a ellos.

“Mamá, ¿solo las chicas malas salen por las noches?”

“Bueno, supongo que está bien si son buena gente”, ha contestado. “¿Pero no es un poco peligroso salir si es de noche?”

A las 8, Yamaguchi-san ha venido a buscarme en coche.

Cuando salía, le he dicho a mi padre: “volveré pronto”.

Él estaba tumbado en el sofá en la habitación japonesa viendo la televisión. Se había tomado una cerveza en la cena y su cara estaba bastante roja. “Aya”, me ha contestado, “me preocupa bastante que salgas por las noches. Deberías salir solo de día”.

Me ha encantado oírle decir eso. En realidad, me ha sorprendido que me diera un consejo. Normalmente no suele interferir en la educación de sus hijos. Se da aires pero en realidad es muy tímido. Le prefiero cuando está un poco borracho en vez de cuando está sobrio.

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(1) La gyoza o gioza es un pequeño bocadillo tipo empanadilla, de origen chino consistente en masa rellena con carne y vegetales al vapor. La carne puede ser de langostinos (camarones), cerdo o pollo.

 

Caídas

En el pasado, cuando quería darme prisa, podía. Ahora, aunque quiera, no puedo. Me temo que en el futuro habré perdido todo el sentido de la prisa. Dios, ¿por qué me has dado esta carga? No, supongo que todo el mundo tiene algún tipo de carga. ¿Pero por qué solo yo me siento tan miserable?

El modo en el que me he caído hoy ha sido realmente patético. Cuando tomo un baño, o mi madre o Ako me ayudan a desnudarme en la habitación que hay fuera del baño. Mientras, dejan que corra el agua caliente por el suelo para que se caliente. Después yo me arrastro por las baldosas hasta la bañera. Hoy, cuando intentaba agarrarme al borde de la bañera para sentarme a medias, me he caído de trasero. He tenido mala suerte porque he caído encima de un recipiente para el jabón de plástico. Se ha roto en pedazos y algunos fragmentos se han clavado en mis nalgas. He gritado. “¿Qué ha pasado?”, ha gritado mi madre mientras corría hacia el baño.

Se ha sorprendido mucho al ver un río de sangre mezclado con el agua caliente. Ha sostenido una toalla con fuerza en mis nalgas y después ha rociado con agua caliente las partes de mi cuerpo que todavía estaban secas. Después ella y Ako me han sostenido. Me han secado rápidamente y me han puesto el pijama. Después mi madre ha cubierto con gasas todos los cortes. “Con estos cortes”, ha dicho, “creo que será mejor que vayamos al hospital”. Ha sido algo serio. Me han dado dos puntos en el hospital y no he vuelto a casa hasta las nueve. Estoy muy cansada.

Ha sido un accidente repentino, pero me he dado cuenta de lo que ocurría. No había ningún motivo para que me tambaleara y cayera, ni para que mis manos resbalaran. ¿Por qué un nervio deja de funcionar momentáneamente? Siento lo que ha pasado por mi madre.

 

Mientras ella estaba ocupada colocando los diferentes tipos de medicinas para dividirlos en dosis, yo estaba tumbada en la cama. Tenía un ligero dolor de estómago. Sea cuál sea tu excusa, Aya, tu actitud no ha estado bien.

En parte porque me remordía la conciencia, me apetecía leer Okasan 2 (Madre 2), una colección de poemas de Hachiro Sato. Mi brazo se ha extendido hasta la estantería.


Date: 2016-01-14; view: 537


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