Home Random Page


CATEGORIES:

BiologyChemistryConstructionCultureEcologyEconomyElectronicsFinanceGeographyHistoryInformaticsLawMathematicsMechanicsMedicineOtherPedagogyPhilosophyPhysicsPolicyPsychologySociologySportTourism






Iquest;Una decisión?

 


—Paula no es ninguna tarada —aseguré—. Ya sabe lo que significa mina.

—Los enamorados, o los encoñados —replicó Terenci—, porque en los primeros días no hay quien distinga entre ambas pulsiones, siempre quieren saber más.

Manolo se empujó las gafas invisibles.

—Examinará tus diccionarios. No se conformará con la escueta descripción de la Real Academia, que se limita a indicar que, en Argentina, es una forma vulgar de llamar a una mujer. Correrá a abrir el María Moliner, que afina un poco más y precisa que suele usarse de manera informal y, a veces, despreciativa, en Argentina y también en Uruguay...

—No te enrolles, los va a mirar uno tras otro, la tía... —Terenci se enojaba por momentos—. También Internet, pero no como única opción. Si es una gran lectora, entregada a la elevada causa de la imprenta, Google será lo último que consultará. La veo, la veo. Se acercará a doña María, meterá el dedito en la puta M. M de mierda, M de muerte...

Y se dará de morros con el testamento que, en mala hora, nuestra amiga firmó ¡para ser fiel a sus principios!

—¡Coño, y porque no rae apetece que me vistan y me peinen desconocidos, como a la pobre Eva Perón, que al menos estaba muerta por completo cuando se la trajinaban detrás de la pantalla de aquel cine! Algún pariente sería capaz de maquillarme y llevarme a un programa de tele realidad. ¡Boquitas pintadas, pero en coma, faltaría más!

Manolo, que iba delante de nosotros, se paró en seco, con lo que le atravesamos y tuvimos que darnos la vuelta para enterarnos del motivo de su repentino atoramiento.

Sonreía.

—Has encendido una pequeña bombillita en mi cerebro.

No se lo tomen como una metáfora. Se hizo la luz en su cabeza y, estremecida, contemplé su interior. No hay cerebro que se parezca al suyo. Aterciopelado, fluorescente, repleto de casillas y cajon-citos y compartimentos, pasadizos y esquinas, aldeas enteras de pensamientos y ríos turbulentos de poesía, y de hombres y mujeres y paisajes. Recé para que nadie iluminara nunca el mío, no fuera a hacer el ridículo.

—Mirad lo que pienso —solicitó.

Terenci sonrió, divertido, pero yo, a pesar de que contemplé con atención aquella desmesura de reflexiones y proyectos, no distinguí atisbos reconocibles.

—Va a ser un placer jugar con él a El beso de la mujer araña. -Terenci se dirigía a Manolo—. Tú harás de mariquita, que a mí me apetece más ser un rudo marxista. Y a la celda le encasquetaremos unos oropeles.

—¡Manuel Puig! —grité, por fin.

—¡Claro, burra! —Terenci se echó a reír—. El querido, admirado y guapísimo Manolito Puig.



—Ante todo y para que no trabajemos inútilmente, amiga nuestra —Manolo me contempló con seriedad—, prométenos que, si aceptas regresar a la vida, no pondrás ningún impedimento, bien al contrario, que te esforzarás en la tarea, sin amargura y sin mirar atrás. Promételo. No vaya a resultar que después te arrepientas, te dé por suicidarte, metas la pata y no coincidamos jamás por estos pasadizos.

—Yo... Oh... ¡Una decisión-decisión! —nuevamente al borde del sollozo.

—Nada de tonterías sacadas de los cuentos, ahora. —Terenci también tenía el ceño fruncido—. Hablamos de vivir. De respirar. De llorar. De sufrir. De amar. De perder. De ganar. De perder, perder, perder... y, sin embargo, hablamos de vencer, porque cualquier segundo que se le arranca a la maldita Parca es un triunfo del humano empeño en existir. Hablamos, pues, reina, de si tienes o no tienes collons para aceptar tu segunda oportunidad, una bendición que otros hubiéramos agradecido.

—Me entra miedo.

—Joder con la niña. Miedo a nosotros, miedo a la vida. A ver si te aclaras. Si te desenchufan nunca más experimentarás temor ni emoción alguna. Nada. Se acabó.

—Y no olvides —Manolo puso el colofón— que si has disfrutado con nosotros es porque aún estás allá, respirando y, sin darte cuenta, intentando continuar en la tierra. No entiendes lo poco que hemos sentido nosotros, en comparación contigo, durante este interludio celestial. No es que nos quejemos...

—Tú puede que no —le cortó Terenci—, pero yo sí. Me quejo de estar muerto.

Noté que Manolo prefería no ahondar en el asunto.

—No es por ofenderos, no es por arrogancia, como el que disfruta de dos pasaportes y presume ante un inmigrante sin papeles —me apresuré a decirles—. No deseo abandonaros. Lo pasaré mal allá abajo. Sin vosotros, ya lo pasé muy mal. Por otro lado, me pedís que decida con rapidez sobre algo de lo que depende no sólo mi vida, sino mi actitud hacia ella. Porque, si no me equivoco, pretendéis que retorne allá, pero que no lo haga para matar el tiempo.

—No lo podrías haber expuesto con mayor claridad. —Terenci sonrió—. Ni aburrirte, ni vegetar. ¡Aventurarte, tonta!

—Necesito... ¡Oh! ¡Necesito estar sola! ¿Puedo abandonaros durante un breve interludio? ¿Os ofendo si os pido que os larguéis y que asimismo renunciéis a la lectura de mi mente? Daré un paseo por el Retiro y os aseguro que, cuando termine, sabré lo que quiero hacer.

—¡Estupendo! —Se agarraron del brazo—. ¡Volvemos a hablar a dúo! Hay que convocar a Manolito Puig. Veremos qué nos aconseja para apartar a Paula del diccionario... o del amante argentino. Seguro que se le ocurre algún truco bonaerense.

Y se alejaron.

 

12

 


Date: 2016-01-14; view: 470


<== previous page | next page ==>
Iexcl;Esto es Hollywood! | Intervención providencial
doclecture.net - lectures - 2014-2024 year. Copyright infringement or personal data (0.01 sec.)