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ueno, pues es el caso que se casaba tío Periquito Sapoyol con tía Cotorrita, y que uno de los padrinos era tío Conejo.

La parranda era --como es costumbre-- en casa de la novia, que quedaba como a dos horas de la de tío Conejo, y se iban a casar a las cinco de la mañana después de bailar toda la noche.

Pero tío Conejo no pudo ir al baile porque estaba renco y entonces tuvo que madrugar. Desde que comenzaron las claras del día ya estaba mi señor arriba: estrenó unos zapatos amarillos que chillaban que daban gusto, y se plantó bien con el chaquetón de casimir azul, el sombrero de pedantear que era de pita muy fino; se amarró un pañuelo de seda tinta en el pescuezo, se echó agua de olor, se atusó los bigotes y se fue a la calle.

Me olvidaba decir que al salir cogió un envoltorito que no era otra cosa que una parejita de tazas la cosa más linda que había comprado para hacer con ella un regalo a la novia.

Tío Conejo apenas llegó a tiempo. El que llega, y los novios que salen para la iglesia.

Como todos estaban muy contentos, apenas vieron a tío Conejo le gritaron: "¡Viva tío Conejo!" Y hasta tío Coyote que se había metido sin convidarlo, por quedar bien gritó: "¡Viva tío Conejo!".

Tío Conejo cogió a tía Cotorrita de bracete y dijo: ¡Campo y anchura, que aquí va la hermosura!

Pues para no cansarlos con el cuento, así que volvieron de la iglesia siguió la parranda. Y en una que va y en otra que viene, tío Conejo en son de ayudar a repartir, se cachó una botella de rompope, se la metió por donde mejor pudo e hizo que iba al cerco que sé yo a qué. Pero a lo que iba era a empinarse la botella y allí debajo de una chayotera se la escurrió. Como el rompope estaba bien cargadito de guaro se pegó su buena almadiada y le va cogiendo esa precisa de volverse a casa.

Tía Cotorrita le rogó que no se fuera porque el almuerzo iba a estar muy rico: que había frito, posol y la consabida torta de arroz con leche, una torta de caer sentado comiendo. Pero nada, tío Conejo ya muy tuturuto segía diciendo adiós a todos, llorando y dándoles abrazos. Entoces tía Cotorrita en persona, de velo y corona, se metió en la cocina y con sus propias patitas hizo un gallo a su padrino, y tío Conejo cogió para su casa.

Como los zapatos nuevos le maltrataban, se le había rematado la renquera que iba que no podía dar paso. En eso vió un caballo paciendo a la orilla del camino y al momentico le echó el ojo. A él que nada le faltaba y con los tragos, se envalentonó, se hizo por el caballo, le echó un bozal con un mecate que traía la bestia, se encaramó como si fuera el dueño y comenzó a jinetearlo de tal manera que el gallito que le diera tía Cotorra fue a dar al polvazal.



En el peso del día pasó por la casita de ña María, y como todavía no se le había bajado la rasca, se metió en la sala de la viejita con todo y bestia a pedirle agua fresca. Por supuesto que a ña María no le gustó la confianza, pero estaba sola y le dió miedo reclamarle viéndolo tan descompuesto. Lo ú nico que se animó a decirle fue:

--¿Idiai tío Conejo, ese caballo no es el de mano Juan Piedra?

--¡Qué mano Juan, ni que nada! --respondió tío Conejo, y salió sacando plumas de su cabalgadura.

Tío Conejo siguió su camino cabecea y cabecea y cuando menos pensaba sintió que le pararon el caballo y lo sornagueron de un brazo.

--Ajá, gran sinverguenza, con que vos eras el que me jineteabas mi bestia, ya te cogí, y ahorita mismo te vas conmigo adonde el político.

Del susto se refrescó tío Conejo y se va encontrando cara a cara con mano Juan Piedra, el propio dueño del caballo, quien lo miraba que se lo quería tragar con los ojos.

Tío Conejo respondió:

--¡Miren allá con las que sale! No sea tagarote porque el que va para el Fondo es este ruco. ¨Ud. está creyendo que yo mantengo piojosos ajenos que andan sueltos y muertos de hambre? ¿No ve que anoche se me metió en el frijolar y se lo comió casi todo? Ai está ña María que no me deja mentir... Otro día tenga cuidado antes de amenazar a la gente honrada.

El otro se quedó medio corrido, y como pensó que le podía ir feo, quiso mejor arreglar el asunto por las buenas:

--No viejo, no sea impetuoso, acuérdese que vale más un mal arreglo que un buen pleito. A ver, ¿cuánto vale el daño?

Tío Conejo se puso a ver para arriba, como pensando.

--Pues por lo menos menos, serán unos siete con seis, y eso guardándole toda clase de consideraciones.

--Rebájame algo --suplicó el otro-- Ud. sabe cómo anda el tiempo...

-- ¡Sí, rebájame algo...! Si quiere echamos testigos para que se convenza de que le estoy cobrando como persona que no es angurrienta.

Y tío Conejo se mostraba tan gallote que el otro se la tragó y fue sacando un pañuelo con un gran nudo en la punta. Con todo el dolor de su corazón deshizo el nudo y comenzó a contar los siete pesos con seis reales y se los dió a tío Conejo.

Tío Conejo los cogió, y metiéndole los talones al ruco salió disparado y dijo a mano Juan Piedra:

--Como ya estamos ai no masito, présteme al peruanito y ahorita se lo mando con el muchacho. Es para no apearme.


 

Llá una vez hizo la tuerce que tío Conejo se enamoró de tía Venada al mismo tiempo que tío Tigre. Y tía Venada, yo no sé si de miedo o porque de veras le gustaba, al que correspondía era a tío Tigre.

Pero tío Conejo no se achucuyó ni se dió por medio menos, sino que se puso a idear cómo haría para quitarle la novia.

Atisbó un día en que tío Tigre no visitaba a tía Venada y fue llegando:

--Hola, ñatica, ¨qué hay del amor? Ai andan regando que usté está en grandes con tío Tigre...

Tía Venada se chilló y quería hablar de otra cosa, pero el muy zángano se puso a echarle pullitas, y por aquí y por allá, hasta que la otra dijo que sí, y que ya tenían plazo para casarse.

--¡Hum! ¡Mala la chica! --pensó tío Conejo y se puso a decir:

--Mire, tía venada. ¿Ud. es tontica de la cabeza o es que se hace? Quién dispone irse a casar con ese naguas miadas de tío Tigre... Si ese es un mamita de quien yo haga lo que me da mi regalada gana. Con decirle que a veces hasta de caballo me sirve.

--Eso sí que no puede ser.

--¿Que no puede ser? ¿Cuánto apostamos, tía Venada?

--Lo que quiera, tío Conejo.

--Convenido. ¿Si llego un día de estos montando en tío Tigre nos casamos?

--Convenido.

--Bueno, pues trato hecho nunca jamás deshecho.

Entonces tío Conejo se le puso atrás a tío Tigre sin que éste supiera, y un día que lo vió zamparse un ternero, se tiró en el camino por donde tenía que pasar, y se puso a dar unos quejidos que llenaban de agua los ojos:

--¡Ay, ay, ay, mi patica de mi alma! ¡Malahaya sea ese tagarote!

En esto llegó tío Tigre y como tenía la panza llena, estaba de buenas pulgas.

Se acercó tío Tigre y con muy buen modo le preguntó:

--¿Idiai viejito, qué es la cosa, qué le pasa?

--Pues no ve, tío Tigre, que me agarró un perro y no sé como estoy contando el cuento. Y la cosa es que iba para donde tía Venada a darle un recadito que precisa.

Al otro se le alegró el ojo donde le mentaron a tía Venada.

--Adió, tío Conejo, no faltaba más. ¿Y los amigos para qué somos? Venga, encájese en mí y lo llevo en una carrerita.

--Dios se lo pague, estimado. ¿Quién otro lo había de hacer?

Y en un grito se encaramó en tío Tigre, que lo llevó a casa de tía Venada.

Por supuesto que cuando embocaron en la calle en que ella vivía, tío Conejo dejó de mariquear y se echó para atrás con mucho garbo y se puso una mano en el cuadril, y cuando vió a tía Venada asomarse a la ventana, le hizo de ojos y que se callara.

Bajó de su cabalgadura y renqueando se acercó a tía Venada como para darle el recado y queditico le dijo:

--Ve, cholita, como le cumplí. Pero hágase la tonta, porque ése viene con hambre y cuando está con hambre no es cómodo. Mejor chito en boca, no vaya a ser cosa que en un momento de cólera se la coma. Como es así... Cuando está con hambre no sabe lo que hace...

Tía Venada se quedó chiquitica y se puso con el corazón que se le salía.

Tío Conejo se volvió a montar en tío Tigre y se fueron.

Otro día llegó tío Tigre a ver a tía Venada y aunque era muy mínima, no se quiso quedar con aquello adentro.

--¿Idiai?, tío Tigre, por qué andaba sirviéndole de caballo a tío Conejo?

--Pero, hija, si no era de caballo, sino que esto y esto--. Y tío Tigre le contó lo que había pasado.

--¡Ve lo que es ese lengua larga!

Entonces tía Venada le puso en pico las rajonadas con que había llegado el otro.

Tío Tigre se puso muy ardido de que tío Conejo lo hubiera hecho caer de leva delante de su novia.

--Va a ver ese chachalaca la que le va a pasar. Conmigo no juega así no más.

Y tío Tigre salió haciendo feo.

En eso iba pasando tía Ardilla, que era comadre de tío Conejo, porque tío Conejo le había llevado dos güirrillos a la pila.

Tía Venada que era muy lenguona y que no podía quedarse con nada adentro, la lllamó:

--Adiós, niña. ¿Para dónde la lleva? Venga acá, porque tengo que contarle una cosa.

De veras la otra se acercó y tía Venada le echó el cuento y que lo que era a tío Conejo se lo iba a llevar candanga.

Tía Ardilla se despidió y se fue a buscar a tío Conejo para prevenirlo.

Cuando lo encontró, le dijo:

--¡Compadrito de Dios, si no se las menea no doy un cinco por su pellejo!

Y le contó.

--Ajá ¨con que esa nariz de panecillo fue con el cuento? --dijo tío Conejo--. Yo le voy a contar. Y mire, comadrita, usté me va a ayudar a salir de tío Tigre. Búsqueselo y me le dice esto y esto, para hacerlo ir al pedrón aquél que está cerca del ojo de agua. ¿Recuerda?

--Sí, cómo no.

--Bueno,pues, cuento con Ud.

--No tenga cuidado.

De veras, tía Ardilla se puso a buscar a tío Tigre y al fin dió con él.

Se sentó en una rama bien alta de un árbol, con la cola derecha que la hacía parecerse a una muñequita que tuviera mucho pelo y lo llevara suelto, y con una risita muy fregadita, dijo:

¡Is! Tío Tigre, y Ud. piensa quedarse así no más con tío Conejo. Ai anda ventiándose la boca con que usté es uno de sus caballos y dándose taco con que el otro día pasó por donde tía Venada montado en usté. Yo que usté le ponía la paletilla en su lugar.

--¡Eso dice ese boca abierta! Ese...

Pero a tío Tigre se le trabó la lengua de cólera y no pudo decir más.

--No es por nada, tío Tigre, pero él tiene la cuevilla debajo de aquél pedrón que está cerca del ojo de agua.

El otro no esperó segundas razones y cogió para allá.

La tal piedra había estado metida en un paredón, pero el agua de la lluvia había lavando la tierra y ahora estaba sostenida, por puro milagro, de unas raicitas y bastaba el esfuerzo de un ratón para que saliera rodando.

Tío Tigre venía que ni veía de la rabia y llegó derecho a olisquear debajo de la gran piedra.

Tío Conejo estaba allí detras esperando, y cuando lo vió, mordisqueó las raicitas y el pedrón rodó y cogió a tío Tigre que no pudo hacer ni cuío.

Entonces tío Conejo se fue a buscar a tía Venada y le dijo:

--Venga conmigo, ñatica, y verá a su querer como está.

De veras, tía Venada fue con tío Conejo y se va encontrando con tío Tigre hecho una tortilla. Al verlo cayó con un ataque y cuando volvió en sí, comprendió que de repente se iba a quedar para vestir santos; entonces con mucha labia le dijo a tío Conejo que si gustaba de casarse con ella, estaba a su disposición.

Tío Conejo le respondió:

--¡Ich! ¡Ahora sí soy bueno! Vaya a freir monos, viejita. Yo no quiero nada con gente cavilosa. ¿Quién la tenía yéndole con el cuento al otro, para que me cogiera tirria? Ai ha tenido que andar a monte, y ni gusto para comer tenía. Cásese si quiere con la zonta de su agüela.

Y tío Conejo echó a correr monte adentro y dejó pifiada a tía Venada.


Carmen Lyra 1888-1949

María Isabel Carvajal era el verdadero nombre de la autora de los Cuentos de mi Tía Panchita. Nació un día del mes de enero de 1888 en la ciudad de San José. Sus estudios primarios los hizo en la escuela de su barrio, en el Edificio Metálico; los secundarios, en el Colegio Superior de Señoritas en cuya sección de pedagogía obtuvo el certificado de Maestra Normal. Sus servicios profesionales en la escuela primaria la llevaron a servir en varias escuelas de San José y en la escuelita rural de El Monte, provincia de Heredia. Realizó un viaje a Europa y allá estudió sistemas de educación primaria. A su regreso de Europa dirigió la Escuela Maternal. Establecida en la Escuela Nornal de Costa Rica la cátedra de Literatura Infantil, fue Carmen Lyra la primera profesora de dicha asignatura en el país. Fuera de la Escuela sirvió en las siguientes instituciones oficiales: Biblioteca Nacional y Patronato Nacional de la Infancia. Los últimos años de su vida se dedicó por entero a la actividad política, destacándose en este campo como periodista expositora de ideas y como hábil dirigente del Partido Vanguardia Popular (comunista). La ilustre escritora murió en la capital de México en 1949.

 


Date: 2016-01-14; view: 551


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