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Comunismo: pasión revolucionaria y compromiso militante

Hasta ahora se ha analizado la dimensión "conceptual" de las ideologías políticas, en particular del socialismo-comunismo. Pero estas ideologías tienen una dimensión pasional sin la cual, sobre todo en el caso de esta última, hubiese sido imposible el sacrificio y la entrega sin límites de sus militantes. El caso de Tina Modotti ilustra paradigmáticamente esta dimensión pasional. Antes de entrar al examen de la vida de esta militante es pertinente señalar que la pasión comunista se desató con gran intensidad en Europa -entre sus principales figuras intelectuales- después del triunfo bolchevique de octubre de 1917 y durante la época de la lucha antifascista.

En efecto, para muchos intelectuales europeos la revolución bolchevique puso de manifiesto que la salvación de la humanidad era posible históricamente; es decir, 1917 demostraba que la Ilustración no sólo era una emancipación racional, sino una emancipación material. Ciertamente, se trata del primer experimento político que tiene como meta la justicia y la igualdad socioeconómica de las grandes masas de la sociedad. Por ello es vista por sus defensores como una continuación de la revolución francesa, en línea directa con las mejores tradiciones revolucionarias occidentales. La voluntad humana, con la revolución rusa, se sobrepone sobre cualquier obstáculo para la emancipación total.

 

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La vida de Tina Modotti ilustra el caso de otros muchos militantes comunistas que se entregaron totalmente, en cuerpo y alma, a una causa que ofrecía la redención de la humanidad a cambio del sacrificio cotidiano, la disciplina y la renuncia a la propia individualidad.

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Asimismo, la amenaza contrarrevolucionaria de los primeros años de poder soviético es vista como la reacción propia del antiguo régimen que busca conservar sus privilegios, oponiéndose al progreso. El terror rojo, al igual que el de Robespierre, es una necesidad ineludible de la revolución: Lenin es el Robespierre ruso, quien por lo demás continúa el esfuerzo de reforma social iniciado por Rousseau. Este es el marco que sirve de justificación a las purgas estalinianas de los años treinta-treinta y cinco, una vez que Stalin se ha consolidado en el poder tras la muerte de Lenin (1924).

A finales de los años treinta, cuando el poder de atracción de octubre comienza a perderse, Stalin abandera la lucha antifascista con lo que el espíritu libertador de los comunistas rusos es recuperado con inusitada fuerza. Con todo, no hay que perder de vista que el antifascismo estalinista tiene dos fases bien distintas entre sí: en la primera, que abarca prácticamente los años treinta, Stalin promueve la crítica al fascismo, pero de hecho mantiene acercamientos con Hitler a tal punto de llegar a firmar el pacto germano-soviético (1939) en el que el primero se comprometa a no agredir militarmente a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Esta situación genera confusión en algunos círculos comunistas y en algunos militantes, que no logran entender la alianza entre los enemigos de la humanidad y sus salvadores. Sin embargo, todos terminan por aceptar las críticas y los llamados estalinistas contra el fascismo, dejando de lado que el acercamiento entre ambos jefes contradice totalmente los llamados a luchar contra los nazis formulado desde la cúspide del poder soviético.



La segunda fase es propiciada por la invasión nazi a Polonia y el avance de las tropas hitlerianas hacia territorio soviético. A principios de la década de 1940, cuando la segunda guerra mundial está en pleno vapor, la URSS emerge como abanderada de la lucha contra los nazis; es decir, como abanderada de los ideales occidentales más queridos: democracia, justicia, libertad, fraternidad e igualdad. Se produce una "cultura antifascista" a la que dan su aporte pintores, poetas y escritores, en un afán de sumar esfuerzos en pro de la libertad. Los sufrimientos del pueblo ruso y, más aún, la obra "liberadora" del ejército soviético en Europa del Este, erigen al modelo soviético como la mejor realización de los ideales humanos más profundos.

La muerte de Stalin, en 1953, y el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, en 1956, permiten sacar a la luz pública lo que la fuerza pasional del comunismo no permitía ver: los crímenes de Stalin, los campos de concentración soviéticos y el engaño sistemático promovido por el jefe comunista muerto tres años atrás. De ese entonces en adelante, la atracción sin límites generada por el modelo soviético se fue quebrando lenta, pero inexorablemente. Al descrédito internacional (invasión a Checoslovaquia, invasión a Afganistán) se sumó el fracaso económico; a la inexistencia de libertades civiles se sumó la incompetencia política. La perestroika desencadenó un proceso de transformación sociopolítica que ha obligado a los antiguos países comunistas a reandar el camino del capitalismo. No hay pasión revolucionaria capaz de obviar estos hechos tan brutales y contundentes.

Ante esos procesos, sin embargo, esta pasión se impuso. La vida de Tina Modotti ilustra el caso de otros muchos militantes comunistas que se entregaron totalmente, en cuerpo y alma, a una causa que ofrecía la redención de la humanidad a cambio del sacrificio cotidiano, la disciplina y la renuncia a la propia individualidad. En Tina Modotti estos elementos de la pasión comunista son extremadamente marcados, sobre todo porque contrastan con lo que fue su vida antes de convertirse en militante.

El libroTinísima, de Elena Poniatowska, es un homenaje a esa mujer -fotógrafa de profesión- que ejerció su poder de seducción sobre la intelectualidad mexicana de los años veinte. Antes de su compromiso revolucionario, frecuentó los círculos formados por pintores, poetas y fotógrafos en los cuales se abría espacio por su belleza y sensualidad. No sólo los demás le rendían culto a su cuerpo, sino que ella misma estaba absorbida por las experiencias afectivas que era capaz de suscitar. En esta etapa de su vida era una mujer que vivía para el placer y los sentidos, sin ocultarse ni ocultarlo. Por tratarse de una época donde la libertad sexual de las mujeres no podía ser ni siquiera soñada en México, Modotti fue sin duda alguna una cuestionadora de las costumbres y los tabúes sexuales. Fue una mujer que vivió en una época que no era la suya -el México provinciano y ranchero de los años veinte- y en la que reivindicó su derecho a gozar sensiblemente sin estar atada a -o depender de- un hombre.

Agosto de 1923.

"La piel, su envoltura humana, la completaba. No tenía palabras para decirlo, reinventaba su relación consigo misma, se quería. Si su cuerpo podía transmitir esa fuerza, la profundidad de las sombras, la armonía y el ritmo de su diseño, entonces ella también sería inolvidable. Su cuerpo allí en el papel [en la fotografía que Weston le ha tomado, desnuda, en la azotea] trabajaba sobre ella, adquiría un carácter impresionante. Edward [Weston], su maestro, le brindaba una nueva manera de ver a Tina. Estar desnuda era ser ella misma, sin disfraz, y mostrarse en su desnudez era presentarles a los demás su más hermoso vestido" .

Su presencia en los círculos intelectuales le permiten entablar relaciones con Julio Antonio Mella, a quien no tarda en seducir con su belleza y con quien vive un intenso romance que dura hasta el asesinato de éste, en enero de 1929, cuando caminaban del brazo por una de las calles de la ciudad de México. La experiencia amorosa con Mella y la difícil situación que le acarrea su muerte -las autoridades mexicanas la acusan de cómplice en el asesinato del comunista cubano- la vinculan a los círculos comunistas de este país en actividades de propaganda y denuncia. Bajo la sospecha de haber participado en un atentado contra el presidente de México es encarcelada; en consecuencia, la amenaza de deportarla a su país, una Italia dominada por Mussolini, no se hace esperar. Una vez deportada, en 1930, recibe la ayuda del militante comunista Vittorio Vidali (Enea Sormenti) quien prepara las condiciones para que ella pueda viajar a Alemania (con Hitler amenazante) donde los comunistas le ayudan a viajar a la Unión Soviética.

 

Octubre de 1930.

"Tina desemboca en la Plaza Roja, del brazo de Vittorio. De tan extenso, el adoquinado parece ondular. ‘Nunca he visto una plaza así de enorme’, dice apretándose contra él, ‘nunca en mi vida’. Y ahora sobre este mar de adoquines avanzan hacia el Kremlin amurallado, su palacio pesado y secreto como un monseario. ‘También el zócalo de México es grande , dicen que ahí cabe la más grande tempestad’. ‘Si al lado de este desierto de piedra, es un recuerdo acogedor’. ‘Todos los espacios de la Unión Soviética son inmensos’... ‘Mira, aquí trabaja Stalin, en una oficina desnuda, sólo lo acompañan dos retratos: Lenin y Marx... El destino del mundo va a decidirse aquí. Su ventana siempre está encendida, bajo esa luz Stalin trabaja hasta el amanecer. Se acostumbró a bregar de noche en la clandestinidad. El toma todas las decisiones, no delega nada. Ven, tenemos que cenar en algún lado, si no llegamos a tiempo nos quedamos con el estómago vacío. ¿Traes cupones?’ ‘Tantos, ríe Tina, ‘como piedras hay en el pavimento. También me dieron unos rublos para gastos personales. ¡Qué cálidos y atentos son los rusos!’ ".

 

Prácticamente, aquí se inicia la radical conversión de Tina Modotti. En efecto, es reclutada por la Internacional Comunista como una agente en el exterior, previo entrenamiento y comprobación de su fidelidad al comunismo. Tras varias misiones a Alemania en su calidad de agente secreto, a mediados de los años treinta la envían a su prueba más difícil: la guerra civil española. Pelea contra las tropas franquistas, moviliza y cura heridos, pero fundamentalmente sigue las órdenes del camarada Stalin. Su vida personal se sacrifica en la lucha de los comunistas por la República, con disciplina y fervor, pero en el fondo su vida está consagrada a Stalin. La perturba que éste haya firmado un pacto de no agresión con Hilter, pero está segura de que la fidelidad del jefe comunista al pueblo soviético y a los pueblos del mundo no puede ser puesta en duda.

 

Enero de 1935.

"Camarada Modotti [le dice su responsable Stásova], deberá ir a España. Usted va a luchar al lado de los camaradas asturianos... -¿Cuándo debo salir? -Mañana, esta misión será más larga que otras; tendrá que llevar sus efectos personales; la situación en España es incierta".

 

Noviembre de 1936.

"Hace dos días comenzaron los bombardeos sistemáticos a Madrid. Madrid arde destechada. Los aviones nacionalistas vuelan bajo y ven a los madrileños correr por la calle... Cuando puede dejar de guardia a Sebastián, Tina sube a ayudar a las salas. Los heridos la llaman porque sabe escucharlos... Tina nota que se le hinchan las piernas, pero le molestan menos que el vapor de los peroles".

 

 

Julio de 1937.

"Hace mucho que Tina rebasó su nivel de agotamiento y en sus ojos se lee una fiereza que antes no tenían. No así su cuerpo adelgazado y quebradizo. Gerda Taro, su Rolleiflex hombro, la irrita y la atrae. Bonita, los hombres la enamoran. Lo mismo a la Valero. ‘¿Habré olvidado que soy mujer?’, se pregunta Tina"

 

Enero de 1939.

"Franco entra en Barcelona.

El éxodo de quinientos mil refugiados desde Cataluña es alucinante; frío, lluvia, nieve, falta de provisiones, bombardeos despiadados. Miles de civiles rumbo a la frontera avanzan a tropezones, defendidos por divisiones del ejército de la República a costa de sacrificios enormes"

La derrota de la República le duele, y como otros tantos vencidos tiene que abandonar España y embarcarse hacia otro país. Vuelve a México donde es recibida por antiguos amigos que le manifiestan cariño, aunque ya no la efusividad de antes. Tina Modotti es otra; incluso muchos no logran reconocerla. Está vieja y cansada. La militancia comunista la hizo olvidarse totalmente de sí misma, al punto de haber perdido la costumbre de verse en un espejo, pues esa era una costumbre burguesa que desviaba la atención de las necesidades de la lucha revolucionaria. Muere olvidada de sí misma y olvidada por los demás -en el asiento trasero de un taxi en marcha- mientras se dirige a su casa.

 

Abril de 1939.

"El barco de Tina llegará a Veracruz el 19 de abril, es una carrera contra el tiempo: si no lo ve [a Vittorio] en el muelle mexicano va a sentirse mal. Hay que avisar a los del partido en México, a Rafael Carrillo, a Hernán Laborde, a quien encuentre, para que compañeros de confianza lleguen a recibirla. Al describirla siente que se le cierra la garganta. -Es seguro que lleve una chaqueta negra y un sombrero negro, muy modestos ambos, la vista siempre baja, casi sin equipaje, de estatura más bien pequeña. Nadie debe enterarse de que María o Carmen Ruiz Sánchez, de nacionalidad española, doctora, profesora o lo que sea, es la presunta autora del frustrado asesinato, hace nueve años, del entonces presidente de México, Pascual Ortiz Rubio.

Nadie se dio cuenta de que la española Carmen Ruiz Sánchez, de ojos muy hundidos, tez ajada y manos temblorosas, era la Tina Modotti expulsada en enero de 1930. Al contrario, cuando un inspector la vio tambalearse, le gritó a un secretario: -ayúdala, hombre, ¿que no ves que es una persona de edad?".

 

Enero de 1942.

Vittorio la espera leyendo. Cuando suena el timbre se da cuenta de que es más de la una y baja la escalera. A Tina se le habrán olvidado las llaves. Dos señores le dan las buenas noches y preguntan por el marido de la señora Tina Modotti. –Yo soy, ¿dónde está la señora? -¿Quiere usted que nosotros nos ocupemos? -¿Le pasó algo? -Falleció. -Un momento, ¿de qué me están hablando? -Su esposa, Tina Modotti, murio en un libre en la acera de aquí enfrente. El taxista la llevó a la Cruz Roja. Nosotros trabajamos en pompas fúnebres y estamos a sus órdenes...

"Cuando el libre se detuvo, en la esquina de Insurgentes y la calle de Villalongín, Tina dio su dirección de doctor Balmis y el chofer preguntó: -¿dónde mero? -Frente al Hospital General. -Bueno, la llevo... El taxi se detuvo frente al Hospital General.

-Servida, señora. El chofer oyó que la mujer se quejaba quedito, abrió la puerta trasera del coche y la rozó. -Señora, ya llegamos. Al verla inmovil, entró corriendo a la guardia del hospital y señaló su taxi. Después de insistir, lo siguieron dos practicantes. -Se hizo tarde, mano, ya se murió, llévala a la Verde. Allí la entregas".

 

 

Tina Modotti, una mujer bella y sensual, que vivía para sí misma, queriendo hacer de su individualidad el centro del mundo. Tina Modotti, cansada y con ojeras, sin lavarse los dientes y verse al espejo, entregada totalmente a una causa que traería la salvación definitiva a los pobres de la tierra. Suman miles las personas, hombres y mujeres, que tuvieron una conversión similar. Suman miles las personas, hombres y mujeres, que alimentaron con su sacrificio personal y su disciplina la ideología comunista. Esta fue la clave de su fuerza, pero también del fanatismo y el dogmatismo que la caracterizaron a lo largo del siglo XX.

 


Date: 2016-01-05; view: 633


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