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ELLO ES QUE EL LUGAR DONDE ME PONGO

el pantalón, es una casa donde

me quito la camisa en alta voz

y donde tengo un suelo, un alma, un mapa de mi España.

Ahora mismo hablaba

de mí conmigo, y ponía

sobre un pequeño libro un pan tremendo

y he, luego, hecho el traslado, he trasladado,

queriendo canturrear un poco, el lado

derecho de la vida al lado izquierdo;

más tarde, me he lavado todo, el vientre,

briosa, dignamente;

he dado vuelta a ver lo que se ensucia,

he raspado lo que me lleva tan cerca

y he ordenado bien el mapa que

cabeceaba o lloraba, no lo sé.

Mi casa, por desgracia, es una casa,

un suelo por ventura, donde vive

con su inscripción mi cucharita amada,

mi querido esqueleto ya sin letras,

la navaja, un cigarro permanente.

De veras, cuando pienso

en lo que es la vida,

no puedo evitar de decírselo a Georgette,

a fin de comer algo agradable y salir,

por la tarde, comprar un buen periódico,

guardar un día para cuando no haya,

una noche también, para cuando haya

(así se dice en el Perú - me excuso);

del mismo modo, sufro con gran cuidado,

a fin de no gritar o de llorar, ya que los ojos

poseen, independientemente de uno, sus pobrezas,

quiero decir, su oficio, algo

que resbala del alma y cae al alma.

Habiendo atravesado

quince años; después, quince, y, antes, quince,

uno se siente, en realidad, tontillo,

es natural, por lo demás ¡qué hacer!

¿Y qué dejar de hacer, que es lo peor?

Sino vivir, sino llegar

a ser lo que es uno entre millones

de panes, entre miles de vinos, entre cientos de bocas,

entre el sol y su rayo que es de luna

y entre la misa, el pan, el vino y mi alma.

Hoy es domingo y, por eso,

me viene a la cabeza la idea, al pecho el llanto

y a la garganta, así como un gran bulto.

Hoy es domingo, y esto

tiene muchos siglos; de otra manera,

sería, quizá, lunes, y vendríame al corazón la idea,

al seso, el llanto

y a la garganta, una gana espantosa de ahogar

lo que ahora siento,

como un hombre que soy y que he sufrido.

 

ALGO TE IDENTIFICA

Algo te identifica con el que se aleja de ti, y es la facultad común de volver: de ahí tu más grande pesadumbre.

Algo te separa del que se queda contigo, y es la esclavitud común de partir: de ahí tus más nimios regocijos.

Me dirijo, en esta forma, a las individualidades colectivas, tanto como a las colectividades individuales y a los que, entre unas y otras, yacen marchando al son de las fronteras o, simplemente, marcan el paso inmóvil en el borde del mundo.

Algo típicamente neutro, de inexorablemente neutro, interpónese entre el ladrón y su víctima. Esto, así mismo, puede discernirse tratándose del cirujano y del paciente. Horrible medialuna, convexa y solar, cobija a unos y otros. Porque el objeto hurtado tiene también su peso indiferente, y el órgano intervenido, también su grasa triste.



¿Qué hay de más desesperante en la tierra, que la imposibilidad en que se halla el hombre feliz de ser infortunado y el hombre bueno, de ser malvado ?

¡Alejarse! ¡Quedarse! ¡Volver! ¡Partir! Toda la mecánica social cabe en estas palabras.

En suma, no poseo para expresar mi vida, sino mi muerte.

Y, después de todo, al cabo de la escalonada naturaleza y del

gorrión en bloque, me duermo, mano a mano con mi sombra.

Y, al descender del acto venerable y del otro gemido, me repo-

so pensando en la marcha impertérrita del tiempo.

¿Por qué la cuerda, entonces, si el aire es tan sencillo?

¿Para qué la cadena, si existe el hierro por sí solo?

César Vallejo, el acento con que amas, el verbo con que escri-

bes, el vientecillo con que oyes, sólo saben de ti por tu garganta.

César Vallejo, póstrate, por eso, con indistinto orgullo, con

tálamo de ornamentales áspides y exagonales ecos.

Restitúyete al corpóreo panal, a la beldad; aroma los floreci-

dos corchos, cierra ambas grutas al sañudo antropoide; repara, en

fin, tu antipático venado; tente pena.

¡Que no hay cosa más densa que el odio en voz pasiva, ni más

mísera ubre que el amor!

¡Que ya no puedo andar, sino en dos harpas!

¡Que ya no me conoces, sino porque te sigo instrumental,

prolijamente!

¡Que ya no doy gusanos, sino breves!

¡Que ya te implico tánto, que medio que te afilas!

¡Que ya llevo unas tímidas legumbres y otras bravas!

Pues el afecto que quiébrase de noche en mis bronquios, lo tra-

jeron de día ocultos deanes y, si amanezco pálido, es por mi obra:

y, si anochezco rojo, por mi obrero. Ello explica, igualmente, estos

cansancios míos y estos despojos, mis famosos tíos. Ello explica,

en fin, esta lágrima que brindo por la dicha de los hombres.

¡César Vallejo, parece

mentira que así tarden tus parientes,

sabiendo que ando cautivo,

sabiendo que yaces libre!

¡Vistosa y perra suerte!

¡César Vallejo, te odio con ternura!

 


Date: 2016-01-05; view: 600


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VINIERE EL MALO, CON UN TRONO AL HOMBRO, | OTRO POCO DE CALMA, CAMARADA;
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