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VA CORRIENDO, ANDANDO, HUYENDO

de sus pies...

Va con dos nubes en su nube,

sentado apócrifo, en la mano insertos

sus tristes paras, sus entonces fúnebres.

Corre de todo, andando

entre protestas incoloras; huye

subiendo, huye

bajando, huye

a paso de sotana, huye

alzando al mal en brazos,

huye

directamente a sollozar a solas.

Adonde vaya,

lejos de sus fragosos, cáusticos talones,

lejos del aire, lejos de su viaje,

a fin de huir, huir y huir y huir

de sus pies -hombre en dos pies, parado

de tánto huir- habrá sed de correr.

¡Y ni el árbol, si endosa hierro de oro!

¡Y ni el hierro, si cubre su hojarasca!

Nada, sino sus pies,

nada sino su breve calofrío,

sus paras vivos, sus entonces vivos...

 

AL FIN, UN MONTE

detrás de la bajura; al fin, humeante nimbo

alrededor, durante un rostro fijo.

Monte en honor del pozo,

sobre

filones de gratuita plata de oro.

Es la franja a que arrástranse.

seguras de sus tonos de verano,

las que eran largas válvulas difuntas;

el taciturno marco de este arranque

natural, de este augusto zapatazo,

de esta piel, de este intrínseco destello

digital, en que estoy entero, lúbrico.

Quehaceres en un pie, mecha de azufre,

oro de plata y plata hecha de plata

y mi muerte, mi hondura, mi colina.

¡Pasar

abrazado a mis brazos,

destaparme después o antes del corcho!

Monte que tántas veces manara

oración, prosa fluvial de llanas lágrimas;

monte bajo, compuesto de suplicantes gradas

y, más allá, de torrenciales torres;

niebla entre el día y el alcohol del día,

caro verdor de coles, tibios asnos

complementarios, palos y maderas;

filones de gratuita plata de oro.

 

Quiere y no quiere su color mi pecho,

por cuyas bruscas vías voy, lloro con palo,

trato de ser feliz, lloro en mi mano,

recuerdo, escribo

y remacho una lágrima en mi pómulo.

Quiere su rojo el mal, el bien su rojo enrojecido

por el hacha suspensa,

por el trote del ala a pie volando,

y no quiere y sensiblemente

no quiere aquesto el hombre;

no quiere estar en su alma

acostado, en la sien latidos de asta,

el bimano, el muy bruto, el muy filósofo.

Así, casi no soy, me vengo abajo

desde el arado en que socorro a mi alma

y casi, en proporción, casi enaltézcome.

Que saber por qué tiene la vida este perrazo,

por qué lloro, por qué,

cejón, inhábil, veleidoso, hube nacido

gritando;

saberlo, comprenderlo

al son de un alfabeto competente,

sería padecer por un ingrato.

¡Y no! ¡No! ¡No! ¡Qué ardid, ni paramento!

Congoja, sí, con sí firme y frenético,

coriáceo, rapaz, quiere y no quiere, cielo y pájaro;

congoja, sí, con toda la bragueta.



Contienda entre dos llantos, robo de una sola ventura,

vía indolora en que padezco en chanclos

de la velocidad de andar a ciegas.

 

ESTO

sucedió entre dos párpados; temblé

en mi vaina, colérico, alcalino,

parado junto al lúbrico equinoccio,

al pie del frío incendio en que me acabo.

Resbalón alcalino, voy diciendo,

más acá de los ajos, sobre el sentido almíbar,

más adentro, muy más, de las herrumbres,

al ir el agua y al volver la ola.

Resbalón alcalino

también y grandemente, en el montaje colosal del cielo.

¡Qué venablos y harpones lanzaré, si muero

en mi vayna; daré en hojas de plátano sagrado

mis cinco huesecillos subalternos,

y en la mirada, la mirada misma!

(Dicen que en los suspiros se edifican

entonces acordeones óseos, táctiles;

dicen que cuando mueren así los que se acaban,

¡ay! mueren fuera del reloj, la mano

agarrada a un zapato solitario)

Comprendiéndolo y todo, coronel

y todo, en el sentido llorante de esta voz,

me hago doler yo mismo, extraigo tristemente,

por la noche, mis uñas;

luego no tengo nada y hablo solo,

reviso mis semestres

y para henchir mi vértebra, me toco.

 

QUEDÉME A CALENTAR LA TINTA EN QUE ME AHOGO

y a escuchar mi caverna alternativa,

noches de tacto, días de abstracción.

Se estremeció la incógnita en mi amígdala

y crují de una anual melancolía,

noches de sol, días de luna, ocasos de París.

Y todavía, hoy mismo, al atardecer,

digiero sacratísimas constancias,

noches de madre, días de biznieta

bicolor, voluptuosa, urgente, linda.

Y aun

alcanzo, llego hasta mí en avión de dos asientos,

bajo la mañana doméstica y la bruma

que emergió eternamente de un instante.

Y todavía,

aun ahora,

al cabo del cometa en que he ganado

mi bacilo feliz y doctoral,

he aquí que caliente, oyente, tierro, sol y luno,

incógnito atravieso el cementerio,

tomo a la izquierda, hiendo

la yerba con un par de endecasílabos,

años de tumba, litros de infinito,

tinta, pluma, ladrillos y perdones.

 


Date: 2016-01-05; view: 589


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