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Libros de Luz: http://librosdeluz.tripod.com 4 page

resultaba imposible que el hombre hubiera permanecido en la Edad de Piedradesde

entonces, desde el Mioceno, hasta la llegada de los conquistadores españoles. Pero esto es

una barbaridad.

»Cuando los españoles llegaron a Sudamérica no nos encontraron en la Edad de Piedra.

Ni mucho menos... Existía una organización social. Una cultura. El imperio incaico, por

ejemplo, era teocrático-socialista. Disponía de una organización fantástica.

»Pero, ¿sabe dónde aprendió el hombre inca esas y otras muchas cosas? En estas

piedras. En el "mensaje" gliptolítico. Porque estas piedras eran conocidas ya en la época de

los conquistadores. Hay testimonios de jesuitas que acompañaron a los españoles en la

colonización donde se especifica que estas piedras eran conocidas ya por los indios. Cieza

de León afirma en sus escritos que las denominaban "piedras Manco".

»Pero, volvamos a tu planteamiento. Es cierto que existe un gran vacío entre la

Humanidad de hace más de 65 millones de años y nosotros. Sin embargo eso no tiene por

qué significar que dicho período fuera estéril, que no existieran otras civilizaciones, otras

Humanidades en el planeta. No sabemos en realidad cuántas veces el hombre se vio

obligado a empezar de nuevo...

»El hecho de haber encontrado en distintos estratos geológicos al hombre de Neandertal,

de CroMagnon y ahora el de Leakey es algo puramente accidental, que nunca podrá darnos

una idea global y absoluta de las razas y civilizaciones que poblaban la Tierra en dichas

Eras.

»Son estas piedras grabadas en realidad el primer gran testimonio de la existencia de una

de esas Humanidades. Si no las hubiéramos encontrado seguiríamos pensando que nuestro

"filum" era el primero, el único.

»Seguiríamos creyendo que nuestra civilización arrancó con los sumerios, hace 7.000

años. Porque más allá de los sumerios, ¿qué sabemos en realidad? Sólo hechos aislados:

Cro-Magnon, Leakey, etc.

»Nos han faltado descubrimientos que completasen la Historia de las distintas

civilizaciones.

»Es posible que esas 40.000 tablillas sumerias constituyan otro "mensaje". Pero tampoco

han sido estudiadas suficientemente. Si en las escasas tablillas sometidas a investigación

hemos encontrado que aquel hombre conocía ya la "letra de cambio", la Medicina, las

Matemáticas, etc., ¿qué contendrá realmente la totalidad de esa formidable "biblioteca" que

constituyen las 40.000 tablillas de cera?

»Y, sin embargo, ahí están. Esperando que los científicos del mundo las investiguen en

profundidad.

»Nuestra Humanidad —tenemos que reconocerlo— no ha empezado siquiera a estudiar



lo que tiene a su alrededor. ¿Cómo podemos hablar entonces, cómo podemos dar por

hecho que "somos los primeros"? ¿Qué sabemos realmente lo que ocultan otros estratos

geológicos más profundos? Ahí tenemos a Richard Leakey... Con un solo hallazgo ha

conmocionado todas las teorías de la Paleontología. Su hombre de Olduvai, con esos dos

millones y pico de años, ha echado por los suelos las hipótesis tradicionales sobre el

"nacimiento" y aparición del hombre sobre la Tierra...

»Las piedras grabadas de Ica constituyen tan sólo el comienzo de una nueva era para la

Ciencia. Una era que nos exige y exigirá cada vez más mentes abiertas, capaces de

comprender y aceptar que nuestros principios y conocimientos no tienen por qué ser

definitivos.

Estas palabras de Javier Cabrera, pronunciadas ante la pasmosa realidad de aquellas

11.000 piedras grabadas, me harían reflexionar durante mucho tiempo.

Al regresar a España y publicar estos nuevos descubrimientos del profesor Javier Cabrera

iba a encontrarme con otra sensacional noticia, que venía a consolidar los grabados de las

piedras de Ica.

En la provincia española de Soria se había encontrado otro testimonio de la convivencia

entre el hombre y los dinosaurios.

En la localidad de Navalsaz —y según me revelaría el vizcaíno don Rafael Brancas— han

sido descubiertas más de 500 huellas de tyrannosaurio. Y junto a esas huellas petrificadas

en lastras de roca caliza compacta, ¡la huella, también petrificada, de lo que indudablemente

parece un pie humano!

El descubrimiento es sencillamente trascendental.

Estas huellas de tyrannosaurio —según los estudios realizados en la zona— se

encuentran en un terreno que corresponde al período Cretácico, último de los de la Era

Mesozoica o Secundaria. En aquella época —hace más de 70 millones de años—, dicha

zona debía de encontrarse bordeada por aguas marinas. Los grandes animales prehistóricos

pasarían posiblemente por el lugar, dejando sus huellas en el fango que formaban las

arcillas plásticas.

Aluviones posteriores fueron recubriendo las huellas. Se produjo un plegamiento,

formándose una capa superior de esquistos o pizarrillas menos sólidas, capa que fue

desapareciendo posteriormente por efecto de la erosión, quedando al descubierto sus huellas

perennes, solidificadas al haberse convertido los arrastres en caliza.

Pero, ¿qué puede significar esa huella petrificada de un pie humano, en la misma zona

donde han sido contabilizadas más de 500 pisadas de saurios prehistóricos?

Sin embargo, las dudas que planteaba un descubrimiento como el de la «biblioteca» lítica

no eran pocas. Y después de salir de unas, siempre se levantaban otras, como si se tratase

de un oleaje eterno...

Una de las máximas autoridades españolas en Arqueología me había puesto en un

verdadero callejón sin salida cuando le puse en antecedentes de la existencia de la gran

«enciclopedia» lítica del Perú.

«Y dígame —había preguntado el catedrático de la Universidad de Madrid—, si los Andes

se levantaron en la Era Terciaria, ¿cómo me explica usted que esas piedras tengan

grabados que reflejan animales de la Era Secundaria...?»

CAPÍTULO 5

OCUCAJE: MÁS DE 500 MILLONES DE AÑOS

Aquella pregunta del catedrático de la Universidad de Madrid, máxima autoridad en

España en lo que se refiere a Prehistoria sudamericana, me desconcertó durante una buena

temporada. Ante tales argumentos, yo sólo podía guardar silencio.

Por eso, al volver a Perú e iniciar mis entrevistas con Javier Cabrera, una de mis primeras

preguntas fue ésta:

—Si los Andes se levantaron en el Terciario, ¿cómo demonios han sido grabadas en esas

piedras motivos e «ideografías» de una era anterior? Porque los arqueólogos —le apunté al

médico de Ica— afirman que esta zona de la costa del continente es «terciaria».

Cabrera sonrió y movió su cabeza con gesto cansado. Acudió una vez más a los archivos

y extendió sobre su mesa un amplio y detallado plano geológico. Y rogó que me acercara.

Tú no podías responder en ese momento porque no tenías en tu poder este plano

geológico que han confeccionado los ingenieros y especialistas del Gobierno del Perú.

El corazón me dio un vuelco.

—... La llamada «Revolución de la Montaña»se produjo —según dice la Ciencia— en la

Era Secundaria. Al final de dicha etapa —poco más o menos hace 65 millones de años— se

registró un formidable cataclismo, saltando la mayoría de las montañas del planeta. Y

aparecen los Apeninos, Montañas Rocosas, Alpes, Himalaya, Alto Atlas y, por supuesto, los

Andes.

»Pero, el hecho de que la cordillera andina se levantara en esos tiempos no significa

que el resto de la costa peruana, y concretamente, el departamento de Ica, "naciera" con

ella...

»Y aquí está la prueba. Los técnicos peruanos han trazado este mapa geológico de Ica.

¿Y qué vemos en él? ¡Que Ocucaje pertenece a la Era Paleozoica! Es decir, surgió

mucho antes que los Andes.

»El terreno donde se encuentran las piedras grabadas corresponde, por tanto, a una era

muy anterior a los Andes. Y junto a zonas del Paleozoico, los geólogos han descubierto

también otras áreas del Mesozoico y del Terciario y —¡cómo no! — del Cuaternario...

Ocucaje es una pura y constante sorpresa en ese sentido. En el departamento de Ica se

han encontrado, incluso, diatomeas, que corresponden al Precámbrico. ¡Y en superficie!

Eso nos remonta ya a tiempos anteriores a la Era Primaria, hace más de 500 millones de

años.

»Sin embargo, nos empeñamos en afirmar que esta zona de la costa de sudamérica se

levantó única y exclusivamente cuando lo hicieron los Andes…

»Pero disponemos de un segundo dato, vital para completar este aspecto del problema.

Porque una de las placas tectónicas del globo se encuentra precisamente aquí, en Nazca. Y

abarca no sólo la citada área de Nazca, sino los departamentos de Ica, Ayacucho y bastante

más. Entonces, si la placa tectónica de Nazca es mucho más antigua que los Andes y las

piedras grabadas han sido encontradas en dicha placa tectónica, ¿por qué los arqueólogos

siguen empecinados en que esta "biblioteca" no puede ser anterior al surgimiento de los

Andes?

»Yo les pido nuevamente que se acerquen a Ica, que estudien las piedras, que analicen

los terrenos...

—Según esto, ¿qué edad podrían tener los grabados y altorrelieves de las piedras?

—Nadie puede averiguarlo realmente. Podrían ser de finales del Mesozoico, con más de

65 millones de años. O del comienzo, con más de 200 millones... ¡Y quién sabe si mucho

más...!

»Observa el plano geológico y te darás cuenta de otro detalle extraordinario. El verdadero

"arqueólogo" de esta zona de Ocucaje ha sido el río Ica...

»Él ha abierto los estratos. Él los ha dejado al descubierto. Y aquí ves zonas que

pertenecieron al Paleozoico... El río nos está mostrando una verdad incuestionable.

»Pero estamos hablando de millones de años... Todo el mundo maneja estas cifras con la

mayor naturalidad, como si realmente pudiéramos demostrar que el tiempo geológico y

cósmico es similar al humano... »

Aquello me intrigó. ¿Qué quería insinuar Javier Cabrera?

—Tenemos, por ejemplo, el Carbono-14...—insinué.

—No, no nos puede servir. Pero, querido amigo, ¿qué es en realidad el tiempo? ¿Cómo

podemos medirlo? Yo sólo sé que el tiempo es una noción biológica consciente. Soy yo

quien elaboro y «fabrico» el tiempo… Podemos remontarnos quizás hasta 7.000 o 10.000

años. Pero, ¿y después? ¿Qué prueba tenemos, cómo podemos establecer una conexión a

través de los tiempos?

»El hombre de Cro-Magnontiene 40.000 años. Eso dicen los paleontólogos. Pero, ¿es

que puedo estar seguro de esa afirmación? ¿Es que el procedimiento del Carbono-14 es

válido? ¿Infalible?

»Todos conocemos la forma en que el carbono se hace radiactivo en la atmósfera. Se

combina con el oxígeno y el agua y a través de la hoja vegetal pasa a ser parte de la

materia orgánica. Al perder su radiactividad debe marcar 40.000 años...

»Si yo encuentro una pieza que tiene el 50 por ciento de radiactividad que era constante,

esa pieza deberá tener —según este procedimiento— 20.000 años. Pero, ¿que seguridad

tengo yo del momento en que pasó de C-12a C-14? ¿Es que tengo la seguridad absoluta

de que esa materia orgánica no se contaminó con algo radiactivo, desfigurando así la

verdadera antigüedad?

»Muchas de las materias que analizamos a través del Carbono-14 son "mudas" a dicha

medida. ¿Cómo medir entonces? Debemos comprender que todos estos métodos para tratar

de averiguar la antigüedad pueden ser incorrectos. Y, sin embargo, les hemos dado una

validez casi absoluta...

»Cuando nos referimos a millones de años estamos hablando de algo que escapa a

nuestras posibilidades de concepción. Fuera de nosotros mismos el tiempo no existe. Por

eso te decía antes que el tiempo geológico y cósmico está divorciado del tiempo humano.

Encontramos fósiles, sí, en distintos estratos. Pero, ¿cómo medir su antigüedad con

precisión?

»Esta "biblioteca" sí nos está ofreciendo, en cambio, la primera posibilidad de hacer una

medición real del tiempo. Estas piedras nos están mostrando el "tiempo" de otra

Humanidad. Un "tiempo" distinto al nuestro...

El sistema más utilizado hasta el momento para averiguar la antigüedad de las materias

orgánicas es el llamado del Carbono-14 o C-14. Para su empleo se parte de la base de que

en nuestra atmósfera existe el isótopo radiactivo del carbono (C), de peso atómico 14, en

una cantidad que ha permanecido invariable a través del tiempo. Dicho isótopo es absorbido

por todas las plantas, que lo contienen en la misma cantidad, tanto si se trata de árboles

como de raíces u hojas o simple hierba. Por otra parte, todo organismo viviente absorbe -de

una u otra forma- sustancias vegetales, o sea, que también el organismo humano y animal

contiene C-14. Sin embargo, las sustancias radiactivas tienen un determinado período de

desintegración, siempre y cuando no se introduzcan nuevas sustancias del mismo carácter.

Este período de desintegración se inicia con la muerte, en el caso del hombre y de los

animales, y en las plantas, con la recogida de la cosecha o la quema de las mismas. Para el

isótopo del C-14 se cree que existe un término medio, cuyo valor es de unos 5.600 años.

Esto significa que 5.600 años después de la muerte de un organismo se encuentra aún en

él la mitad de la cantidad original de C-14. Después de 11.200 años, sólo una cuarta parte.

A los 22.400 años, una octava parte, a los 44.800 años, una dieciseisava parte, etc. El

contenido en C-14 de una sustancia orgánica fósil se puede saber por medio de un

complicado procedimiento de laboratorio, ya que se conoce la cantidad original de C-14

existente en la atmósfera. Y sabiendo que en nuestra atmósfera es constante el contenido

en C-14, se puede determinar la edad de un hueso o de un pedazo de madera, por ejemplo.

Pero, he aquí algo realmente significativo, que apoya las teorías de Javier Cabrera. Si se

corta, por ejemplo, hierba o matorral al borde de una carretera, se quema y se somete al

procedimiento del C-14, la ceniza de estas plantas nos revela una edad de ¡miles de años!

¿Por qué? Todos los días, dichas plantas absorben grandes cantidades de carbono

procedente de los tubos de escape de los coches que pasan. Este carbono procede del

petróleo, y éste, al mismo tiempo, del material orgánico que hace millones de años dejó de

absorber C- 14 de la atmósfera. De este modo, un árbol cortado cerca de un distrito

industrial puede dar una edad de 50 años por los anillos de su corteza y de miles de años si

empleáramos el referido sistema del Carbono-14.

En aquellos instantes no logré captar lo que Javier Cabrera trataba de decirme. Fue algún

tiempo después —al referirse a la piedra denominada del cometa Kohoutek— cuando

comencé a comprender.

—Tú mismo te has referido hace un momento a los estratos geológicos —intervine—. ¿Es

que éstos no constituyen un aceptable «calendario» para el hombre?

—Los estudios geológicos nos dicen que éste o aquel estrato pertenecieron al Paleozoico

o Mesozoico. Sin embargo, eso es puramente convencional. ¿Cómo tener seguridad

absoluta a la hora de fijar las edades de dichos estratos? Sólo lo conseguiríamos si

pudiéramos «comunicarnos» con las rocas...

»Sí, es cierto que hay un sistema para intentar establecer esa "conexión" con las rocas. Es

cierto que se puede lograr mediante los "relojes atómicos". Sé que, a través de las curvas de

integración de los átomos radiactivos que encontramos en las rocas, podemos intentar ese

difícil paso. Sé que, a través de la cantidad de plomo que queda como residuo de la desintegración

de un átomo que fue radio, torio o uranio, podríamos buscar la antigüedad de la

roca...

»Pero, repito, ¿quién nos asegura que esa radiactividad residual es exacta? Ha

transcurrido demasiado tiempo. ¿Cómo sabemos que no fue alterada por el paso de ese

tiempo? ¿Cómo averiguar si una capa fue primera o segunda? ¿Quién puede decir a

ciencia cierta el número de veces que ha cambiado la corteza terrestre?

»¿Podemos estar seguros de eso?

Javier Cabrera regresó a su sillón y, señalando los libros que se alineaban en las

estanterías de su despacho, prosiguió:

—Lo que ocurre es que damos como ciertos —dogmáticamente— una serie de

conocimientos...

»"Así es", decimos. "Así está aceptado...". Pero, ¿qué quiere decir "así está aceptado"? Te

lo diré: que convencionalmente hemos llegado a eso. Hemos convenido que así sean las

cosas, nada más.

»Y volvemos a lo de antes. ¿Es que hay alguien en este mundo que pueda demostrar que

el tiempo existe en realidad? Dime, ¿qué es el tiempo...?

»El tiempo existe porque existimos nosotros. El tiempo es una noción. Sabemos que ni

siquiera en nuestro propio mundo —cuando dos personas se encuentran en hemisferios

diferentes— pueden sincronizar sus relojes. ¿Y qué ocurre si salimos del Sistema Solar? ¿

Qué nos sucederá el día que el hombre cruce el Cosmos a la velocidad de la luz? ¿Es que

ese tiempo será el mismo de la Tierra?

»Nadie puede precisar la antigüedad de algo que está tan alejado de nosotros.

»Esta Humanidad que hemos descubierto a través de las piedras grabadas de Ica vivió en

otro espacio-tiempo. Y lo mismo nos sucede a nosotros, esta Humanidad que ahora está

realizándose. Y lo mismo debió de ocurrirles a otras civilizaciones o Humanidades que un

día aparecieron sobre el Planeta. Porque estoy convencido de que el hombre "gliptolítico"

no ha sido tampoco el primero en la realización global del llamado género humano.

Estas afirmaciones de Javier Cabrera estaban respaldadas por un hallazgo —también en

las piedras grabadas de Ica— que algún día, cuando el hombre se encuentre preparado

para encajarlo, arrojará sobre el mundo toda la luz que hoy falta, en torno al más grande de

los misterios que siempre se planteó el ser humano. Un hallazgo, una «serie» de piedras

labradas, que Javier Cabrera mantiene separada del resto de la colección, y que sólo

muestra a personas de su entera confianza.

Ese «cuarto secreto»será desvelado algún día por el investigador de Ica. Pero, mientras

él no lo haga, mientras no sea estudiado y comprobado meticulosamente, deberá

permanecer cerrado.

Quizás algún día, no muy lejano, me sienta con fuerzas para emprender la divulgación de

esa «Primera Maravilla del Mundo», que encierra el referido «cuarto secreto» de la

«biblioteca» prehistórica.

Pero volvamos al resto de la colección.

Después de varios días de estancia en Perú, y mientras ponía en orden mis primeras

charlas con Javier Cabrera, tuve la oportunidad de conocer a una personalidad que iba a

aportar nuevos y sustanciosos datos sobre la «biblioteca» de piedra. Un hombre que había

conocido las piedras labradas ¡cuatro años antes que Cabrera!

CAPÍTULO 6

«NO SON RECIENTES»

(DICTAMEN DE LA UNIVERSIDAD DE BONN)

Fue una sorpresa para mí. Siempre creí que las piedras grabadas del desierto de Ocucaje

habían sido descubiertas hacia 1966, cuando los campesinos de dicha zona comenzaron a

desperdigarlas por medio Perú.

Pero no. Alguien de gran prestigio en Lima iba a sacarme de mi error. Y me alegré

profundamente de que no fuera el propio Javier Cabrera Darquea quien me hablara de esta

importante prueba en pro de la legitimidad de la «biblioteca» lítica.

Don Santiago Agurto Calvo, arquitecto y ex rector de la Universidad de Ingeniería de Lima,

tiene en su hogar varios cientos de piedras grabadas, idénticas a las que yo había

examinado en el centro-museo de Ica.

¡Oh, sorpresa! Allí, en el patio de la casa del arquitecto, observé también altorrelieves y

grabaciones de animales Prehistóricos, en convivencia con el hombre...

Don Santiago Agurto —hombre reposado y ecuánime— me resumió así sus interesantes

experiencias y conocimientos, en relación con la «biblioteca» de piedra:

—Hace aproximadamente cuatro años —hacia 1962— comenzaron a aparecer en los

alrededores de la Hacienda Ocucaje, en el departamento de lea, unas extrañas piedras que,

según los «huaqueros»* del lugar, se hallaban en las tumbas de los ricos y abundantes

cementerios prehispánicos de lugares como Cerro Blanco, La Banda, Paraya, Chiquerillo,

Cayango, etc.

* La palabra «huaquero» hace referencia, en Perú, a quien se dedica a la búsqueda —

generalmente de forma ilegal y clandestina— de «huacos», que es la denominación dada a

determinadas vasijas de cerámica, así como de momias y todo tipo de restos y piezas

arqueológicas.

»De acuerdo con la versión más frecuente, las piedras se encontraban en los entierros

correspondientes a las culturas Paracas, Ica y Tiahuanaco, aunque algunos "huaqueros"

sostenían que también las había en restos Nazca e, inclusive, Inca.

»Dichas piedras, aparentemente cantos rodados de variado tamaño y color, presentaban

la particularidad de estar labradas —burdamente las unas y primorosamente las otras—

representando "imágenes" o dibujos inidentificables: insectos, peces, aves, felinos, figuras

fabulosas y seres humanos. Unas veces aparecían individualizadas, y otras, mezcladas en

elaboradas y fantasiosas composiciones.

»A fines de 1962, como digo, tuve la oportunidad de conocer estas piedras y de adquirir

algunas a los "huaqueros" de Ocucaje.

»Éstos las vendían a precios que fluctuaban entre los 10 soles para las más chicas y los

120 para las más grandes.

»La sorpresa al encontrar un material arqueológico inédito en la costa peruana y la

extraordinaria belleza de algunas de las piedras, como usted comprenderá, hicieron que me

interesara en todo lo concerniente a ellas.

»Pude reunir así, por boca de "huaqueros", una serie de datos, probablemente no siempre

verídicos y hasta contradictorios a veces, pero que me proporcionaban un marco provisional

de referencia a la historia de las piedras.

»Con posterioridad, conversé al respecto con estudiosos y coleccionistas, quienes

afirmaron que poco o casi nada era lo que se conocía respecto de las piedras, que había

dudas sobre su autenticidad y que, probablemente, no fuesen sino obra de algunos falsificadores

locales de piezas arqueológicas.

—¿Y qué razones esgrimían?

—En primer lugar, que nunca antes de 1962 se habían encontrado tales piedras, a pesar

de que la zona había sido abundantemente excavada.

»Segunda: que los hallazgos habían sido hechos por personas a las que no se les podía

dar mayor crédito.

»Tercera: que para labrar las piedras en forma tan nítida y precisa era necesario poseer,

dada la dureza de la materia, metales y herramientas que no conocieron los antiguos

peruanos.

»Y, por último, que en algunas de las piedras había motivos que no correspondían a las

culturas locales y que, en otras, se mezclaban motivos de culturas diferentes.

»Las opiniones expuestas —como puede usted ver— no resultaban del todo convincentes,

salvo la relativa al tipo de metal necesario para realizar el trabajo. Evidentemente, si el

labrado de las piedras requería un metal no conocido por los antiguos peruanos, dichos

objetos no podían ser prehispánicos...

»Por ello, y a fin de iniciar una investigación sobre el particular, lo más conveniente

consistía en determinar si el grado de dureza de las piedras era tal que su tallado obligase

al empleo de un metal desconocido en el antiguo Perú. El resultado, en caso positivo,

determinaría definitivamente que las piedras no eran de origen prehispánico. Pero, en caso

contrario, abriría la posibilidad de que tal origen fuera el auténtico, lo cual justificaría

proseguir la investigación.

»Con tal finalidad recurrí a la Facultad de Minas de la Universidad Nacional de Ingeniería,

en cuyos laboratorios, los ingenieros Fernando de las Casas y César Sotillo llevaron a cabo

un concienzudo estudio...

Por primera vez en todo el proceso de investigación de las piedras grabadas de Ica me

encontraba ante un documento oficial, ante una prueba auténticamente imparcial. Y escuché

con profunda atención.

—Este análisis decía así, en sus partes esenciales:

« 1.° Todas las piedras son "andecitas" fuertemente carbonatizadas, a pesar de que por su


Date: 2016-01-05; view: 747


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