Home Random Page


CATEGORIES:

BiologyChemistryConstructionCultureEcologyEconomyElectronicsFinanceGeographyHistoryInformaticsLawMathematicsMechanicsMedicineOtherPedagogyPhilosophyPhysicsPolicyPsychologySociologySportTourism






Libros de Luz: http://librosdeluz.tripod.com 1 page

EXISTIÓ OTRA

HUMANIDAD

J. J. BENÍTEZ

Este libro fue pasado a formato digital para facilitar la difusión, y con el

Propósito de que así como usted lo recibió lo pueda hacer llegar a

Alguien más. HERNÁN

Para descargar de Internet:

ELEVEN” – Biblioteca del Nuevo Tiempo

Rosario – Argentina

Adherida a: Directorio Promineo: www.promineo.gq.nu

Libros de Luz: http://librosdeluz.tripod.com

Existió Otra Humanidad

Ó1975, Juan José Benítez

Digitalizador: _ Nascav (España)

L-07 – 20/11/03

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

ESTO ES LA "BIBLIOTECA" PREHISTÓRICA

CAPÍTULO 1

UN "PISAPAPELES" DE 140 MILLONES DE AÑOS

CAPÍTULO 2

"NOSOTROS LAS SACAMOS"

CAPÍTULO 3

EL HOMBRE CONVIVIÓ CON LOS SAURIOS

CAPÍTULO 4

SENSACIONAL HALLAZGO EN COLOMBIA

CAPÍTULO 5

OCUCAJE: MÁS DE 500 MILLONES DE AÑOS

CAPÍTULO 6

"NO SON RECIENTES"

(DICTAMEN DE LA UNIVERSIDAD DE BONN)

CAPÍTULO 7

EL COMETA KOHOUTEK, GRABADO EN LAS PIEDRAS

CAPÍTULO 8

"ATLÁNTIDA ES EUROPA"

CAPÍTULO 9

UN TESTIMONIO DESCONCERTANTE:

"PÁJAROS MECÁNICOS" Y REPTILES VOLADORES "TRIPULADOS"

CAPÍTULO 10

HUYERON A PLÉYADES

CAPÍTULO 11

"TRASPLANTES" HACE MILLONES DE AÑOS

CAPÍTULO 12

LOS INCAS CONOCIERON LAS PIEDRAS

CAPÍTULO 13

LA OPINIÓN DE LOS ARQUEÓLOGOS OFICIALES

CAPÍTULO 14

¿MÁS DE UN MILLÓN DE PIEDRAS?

CONCLUSIÓN

INTRODUCCIÓN

Hasta ahora el hombre sólo había logrado soñar, nada más, con remotas

civilizaciones. A lo sumo —y después de no pocos esfuerzos—, algunos estudiosos

se habían encontrado con esporádicas y tímidas pruebas de la existencia de otros

hombres, de otras culturas e imperios que nunca se habían remontado en la

Historia más allá de los 10.000 ó 15.000 años.

Intencionadamente he querido pasar por alto los últimos hallazgos de la

Paleontología. Hasta hoy, el «hombre de Leakey»—última sorpresa para los que

siempre han amarrado al ser humano a una edad máxima de un millón de años—

constituye tan sólo un hecho aislado. Trascendental, eso sí, pero perdido. Único.

Sin más compañía —al menos por el momento— que la vejez del barranco africano

de Olduvai, donde Leakey desenterró con emoción el cráneo de un

«australopithecus»que caminó por aquellas tierras de Tanzania hace ya unos tres

millones de años.

«Es la más antigua reliquia» —dijeron los sabios— del primer "hacedor de



útiles", del Homo habilis».

Estos paleontólogos ignoraban entonces —y posiblemente también hoy— que en un lugar

de Perú, en un desierto blanco y pedregoso del Departamento de Ica, un médico peruano

había descubierto la más estremecedora, rotunda y completa prueba de la existencia de otra

civilización —de otra Humanidad diría yo— que pobló el planeta, no hace miles de años, sino

posiblemente millones.

Esta vez no se trataba de simples o complicadas teorías sobre la existencia de hombres

remotos. Esta vez no eran especulaciones. Ni tampoco fantasías de visionarios.

Esta vez —y para asombro de cuantos hemos tenido la gran fortuna de ver y tocar aquel

tesoro— se trataba de pruebas materiales. Miles de pruebas.

Porque el doctor Javier Cabrera Darquea había logrado reunir y salvar en su casa de la

plaza de Armas de la ciudad de Ica hasta un total de 11.000 piedras en las que aparece

grabado el más revolucionario y antiquísimo «mensaje» de que tenemos noticia.

Once mil piedras de todos los tamaños donde otra Humanidad distinta y distante recopiló

la esencia de su experiencia y sabiduría.

Once mil piedras grabadas con conocimientos de Medicina, Zoología, Astronomía,

Astronáutica, Biología, Geografía, Religiones, Derecho, etc., que han hecho palidecer

nuestra soberbia civilización.

Éste, simplemente, es el objetivo que me he trazado a la hora de poner en orden mis

entrevistas e investigaciones con el descubridor y máximo conocedor de esta «biblioteca» en

piedra: tratar de cooperar, en la medida de mis posibilidades, a la máxima difusión de un

hallazgo que, por el momento y sólo por el momento, está iniciando su andadura con el paso

lento de todos los grandes y revolucionarios descubrimientos de esta Humanidad.

Conocí al doctor Cabrera en agosto de 1974. Allí, en mi primer viaje a Perú como enviado

especial de mi periódico, y mientras trabajaba en otros reportajes, tuve la inmensa fortuna de

estrechar un día la mano de Javier Cabrera Darquea, así como de recibir el latigazo de la

sorpresa al contemplar a mi alrededor la referida «biblioteca» de piedra.

Las explicaciones de Javier Cabrera Darquea y la aplastante realidad de aquellos miles de

cantos rodados me apasionaron. Y durante todo el tiempo que siguió a la publicación de

aquellos mis primeros reportajes sobre las piedras grabadas de Ica —en octubre de dicho

año—, procuré seguir al detalle las investigaciones y progresivos descubrimientos que el

médico iqueño ha venido realizando sobre la inmensa «enciclopedia prehistórica».

La trascendencia del hallazgo me llevó de nuevo a viajar a Perú. Y durante inolvidables y

apretados días de enero de 1975 pude conversar de nuevo con el investigador,

enriqueciendo mi espíritu con este testimonio único en el mundo y que —sinceramente— no

dudo en calificar como el más importante descubrimiento de esta Humanidad que, desde

ahora, ya no podrá considerarse como la primera que pobló el planeta llamado Tierra.

Todo cuanto en estas páginas se detalla, insisto, no está respaldado por la imaginación o

por especulaciones sin base. Todo cuanto en mis numerosas horas de conversación con

Javier Cabrera Darquea quedó grabado en mi magnetófono tiene detrás —nada más y nada

menos— que la presencia de miles y miles de piedras que han sido grabadas por la mano de

seres cuyas figuras se asemejan a las del hombre.

Todo en este trabajo tiene los cimientos que proporcionan esos 11.000 «libros» en piedra

que, a lo largo de nueve años, ha rescatado Cabrera del olvido o de la destrucción.

Es, por tanto, la primera vez que el ser humano dispone de pruebas suficientes como para

afirmar, rotundamente, que alguien, antes que él, conoció de los secretos de la cirugía, de

los vuelos espaciales, de la caza y destrucción de los animales que le amenazaban, de los

continentes que constituían el mundo, de la flora y de la fauna que le dieron compañía

entonces y, en fin, de las estrellas que daban vida a aquel firmamento que, quizá, resultase

tan bello como el nuestro...

Todo esto y mucho más, todavía por descubrir, está ahí, en un desierto peruano llamado

Ocucaje, en el Departamento de Ica. Todo esto y mucho más está a disposición del mundo

entero, que ha temblado ya ante lo que dicho «mensaje» puede significar.

ESTO ES LA «BIBLIOTECA» PREHISTÓRICA

Pero no puedo esperar. Mi impaciencia por mostrar lo que en realidad abarca la

«biblioteca» lítica es tal que no he querido someter al lector al lento descubrimiento de la

misma, a través de las páginas de este libro. Por eso he trazado este resumen previo. Por

eso desearía ahora tener la magia de la imagen y ofrecerles de un solo golpe —en un abrir y

cerrar de ojos— lo que encierra y supone este escalofriante mensaje.

Aunque la colección que ha logrado reunir el profesor Cabrera Darquea desde hace nueve

años suma la considerable cifra de 11.000 piedras, el número real de estos «libros»

prehistóricos que constituyen la formidable «biblioteca» es incalculable.

El propio doctor iqueño me aseguró que, en estos momentos —y esparcidas por todo el

Perú y otros países— podríamos contabilizar otras 40.000 piedras más.

Pero, necesariamente, sólo puedo referirme ahora a esas 11.000 pruebas, que no es

poco...

Después de largos años de investigación, Javier Cabrera ha logrado descubrir que la

«biblioteca» se encuentra dividida en «series» o «secciones», formadas a su vez por

distintos volúmenes de piedras. Y he aquí las más importantes:

SERIE QUE MUESTRA CONOCIMIENTOS DE MEDICINA

Ante mi asombro, pude comprobar cómo aquella remota Humanidad dejó grabados

múltiples conocimientos de cirugía.

Allí, en el centro de estudio de la plaza de Armas de Ica, Javier Cabrera Darquea ha

reunido decenas de piedras —de todos los tamaños— en que se «explica» cómo dicha

civilización practicaba «trasplantes» de corazón, de cerebro, riñón, hígado...

Allí pude ver cómo la Humanidad «gliptolítica»—como así lo califica Javier Cabrera—

había resuelto el problema del «rechazo» en los trasplantes de órganos.

Allí pude contemplar, anonadado, grabaciones donde aparecían cesáreas y partos con

acupuntura.

Allí contemplé, desconcertado, cómo los hombres que dejaron este «mensaje» sabían del

«trasplante», de las claves genéticas y de la conservación de los cuerpos, una vez

consumadas las operaciones de «trasplante».

Allí escuché, en fin, las explicaciones del investigador iqueño sobre los sistemas

electrónicos que controlaban las más vitales funciones biológicas del hombre, mientras éste

permanecía en la mesa de operaciones.

SERIE DEDICADA A LA ASTRONOMÍA

Si alucinante era la «sección» de la «biblioteca» destinada a la Medicina, no lo es menos

la que esta Humanidad reservó para sus conocimientos del Universo.

En una de las más fascinantes piedras que conserva Javier Cabrera Darquea —obtenida

por él en 1970—, estos seres que poblaron el planeta mucho antes que nosotros habían

grabado ya las trece constelaciones conocidas hoy por el hombre.

Pero había más, mucho más, en dicha mole de trescientos kilos.

Allí supe cómo medían su tiempo los hombres «gliptolíticos».

Allí me mostró el profesor Cabrera los lugares de nuestro firmamento donde —según esta

remota Humanidad— existía VIDA vegetal, animal o inteligente...

Y allí, especialmente, conocía otro hecho que me paralizó: aquella civilización había

grabado el paso de un cometa que —muchos millones de años después— iba a ser visto

también por el ser humano: el llamado hoy Kohoutek.

SERIE SOBRE ASTRONÁUTICA

Pero las sorpresas no han hecho sino empezar. Porque, ¿cómo podían conocer dichos

seres que existía VIDA en lejanos astros y nebulosas?

Sencillamente, su tecnología les había permitido salir al espacio. Y así lo vi en cientos de

piedras en que estaban grabados los «pájaros mecánicos»a cuyos lomos surcaban los

aires estos seres.

En esta «biblioteca» alucinante conocí igualmente los sistemas empleados por el hombre

de entonces para vencer la gravedad, para salir al Cosmos sin necesidad del combustible y

de la fuerza que hoy precisan nuestros cohetes.

Allí estaba —¡oh gran sorpresa!— la explicación a los dibujos y pistas de Nazca.

En esta serie, además, pude detenerme a placer en dos grandes piedras donde —según

las investigaciones de Javier Cabrera— habían sido grabados los hemisferios de un planeta

que no era la Tierra... Un planeta en que existió y quizá exista todavía la VIDA. Un planeta

que guarda la respuesta a la más antigua y profunda pregunta del hombre de nuestra Era...

Pero, no adelantemos acontecimientos.

SERIE SOBRE ANIMALES PREHISTÓRICOS YA DESAPARECIDOS

Pero en esas piedras donde Cabrera me mostró los «pájaros mecánicos» había también

algo más.

Hombres provistos de aparatos que recuerdan nuestros catalejos y que aparecen

montados sobre el lomo de dichos y singulares «pájaros», «buscan» a los grandes saurios

que la Paleontología dio por desaparecidos hace más de sesenta millones de años.

Y en esas y otras muchas piedras pude ver las figuras de estos hombres de grandes

cráneos y pequeña estatura que persiguen y matan los más diversos tipos de dinosaurios:

stegosaurus, triceratops, iguanodontes, etc.

Son piedras en las que el hombre CONVIVE con los grandes saurios...

Son piedras donde se muestran los «ciclos biológicos» de estos monstruos prehistóricos...

Son piedras que, precisamente, dan la solución a esa formidable incógnita que flota

todavía sobre nuestra Ciencia: ¿por qué desaparecieron súbita y totalmente de la faz de la

Tierra estos enormes y resistentes animales?

SERIE DEDICADA A LOS ANTIGUOS CONTINENTES

Todas las piedras y todas las series están vinculadas entre sí. Y buena prueba de ello era

esta nueva «sección», que reflejaba los hemisferios oriental y occidental del Planeta,

grabados en dos pesadas piedras circulares.

Hemisferios donde apenas si se pueden reconocer los continentes que hoy habitamos.

Hemisferios que constituían el globo terráqueo... hace millones de años.

Así me lo detalló el médico y descubridor.

Pero en esas piedras de los viejos continentes me aguardaban varias y desconcertantes

sorpresas: allí aparecían grabados los continentes hoy desaparecidos y que hemos dado en

llamar Atlántiday Mu.

Y en dichas masas continentales, las razas que los poblaron...

SERIE QUE DESCRIBE LA SALIDA DEL HOMBRE DE LA TIERRA

Estrechamente vinculada al «capítulo» de los «pájaros mecánicos», el profesor Cabrera

me mostró también las grandes piedras labradas donde el hombre del Mesozoicodejó

testimonio de su gran marcha o salida del planeta.

En piedras de gran peso, aquella civilización olvidada grabó la partida de la Tierra de las

elites cognoscitivas, rumbo a un planeta concreto de lo que entonces era considerado como

una constelación más: Pléyades.

Pero, ¿por qué esa huida del planeta? ¿Y por qué tan sólo las elites cognoscitivas?

SERIE QUE PREDICE EL GRAN CATACLISMO

Las preguntas anteriores están igualmente relacionadas con otras piedras labradas donde

aquel «filum» humano anunció la proximidad de un formidable cataclismo, fruto de un

desequilibrio que provocaría dicha Humanidad.

Dos de las tres Lunas que aparecen en muchos de los grabados cayeron sobre la Tierra,

originando el caos y la destrucción del hombre «gliptolítico».

Pero, ¿cómo pudo producirse semejante desequilibrio? La respuesta se encuentra también

en las piedras de Ica.

Allí, ante mi desconcierto, descubrí pirámides. Pirámides a todo lo largo del ecuador

terrestre. Pirámides que fueron construidas no para enterrar a los reyes, sino para captar,

transformar y distribuir la energía electromagnética que rodeaba y rodea nuestro mundo.

Y ahí, precisamente, estuvo la clave de la destrucción de esta Humanidad...

SERIES QUE ABARCAN CONOCIMIENTOS DE FLORA, FAUNA Y RAZAS DEL

PLANETA

A las anteriores hay que añadir otros cientos de piedras —de todos los tamaños— donde

la Humanidad de la Era Secundariagrabó sus conocimientos sobre evolución, ciclos.

biológicos, etc., de los animales que poblaban la Tierra en aquellos tiempos.

Así, pude tener en mis manos decenas de piedras donde aparecían animales

desconocidos para el hombre de hoy, y otros —tales como canguros— que no son oriundos

del continente sudamericano. Pero, ¿qué hacían entonces estos animales en la «biblioteca»

de piedra?

El profesor Cabrera Darquea me señaló asimismo otros muchos cantos rodados en que

habían sido grabados decenas de plantas y flores, hoy extinguidas.

El hombre «gliptolítico», además, tenía un conocimiento completo del planeta. Por eso en

las piedras labradas encontramos también las distintas razas humanas que existían en aquel

remoto pasado.

A estas «series» tendríamos que añadir otras muchas sobre «Derecho», «Religiones»,

«Deportes», etc., que todavía se encuentran en fase de investigación por parte del doctor

Cabrera.

Sin embargo —y a pesar de lo mucho que todo esto representa—, la «biblioteca» de

piedra del Perú está prácticamente por desvelar.

CAPÍTULO 1

UN «PISAPAPELES» DE 140 MILLONES DE AÑOS

Todo empezó con un «pisapapeles». O, mejor dicho, con lo que un amigo del doctor

Cabrera Darquea consideró que podría servir como «pisapapeles».

Aquello ocurrió hacia 1966.

Un día como tantos otros, el médico de la ciudad peruana de Ica, don Javier Cabrera

Darquea, recibió, como digo, de manos de un conciudadano, una pequeña piedra de color

pardo en la que aparecía grabado un extraño pájaro.

Al principio, el médico iqueño no reparó en el citado grabado. Sin embargo, poco tiempo

después de que la piedrecita fuera depositada sobre su mesa de despacho, el médico del

Hospital Obrero de Ica y profesor de Biología —hombre curioso e inquieto— tomó de nuevo

en sus manos el «pisapapeles» y quedó profundamente extrañado. Aquel grabado no representaba

un ave conocida por el hombre de hoy. Y Javier Cabrera investigó.

Los resultados fueron todavía mucho más desconcertantes. Aquel «pájaro» era un

pterosaurio. En otras palabras, un reptil volador, un ave prehistórica ya extinguida y que,

según la Paleontología, había vivido en los períodos Jurásico y Cretácico. Es decir, hace

más de 140 millones de años...

«¿Cómo es posible? —se preguntó, desconcertado, el doctor Cabrera—. ¿Quién ha

podido grabar con tanta precisión un reptil prehistórico ya desaparecido...?»

Estas preguntas empujaron a nuestro protagonista a interesarse vivamente por dicha

piedra. E interrogó al amigo que se la había regalado...

—Me han asegurado que las hay a miles —contestó éste—. Muchas de ellas, incluso, de

gran peso y belleza. Tengo entendido que las graban los campesinos del poblado de

Ocucaje...

Javier Cabrera, conocedor de dicho poblado, así como de las humildes y sencillas gentes

que lo pueblan —no en vano era médico del Hospital Obrero de Ica—, no terminaba de

entender. El misterio, lejos de aclararse, se había oscurecido mucho más. Y la curiosidad

insaciable de Cabrera le impulsó a seguir el «rastro» de la diminuta piedra del reptil-volador.

Fue así como el médico de Ica iba a encontrarse con el más fantástico descubrimiento de

todos los tiempos: la «biblioteca» lítica de una civilización, de una Humanidad olvidada que

pobló nuestro mundo en la más tenebrosa noche de los tiempos.

Cuando conocí a Javier Cabrera Darquea, la investigación iniciada por él hacia 1966 se

encontraba ya —por suerte para mí— francamente avanzada. Habían sido ocho largos,

intensos y silenciosos años de trabajo, de esfuerzos y de constantes gastos por parte del

profesor peruano. Todas y cada una de aquellas 11.000 piedras labradas que había logrado

reunir en su antigua consulta médica de la plaza de Armas de Ica fueron religiosamente

abonadas a los campesinos de Ocucaje, que habían encontrado en el doctor Cabrera el más

fiel comprador de los cantos rodados. Uno de estos campesinos —Basilio Uchuyafue—

quizá el mayor «proveedor».

Pero, ¿cómo llegué al conocimiento de la existencia de esta «biblioteca» de piedra que

con tanto celo había reunido y estudiado Javier Cabrera?

En realidad, nunca me lo he explicado del todo. En aquella época —agosto de 1974— yo

viajé a Perú como enviado especial de mi periódico —La Gaceta del Norte, a fin de

trabajar en una serie de reportajes que, hasta cierto punto, se iba a ver ligada con la

formidable «biblioteca» del desierto peruano. Me refiero a la noticia surgida en Lima acerca

de extraños e insólitos «contactos» telepáticos y físicos entre miembros del llamado Instituto

Peruano de Relaciones Interplanetarias (IPRI) y seres extraterrestres, tripulantes de los

OVNIS.

Cuando me encontraba investigando y trabajando en dicha noticia, dos miembros de este

Instituto —Ernesto Aisa y Tiberio Petro León—, conocedores e interesados en el hallazgo de

Cabrera Darquea, me hablaron del mismo.

Algunos días después —creo recordar que el 31 de agosto— conocía por primera vez a

Javier Cabrera Darquea y sus 11.000 piedras.

Nunca olvidaré mi primera impresión al entrar en el centro-museo donde el investigador

conserva sus «libros» de piedra. Creo que haría mal si pasara por alto aquella sensación,

aquel shock que le recorre a uno hasta los últimos rincones del alma al enfrentarse por vez

primera a tantos miles y miles de piedras labradas...

Esa sensación —de tanto valor para mí— es algo que, como señalaba al comienzo de este

libro, sólo puede ser comprendida cuando se está frente a la «biblioteca» lítica. Sólo así.

Y esa sensación, ese tremendo shock, le hace intuir a uno —y no sé bien por qué— que

se encuentra ante «algo» distinto, desconcertante, estremecedor, desconocido...

A los pocos minutos, después de haber escuchado las primeras y apresuradas

explicaciones de Cabrera y de haber explorado algunas pocas de los miles de piedras

grabadas de la colección, empecé a sospechar que «aquello» difícilmente podía ser obra de

campesinos... Allí había algo más. Algo grande.

Recuerdo que aquella mi primera estancia en el centro-museo de Javier Cabrera fue más

breve que ninguna. Ardía en deseos de conocer a esos campesinos del poblado de Ocucaje,

a escasos kilómetros de la ciudad de Ica. Necesitaba despejar totalmente de mi espíritu una

incógnita que apenas si podía sustentarse.

«¿Cómo era posible que hubieran atribuido semejante obra de grabación, semejantes

conocimientos, a campesinos que habitaban en casas de adobe y paja y que, en la mayor

parte de los casos, no sabían leer ni escribir...?» Y mientras viajábamos por el blanco

desierto, rumbo a Ocucaje, recordé algunos de los momentos de mi primera entrevista con

Cabrera...

—...Cuando descubrí que la piedra que me habían regalado como «pisapapeles» contenía

la grabación de un reptil-volador que había existido hace millones de años, me dediqué a

una intensa búsqueda de piedras. Me puse en contacto con los campesinos que las vendían,

y empecé a adquirirlas. Así descubrí un día que todas aquellas piedras podían «seriarse».

Cada «tema» aparecía grabado, no en una, sino en varias piedras. A veces, en decenas

de ellas... Mi interés creció y creció, hasta que un día, estando yo trabajando en el Hospital

Obrero, tropecé con Basilio Uchuya. El bueno del «cholito llevaba un paquete bajo el brazo.

Un paquete que contenía piedras grabadas y que habían sido compradas por el director del

Hospital.

»Y así, de esta forma, conocí a Uchuya. A partir de ese día, el hombre me ha ido

proporcionando piedras...

Pero mis pensamientos se vieron interrumpidos ante la súbita aparición —al fondo del

polvoriento desierto— de las ocho o diez chozas de adobe que constituyen el humildísimo

lugar. Al descender del vehículo, una nube de niños descalzos, casi desnudos y con la

profunda timidez del que nada tiene, nos rodeó, solicitándonos sin cesar algunos soles.

Aquello hizo que mis ojos se abrieran del todo.

Allí no había más que pobreza y miseria. Polvo, chozas requemadas por el sol del desierto

y campesinos sencillos y silenciosos que nos observaban desde la oscuridad de sus

casuchas.

Los amigos que me acompañaban —Tito y Tiberio— me señalaron una de aquellas

chozas grises, en mitad del arenal.

—Es la casa de Basilio Uchuya —comentaron—. Los arqueólogos del país afirman que

todos estos millares de piedras han sido grabadas, íntegramente,

por él...

*Denominación popular que se da en Perú a los indios o habitantes del campo.

CAPÍTULO 2

«NOSOTROS LAS SACAMOS»

En aquella mi primera visita a Ocucaje iba a producirse un hecho que sólo meses después

—al realizar mi segundo viaje a Perú— capté en toda su importancia. Basilio Uchuya,

hombre receloso, conocía a mis dos amigos desde hacía ya meses. Los había visto

numerosas veces por Ocucaje, y siempre terminaban por adquirir algunas de las piedras

grabadas que almacenaba el campesino sobre el piso de tierra de su casa. De ahí que

existiera una cierta amistad entre el tal Uchuya y mis acompañantes.

Basilio nos llevó entonces hasta uno de los rincones de la choza y nos mostró entre veinte


Date: 2016-01-05; view: 1382


<== previous page | next page ==>
Cabin of the head of expedition | Libros de Luz: http://librosdeluz.tripod.com 2 page
doclecture.net - lectures - 2014-2024 year. Copyright infringement or personal data (0.025 sec.)