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Capítulo XXXVII

 

Los dedos trataban de ir detrás de la mente sin conseguirlo. Galopaban las teclas de una forma atropellada, por lo que a veces tenían que volver sobre lo andado, y entonces Malpica chascaba la lengua con contrariedad. Sólo paró en seco cuando oyó la voz burlona: «¡Ándele, Simenon!».

– No tengo ese don. Creo que era capaz de escribir y follar al mismo tiempo. Lo siento.

– Está bien ser consciente de las propias limitaciones. Descansa un poco.

Mará tenía apoyados los pies desnudos encima del teclado de su máquina. El color azul añil de las uñas. Uno de los últimos trabajos de Belissima. La mirada de la compañera no invitaba para nada a un juego erótico con el lenguaje.

– ¿Ves algo?

En el regazo reposan las fotos de Guadalupe Melga, fotografiada en la playa y en la mesa de autopsias.

– Veo el rostro de alguien que tuvo miedo antes de morir. Mucho miedo. Y mucho antes de morir. Tal vez años de miedo… Pero no creo que eso sirva de nada ni para el informe forense ni para el juez. Es como hacer crítica artística.

– No hay huella de frenada en la carretera. ¿Has hablado con el forense?

– Se portó muy bien. Pensemos lo que pensemos, no hay forma por ahora de relacionar a Mariscal con esa muerte. Y a esa chica, Mónica, se la tragó la tierra. El caso es que Guadalupe estaba tomando tranquilizantes. Y eso abona la tesis del descuido, o el sueño, del conductor. Hay testigos de que tuvo varios despistes conduciendo. Sin consecuencias. Hasta lo de ayer. Claro que los barbitúricos debieron de ser, al final, los únicos cariños que tuvo.

– Estoy pasmado. Impresiona mucho trabajar con alguien que hizo su tesis sobre Las expresiones post mórtem en humanos y animales.

– El catedrático me aconsejó que la hiciese sobre post mortem auctoris. La duración de los derechos de autor después de su muerte. Van a ser los pleitos del futuro. Sobre todo cuando dominen el mundo esos maravillosos cacharros que acabarán con los libros de papel. Pero yo preferí competir con Darwin. Él ya había escrito sobre la expresión de las emociones en los vivos.

Posó los pies en el suelo. Apoyó el codo en actitud pensativa y miró con fijeza a Fins.

– Tú tampoco vas mal servido. El alias de Simenon no te lo puse yo. Yo soy de Hammett, a muerte. Dicen que el informe parece una novela. Una buena novela, además.

– Se van a cargar el informe, Mará. Ya verás.

– Pues a mí me entusiasmó. «Excelentísimo señor: en Brétema el verdadero poder se ejerce en la oscuridad y el silencio…». Maravilloso. Parece un pasquín anarquista.



Y siguió con la voz de locutora de una remota emisión en onda corta: «La única forma de hacer algo efectivo contra el crimen organizado es ver y oír en esa zona de sombra y de silencio».

 

Quien abre la puerta sin llamar, como siempre, es Grimaldo, un inspector veterano, pasado de kilos, con ojos de pez y lengua afilada. Viste con una mezcla de dandismo y desaliño. Trae el periódico, la Gazeta de Brétema, en la mano y lo arroja encima de la mesa de Fins.

En primera plana se ve a Mariscal sonriente, con un gran titular entrecomillado:

 

Brancana, favorito para alcalde

 

«BRÉTEMA SERÁ UN MODELO DE PROGRESO»

 

Debajo de la foto, un subtítulo:

«Aquí, los contrabandistas son gente honrada»

 

Se veía que Grimaldo estaba disfrutando: -Ahí tienes una obra maestra para incorporar a vuestro gráfico del Juicio Final. Los contrabandistas son gente honrada. ¡Con dos cojones! No te amargues, Fins, diviértete. El viejo Mariscal es un gran cómico. Pero fíjate en esta otra perla:

 

ÓSCAR MENDOZA,

NUEVO PRESIDENTE

DE LA CÁMARA DE COMERCIO

 

– Y como en los milagros no hay dos sin tres. Pasemos a la página de Deportes, déjame a mí, ahí, ahí…

 

Con Víctor Rumbo, presidente

 

EL SPORTING BRÉTEMA,

DE GIRA POR AMÉRICA

 

– ¿No es fantástico? ¡Un equipo de tercera a la conquista del Potosí! Y como capitán de la expedición, el nuevo entrenador: Chelín, un inspirado, un amigo de la «farmacia». ¡Vale! Me voy. Os dejo trabajar laboriosamente por el Apocalipsis. ¡Al alba se eclipsará la luna con el vuelo de las gallinas! Ya lo veréis desde esta atalaya donde se redacta el Gran Informe Confidencial sobre el Poder Narco. Tan confidencial que todavía hay alguna gente, poca, en Brétema que no lo conoce.

Haroldo Grimaldo se va. Deja esparcidas las hojas del periódico como una triunfante estela cínica. Fins le apunta con el gesto de la higa a modo del cañón de un arma.

– ¡Que te joda un pez, Grimaldo!

– No pierdas el tiempo -le dice Mará-. No te amargues con esa lengua bífida.

– Debería escribir él el informe. ¿Y sabes por qué? Porque está en el secreto.

 

Leían aquellas noticias de las novedades sociales en Brétema con el aire abatido de quien se demora en los obituarios. Ahora sí que llamaban a la puerta. Mará abrió.

– ¡Fins!

Allí estaban el teniente coronel Alisal y el comisario Carro. Su aspecto no era precisamente el de mandos en retirada, derrotados por la marea de corrupción. El comisario tomó la delantera con una metáfora efusiva.

– ¡Se encendió la luz verde!

– Esta noche se pondrá en marcha la Operación Brétema -informó Alisal-. Ustedes, además de la Superioridad, son los primeros en saberlo. Sólo dispondremos del tiempo imprescindible para que se incorporen refuerzos no contaminados.

– Las intervenciones telefónicas, señor… Siempre lo joden todo.

– No se preocupe -dijo Alisal-. Esta vez ya cortamos lenguas y orejas. Y hemos puesto veneno en las toperas.

 


Date: 2016-01-03; view: 622


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