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Las invasiones germánicas en Hispania

Desde el siglo III al V, dos pueblos germánicos habían cruzado la península ibérica, los suevos y los vándalos, así como los alanos, un pueblo iranio, que existe todavía en Osetia, en las montañas del Cáucaso.

Los suevos eran un pueblo indoeuropeo, de la familia germánica. El origen geográfico de los suevos no está demasiado claro. Parece que estaban asentados en la costa del Báltico cuando la migración de godos y otros pueblos los empujó al Sur, estableciéndose a finales del siglo I d.C. en el alto Danubio. Allí son citados por primera vez por los historiadores romanos como uno de los pueblos germánicos contra los que luchó Marco Aurelio. Los suevos no eran un pueblo seminómada, como los godos, sino que eran agricultores y, cuando entran en la historia romana, estaban completamente sedentarizados. Sin embargo, la irrupción de los hunos a finales del siglo IV los empuja hacia el curso alto del Rhin, donde, coaligados con alanos y vándalos, intentarán varias veces el cruce del río, siendo rechazados por las tropas de frontera y por los francos al servicio del Imperio, hasta la Nochevieja de 406 en que lograrán el cruce sobre el curso del río congelado.

Los vándalos eran otro pueblo indoeuropeo de familia germánica. Se cree que habitaban en las regiones ribereñas del Báltico (en las actuales Alemania y Polonia) hasta que la llegada de los godos los obligó a desplazarse hacia el Sur, un poco actuando como vanguardia de los godos, hasta asentarse en las riberas del Mar Negro, siendo por tanto vecinos y en ocasiones aliados de los godos. Los ataques hunos que destruyeron el reino ostrogodo movieron a los vándalos hacia el Oeste, saltando del valle del Dniester al valle medio del Danubio, donde se encontraron con los suevos ya en movimiento, y con ellos siguieron avanzando hasta el curso alto del Rhin.

Los alanos eran un pueblo también indoeuropeo pero de familia irania. Por tanto, de lengua distinta a la de suevos y vándalos. Se cree que los alanos eran primos de los hunos. Su origen no está claro. Unos apuntan a las estepas de Centroasia, mientras otros los hacen proceder del Norte del Irán. Se trataba de un pueblo nómada en el más amplio sentido de la palabra, y además sometidos a la presión de los hunos, lo que motivó que se desplazaran hacia el Oeste, hasta llegar a las costas y estepas de lo que hoy es Ucrania, donde formaron alrededor del siglo III un reino que abarcaba buena parte de lo que hoy es esta nación. En consecuencia, los godos se los encontraron allí cuando se asentaron en su vecindad. Las relaciones entre ambos pueblos, aunque no se les puede calificar de amistosas, tampoco parecen que estuvieran marcadas por el odio que más tarde sentirían los godos por los hunos. De los alanos los godos aprendieron el uso de la caballería, los estribos, los arqueros a caballo y parte de las artes metalúrgicas que practicaban. Por tanto el contacto entre ambos pueblos debió ser fructífero, especialmente por parte goda. Con los ostrogodos, los alanos trataron de resistir el empuje de los hunos, pero al ser derrotados marcharon hacia el Oeste siguiendo más o menos la ruta que antes siguieron los vándalos hasta llegar al limes romano situado en el Rhin.



Explicados los orígenes de estos pueblos se puede comprender que su alianza era algo provisional. Los suevos, pueblo sedentario, buscaban tierras y estabilidad. Alanos y vándalos, seminómadas, buscaban botín.

 

Hacia el 409 o 410, se tienen noticias de la entrada por los Pirineos de un número no determinado de suevos (unos 30.000 aunque no hay consenso entre los historiadores), el pueblo germánico de mayor complejidad cultural, ocupando el noroeste de la península, lo que es Gallaecia, con capital en Braccara.

Galicia fue ocupada no sólo por los suevos, sino también por vándalos. Los alanos se desplazaron hacia la Lusitania y la Carthaginense. Con los vándalos en la zona de la Bética, sólo quedaba en poder del Imperio romano la provincia de la Tarraconense.

Precisamente para poder recuperar el dominio perdido en la Península Ibérica, el imperio pacta con el rey godo Valiapara que sean ellos quienes defiendan los derechos de Roma frente a estas tribus germanas. Así pues, en el 416 los visigodos penetran como aliados de Roma, derrotando a los alanos y a parte de los vándalos, con lo que el Imperio recupera el control de las regiones más romanizadas (la Bética y el sur de la Tarraconense).

El emperador Honorio en el 418 los aleja del rico Mediterráneo, recolocándolos en la Aquitania. Los suevos ocuparon entonces buena parte de la península, con capital en Emérita Augusta, la actual Mérida. Los vándalos los derrotaron en Mérida pero, hacia 429, pasaron a África. Los alanos ocuparon el centro y el este de la Península, y acabaron siendo absorbidos por la población hispanorromana.

En esta situación el Imperio romano de Occidente había recuperado el dominio al menos nominal de la Península, excepto la zona dominada por los suevos, que afianzaban su reino en el occidente. Hacia el año 438 el rey suevo Requila emprende una decidida actividad de conquista del resto de Hispania, adueñándose de la Lusitania, la Carthaginense y la Bética. Su sucesor, Requiario, aprovechará las perturbaciones del movimiento bagauda para avanzar hacia la zona de Zaragoza y Lérida. Tal acción impulsó al Imperio romano a pedir nuevamente a los visigodos, a través de su rey Teodorico II, la ayuda precisa para controlar Hispania. Las tropas visigodas cruzan los Pirineos y en el 456 capturan al rey Requiario, quedando el resto de los suevos en el territorio comprendido en las actuales Galicia, parte de Asturias y León y mitad norte de Portugal. El reino suevo se mantuvo independiente hasta finales del siglo VI. El resto de la península queda en manos visigodas, pasando a formar parte del Reino visigodo de Tolosa, con capitalidad en Tolosa (Toulouse, actual Francia). Las oleadas de conquista se sucederán con posterioridad, pero ahora para ocupar espacios donde domina todavía el Imperio romano.

En el año 476, los visigodos ya se habían asentado en la península Ibérica y en el 490 termina el grueso de las migraciones desde el norte.

Los visigodos no controlaban toda la Península Ibérica. En la parte noroeste estaba el reino de los suevos. Toda la cornisa cantábrica, desde la cordillera hasta el mar, zona poco romanizada, estaba dominada por astures, cántabros y vascones. La monarquía visigoda conoció un momento de debilidad durante el siglo VI. Al menos dos reyes son asesinados sucesivamente, Teudiselo y Agila I, y en distintas zonas de la península se producen sublevaciones de terratenientes contra la autoridad real (Córdoba, Sevilla yMérida, estas dos últimas capitales del reino).

A finales de 552 el emperador Justiniano I ya había finalizado la campaña de conquista del reino ostrogodo, accediendo ese mismo año a la petición de ayuda formulada en el 551 por el rebelde visigodo Atanagildo a cambio de una franja costera desde Alicante hasta la costa sur-atlántica portuguesa, incluyendo el norte de África y las Islas Baleares. El nuevo territorio conquistado se denominó Provincia de Spania, y se estableció su capital en Carthago Spartaria, la actual Cartagena, controlando buena parte del Mediterráneo hispano y el estrecho de Gibraltar, y con ello el comercio. La colaboración oriental fue decisiva para decantar la guerra civil en el reino peninsular hispano a favor de aquel candidato frente a Agila. Pero la compensación territorial nunca fue plataforma para la conquista de la antigua Hispania. De hecho, las zonas concedidas en 552 comenzaron a menguar en las décadas siguientes, especialmente durante el reino de Leovigildo, hasta su desaparición hacia el 624 ya en época del rey Suintila.

Al final del reinado de Teudis se trasladó la capital a Toledo y con Atanagildo se consolidó dicho traslado. Gracias a la decidida acción política de Leovigildo (573–586) se produjo en la segunda mitad del siglo VI un fortalecimiento de la monarquía, con logros en diversos campos. Consiguió cierto nivel de estabilidad de la monarquía con reformas monetarias, restableciendo el control soberano sobre territorios que se habían declarado independientes en la segunda mitad del siglo VI, la conquista del reino suevo, así como contra las instalaciones bizantinas, muchas de las cuales pasaron de nuevo a manos visigodas.

No obstante, la pretensión de Leovigildo de unificar sus reinos religiosamente, con base en el arrianismo, fracasó. Vivió sus peores horas con la sublevación de su hijo Hermenegildo en el sur, convertido al catolicismo. Hasta el 584 no se restaurará la paz con la derrota del hijo a manos del padre. Su hijo y sucesor Recaredo (586–601), hermano de Hermenegildo, logró esa unidad religiosa, pero tomando como base el catolicismo. En el trascendental III Concilio de Toledo el rey y Baddo, su esposa manifestaron su conversión. Se considera que, tras esta conversión, la cultura visigótica en Hispania alcanza su cénit.


Date: 2016-01-03; view: 811


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