Home Random Page


CATEGORIES:

BiologyChemistryConstructionCultureEcologyEconomyElectronicsFinanceGeographyHistoryInformaticsLawMathematicsMechanicsMedicineOtherPedagogyPhilosophyPhysicsPolicyPsychologySociologySportTourism






Del diario de Jonathan Harker

29 de septiembre, en el tren hacia Londres. Cuando recibí el amable mensaje del señor Billington, en el que me decía que estaba dispuesto a facilitarme todos los informes que obraban en su poder, creí conveniente ir directamente a Whitby y llevar a cabo, en el lugar mismo, todas las investigaciones que deseaba. Mi objeto era el de seguir el horrible cargamento del conde hasta su casa de Londres. Más tarde podríamos ocuparnos de ello. El hijo de Billington, un joven muy agradable, fue a la estación a recibirme y me condujo a casa de su padre, en donde habían decidido que debería pasar la noche. Eran hospitalarios, con la hospitalidad propia de Yorkshire: dando todo a los invitados y dejándolos en entera libertad para que hicieran lo que deseaban. Sabían que tenía mucho quehacer y que mi estancia iba a ser muy corta, y el señor Billington tenía preparados en su oficina todos los documentos relativos a la consignación de las cajas.

Me llevé una fuerte impresión al volver a ver una de las cartas que había visto sobre la mesa del conde, antes de tener conocimiento de sus planes diabólicos. Todo había sido pensado cuidadosamente y ejecutado sistemáticamente y con precisión. Parecía haber estado preparado para vencer cualquier obstáculo que pudiera surgir por accidente para impedir que se llevaran a cabo sus intenciones. No había dejado nada a la casualidad, y la absoluta exactitud con la que sus instrucciones fueron seguidas era simplemente un resultado lógico de su cuidado. Vi la factura y tomé nota de ella: "Cincuenta cajas de tierra común, para fines experimentales." También la copia de la carta dirigida a Carter Paterson y su respuesta; saqué copias de las dos. Esa era toda la información que podía facilitarme el señor Billington, de modo que me dirigí al puerto a ver a los guardacostas, a los oficiales de la aduana y al comandante de puerto. Todos ellos tenían algo que decir sobre la entrada extraña del barco, que ya comenzaba a tener su lugar en las tradiciones locales; pero no pudieron añadir nada a la simple descripción "cincuenta cajas de tierra común". A continuación fui a ver al jefe de estación, que me puso amablemente en contacto con los hombres que habían recibido en realidad las cajas. Su descripción coincidía con las listas y no tuvieron nada que añadir, excepto que las cajas eran "extraordinariamente pesadas" y que su embarque había sido un trabajo muy duro. Uno de ellos dijo que era una pena que no hubiera habido algún caballero presente "como usted, señor", para recompensar en cierto modo sus esfuerzos, con una propina en metálico; otro expresó lo mismo, diciendo que el esfuerzo hecho les había producido una sed tan grande que todavía no habían logrado calmarla del todo. No es necesario añadir que, antes de dejarlos, me encargué de que no volvieran a tener que hacer ningún reproche al respecto.

30 de septiembre. El jefe de estación tuvo la amabilidad de darme unas líneas escritas para su colega de King's Cross, de manera que cuando llegué allá por la mañana, pude hacerle preguntas sobre la llegada de las cajas. Él también me puso inmediatamente en contacto con los empleados apropiados y vi que sus explicaciones coincidían con la factura original. Las oportunidades de tener una sed anormal habían sido pocas en este último caso; sin embargo, habían sido aprovechadas generosamente y me vi obligado a ocuparme del resultado de un modo ex post facto.



De allí me dirigí a las oficinas centrales de Carter Paterson, donde fui recibido con la mayor cortesía. Examinaron la transacción en su diario y sus archivos de correspondencia y telefonearon inmediatamente a su oficina de King's Cross para obtener más detalles. Afortunadamente, los hombres que se encargaron del acarreo estaban esperando trabajo y el funcionario los envió inmediatamente, mandando asimismo con uno de ellos el certificado de tránsito y todos los documentos relativos a la entrega de las cajas en Carfax. Nuevamente, descubrí que el duplicado correspondía exactamente; los portadores estaban en condiciones de complementar la parquedad de los documentos con unos cuantos detalles. Pronto supe que esos detalles estaban relacionados con lo sucio del trabajo y con la terrible sed que les produjo a los trabajadores. Al ofrecerles la oportunidad, más tarde, para que la calmaran, uno de los hombres hizo notar:

—Esa casa, señor, es la más abandonada que he visto en toda mi vida. ¡Caramba! Parece que hace ya un siglo que nadie la ha tocado. Había una capa tan gruesa de polvo que hubiéramos podido dormir en el suelo sin lastimarnos los riñones, y tan en desorden que parecía el antiguo templo de Jerusalén. Pero la vieja capilla... ¡Fue el colmo de todo! Mis compañeros y yo pensamos que nunca saldríamos de esa casa bastante pronto. ¡Cielo santo! ¡Por nada del mundo me quedaría allí un solo instante después de anochecer!

Puesto que yo había estado en la casa, no tuve inconveniente en creerle; pero, si hubiera sabido lo que yo, es seguro que habría empleado palabras más duras.

Hay algo de lo que estoy satisfecho, sin embargo: que todas las cajas que llegaron a Whitby de Varna, en el Demetrio, estaban depositadas en la vieja capilla de Carfax. Debía haber allí cincuenta, a menos que hubieran retirado ya alguna..., como lo temía, basándome en el diario del doctor Seward.

Tengo que tratar de entrevistarme con el portador que se llevaba las cajas de Carfax, cuando Renfield los atacó. Siguiendo esa pista, es posible que lleguemos a saber muchas cosas importantes.

Más tarde. Mina y yo hemos trabajado durante todo el día y hemos puesto en orden todos los papeles.


Date: 2016-01-03; view: 501


<== previous page | next page ==>
Del diario de Mina Harker | Del diario de Jonathan Harker
doclecture.net - lectures - 2014-2024 year. Copyright infringement or personal data (0.007 sec.)