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La guerra y la postguerra

Desde 1936, los dos bandos empiezan a usar el cine como medio de propaganda. En el bando franquista, se crearía el Departamento Nacional de Cinematografía. Al concluir la guerra civil, numerosos profesionales del cine marcharían al exilio.

En el nuevo régimen, se instaura la censura y se impone la obligatoriedad del doblaje al castellano de todas las películas estrenadas en territorio nacional. Destacarían directores como Ignacio F. Iquino, Rafael Gil (Huella de luz, de 1941), Juan de Orduña (Locura de amor, de 1948), Arturo Román, José Luis Sáenz de Heredia (Raza, de 1942, con guión del propio Franco) y, sobre todo, Edgar Neville (La torre de los siete jorobados, de 1944). También puede destacarse Fedra (1956) de Manuel Mur Oti.

CIFESA se impone como la productora más rentable de la época, cuyos largometrajes inspirados en episodios o personajes de relevancia histórica obtienen el beneplácito de las autoridades y a menudo el respaldo del público.

En la década de los cincuenta nacen dos importantes festivales de cine en España: El 21 de septiembre de 1953 nace el Festival de Cine de San Sebastián sin sufrir ninguna interrupción desde entonces, y en 1956 tiene lugar la primera Semana Internacional de Cine de Valladolid o Seminci.

Por su parte, Marcelino pan y vino (1955) de Ladislao Vajda desataría una moda de niños actores, de la que formarían parte las películas protagonizadas con gran éxito Joselito, Marisol, Rocío Dúrcal y Pili y Mili.

Pero en los años cincuenta y sesenta, el cine no se limita a rodajes protagonizados por niños prodigio, la influencia del neorrealismo se hace evidente en nuevos directores como Antonio del Amo, José Antonio Nieves Conde con su película más destacada Surcos (1951), Juan Antonio Bardem con Muerte de un ciclista (1955) y Calle Mayor (1956), Marco Ferreri con Los chicos (1958), El pisito (1959) y El cochecito (1960), y Luis García Berlanga con Bienvenido, Mister Marshall (1952), Calabuch (1956), Los jueves, milagro (1957) y, sobre todo, Plácido (1961) y El verdugo (1963). En muchas de ellas interviene el que quizás sea al más importante guionista de la historia del cine español: Rafael Azcona. En las conversaciones de Salamanca, Bardem resumiría el cine de la postguerra en un manifiesto que se haría célebre por su dureza: «El cine español actual es políticamente ineficaz, socialmente falso, intelectualmente ínfimo, estéticamente nulo e industrialmente raquítico».

Juan de Orduña obtendría un clamoroso éxito comercial con El último cuplé, de 1957, protagonizada por Sara Montiel.

Buñuel volvería ocasionalmente a España para rodar Viridiana (1961) y Tristana (1970), basada en la novela de Benito Pérez Galdós y protagonizada por Catherine Deneuve y Fernando Rey. Ambas películas, especialmente la primera, causaron cierto escándalo en el contexto represivo de la dictadura franquista.




Date: 2015-12-24; view: 683


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