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Actividad Frecuencia Estado Cerebral

delta 0.5-4 Hz sueño/inconsciente

theta 4-8 Hz imaginación

alpha 8-12 Hz conciencia calma

beta 12-35 Hz conciencia enfocada

gamma >35 Hz rendimiento pico

Durante el procesamiento normal del cerebro en los adultos, las vibraciones del EEG cambian continuamente de un estado a otro, abarcando el rango completo de frecuencias. Sin embargo, con el tiempo, el índice de vibraciones del EEG y sus correspondientes estados evolucionan en etapas incrementales. La actividad predominante del cerebro durante los primeros 2 años de vida del niño es delta, la frecuencia más baja del EEG. En un cerebro adulto, delta está asociada con el dormir o el inconsciente.

Entre los dos y seis años de edad, la actividad del cerebro del niño se acrecienta y opera fundamentalmente en el rango de theta. En el adulto, la actividad theta está asociada con estados de ensueño o imaginación. Mientras están en el estado theta, los niños pasan la mayor parte del tiempo mezclando el mundo imaginario con el mundo real. Únicamente después de los seis años de edad, la consciencia calma asociada con la actividad alpha se convierte en un estado predominante del cerebro. A los doce años, el cerebro expresa todos los rangos de frecuencia, aunque su actividad principal está en el estado beta de consciencia enfocada. Los niños dejan la escuela primaria atrás a esta edad y entran a los programas académicos más intensos de la escuela secundaria.

Un hecho profundamente importante en la evolución descrita más arriba y que puede haber escapado a su atención, es que los niños no expresan las frecuencias alpha del procesamiento consciente como un estado predominante del cerebro hasta después de los seis años de edad. La actividad predominante delta y theta en niños de menos de seis años significa que sus cerebros están operando a niveles por debajo del consciente. Las frecuencias del cerebro delta y theta definen un estado cerebral conocido como trance hypnogógico, el mismo estado neural que los hipnoterapeutas usan para cargar nuevas conductas directamente en la mente subconsciente de sus clientes.

El niño vive los primeros seis años de su vida en un trance hipnótico. Durante este tiempo, sus percepciones del mundo son grabadas directamente en el subconsciente, sin la discriminación de la mente consciente de sí misma, la cual se encuentra latente. En consecuencia, aprendemos nuestras percepciones fundamentales sobre la vida antes de que expresemos la capacidad de elegir o rechazar esas creencias. Simplemente somos “programados.” Los Jesuitas eran conscientes de este estado de programación y se jactaban orgullosamente: “Dennos a un niño hasta que cumpla seis o siete años de edad y pertenecerá a la iglesia de por vida.” Ellos sabían que una vez que el dogma de la iglesia era implantado en la mente subconsciente de un niño, esa información influenciaría inevitablemente el 95 por ciento de la conducta de ese individuo por el resto de su vida.



La inhibición del procesamiento consciente (actividad alpha del EEG) y el compromiso simultáneo de un trance hipnogógico durante las etapas formativas de la vida de un niño son una necesidad lógica. Los procesos del pensamiento asociados con la mente consciente de sí misma no pueden operar desde una pizarra en blanco. La conducta consciente de sí misma requiere de una base de datos operativa de las percepciones aprendidas. En consecuencia, antes de que la conciencia de sí misma sea expresada, la función primaria del cerebro es adquirir una conciencia del mundo operativa, grabando experiencias y

observaciones directamente en la mente subconsciente. Sin embargo, el adquirir consciencia de esta forma tiene un lado negativo muy serio. La consecuencia es tan profunda que no sólo afecta la vida del individuo, sino que también puede alterar a una civilización entera. El tema está relacionado con el hecho de que nosotros grabamos nuestras percepciones y creencias sobre la vida mucho antes de adquirir la habilidad del pensamiento crítico. Nuestras primeras percepciones están literalmente escritas en piedra como verdades inequívocas en la mente subconsciente, donde habitualmente operan de por vida, a menos que hagamos un esfuerzo activo para re-programarlas. Cuando siendo pequeños grabamos creencias limitadoras y saboteadoras sobre nosotros mismos, estas percepciones se convierten en nuestras verdades, y nuestro procesamiento subconsciente generará inadvertidamente conductas que son coherentes con esas verdades. Las percepciones adquiridas en la mente subconsciente pueden hasta anular los instintos dotados genéticamente. Por ejemplo, cada ser humano puede nadar instintivamente como un delfín en el momento que sale del canal de parto. Entonces, ¿por qué tenemos que esforzarnos tanto para enseñarles a nadar a nuestros hijos? La respuesta reside en el hecho de que cada vez que la criatura se encuentra frente al agua, como ser en una piscina, un río o en la tina de baño llena, los padres se desesperan preocupados por la seguridad de su hijo. En la mente del bebé, la conducta de los padres hace que el niño identifique al agua como algo que tiene que temer. La percepción adquirida del agua como algo peligroso y amenazante, invalida la habilidad instintiva de nadar y convierte al niño, anteriormente capacitado, en alguien susceptible a ahogarse.

A través de nuestras experiencias de desarrollo, adquirimos la percepción de que somos organismos frágiles y vulnerables, a merced de gérmenes y enfermedades contagiosas. La creencia de que somos frágiles realmente nos hace frágiles, ya que esta percepción limitada inhibe la habilidad innata del cuerpo de curarse a sí mismo. Esta influencia de la mente en los procesos curativos es el foco de la psiconeuroinmunología, el campo que describe el mecanismo por el cual nuestros pensamientos cambian la química del cerebro, la cual a su vez regula la función del sistema inmunológico. Mientras las creencias negativas pueden provocar enfermedades (el efecto nocebo), la enfermedad resultante se puede aliviar a través de los efectos curativos de los pensamientos positivos (efecto placebo).

Finalmente, la tercera fuente de percepciones que da forma a nuestras vidas deriva de la mente consciente de sí misma. A diferencia del programa reflexivo de la mente subconsciente, la mente consciente de sí misma es una plataforma creativa que nos permite mezclar la gran variedad de reflexiones con la infusión de la imaginación, un proceso que genera un número ilimitado de creencias y variaciones de conducta. La calidad de la mente consciente de sí misma dota a los organismos de una de las fuerzas más poderosas del universo, la oportunidad de expresar el libre albedrío.

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Date: 2015-12-24; view: 590


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