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Iquest;quién? 2 page

 

niños, camaradas de juegos y de diversiones, que se 10-10 quieren con toda el alma sin decírselo jamás, ni darse

 

a sí mismos cuenta de lo que sienten.

 

¡Imposible que haya habido sobre la tierra molinero mejor peinado, mejor vestido, más regalado en la mesa, rodeado de más comodidades en su casa, que el

 

tío 10-15

Lucas! ¡Imposible que ninguna molinera ni ninguna reina haya sido objeto de tantas atenciones, de tantos agasajos, de tantas finezas como la señá Frasquita!

 

¡Imposible también que ningún molino haya encerrado tantas cosas necesarias, útiles, agradables, recreativas y 19-20 hasta superfluas, como el que va a servir de teatro a

 

casi toda la presente historia!

 

Contribuía mucho a ello que la señá Frasquita, la pulcra, hacendosa, fuerte y saludable navarra, sabía, 20 quería y podía guisar, coser, bordar, barrer, hacer dulces, lavar, planchar, blanquear la casa, fregar el cobre,

 

amasar, tejer, hacer media, cantar, bailar, tocar la guitarra y los palillos, jugar a la brisca y al tute, y otras muchísimas cosas cuya relación fuera

interminable.—Y 20-5

contribuía no menos al mismo resultado el que el tío Lucas sabía, quería y podía dirigir la molienda, cultivar el campo, cazar, pescar, trabajar de carpintero, de herrero y de albañil, ayudar a su mujer en todos los quehaceres de la casa, leer, escribir, contar, etc.,

 

etc. 20-10


Y esto sin hacer mención de los ramos de lujo, o sea

 

de sus habilidades extraordinarias...

 

Por ejemplo: el tío Lucas adoraba las flores (lo mismo que su mujer), y era floricultor tan consumado, que

 

había conseguido producir ejemplares nuevos, por medio 20-15 de laboriosas combinaciones. Tenía algo de ingeniero

 

natural, y lo había demostrado construyendo una presa, un sifón y un acueducto que triplicaron el agua del molino. Había enseñado a bailar a un perro, domesticado una culebra, y hecho que un loro diese la hora por 20-20 medio de gritos, según las iba marcando un reloj de sol que el molinero había trazado en una pared; de cuyas resultas el loro daba ya la hora con toda precisión, hasta en los días nublados y durante la noche.

 

Finalmente: en el molino había una huerta que producía 20-25 toda clase de frutas y legumbres; un estanque encerrado

 

en una especie de kiosko de jazmines, donde se bañaban en verano el tío Lucas y la señá Frasquita, un jardín; una estufa o invernadero para las plantas exóticas; una fuente de agua potable; dos burras, en que el matrimonio 20-30 21

 

iba a la Ciudad o a los pueblos de las cercanías; gallinero, palomar, pajarera, criadero de peces; criadero de gusanos de seda; colmenas, cuyas abejas libaban en



 

los jazmines; jaraiz o lagar, con su bodega correspondiente, ambas cosas en miniatura; horno, telar, fragua, 21-5

 

taller de carpintería, etc., etc.; todo ello reducido a una casa de ocho habitaciones y a dos fanegas de tierra, y tasado en la cantidad de diez mil reales. 22

 

VII

 

EL FONDO DE LA FELICIDAD

 

Adorábanse, sí, locamente el molinero y la molinera, y aun se hubiera creído que ella lo quería más a él que él a ella, no obstante ser él tan feo y ella tan hermosa. Dígolo porque la señá Frasquita solía tener celos y


pedirle cuentas al tío Lucas cuando éste tardaba mucho 22-5 en regresar de la Ciudad o de los pueblos adonde iba

 

por grano, mientras que el tío Lucas veía hasta con gusto las atenciones de que era objeto la señá Frasquita por parte de los señores que frecuentaban el molino;

 

se ufanaba y regocijaba de que a todos les agradase 22-10 tanto como a él: y, aunque comprendía que en el fondo

 

del corazón se la envidiaban algunos de ellos, la codiciaban como simples mortales y hubieran dado cualquier

cosa porque fuese menos mujer de bien, la dejaba sola

 

días enteros sin el menor cuidado, y nunca le preguntaba 22-15 luego qué había hecho ni quién había estado allí

 

durante su ausencia...

 

No consistía aquello, sin embargo, en que el amor

 

del tío Lucas fuese menos vivo que el de la señá Frasquita. Consistía en que él tenía más confianza en la 22-20

 

virtud de ella que ella en la de él; consistía en que él la aventajaba en penetración, y sabía hasta qué punto era amado y cuánto se respetaba su mujer a sí misma; y consistía principalmente en que el tío Lucas era todo 23 un hombre: un hombre como el de Shakespeare, de pocos e indivisibles sentimientos; incapaz de dudas; que creía o moría; que amaba o mataba; que no admitía gradación ni tránsito entre la suprema felicidad y el exterminio de su dicha. 23-5

 

Era, en fin, un Otelo de Murcia, con alpargatas y

 

montera, en el primer acto de una tragedia posible...

 

Pero ¿a qué estas notas lúgubres en una tonadilla tan alegre? ¿A qué estos relámpagos fatídicos en una atmósfera tan serena? ¿A qué estas actitudes melodramáticas 23-10 en un cuadro de género?

 

Vais a saberlo inmediatamente. 24

 

VIII

 

EL HOMBRE DEL SOMBRERO DE TRES PICOS


Eran las dos de una tarde de Octubre.

 

El esquilón de la Catedral tocaba a vísperas,—lo cual equivale a decir que ya habían comido todas las personas principales de la ciudad.

 

Los canónigos se dirigían al coro, y los seglares a 24-5 sus alcobas a dormir la siesta, sobre todo aquellos que, por razón de oficio, v. gr., las autoridades, habían pasado la mañana entera trabajando.

 

Era, pues, muy de extrañar que a aquella hora, impropia además para dar un paseo, pues todavía hacía 24-10 demasiado calor, saliese de la Ciudad, a pie, y seguido

 

de un solo alguacil, el ilustre señor Corregidor de la misma,—a quien no podía confundirse con ninguna otra

 

persona ni de día ni de noche, así por la enormidad de

su sombrero de tres picos y por lo vistoso de su capa 24-15 de grana, como por lo particularísimo de su grotesco donaire...

 

De la capa de grana y del sombrero de tres picos, son muchas todavía las personas que pudieran hablar con pleno conocimiento de causa. Nosotros, entre ellas, 24-20 lo mismo que todos los nacidos en aquella ciudad en

 

las postrimerías del reinado del Señor Don Fernando VII, recordamos haber visto colgados de un clavo, único adorno de desmantelada pared, en la ruinosa 25 torre de la casa que habitó Su Señoría (torre destinada a la sazón a los infantiles juegos de sus nietos), aquellas

 

dos anticuadas prendas, aquella capa y aquel sombrero,—el negro sombrero encima, y la roja capa debajo,—formando una especie de espectro del absolutismo; una 25-5

 

especie de sudario del Corregidor, una especie de caricatura retrospectiva de su poder, pintada con carbón y

 

almagre, como tantas otras, por los párvulos constitucionales de la de 1837 que allí nos reuníamos; una

 

especie, en fin, de espantapájaros, que en otro tiempo 25-10 había sido espanta-hombres, y que hoy me da miedo de haber contribuido a escarnecer, paseándolo por aquella


histórica ciudad, en días de carnestolendas, en lo alto de un deshollinador, o sirviendo de disfraz irrisorio al idiota que más hacía reír a la plebe...—¡Pobre 25-15

 

principio de autoridad! ¡Así te hemos puesto los mismos que hoy te invocamos tanto!

 

En cuanto al indicado grotesco donaire del señor Corregidor, consistía (dicen) en que era cargado de espaldas..., todavía más cargado de espaldas que el 25-20 tío Lucas..., casi jorobado, por decirlo de una vez;

 

de estatura menos que mediana; endeblillo; de mala salud; con las piernas arqueadas y una manera de andar sui generis (balanceándose de un lado a otro y de

 

atrás hacia adelante), que sólo se puede describir con 25-25 la absurda fórmula de que parecía cojo de los dos pies.—En cambio (añade la tradición), su rostro era regular,

aunque ya bastante arrugado por la falta absoluta de dientes y muelas; moreno verdoso, como el de casi

 

todos los hijos de las Castillas; con grandes ojos obscuros, 25-30 26 en que relampagueaban la cólera, el despotismo

 

y la lujuria; con finas y traviesas facciones, que no tenían la expresión del valor personal, pero sí la de una malicia artera capaz de todo, y con cierto aire de

 

satisfacción, medio aristocrático, medio libertino, que 26-5 revelaba que aquel hombre habría sido, en su remota juventud, muy agradable y acepto a las mujeres, no obstante sus piernas y su joroba.

 

D. Eugenio de Zúñiga y Ponce de León (que así se

 

llamaba Su Señoría) había nacido en Madrid, de familia 26-10 ilustre; frisaría a la sazón en los cincuenta y cinco

 

años, y llevaba cuatro de corregidor en la ciudad de que tratamos, donde se casó, a poco de llegar, con la principalísima señora que diremos más adelante.

 

Las medias de D. Eugenio (única parte que, además 26-15 de los zapatos, dejaba ver de su vestido la extensísima capa de grana) eran blancas, y los zapatos negros, con hebilla de oro. Pero luego que el calor del campo lo obligó a desembozarse, vídose que llevaba gran corbata


de batista; chupa de sarga de color de tórtola, muy 26-20 festoneada de ramillos verdes, bordados de realce; calzón corto, negro, de seda; una enorme casaca de la

 

misma estofa que la chupa; espadín con guarnición de acero; bastón con borlas, y un respetable par de guantes

 

(o quirotecas) de gamuza pajiza, que no se ponía nunca 26-25 y que empuñaba a guisa de cetro.

 

El alguacil, que seguía a veinte pasos de distancia al señor Corregidor, se llamaba Garduña, y era la propia estampa de su nombre.—Flaco, agilísimo; mirando

 

adelante y atrás y a derecha e izquierda al propio tiempo 26-30 27 que andaba; de largo cuello; de diminuto y repugnante

 

rostro, y con dos manos como dos manojos de disciplinas, parecía juntamente un hurón en busca de criminales,

 

la cuerda que había de atarlos, y el instrumento destinado a su castigo. 27-5

 

El primer corregidor que le echó la vista encima, le dijo sin más informes: «Tú serás mi verdadero

 

alguacil...»—Y ya lo había sido de cuatro corregidores.

 

Tenía cuarenta y ocho años, y llevaba sombrero de 27-10 tres picos, mucho más pequeño que el de su señor (pues repetimos que el de éste era descomunal), capa negra como las medias y todo el traje, bastón sin borlas, y una especie de asador por espada.

 

Aquel espantajo negro parecía la sombra de su vistoso 27-15 amo. 28

 

IX

 

¡ARRE, BURRA!

 

Por dondequiera que pasaban el personaje y su

 

apéndice, los labradores dejaban sus faenas y se descubrían hasta los pies, con más miedo que respeto;

 

después de lo cual se decían en voz baja:


—¡Temprano va esta tarde el señor Corregidor a ver 28-5 a la señá Frasquita!

 

—¡Temprano... y solo!—añadían algunos, acostumbrados a verlo siempre dar aquel paseo en compañía

 

de otras varias personas.

 

—Oye, tú, Manuel: ¿por qué irá solo esta tarde el 28-10 señor Corregidor a ver a la navarra?—le preguntó una lugareña a su marido, el cual la llevaba a grupas en la bestia.

 

Y, al mismo tiempo que la pregunta, le hizo cosquillas, por vía de retintín. 28-15

 

—¡No seas mal pensada, Josefa! (exclamó el buen

 

hombre). La señá Frasquita es incapaz...

 

—No digo yo lo contrario... Pero el Corregidor no

 

es por eso incapaz de estar enamorado de ella... Yo he

oído decir que, de todos los que van a las francachelas 28-20 del molino, el único que lleva mal fin es ese madrileño

 

tan aficionado a faldas...

 

—¿Y qué sabes tú si es o no aficionado a faldas?—preguntó a su vez el marido. 29

 

—No lo digo por mí...¡Ya se hubiera guardado,

 

por más corregidor que sea, de decirme los ojos tienes negros!

 

La que así hablaba era fea en grado superlativo.

 

—Pues mira, hija, ¡allá ellos! (replicó el llamado 29-5 Manuel). Yo no creo al tío Lucas hombre de consentir...¡Bonito genio tiene el tío Lucas cuando se

 

enfada!...

 

—Pero, en fin, ¡si ve que le conviene!...—añadió la tía Josefa, retorciendo el hocico. 29-10


—El tío Lucas es hombre de bien...(repuso el

 

lugareño); y a un hombre de bien nunca pueden convenirle ciertas cosas...

 

—Pues entonces, tienes razón...¡Allá ellos!—¡Si yo fuera la señá Frasquita!... 29-15

 

—¡Arre, burra!—gritó el marido, para mudar la conversación.

 

Y la burra salió al trote; con lo que no pudo oírse el resto del diálogo. 30

 

X

 

DESDE LA PARRA

 

Mientras así discurrían los labriegos que saludaban al señor Corregidor, la señá Frasquita regaba y barría

 

cuidadosamente la plazoletilla empedrada que servía de atrio o compás al molino, y colocaba media docena de

sillas debajo de lo más espeso del emparrado, en el cual 30-5 estaba subido el tío Lucas, cortando los mejores racimos

 

y arreglándolos artísticamente en una cesta.

 

—¡Pues sí, Frasquita! (decía el tío Lucas desde lo alto de la parra): el señor Corregidor está enamorado de ti de muy mala manera... 30-10

 

—Ya te lo dije yo hace tiempo (contestó la mujer del Norte)... Pero ¡déjalo que pene!—¡Cuidado, Lucas, no te vayas a caer!

 

—Descuida: estoy bien agarrado...—También le gustas mucho al señor... 30-15

 

—¡Mira! ¡no me des más noticias! (interrumpió ella). ¡Demasiado sé yo a quién le gusto y a quién no le gusto! ¡Ojalá supiera del mismo modo por qué no te gusto a ti!


—¡Toma! Porque eres muy fea...—contestó el 30-20 tío Lucas.

 

—Pues, oye..., ¡fea y todo, soy capaz de subir a la parra y echarte de cabeza al suelo!..

 

—Más fácil sería que yo no te dejase bajar de la parra sin comerte viva... 30-25 31

 

—¡Eso es!...¡y cuando vinieran mis galanes y nos

 

viesen ahí, dirían que éramos un mono y una mona!...

 

—Y acertarían; porque tú eres muy mona y muy

 

rebonita, y yo parezco un mono con esta joroba...

 

—Que a mí me gusta muchísimo... 31-5

 

—Entonces te gustará más la del Corregidor, que es

 

mayor que la mía...

 

—¡Vamos! ¡Vamos! Sr. D. Lucas...¡No tenga

 

V. tantos celos!...

 

—¿Celos yo de ese viejo petate?—¡Al contrario; 31-10

 

me alegro muchísimo de que te quiera!...

 

—¿Por qué?

 

—Porque en el pecado lleva la penitencia. ¡Tú no

 

has de quererlo nunca, y yo soy entretanto el verdadero Corregidor de la ciudad! 31-15

 

—¡Miren el vanidoso!—Pues figúrate que llegase a quererlo...—¡Cosas más raras se ven en el mundo!

 

—Tampoco me daría gran cuidado...

 

—¿Por qué?

 

—¡Porque entonces tú no serías ya tú; y, no siendo 31-20 tú quien eres, o como yo creo que eres, maldito lo que me importaría que te llevasen los demonios!


—Pero bien; ¿qué harías en semejante caso?

 

—¿Yo? ¡Mira lo que no sé!... Porque, como

 

entonces yo sería otro y no el que soy ahora, no puedo 31-25 figurarme lo que pensaría...

 

—¿Y por qué serías entonces otro?—insistió valientemente la señá Frasquita, dejando de barrer y

poniéndose en jarras para mirar hacia arriba.

 

El tío Lucas se rascó la cabeza, como si escarbara 31-30 32 para sacar de ella alguna idea muy profunda, hasta que

al fin dijo con más seriedad y pulidez que de costumbre:

 

—Sería otro, porque yo soy ahora un hombre que cree en ti como en sí mismo, y que no tiene más vida que esta fe. De consiguiente, al dejar de creer en ti, me 32-5 moriría o me convertiría en un nuevo hombre; viviría de otro modo; me parecería que acababa de nacer;

 

¡tendría otras entrañas! Ignoro, pues, lo que haría entonces contigo... Puede que me echara a reír y te volviera

 

la espalda... Puede que ni siquiera te conociese... 32-10 Puede que...—Pero ¡vaya un gusto que

 

tenemos en ponernos de mal humor sin necesidad! ¿Qué nos importa a nosotros que te quieran todos los corregidores del mundo? ¿No eres tú mi Frasquita?

 

—¡Sí, pedazo de bárbaro! (contestó la navarra, 32-15 riendo a más no poder). Yo soy tu Frasquita, y tú eres mi Lucas de mi alma, más feo que el bú, con más talento que todos los hombres, más bueno que el pan, y más querido...—¡Ah! ¡lo que es eso de querido,

 

cuando bajes de la parra lo verás! ¡Prepárate a llevar 32-20 más bofetadas y pellizcos que pelos tienes en la cabeza!—Pero ¡calla! ¿Qué es lo que veo? El señor Corregidor

viene por allí completamente solo...¡Y tan tempranito!...—Ese trae plan...—¡Por lo visto, tú

 

tenías razón!... 32-25

 

—Pues aguántate, y no le digas que estoy subido en la parra. ¡Ese viene a declararse a solas contigo,


creyendo pillarme durmiendo la siesta!...—Quiero divertirme oyendo su explicación.

 

Así dijo el tío Lucas, alargando la cesta a su mujer. 32-30 33

 

—¡No está mal pensado! (exclamó ella, lanzando nuevas carcajadas). ¡El demonio del madrileño! ¿Qué se habrá creído que es un corregidor para mí?—Pero aquí llega...—Por cierto que Garduña, que lo seguía

 

a alguna distancia, se ha sentado en la ramblilla a la 33-5 sombra...¡Qué majadería!—Ocúltate tú bien entre

 

los pámpanos, que nos vamos a reír más de lo que te figuras...

 

Y, dicho esto, la hermosa navarra rompió a cantar el fandango, que ya le era tan familiar como las canciones 33-10 de su tierra. 34

 

XI

 

EL BOMBARDEO DE PAMPLONA

 

Dios te guarde, Frasquita...—dijo el Corregidor a media voz, apareciendo bajo el emparrado y andando de puntillas.

 

—¡Tanto bueno, señor Corregidor! (respondió ella

 

en voz natural, haciéndole mil reverencias). ¡Usía por 34-5 aquí a estas horas! ¡Y con el calor que hace! ¡Vaya, siéntese Su Señoría!... Esto está fresquito.—¿Cómo

no ha aguardado Su Señoría a los demás señores?—Aquí tienen ya preparados sus asientos... Esta tarde esperamos al señor Obispo en persona, que le ha prometido 34-10

 

a mi Lucas venir a probar las primeras uvas de la parra.—¿Y cómo lo pasa Su Señoría? ¿Cómo está la Señora?

 

El Corregidor se había turbado.—La ansiada soledad en que encontraba a la señá Frasquita le parecía un

 

sueño, o un lazo que le tendía la enemiga suerte para 34-15 hacerle caer en el abismo de un desengaño.


Limitose, pues, a contestar:

 

—No es tan temprano como dices... Serán las tres

 

y media...

 

El loro dio en aquel momento un chillido. 34-20

 

—Son las dos y cuarto,—dijo la navarra, mirando de hito en hito al madrileño.

 

Éste calló, como reo convicto que renuncia a la defensa. 35

 

—¿Y Lucas? ¿Duerme?—preguntó al cabo de un rato.

 

(Debemos advertir aquí que el Corregidor, lo mismo que todos los que no tienen dientes, hablaba con una pronunciación floja y sibilante, como si se estuviese 35-5 comiendo sus propios labios.)

 

—¡De seguro! (contestó la señá Frasquita).—En llegando estas horas se queda dormido donde primero le coge, aunque sea en el borde de un precipicio...

 

—Pues mira... ¡déjalo dormir!... (exclamó el 35-10

 

viejo Corregidor, poniéndose más pálido de lo que ya

era).—Y tú, mi querida Frasquita, escúchame...,

 

oye..., ven acá... ¡Siéntate aquí; a mi lado!...

Tengo muchas cosas que decirte...

 

—Ya estoy sentada,—respondió la Molinera, agarrando 35-15 una silla baja y plantándola delante del Corregidor,

 

a cortísima distancia de la suya.

 

Sentado que se hubo, Frasquita echó una pierna sobre la otra, inclinó el cuerpo hacia adelante, apoyó

 

un codo sobre la rodilla cabalgadora, y la fresca y hermosa 35-20 cara en una de sus manos; y así, con la cabeza

 

un poco ladeada, la sonrisa en los labios, los cinco hoyos en actividad, y las serenas pupilas clavadas en


el Corregidor, aguardó la declaración de Su Señoría.—Hubiera podido comparársela con Pamplona esperando 35-25

 

un bombardeo.

 

El pobre hombre fue a hablar, y se quedó con la boca abierta, embelesado ante aquella grandiosa hermosura, ante aquella esplendidez de gracias, ante aquella formidable mujer, de alabastrino color, de lujosas carnes, de 35-30 36 limpia y riente boca, de azules e insondables ojos, que parecía creada por el pincel de Rubens.

 

—¡Frasquita!... (murmuró al fin el delegado del

 

rey, con acento desfallecido, mientras que su marchito rostro, cubierto de sudor, destacándose sobre su joroba, 36-5 expresaba una inmensa angustia). ¡Frasquita!...

 

—¡Me llamo! (contestó la hija de los Pirineos).—¿Y qué?

 

—Lo que tú quieras...—repuso el viejo con una ternura sin límites. 36-10

 

—Pues lo que yo quiero... (dijo la Molinera), ya lo sabe Usía. Lo que yo quiero es que Usía nombre

 

secretario del ayuntamiento de la Ciudad a un sobrino mío que tengo en Estella..., y que así podrá venirse

 

de aquellas montañas, donde está pasando muchos 36-15 apuros...

 

—Te he dicho, Frasquita, que eso es imposible.

 

El secretario actual...

 

—¡Es un ladrón, un borracho y un bestia!

 

—Ya lo sé... Pero tiene buenas aldabas entre los 36-20 regidores perpetuos, y yo no puedo nombrar otro sin acuerdo del Cabildo. De lo contrario, me expongo...

 

—¡Me expongo!... ¡Me expongo!... ¿A qué no

 

nos expondríamos por Vuestra Señoría hasta los gatos de esta casa? 36-25


—¿Me querrías a ese precio?—tartamudeó el Corregidor.

 

—No, señor; que lo quiero a Usía de balde.

 

—¡Mujer, no me des tratamiento! Háblame de V.

 

o como se te antoje...—¿Conque vas a quererme? 36-30 Di.

 

 

—¿No le digo a V. que lo quiero ya?

 

—Pero...

 

—No hay pero que valga. ¡Verá V. qué guapo y qué hombre de bien es mi sobrino!

 

—¡Tú sí que eres guapa, Frascuela!... 37-5

 

—¿Le gusto a V.?

 

—¡Que si me gustas!... ¡No hay mujer como tú!

 

—Pues mire V... Aquí no hay nada postizo...—contestó la señá Frasquita, acabando de arrollar la

manga de su jubón, y mostrando al Corregidor el resto 37-10 de su brazo, digno de una cariátide y más blanco que

 

una azucena.

 

—¡Que si me gustas!... (prosiguió el Corregidor) . ¡De día, de noche, a todas horas, en todas partes, sólo pienso en ti!... 37-15

 

—¡Pues qué! ¿No le gusta a V. la señora Corregidora? (preguntó la señá Frasquita con tan mal fingida

 

compasión, que hubiera hecho reír a un hipocondríaco).—¡Qué lástima! Mi Lucas me ha dicho que tuvo el

 

gusto de verla y de hablarle cuando fue a componerle a 37-20 V. el reloj de la alcoba, y que es muy guapa, muy buena

 

y de un trato muy cariñoso.

 

—¡No tanto! ¡No tanto!—murmuró el Corregidor con cierta amargura.


Date: 2015-12-24; view: 460


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