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Carta del profesor Huree Jyoti Navalkar al doctor John Eliot.

 

 

Jack:

 

26 de agosto

 

¿Dónde demonios te has metido? Espero que no estés con esa maldita mujer. Porque si estás con ella, eres un tonto y estás loco de remate. Ruego a Dios que no hayas ido allí, y que, si lo has he­cho, vuelvas sano y salvo. E ileso. Cuando leas esta carta, ven a verme en seguida. Por la noche, estoy en Bloomsbury, en casa de mi amigo. Durante el día, me encontrarás en el Reading Room de la British Library, asiento n° 4. He estado leyendo mucho. Ten­go mucho que contarte.

 

Porque, Jack, ¡ya sé quién es ella! Ya sé contra quién o, mejor, contra qué luchamos. Confieso que me ha dejado al borde de la de­sesperación. Me he convertido en una criatura nerviosa y tímida que no cesa de temblar. ¿Qué nos cabe esperar? ¡A nosotros, cria­turas de barro, mortales, de carne y hueso! Me parece que he perdi­do el hilo. Por favor... tengo que ponerme filosófico. Morimos; re­nacemos; vamos hacia Dios. Seamos, pues, valientes, y tengamos un alma grande. Lo siento; he vuelto a perder el hilo. Voy a empezar por el principio: la moneda que colgaba del cuello de Lucy.

 

No me comentaste que procedía de Kirkeion. Supongo que no debiste considerarla importante; es una ciudad griega desconocida, relegada a los libros de historia; así que ¿porqué ibas a considerar­la importante? Pero para mí, Jack, Kirkeion no es un lugar desco­nocido, ni por asomo; no, ni remotamente. ¿Cómo no iba a saber cosas de Kirkeion? Su nombre no aparece en los libros de historia que puedas haber consultado tú, pero sí que se encuentra en las le­yendas griegas, en los escritos herméticos de mitos místicos de la antigüedad. Búscalo en los textos prohibidos, sacados de contra­bando de la biblioteca de Alejandría; en ellos si lo encontrarás.

 

Era una ciudad en la que vivían los muertos, Jack, como es­clavos de una diosa; habían perdido para siempre la vida y esta­ban condenados al dolor, porque lo sabían y porque recordaban el placer, pues habían visto el rostro de la diosa al caer y por eso, a pesar de su destino horrible, no sentían haberse convertido en lo que se habían convertido. Si te digo el nombre de la diosa, com­prenderás cuál era su sino. Se habla de ella en los poemas épicos, en la Odisea, aunque Homero no contó toda la verdad, pues se va­lió de ciertos rumores para pintar el retrato de la hechicera, Circe la terrible, que transformaba a los humanos. Estoy seguro que re­cordarás tus lecturas de los clásicos, y la isla, habitada por extra­ños animales, entre los cuales se hallaban sus propios hombres convertidos en puercos en celo, que visitó Ulises. Por favor, Jack, no creas que estoy loco. ¿Crees que todo esto pertenece al mundo de la fantasía y que Kirkeion no existió de verdad? ¡Pues, sí, Jack, sí! ¡Esta ciudad existió! No me seas escéptico, Jack, no me seas escéptico nunca más. Aplica tus dichosas leyes de observación si lo deseas. Haz lo que siempre has hecho: haz comprobaciones de las pruebas que tú mismo has reunido. ¿No es cierto que en Rotherhithe hay animales y seres humanos de extrañas formas? Y tienes también la moneda de Lucy, en la que está grabado el nombre de Kirkeion. Y, sobre todo, Jack, y por encima de todo, recuerda a Lilah... Circe... llámala como quieras.



 

Tiene muchos nombres. En China y en África; en los ritos practicados por los vuduistas en los claros de la jungla; en las pi­rámides ensangrentadas de México; en su honor las reinas de Canaán y de Fenicia se prostituían, y los muros de Troya fueron con­vertidos en cenizas. Como Amestris contempló los únicos senos más bellos que los suyos y que le fueron cortados a su rival; en Jericó y en Ur, las primeras ciudades que se fundaron en el mundo, se la conocía con el nombre de Yiela, pero era más vieja que ellas. Sus mejillas son del color de las granadas maduras; sus labios son rojos como la sangre; sus ojos son negros como las tinieblas y el tiempo no los afecta. Tú la llamas Lilah. ¿No oyes, cuando pro­nuncias estas sílabas, el eco del nombre más terrible y más anti­guo de todos? Su nombre en hebreo es Lilith. En el mito judío, fue la primera mujer de Adán, cuando Eva todavía no había sido crea­da; fue expulsada del Edén por sus terribles crímenes y desde en­tonces se venga en la humanidad. En algunas tradiciones, Jack, era la esposa de Dios.

 

Lilith, Jack, Lilith: la eterna ramera, la que se baña en sangre, la reina de los demonios y de los súcubos. Evítala. Sé que debes pensar que deliro, pero detente a pensar y a recordar en lo que has experimentado y visto con tus propios ojos. Ella es el personaje de todas las leyendas que te he descrito, y todavía más: la reina de las tinieblas que actúa en el mundo, hermosa, seductora, terri­ble. Temo por ti, Jack. Temo por todos nosotros. Ven a verme lo más rápido que puedas, haz lo humanamente posible por venir a verme.

 

Que los dioses nos protejan a nosotros y a todos los que ama­mos. Llenas ahora mis pensamientos, Jack.

 

HUREE

 


Date: 2015-12-17; view: 504


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Diario del doctor Eliot. | Carta del doctor John Eliot al profesor Huree Jyoti Navalkar.
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