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El cuento del príncipe 3 page

— No se preocupe, Dumbledore — dijo fríamente — Tengo un plan…

Y Snape dejó la habitación. Harry salió del Pensadero, y en unos momentos se encontró en el suelo alfombrado en la misma habitación cuya puerta Snape podría haber cerrado hace sólo unos momentos.

 

 

Capítulo 34

De nuevo el bosque

Finalmente, la verdad. Tumbado, con la cara aplastada contra la alfombra polvorienta de la oficina donde una vez creyó estar aprendiendo los secretos de la victoria, Harry comprendió finalmente que no iba a sobrevivir. Su tarea consistía en marchar tranquilamente hasta los acogedores brazos de la muerte. Y de camino, debía encargarse de los vínculos que aún mantenían a Voldemort con vida, de forma que cuando finalmente se pusiera en el camino de Voldemort, y no alzara la varita para defenderse, el final sería limpio, y la tarea que debió cumplirse en Godric's Hollow se completaría. Ninguno viviría, ninguno podría sobrevivir.

Sintió su corazón palpitarle intensamente en el pecho. Qué extraño que su temor por la muerte le hiciera más fuerte, manteniéndole valientemente con vida. Pero todo acabaría, y pronto. Los latidos de su corazón estaban contados. ¿Cuántas veces podría palpitar aún, mientras se levantaba y caminaba a traves del castillo por última vez, salía a los campos y entraba en el bosque?

El terror le envolvió mientras estaba tendido, en el suelo, con los tambores funerarios retumbando en su interior. ¿Sería doloroso morir? En todas esas ocasiones en que había pensado que estaba a punto de suceder y escapó, no había realmente pensado en el hecho en sí. Su voluntad de vivir había sido siempre mucho mayor que su miedo a morir. Y a pesar de todo no se le pasó por la cabeza la idea de huir, de escaparse de Voldemort. Se había acabado, lo sabía, y no quedaba nada más que ese hecho; morirse.

¡Ojalá hubiera muerto en aquella noche de verano en que dejó el número cuatro de Privet Drive por última vez, cuando la varita hecha con la pluma del noble fénix le había salvado! ¡Ojalá hubiera muerto como Hedwig, tan rápido que no se habría enterado de qué había ocurrido! Ojalá se hubiera lanzado delante de una varita para salvar a alguien a quien amaba... En ese momento envidiaba incluso la muerte de sus padres. Este paseo, a sangre fría, hasta su propia destrucción, requiriría un tipo distinto de valor. Sintió cómo sus dedos temblaban ligeramente, e hizo un esfuerzo para controlarlos, aunque nadie podía verle; los retratos de las paredes estaban vacíos.

Despacio, muy despacio, se sentó, y cuando lo hizo se sintió más vivo y más consciente de su propio cuerpo viviente que nunca antes. ¿Por qué no había jamás apreciado el milagro que era, cerebro y nervios y corazón latiendo? Todo desaparecería...o al menos, él no estaría en ellos. Comenzó a respirar lenta y profundamente, con la boca y garganta completamente secas... igual que sus ojos.



La traición de Dumbledore no significaba casi nada. Por supuesto que había existido un plan mayor: simplemente Harry había sido demasiado tonto como para verlo, como comprendía ahora. Nunca había cuestionado su propia asunción de que Dumbledore le quería vivo. Ahora simplemente veía que la duración de su vida dependía de cuánto se tardara en eliminar todos los Horrorcruxes. Dumbledore le había pasado la tarea de destruirlos, y obedientemente había continuado cortando los lazos que ataban a Voldemort a la vida, ¡pero también a él! Qué acertado, qué elegante, no desperdiciar más vidas, sino asignar esa peligrosa misión al chico que ya había sido destinado al matadero, y cuya muerte no sería una calamidad, sino otro revés para Voldemort.

Y Dumbledore había sabido que Harry no se echaría atrás, que continuaría hasta el final, incluso aunque eso supusiera su fin, pues se había molestado en conocerle bien, ¿no? Dumbledore sabía, igual que Voldemort, que Harry no dejaría que nadie más muriera en su lugar ahora que había descubierto que estaba en sus manos detenerle. Las imágenes de Fred, Lupin y Tonks tendidos, muertos en el Gran Salón, se abrieron paso en su mente, y durante un momento apenas pudo respirar. La Muerte se sentía impaciente...

Pero Dumbledore le había sobreestimado. Había fallado: la serpiente sobrevivió. Un horrorcrux continuaría atando a Voldemort a la tierra, incluso después de de que mataran a Harry. Aunque ciertamente facilitaría la tarea a otra persona. Se preguntaba quién lo haría...Ron y Hermione sabrían lo que debía hacerse, por supuesto...Esa fue seguramente la razón de que Dumbledore quisiera que confiara en alguien más...para que si alcanzaba su destino demasiado pronto, alguien pudiera continuar...Como la lluvia en una fría ventana, estos pensamientos repiqueteaban contra la dura superficie de la irrefutable verdad: que él debía morir. Debo morir. Debe terminar.

Ron y Hermione parecían estar muy lejos, en un país muy lejano; sentía como si se hubiera separado de ellos mucho tiempo atrás. No habría adioses ni explicaciones, eso sí lo tenía claro. Este era un viaje que no podrían hacer juntos, y los intentos que harían de detenerle desperdiciarían un tiempo valioso. Miró al reloj chapado en oro que había recibido en su decimoséptimo cumpleaños. Había pasado casi la mitad de la hora que le había concedido Voldemort para rendirse.

Se puso de pie. Su corazón latía contra sus costillas como un pájaro frenético. Quizá sabía que le quedaba poco, quizá estaba decidido a latir el equivalente a una vida antes del final. No miró atrás mientras cerraba la puerta de la oficina.

El castillo estaba vacío. Se sintió fantasmal mientras daba zancadas por su interior, solo, como si ya hubiera muerto. La gente de los retratos todavía seguía fuera de sus marcos; todo el lugar estaba increíblemente silencioso, como si toda la sangre vital que le quedaba se concentrara en el Gran Salón, donde los muertos y los dolientes se agrupaban.

Harry se puso la Capa de Invisibilidad y bajó varias plantas, finalmente por la escalera de mármol hasta el hall de entrada. Quizá una pequeña parte de él esperaba que le sintieran, que le vieran, que le detuvieran, pero la capa era, como siempre, impenetrable, perfecta, y alcanzó las puertas fácilmente.

Entonces Neville casi caminó a su través. Era uno de los dos que estaban transportando un cuerpo desde los campos. Harry echó un vistazo y sintió otra punzada en el estómago: Colin Creevey, aunque menor de edad, debía haber vuelto a curiosear, igual que Malfoy, Crabbe y Goyle. Muerto parecía pequeño.

—¿Sabes qué? Puedo manejarle solo, Neville —dijo Oliver Wood, y alzó a Colin sobre su hombro igual que un bombero y le llevó hasta el Gran Salón.

Neville se reclinó contra el marco de la puerta durante un momento y apoyó la parte trasera de la cabeza contra el dorso de su mano. Parecía un anciano. Entonces volvió sobre sus pasos, hacia la oscuridad, para recobrar más cuerpos.

Harry echó una última mirada atrás, a la entrada del Gran Salón. La gente se movía, intentando confortarse unos a otros, bebiendo, arrodillados junto a los muertos, pero no podía ver a nadie de los que quería; ni rastro de Hermione, Ron, Ginny o algún otro Weasley, ni Luna. Sintió que habría dado todo el tiempo que le quedaba por verles una vez más; pero, en ese caso, ¿habría tenido jamás la fuerza necesaria para parar de mirar? Era mejor así.

Bajó las escaleras y salió a la oscuridad. Eran casi las cuatro de la mañana, y parecía que los campos mortalmente tranquilos estaban reteniendo el aliento, esperando a ver si era capaz de hacer lo que debía hacerse.

Harry se movió hacia Neville, quien se estaba inclinando sobre otro cuerpo.

— Neville.

— ¡Caramba, Harry, casi me provocas un ataque al corazón!

Harry se quitó la Capa. La idea le había venido de ninguna parte, nacida de un deseo de estar absolutamente seguro.

—¿A dónde vas tú solo? —preguntó Neville, suspicaz.

—Todo es parte del plan —dijo Harry—. Hay algo que debo hacer. Escucha... Neville...

—¡Harry! —Neville pareció súbitamente asustado.— Harry, ¿no estarás pensando en arreglártelas tú solo?

—No —mintió Harry fácilmente.— Por supuesto que no...No es eso. Pero podría no estar localizable durante un tiempo. ¿Has oído hablar de la serpiente de Voldemort, Neville? Es una serpiente enorme. Se llama Nagini.

—Sí, algo he oído. ¿Y qué pasa con ella?

—Es necesario que muera. Ron y Hermione ya lo saben, pero en caso de que ellos...El horror de esa posibilidad le aturdió durante un momento, le hizo imposible seguir hablando. Pero volvió a recomponerse: era algo crucial, debía ser como Dumbledore, mantener la cabeza fría, asegurarse de que habría reemplazos, otros que continuarían. Dumbledore había muerto sabiendo que quedaban tres personas que sabían acerca de las Horrorcruxes; ahora Neville ocuparía el lugar de Harry: qudarían tres que conocerían el secreto.

—En caso de que ellos estén... ocupados... Y si tienes la oportunidad...

—¿Hay que matar a la serpiente?

—Hay que matar a la serpiente —repitió Harry.

—Vale, Harry. Estás bien, ¿no?

—Estoy bien. Gracias, Neville.

Pero Neville le agarró de la muñeca cuando Harry hizo intención de moverse.

—Todos vamos a seguir luchando, Harry. Lo sabes, ¿verdad?

—Sí, yo...

—Un sentimiento sofocante extinguó el final de la frase; no podía continuar. Neville no pareció encontrarlo extraño. Le dio una palmada en el hombro, le soltó y se alejó en busca de más cuerpos.

Harry volvió a ponerse la Capa y echó a andar. Alguien se movía no muy lejos, deteniéndose sobre otra figura tendida en los campos. Estaba a sólo unos metros de ella cuando se dio cuenta de que era Ginny.

Se detuvo. Ella se estaba inclinando sobre una chica que susurraba llamando a su madre.

—Tranquila —decía Ginny—. Todo va bien. Vamos a llevarte dentro.

—Pero quiero ir a casa —susurró la chica—. ¡Ya no quiero luchar más!

—Lo sé —dijo Ginny, y su voz se quebró—. Todo va a ir bien.

Olas de frío corrieron por su piel. Quería gritar a la noche, quería que Ginny supiera que él estaba allí, quería que ella supiera dónde iba. Quería que le detuvieran, que le sujetaran, que le arrastraran de vuelta a casa...

Pero estaba en casa. Hogwarts era el primer y el mejor hogar que había conocido. Tanto él como Voldemort y Snape, los niños abandonados, habían encontrado su hogar allí.

Ginny estaba arrodillada al lado de la chica herida, sosteniéndole la mano. Con un enorme esfuerzo, Harry se obligó a seguir. Creyó ver que Ginny miraba a su alrededor cuando pasó a su lado, y se preguntó si había sentido algo moviéndose cerca de ella, pero no la habló y tampoco miró atrás.

La cabaña de Hagrid apareció en la oscuridad. No había luces, ni se oía a Fang arañando la puerta, dando la bienvenida a ladridos. Todas esas visitas a Hagrid, el brillo de la tetera de cobre puesta al fuego, los pasteles como piedras y las larvas gigantes, y Ron vomitando babosas, y Hermione ayudándole a salvar a Norberto... Siguió andando, alcanzó el borde del bosque y entonces se detuvo.

Un enjambre de dementores estaba planeando entre los árboles; podía sentir el frío que despedían, y no estaba seguro de que pudiera pasar con seguridad a su través. No le quedaban fuerzas suficientes para lanzar un Patronus. Ya no podía controlar más sus temblores. Después de todo, no era tan fácil morir. Cada segundo que respiraba, el olor de la hierba, el aire fresco en su cara, eran tan preciosos... Saber que la gente tenía años y años, tiempo que desperdiciar, tanto tiempo para vivir lentamente, y él se aferraba a cada segundo. Al mismo tiempo que pensaba que no sería capaz de continuar, sabía que debía hacerlo. El interminable juego llegaba a su fin, la snitch había sido atrapada, ya era hora de dejar el aire...

La snitch. Sus nerviosos dedos juguetearon durante un momento con la bolsita de su cuello y la sacó.

Me abro al llegar el final.

Respirando fuerte y rápido, se la quedó mirando. Ahora que deseaba que el tiempo pasara lo más lentamente posible, se sentía acelerado, y la comprensión le llegaba tan rápido que parecía atravesarle. Éste era el final. Éste era el momento.

Presionó el metal dorado contra sus labios y susurró: "Estoy a punto de morir".

El caparazón de metal se rompió y se abrió. Bajó su temblorosa mano, alzó la mano de Draco por debajo de la capa y murmuró: "Lumos".

La piedra negra con la grieta irregular que le atravesaba por el centro contemplaba las dos mitades de la snitch. La Piedra de la Resurrección se había agrietado más, siguiendo la línea vertical que representaba a la Varita Más Antigua.. Todavía podían verse el triángulo y el círculo que representaban a la Capa y a la piedra.

Y de nuevo Harry lo comprendió sin siquiera pensarlo. No se trataba de hacerles volver, pues estaba a punto de unirse a ellos: ellos estaban atrapándole a él.

Cerró los ojos y giró la piedra en su mano tres veces.

Supo que había sucedido porque oyó suaves movimientos a su alrededor, que sugerían la presencia de frágiles cuerpos probando sus pisadas en el campo terroso, lleno de ramas, que marcaba el borde exterior del bosque. Abrió los ojos y miró a su alrededor.

No eran ni fantasmas ni cuerpos vivientes, eso podía verlo. A lo que más se parecían era al Ryddle que había escapado del diario hacía ya tanto tiempo, y había sido una memoria casi sólida. Con menos sustancia que cuerpos vivientes, pero mucho más que simples fantasmas, se movieron hacia él. Y en cada cara, la misma cariñosa sonrisa.

James era exactamente de la misma estatura que Harry. Llevaba la misma ropa que cuando murió, con el pelo despeinado y revuelto, y las gafas un poco ladeadas, como las del señor Weasley.

Sirius parecía alto y guapo, y muchísimo más joven de lo que Harry le habíaa visto en su vida. Caminaba a zancadas con estilo, las manos en los bolsillos y una amplia sonrisa en su cara.

Lupin también tenía un aspecto más joven y mucho menos desharrapado, y su pelo estaba más espeso y oscuro. Parecía feliz de haber regresado a ese lugar tan familiar, escenario de tantos vagabundeos adolescentes.

La sonrisa de Lily era la más amplia de todas. Se echó atrás la melena mientras se acercaba a él, y sus ojos verdes, tan parecidos a los de él, exploraron su cara con ansia, como si jamás fuera a ser capaz de haberle mirado lo suficiente.

—Has sido tan valiente...

Él no podía hablar. Sus ojos se recrearon en ella, y pensó que le gustaría quedarse allí y mirarla eternamente, y que no querría nada más.

—Ya casi has llegado —dijo James—. Estás muy cerca. Estamos...tan orgullosos de ti.

—¿Duele?

La pregunta infantil había salido de los labios de Harry sin poder evitarlo.

—¿Morir? Nada en absoluto —dijo Sirius—. Es más rápido y más fácil que quedarse dormido.

—Y él querrá que sea rápido. Quiere que esto acabe ya —dijo Lupin.

—No quería que murieras —dijo Harry. Estas palabras le salieron sin querer—. Ni ninguno de vosotros. Lo siento... —se dirigió especialmente a Lupin, suplicándole— ...justo después de nacer tu hijo...Remus, lo siento...

—Yo también lo siento —dijo Lupin—. Siento no poder conocerle... Pero él sabrá por qué morí y espero que lo entenderá. Intentaba que el mundo fuera uno en el que podría vivir una vida mejor.

Una fría brisa que parecía emanar del corazón del bosque llevó el aire hasta la frente de Harry. Supo que no le dirían que continuara, que tendría que ser su decisión.

—¿Os quedaréis conmigo?

—Hasta el final de todo —dijo James.

—¿No podrán veros? —preguntó Harry.

—Somos parte de ti —dijo Sirius—, invisibles a cualquier otro.

Harry miró a su madre.

—Quédate cerca de mí —dijo suavemente.

Y empezó a moverse. El frío de los dementores no le amedrentó; pasó a través de él junto con sus compañeros, que actuaron como Patronus para él, y juntos marcharon a través de los viejos árboles que crecían apretadamente, sus ramas se enredaban, sus raíces se retorcían y enroscaban bajo sus pies. Harry sujetó fuertemente la Capa a su alrededor mientras avanzaban en la oscuridad, viajando a lo más profundo del bosque, sin saber en realidad dónde estaba exactamente Voldemort, pero seguro de que le encontraría. A su lado, sin hacer apenas un ruido, caminaban James, Sirius, Lupin y Lily, y su presencia le daba coraje, y era lo que le permitía seguir poniendo un pie enfrente del otro.

Notaba su cuerpo y su mente extrañamente desconectados, con las costillas trabajando sin instrucciones conscientes, como si fuera un pasajero y no el conductor del cuerpo que estaba a punto de abandonar. Los muertos que caminaban a su lado a través del bosque eran mucho más reales para él, en ese momento, que los vivos que dejó atrás en el castillo: Ron, Hermione, Ginny y todos los demás eran para él fantasmas, mientras caminaba como atontado hacia el final de su vida, hacia Voldemort...

Un golpe y un susurro: alguna otra criatura viviente se había agitado muy cerca. Harry se detuvo bajo la Capa, atisbando a su alrededor, escuchando, sus padres, Lupin y Sirius se detuvieron también.

—Hay alguien ahí —sonó un áspero susurro muy, muy cerca —. Tiene una Capa de Invisibilidad. ¿No será...?

Dos figuras aparecieron desde detrás de un árbol cercano: sus varitas resplandecieron, y Harry vio a Yaxley y Dolohov escudriñando la oscuridad, directamente hacia el lugar en que estaban Harry, sus padres, Sirius y Lupin. Daba la impresión de que no podían ver nada.

—Seguro que oí algo —dijo Yaxley—. ¿Crees que habrá sido un animal?

—Ese grandullón de Hagrid guardaba un enorme montón de cosas raras en su casa —dijo Dolohov, echando un vistazo sobre su hombro.

Yaxley bajó la mirada hasta su reloj.

—Ya casi es el momento. Se ha cumplido la hora de Potter. Y no viene.

—Será mejor que volvamos —dijo Yaxley—. Nos enteraremos de cuál es ahora el plan.

Dolohov y él se volvieron y se adentraron más en el bosque. Harry les siguió, sabiendo que le guiarían exactamente a donde él quería ir. Miró a un lado y a otro, y su madre le sonrió, y su padre asintió, dándole ánimos.

Habían avanzado durante sólo unos minutos cuando Harry vio luz frente a él, y Yaxley y Dolohov llegaron a un claro, que Harry reconoció como el lugar donde el monstruoso Aragog había vivido en otra época. Aún quedaban restos de su gigantesca red, pero su enjambre de descendientes había sido expulsado de allí por los mortífagos, para que luchara por su causa.

Había un fuego ardiendo en el medio del claro, y su luz parpadeante iluminaba una multitud de mortífagos completamente silenciosos y vigilantes. Algunos de ellos aún llevaban máscara y capucha; otros mostraban sus caras. Dos gigantes estaban sentados alrededor del grupo, arrojando enormes sombras en la escena, de caras crueles y rugosas, como talladas bastamente en roca. Harry vio a Fenrir, merodeando, mordiéndose las largas uñas; el enorme y rubio Rowle estaba tocándose suavemente su labio, que sangraba. Vio a Lucius Malfoy, que parecía derrotado y aterrado, y a Narcissa, cuyos ojos estaban hundidos y llenos de aprensión.

Todos los ojos estaban fijos en Voldemort, que permanecía de pie con su cabeza inclinada, y sus blancas manos dobladas sobre la Varita Más Antigua, frente a él. Podría haber estado rezando, o incluso contando silenciosamente, y a Harry, que aún estaba de pie al borde de la escena, le hizo pensar en un niño que contaba mientras jugaba al escondite. Detrás de su cabeza, aún agitándose en espirales, la gran serpiente Nagini flotaba en su brillante y encantada jaula, como un halo monstruoso.

Cuando Dolohov y Yaxley volvieron a unirse al círculo, Voldemort alzó la vista.

—No hay rastro de él, mi Señor —dijo Dolohov.

La expresión de Voldemort no cambió. Sus rojos ojos parecieron arder a la luz del fuego. Lentamente, movió la Varita Más Antigua entre sus largos dedos.

—Mi Señor...Era Bellatrix quien había hablado: se sentó más cerca de Voldemort, despeinada, con algo de sangre en su cara pero sin ningún otro signo de haber sufrido daño alguno.

Voldemort levantó su mano para silenciarla, y ella no pronunció ninguna otra palabra, pero mantuvo la vista fija en él con fanática fascinación.

—Creí que vendría —dijo Voldemort con su voz alta y clara, sus ojos ardiendo a la luz de las llamas saltarinas—. Esperaba que viniera.

Nadie habló. Parecían estar tan asustados como Harry, cuyo corazón estaba en ese momento arrojándose contra sus costillas, decidido a escapar del cuerpo que estaba a punto de abandonar. Sus manos sudaban mientras echaba hacia atrás la Capa de Invisibilidad y la ponía bajo su túnica, junto con su varita. No quería ser tentado a luchar.

—Parece ser que estaba... equivocado —dijo Voldemort.

—No lo estabas.

Harry lo dijo tan alto como pudo, con tanta fuerza como pudo reunir. No quería sonar asustado. La Piedra de la Resurrección se escapó de entre sus atontados dedos, y con el rabillo del ojo vio a sus padres, Sirius y Lupin desvanecerse mientras avanzaba hasta la luz del fuego. En ese momento sentía que nadie importaba excepto Voldemort. Se trataba únicamente de ellos dos.

La ilusión se desvaneció tan rápido como había venido. Los gigantes aullaron al mismo tiempo que los mortífagos se pusieron de pie a la vez, y sonaron muchos gritos, jadeos e incluso carcajadas. Voldemort se había quedado helado en su sitio, pero sus ojos rojos habían encontrado a Harry, y le miró fijamente mientras Harry se acercaba a él, con nada excepto el fuego entre ellos.

Entonces una voz gritó:

—¡HARRY! ¡NO!

Se giró: Hagrid estaba amarrado y maniatado, atado a un árbol cercano. Su enorme cuerpo agitó las ramas que había encima de ál, mientras luchaba para liberarse, desesperado.

—¡NO! ¡NO! ¡HARRY! ¿QUÉ ESTÁS...?

—¡CÁLLATE! —gritó Rowle, y con un toque de su varita, silenció a Hagrid.

Bellatrix, que se había alzado de un salto, miraba ansiosamente a Voldemort y a Harry, con respiraciones cada vez más fuertes. Lo único que se movía eran las llamas y la serpiente, que se enroscaba y desenroscaba en la centelleante jaula tras la cabeza de Voldemort.

Harry podía sentir la varita contra su pecho, pero no hizo ningún intento de alcanzarla. Sabía que la serpiente estaba demasiado bien protegida, sabía que si intentaba apuntar a Nagini con la varita cincuenta maldiciones le alcanzarían primero. Así que Voldemort y Harry continuaron mirándose uno al otro, hasta que Voldemort movió ligeramente su cabeza hacia un lado, como considerando al chico que se alzaba frente a él, y una sonrisa singularmente ausente de felicidad curvó su boca sin labios.

—Harry Potter —dijo muy suavemente. Su voz podría haber sido parte del chisporroteante fuego—. El Chico que Vivió.

Ninguno de los mortífagos se movió. Estaban esperando: todo estaba esperando. Hagrid seguía debatiéndose, y Bellatrix estaba jadeando, y Harry pensó, inexplicablemente en Ginny, y su resplandeciente aspecto, y la sensación de sus labios en sus...

Voldemort había alzado su varita. Su cabeza estaba aún inclinada a un lado, como un niño curioso, preguntándose qué sucedería si continuaba. Harry devolvió la mirada a los ojos rojos, y deseó que sucediera de una vez, rápido, mientras aún podía permanecer de pie, antes de que perdiera el control, antes de que le traicionara el miedo...

Vió cómo se movía la boca y un centelleo de luz verde, y todo se desvaneció.

 

Capítulo 35

King's Cross

Bajó su cara, mientras escuchaba en silencio. Estaba absolutamente solo. No veía a nadie. Nadie más estaba allí. Él no estaba absolutamente seguro de que estuviera allí.

Luego de un largo tiempo, o quizá ninguno en absoluto, le vino el pensamiento de que debería existir, debía ser más que un pensamiento incorpóreo, porque era una mentira, mentira definitivamente, en alguna superficie. Por consiguiente él tenía un sentido del tacto, y la cosa contra la que estaba también existía.

Casi al momento de que hubiera alcanzado esta conclusión, Harry se dio cuenta que estaba desnudo. Convencido como él estaba de su soledad total, esto no lo afectó, pero lo intrigo levemente. Se preguntaba si podía ver como se sentía,
al abrirlos, descubrió que tenía ojos. Estaba en una llovizna brillante, aunque no era como la llovizna que él había experimentado siempre. Los alrededores no estaban ocultos por el nublado vapor; la llovizna todavía no estaba en los alrededores. El piso en el cual estaba parado parecía ser blanco, ni caliente ni frío, simplemente era una superficie plana, ignorando lo que podía ser. Se incorporó. Su cuerpo parecía indemne. Tocó su cara. Ya no tenía los lentes.

Entonces escuchó un ruido a través de la nada uniforme que lo rodeaba: el golpeteo suave y pequeño de algo que se agitó y se revolcó esforzadamente. Era un sonido lastimoso, ligeramente indecente. Estaba sintiéndose incómodo por lo que estaba escuchando detrás de las puertas furtivamente avergonzado,.


Date: 2015-12-11; view: 410


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