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UNA REFLEXION NECESARIA

Nos hemos dirigido a nuestro pueblo en general, con el cual nos sentirnos concernidos en los logros y fracasos, en lo bueno y en lo malo. Nuestro pensamiento se dirige ahora hacia aquellos que fueron llevados a las aguas bautismales y han permanecido fieles a la fe en circunstancias difíciles. Va también nuestro pensamiento hacia los que abandonaron la fe o la práctica de la fe, pero a quienes la Iglesia , que los engendró por el Bautismo, los lleva en su seno con amor de madre y hacia los que no han recibido el Bautismo, pero están llamados por el Señor a formar, en Cristo, una sola alma y un solo corazón. De estos últimos somos hermanos por razón de linaje humano, por razón de la cubanía que nos hace a todos hijos de esta tierra.

La Iglesia nunca ha estado lejos de este pueblo nuestro. Se quedó con los que se quedaron por muchas que hayan sido las dificultades. Sus templos, a veces llenos, a veces vacíos, han permanecido idénticos, siempre serenos, como testigos solitarios en medio de los pueblos y ciudades, con sus altas torres levantadas hacia el cielo, velando sobre la ciudad, sobre sus casas y sus puertas, como dice la Sagrada Escritura , como signos del amor de Dios que siempre espera, bendice y llama.

Desde allí la voz amorosa de Dios ha seguido llamando con el mismo acento de siempre: «Si tú comprendieras lo que puede traerte la paz» (Lc. 19,41), «Si tú conocieras el don de Dios...» (Jn. 4, 10). «Cuántas veces quise cobijarte bajo mis alas, y no quisiste» (Mt. 23, 37). Desde allí el Señor nos ha seguido diciendo: “Sin mí nada podrán hacer” (Jn. 15, 4), “Si el Señor no construye la casa en vano se cansan los albañiles, si el Señor no guarda la ciudad en vano vigilan los centinelas” (Sal. 127, l ). Es la hora, queridos hermanos, de levantar los ojos del corazón a Dios nuestro Padre, suplicándole la reconciliación entre nosotros, el triunfo del amor y de la paz.

Nosotros conocemos los sufrimientos, a veces innecesarios, acumulados en el corazón de tanta gente que parece que no pueden ya más con su alma sea a causa de los trabajos que pasan para realizar sus labores cotidianas o de las extremas necesidades elementales. Sabemos el dolor que en tantos cubanos han causado los grandes lutos nacionales, como el de los hermanos internacionalistas que murieron en otras tierras o el de los hermanos que siguen muriendo en los mares que rodean nuestra propia tierra. Sabemos del dolor de los presos y de sus familias y el sufrimiento de los que están lejos.

Al escribir este mensaje compartimos la pena de aquellos ancianos afectados, en muchos casos, por las carencias materiales o por la ausencia definitiva de sus familiares, que hace aún más dura su soledad. Tenemos presente también, a los jóvenes, naturalmente llenos de ilusiones, y que se sienten, a menudo, escépticos y faltos de esperanza.



A todos ustedes queremos decirles una palabra de aliento: la sensatez puede triunfar, que la fraternidad puede ser mayor que las barreras levantadas, que el primer cambio que se necesita en Cuba es el de los corazones y nosotros tenemos puesta nuestra esperanza en Dios que puede cambiar los corazones.


Date: 2015-12-11; view: 679


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UN DIALOGO ENTRE CUBANOS | SOLO DIOS ES JUEZ DE LA HISTORIA
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