Home Random Page


CATEGORIES:

BiologyChemistryConstructionCultureEcologyEconomyElectronicsFinanceGeographyHistoryInformaticsLawMathematicsMechanicsMedicineOtherPedagogyPhilosophyPhysicsPolicyPsychologySociologySportTourism






EL FIN DE LAS APUESTAS DE DON ADOLFITO

Si llueve, te doy un duro —le dijo don Adolfito a su secretario Gleofás Martínez—, y si no llueve me lo das tú a mí.

—¡Pero, hombre, don Adolfito — le contestó Cleofás Martínez—; si en este tiempo no llueve nunca!

—¡Ah, pues te fastidias*! Ese es el riesgo, precisamente, de las apuestas; esa es su emoción. ¿Tú qué querías, ganarme siempre?

—¡No, don Adolfito, yo no quería ganar siempre; yo lo que quería era ganar de vez en cuando! El que quiere ganar siempre es usted.

— ¡No me faltes al respeto*, Cleofás, que te traslado!

—Nada, don Adolfito, no se excite. ¡Va el duro*!

Don Adolfito Aragonés era un hombrecillo canijo, desmedrado*, sin bigote. Su secretario,

Cleofás Martínez, por el contrarío, era un hombretón corpulento, de anchas espaldas, fiero mirar mefistofélico* y bigote enhiesto, a lo kaiser*.

—Oye, Cleofás.

—¿Qué?

—¿Como qué?

—Digo, ¿qué quiere usted, don Adolfito?

—Te apuesto un duro a que la circular número 317 sobre pensiones a los cojos de la guerra de Cuba, naturales de la provincia de Orense, viene en la Gaceta* de 5 de mayo de 1902. ¿Hace?*

—Pues no, señor, no hace. ¡Cada vez me quedan menos duros para acabar el mes!

Don Adolfito se frotó las manos como un seminarista:

—¿Y si yo, ahora, te trasladase a La Línea de la Concepción, qué?

Cleofás Martínez se sacó del bolsillo una navaja de Albacete de siete muelles, la abrió y le partió el corazón a don Adolfito. Poco después empezó a llover. ¡También fue fatalidad.'

—Mira que si eso de los cojos de Orense tampoco viene en la Gaceta del 5 de mayo de 1902...

Cleofás revisó la colección y, efectivamente, lo de los cojos de Orense no venía en la Gaceta del 5, sino en la Gaceta del 6.

— ¡Ay, qué dos duros he perdido?—lloraba Cleofás sobre el cadáver de don Adolfito—. ¡Y todo por precipitarme! ¿Cuándo empezaré a aprender?

En el duro suelo, don Adolfito, bañado en sangre, se moría a chorros.

—Gleofás —dijo con un hilo de voz.

—¿Qué?—le respondió Cleofás con dureza.

—¿Me perdonas?

—¡No, señor, no le perdono! ¡Vengan mis dos duros!* Está lloviendo y lo de los cojos no viene el día 5, viene el día 6.

—Cógelos, Cleofás, hijo mío, los tengo en el bolsillo del chaleco.

Cleofás cogió sus dos duros y don Adolfito expiró.

Cuando vino el juez a levantar el cadáver se encontró a Cleofás dormido en una butaca del despacho de don Adolfito.

—Pero, hombre, Cleofás, ¿qué hace usted?



—Pues dormir un rato, señor juez, ¿no lo ve usted?

— ¡Vamos, vamos, Cleofás, despiértese! A ver, cuénteme usted cómo fue la cosa.

—Pues verá usted, señor juez, es todo bastante fácil de explicar. Don Adolfito y yo habíamos apostado dos duros: uno a la lluvia y otro a la_Gaceta. Esto era algo que hacíamos todos los días, ¿sabe usted? Aquí, entre estas paredes, la vida era monótona y aburrida y don Adolfito y yo, por distraernos, no por vicio ni por afán de lucro, nos pasábamos la mañana apostándonos duros hasta la una y media, que sonaba el timbre y nos marchábamos. Don Adolfito, a veces, para darme miedo..., achares* profesionales, decía el muy tuno, digo, el pobre..., me amenazaba con el traslado, pero yo ya sabía que era de broma. Pues bien, como iba diciendo, esta mañana don Adolfito y yo habíamos apostado dos duretes, uno a la lluvia, que gané yo, y otro a la Gaceta, que

gané yo también. Esto a don Adolfito le produjo una rabia terrible. Me pagó los dos duros y me dijo: ¿tienes una navaja? Sí, señor — le respondí—, una navaja bastante buena que compró en el tren, en Albacete. ¿Me la prestas? Quiero poner fin a mis días. Yo, señor juez, se la presté porque creí que estaba de broma; pero, sí, sí, bromas... En cuanto que la tuvo en su mano, la abrió y ¡zas!, sin que yo tuviera tiempo de evitarlo, se la clavó en el corazón. El pobre, poco antes de exhalar el último suspiro, me miró con ojos suplicantes y me dijo: a mi señora, ni una palabra, Cleofás; a mi señora le dices que estoy presidiendo un tribunal de oposiciones*. Después palmó.

—¿Eso fue todo, Gleofás?

—Sí, señor juez, eso fue todo.

A don Adolfito lo enterraron — a espaldas de su señora, que al cabo de varias semanas empezó a decir: ¡ay, qué dichosas oposiciones; van a acabar con la salud de mi pobre Adolfito, y al final para que nadie se lo agradezca, como pasa siempre! — y Gleofás consiguió que su inocencia luciera, resplandeciente; pidió el retiro y se puso a vivir de un garito* que instaló bajo el hermoso título de La Paternal. Sociedad de Recreo.

En el único salón de La Paternal, un retrato de don Adolfito, de uniforme, presidía las partidas de cañé*, de gilé* y de bacarrá*. ¡Daba gusto verlo!

—Aquí fue, debajo de esta medalla conmemorativa —decía Gieofás a las visitas—, donde don Adolfito se pinchó. ¡Descanse en paz el probo patricio!

Don Juan de Dios de Cigarrón y Expósito de Luarca, representante de la fábrica de ataúdes El Féretro Moderno, tenía ya una gran práctica en contar la bonita historia de don Adolfito y Cleofás.

—El Cleofás, que era más listo que una ardilla, vivió bien el resto de sus días. La Paternal le dejaba una rentita bastante saneada* y él, además, no era dilapidador ni vicioso, sino más bien ahorrador y ordenado. Pero al don Adolfito ya veis lo que le pasó con su feo vicio de apostar. Ya lo dice el refrán: el que opuesta, desazonado se acuesta.

—Claro, claro —decían las señoras de su tertulia.

—O bien: el que apuesta, pierde el pan y pierde la cesta.

—¡Qué bien está eso! ¡Eso sí que está bien!

La que había hablado era doña Sonsoles de Patria y Patriarca de la Guinea Meridional, una dama de alcurnia*, pero un poco mema, que llevaba bisoñe, hablaba algo el francés y tenía la rara habilidad de trincar* gatos, operación difícil que ella hacía con una extraña soltura, para después tirarlos de cabeza al pozo negro.

—A mí esto de los refranes de Juanito de Dios, ¡es que me chifla*! ¡Si yo tuviera buena memoria para repetirlos!

La doña Sonsoles era una solterona menopáusica* y más vieja que un loro, que no tenía ni memoria, ni gracia para contar refranes, ni chistes, ni nada. De ella, según decían sus

amigas, cuando se pone a contar un chiste, cabe esperar cualquier cosa menos reírse.

—¡Pero qué asna eres! — le suele decir su hermano don Obdulio, capitán de carabineros—. ¿Pero no te das cuenta, cacho boba*, que eso no es así?

—¡Anda!* ¿Pues cómo es?

Doña Sonsoles, por más que quería aprenderse un cuento que le habían contado y que le había hecho mucha gracia, no lo conseguía. El cuento era ya bastante viejo: un señor le pregunta a otro en una piscina: ¿usted no nada nada?, y el otro le contesta: no, señor, yo no traje traje, pero en la versión de doña Sonsoles ya no resultaba tan chistoso.

Doña Sonsoles explicaba su cuento así, sobre poco más o menos: una vez, en una piscina, un señor vio a otro que andaba por allí sin bañarse, y le dijo: oiga, ¿y usted no se baña? y el otro lo miró, fue y le dijo: no, señor, yo me olvidé el traje de baño en casa.

— ¡Es que es para troncharse*! —comentaba doña Sonsoles para animar un poco a la gente—. ¿Cómo se iba a bañar si se había olvidado del traje de baño? ¡Pues anda, ni que* estuviéramos en Francia!

Las señoras y los caballeros de la tertulia de don Juan de Dios la miraban con una mezcla de compasión y de desprecio.

—¡Anda, cállate, Sonsoles, deja a Juanito que siga contándonos las pillerías de Cleofás!

—¡Pues hija! —rezongaba en voz baja la mula parda de doña Sonsoles—.¡Una también tiene derecho!

Don Juan de Dios sonreía apaciguador.

No, nada más; de Cleofás y de don Adolfito ya les conté toda la historia...

La tertulia de don Juan de Dios de Cigarron y Expósito de Luarca era algo graciosa. Otro día, a lo mejor, les cuento algo de ella. Hoy, no, hoy ya no tengo sitio.

 

 


Date: 2015-12-11; view: 824


<== previous page | next page ==>
MATÍAS MARTÍ, TRES GENERACIONES | Iexcl;QUIEN ME COMPRA LA DAMA Y EL NIÑO!
doclecture.net - lectures - 2014-2024 year. Copyright infringement or personal data (0.008 sec.)