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Una falta característica de los estudiantes de lengua materna árabe es olvidar los verbosser y estar.

NIVEL 2

Lejos de casa

Todo empezó el miércoles 12 de mayo. Tres días antes de San Isidro, la Fiesta Mayor1 de Madrid. Una fiesta que dura una semana y media, más o menos, con baile y espectáculos todas las noches. Miles de madrileños están por la calle hasta muy tarde. Y hay gente y ruido por todas partes pero especialmente en el centro. Además, a mí, las fiestas popu­lares no me gustan. Por eso, ese año había decidido irme unos días de vacaciones. Ese miércoles 12 de mayo, estaba a punto de irme. Pensaba pasar toda la semana en Menorca. En mayo es una buena época: pocos turistas y, seguramente bastante buen tiempo. Quería tomar el sol y no hacer nada en absoluto. Sólo descansar. Descansar y leer un par de bue­nas novelas. Pero no pudo ser. En la agencia de detectives no tenemos mucho trabajo normalmente. Pero, siempre que quiero irme de vacaciones, las cosas se complican. Ese miér­coles 12 de mayo, un día antes de irme a Menorca, sonó el teléfono.

Oí que Margarita, la secretaria, cogía el teléfono. Nuestra oficina es tan pequeña que se oye todo.

-Si, sí, un momento, por favor. Le paso.

«¡Qué raro! No era Tony, el novio de Margarita», pensé.

La llama todos los días, tres o cuatro veces.

-Lola, una llamada para ti. Una tal María José Pancho... O algo así.

-¿Lola?

-Sí, dígame.

-Mira, no sé si te acuerdas de mí... Me llamo María José Sancho. Nos conocimos en una cena, en casa de Alberto Sanjuán.

-Ah..., si..., sí. Creo que sí...

Pero no era verdad: no recordaba a ningunaMaría JoséSancho. Tengo bastante mala memoria para losnombres.

-Tenemos un problema y quería hablar contigo.

-¿Es urgente?

-Sí, muy, muy urgente.

Adiós a mis vacaciones en Menorca: seguro que era un nuevo caso para la agencia.

-¿Quieres venir a verme hoy mismo? -pregunté sin muchas ganas.

-Sí, ahora mismo, si puede ser.

-De acuerdo. ¿Tienes la dirección?

-Sí, Alberto me la ha dado: Alcalá, 38, ¿no?

-Exacto.

-No estoy muy lejos. Llego en unos veinteminutos.

-De acuerdo, hasta ahora.

Parecía realmente muy urgente,más urgente que mis ganas de salir de Madrid y de tomarel sol.

 

María José Sancho era una mujer de unos cuarenta y pico años2. Alta, con el pelo gris, y mucha personalidad. Entonces la reconocí.

Entró en mi oficina, con una expresión preocupada, y me dijo:

-Mira, voya ir directa al grano3.

-Adelante.

«Me gusta la gente que va directa al grano», pensé yo. Y empezó a explicármelo todo.

-Colaboro con la asociación de Vecinos de Peñalbina4. Es un barrio obrero, ¿sabes? Cerca del Parque de San Isidro5. En la Asociación tenemos una sección de ayuda a los trabaja­dores extranjeros. Ahora hay muchos inmigrantes: africa­nos, sudamericanos, polacos... Tienen muchos problemas, como puedes imaginar: problemas de vivienda, de trabajo... Algunos voluntarios dan clases de español, les ayudamos con la burocracia, y todo eso. Uno de los chicos extranjeros, ahora... Bueno, resumiendo, lo busca la policía. Y nosotros queremos ayudarle. Estamos completamente seguros de que no ha hecho nada. Por eso necesitamos a un detective privado.



-¿Qué ha pasado exactamente?

-Humberto Salazar, se llama el chico. Es colombiano. El domingo Humberto fue a ver un partido de fútbol. Allí en nuestro barrio. A la salida tuvo una discusión con unos «cabezas rapadas»6 del barrio también. Todo el mundo los conoce. Son muy violentos. La verdad es que no sé cómo empezó todo. Sólo sé que discutieron, se insultaron... Lo típico.

-¿Y por eso lo busca la policía?

-No, no, qué va. Es mucho más grave. Al día siguiente, en el Parque de San Isidro encontraron inconsciente a uno de los «cabezas rapadas», un tal Antonio Sánchez. El «Tigre», le llaman. Es el líder. Ahora está en el hospital, en el 12 de Octubre7.

-¿Estágrave?

-Gravísimo. Está en coma. Le dieron un golpe en la cabe­za. Sus amigos dicen que fue Humberto. Y Humberto está muerto de miedo, supongo. Y por eso se ha ido.

-¿Y no sabéis dónde está?

-No, ni ¡dea. Se ha escondido. Ha desaparecido. Humberto es un chico muy tranquilo, muy buena persona. Él no ha sido. Nosotros estamos seguros. Es incapaz de matar a una mosca8.

-Buf... Qué complicado... -murmuré yo-. ¿Y la policía qué dice?

-Ya sabes cómo son... No les gustan los extranjeros. Además, ahora, con los colombianos son especialmente duros9.

Miré a María José y le pregunté:

-Eres profesora, ¿verdad?

-Sí, ¿se nota mucho? -contestó ella sonriendo.

-Un poquito.

-Es que tú eres detective -bromeó ella.

 

 

María José y yo comimos un bocadillo en el bar de la esquina y seguimos hablando un poco. Hablamos de los problemas del barrio, del racismo, de su trabajo... Luego, fuimos a la Asociación de Vecinos. Allí conocí a Elias, a Félix y a Mohamed.

Elias tenía casi setenta años, era gordo, tranquilo, y hablaba muy despacio. Era un viejo republicano10 que, des­pués de la guerra, vivió unos años en Francia. Él mismo, cuando era joven, fue emigrante, como muchos españoles. Elias era muy amigo de Humberto, el chico colombiano.

-Me gusta trabajar con extranjeros, con inmigrantes. Sé lo que es vivir lejos de casa, estar solo por ahí.

También conocí allí a Félix, el profesor de español. Era estudiante de Filología, en la Universidad, pero no sabía muy bien cómo dar las clases de lengua.

-Es muy difícil... ¿sabes? Te preguntan cosas sobre las que no has pensado nunca. Por ejemplo, ¿por qué se dice «estoy contento» y no «soy contento»? A ver... ¿Por qué? Pero es muy interesante... Me gusta.

Pensé que yo tampoco sabía por qué se dice «estoy con­tento» y no «soy contento». Mohamed era uno de los extranjeros de la Asociación. Nos miraba concentrado para poder seguir nuestra conversación.

-El español... muy difícil. Pero Félix muy buen profesor11. Félix sonrió contento. Los tres, Elias, Félix y Mohamed, conocían bien a Humberto. Estaban, como María José, muy preocupados.

-¿Y vosotros dónde creéis que está ahora?

-No lo sabemos. Hemos preguntado a todos sus amigos, a los otros colombianos que vienen por aquí... -explicó Elias-. Y nadie sabe nada. nadie lo ha visto.

-Laura sabe algo, creo -dijo Mohamed.

-¿Laura? -pregunté yo- ¿Quién es Laura?

-Es una chica del barrio, española. Últimamente salían jun­tos. A mí no me ha querido decir nada. Pero quizá a ti, Lola...

-¿Dónde puedo encontrarla?

-A estas horas, normalmente, va a tomar algo a «Mateo's», un pub que está aquí al lado.

-Uy, me voy. Tengo clase con los polacos12... Y les tengo que explicar el Pretérito Indefinido.

-¿Y eso qué es? -preguntó Elias.

-«Anduve, anduviste, anduvo...», del verbo «andar»,por ejemplo.

-¿Y para qué sirve?

-Eso es lo que tengoque explicar: para qué sirve.

-¡Qué raro! «Anduve, anduviste...». Yo nunca digo eso13 -dijo Elias.

Yo salí: quería tomar algo en «Mateo's» y encontrar a Laura.

 

En el «Mateo's» un camarero me dijo quién era Laura. Estaba allí, sentada sola en la barra del bar. Era una chica de unos dieciocho años, morena, bajita, con unos ojos muy grandes. Llevaba una cazadora de cuero, unos pantalones vaqueros y los labios pintados de rojo. Parecía muy tímida. Me acerqué a ella y le dije:

-Mira, tengo esto para Humberto. Y le di una nota que acababa de escribir. Laura me miró con miedo.

-No..., no soy de la Policía. Tranquila. Sólo quiero ayu­darlo.

Ella guardó lanota. O sea, que sí sabía dónde estaba Humberto.

La nota decía: «Humberto: si quieres ayuda, tenemos que hablar. Si te escondes, la Policía pensará que eres culpable. Mañana estaré en el bar "Las Vistillas" a las 11. Una amiga.».

Laura me sonrió con tristeza. Lo estaba pasando mal. Me explicó que sus padres no querían saber nada de Humberto.

-No quieren que yo salga con un extranjero. Y ahora con este lío... Ayúdalo, por favor. Si lo detiene la Policía...

-Tranquila. Todo se solucionará.

 

Eran ya las siete de la tarde. Estaba muy cansada y me fui a casa. Fue difícil llegar a la Plaza de la Paja, donde yo vivo. Había mucha gente. Por suerte, yo iba en moto. Muchos madrileños llevaban trajes típicos14. Algunos chulapos y chu-lapas iban paseando hacia las Vistillas15. Las terrazas de los bares estaban llenísimas y se oía música: había un concurso de chotis16.

Hacía una noche muy agradable pero yo estaba demasia­do cansada para salir por ahí.

En el portal de mi casa encontré a Cárchela, mi vecina y amiga. Llevaba un mantón de Manila precioso, negro, con pájaros y flores de todos los colores.

-¡Qué guapa estás Carmela! ¿De dónde has sacado ese mantón? Es maravilloso...

-Me lo regaló un admirador. Ya hace muchos años... Carmela, de joven, trabajó en el teatro. Ahora tiene unos sesenta años. Es muy buena amiga mía y... una gran cocine­ra. Cuando me siento muy cansada o muy sola, voy a casa de Carmela.

-¿Ibas a salir? -le pregunté yo.

-Sí, pero no importa. Iba a dar una vuelta. ¿Has cenado? ¿Te apetece un poquito de cocido madrileño17? Pareces can­sada...

-Mmmmmmmm... ¡Cocido!

No pude decir nada más. Entré en casa de Carmela y me comí, casi sin decir nada, dos platos de cocido. Luego le expliqué el caso de Humberto y por qué no estaba yo en Menorca.

-Y ahora, para animarnos un poco, nos vamos a bailar un rato a Las Vistillas. ¿Qué te parece?

-Uy, Carmela... Es que estoy muerta...18, ¿sabes? Pero no pude decir que no: Carmela y yo nos fuimosdeFiesta Mayor.

 

El jueves, muy temprano, llamé a mis socios. Teníamos una reunión, en la oficina, a las nueve. Ellos llegan muchas veces tarde.

Allí me esperaban algunas sorpresas. La primera sorpresa fue Paco. Paco es uno de mis socios. Es gordito, un poco calvo pero es un verdadero donjuán.

Aquel día entró en la oficina vestidode «chulo» madrileño.

-Dios mío... ¿Pero dónde vas así...? -le pregunté yo muer­ta de risa.

-Es una larga historia.

-¿Cómo se llama ella...?

Y es que en las «historias»de Paco, siempre hay unamujer.

-Elisenda.

-¿Y de dónde es Elisenda?

La especialidad de Paco son las extranjeras.

-Venezolana. Elisenda quiere participar en un concurso de chulos y chulapas. Es hoy, a las doce, en la Plaza Mayor. Elisenda tiene mucha personalidad, ¿sabes?

-Sí, me imagino. Estás monísimo...19 Pero el pantalón te queda un poco pequeño, ¿no? -dije intentando no reírme.

-Lo he alquilado y no había mi talla.

-Lo que hay que hacer por amor... -dije yo.

-Oye, pues no estoy tan mal...

Paco no tiene ningún complejo. Es un hombre feliz.

Miguel, mi otro socio, es completamente diferente. Es alto, atractivo, pero muy tímido. Y lo pasa muy mal con las chicas. Ese día llegó a la oficina preocupado.

-Y a ti, Miguel, ¿qué te pasa? -le preguntéyo.

-Pues que tengo que pasear a Gabriela, llevarla a las fies­tas y todo eso.

-¿Gabriela?

-Sí, una prima mía lejana, que no conozco de nada. Llega hoy de Buenos Aires20. La tengo que ir a buscar ahora al aeropuerto. Y es que me encuentro fatal... Uuy, mi cabeza...

-Pues tómate una tila21, venga... Miguel cada vez que sale con una chica nueva,se pone nerviosísimo y dice que está enfermo. ¡Qué socios!

-Bueno, ahora, todo el mundo a mi despacho. Reunión general. Tenemos un caso.

-Pero, nena22, si es San Isidro..., Fiesta Mayor...

-Tenemos un caso -corté yo-. Y no me llames «nena». Les expliqué rápidamente lo que pasaba. E hicimos un plan. Por la noche todos iríamos a la Pradera de San Isidro23, con Elias y los demás, e intentaríamos acercarnos a gente de Peñalbina. La Asociación de Vecinos tenía un puesto de bebidas y bocadillos en la Pradera.

-Y ahora me voy a mi cita. A lo mejor viene Humberto. Y así fue: Humberto vino.

A las once estaba yo en el bar «Las Vistillas». ¿Vendría Humberto a nuestra cita?

Cuando entró le reconocí inmediatamente. Tenía el pelo largo, muy negro, y esa mirada profunda de los andinos...

Era muy atractivo. Me acerqué a él y ledije:

-¡Qué bien que has venido!

-¿Quién es usted? ¿Por qué me busca?

-Me llamo Lola Lago. Soy detectiveprivado y me hancontratado para ayudarte.

-Elias, María José y...

-Exactamente.

-Son muy buena gente.

-Sí, te quieren mucho y están muy preocupados. Y ahora, cuéntame. Y, por favor, tutéame...24.

Humberto tenía mucho miedo. No quería hablar con la Policía.

-No tengo permiso de residencia25. Me van a mandar a Colombia. Y allí va a ser peor...

Se iba relajando y acabamos hablando como viejos ami­gos. Necesitaba hablar.

-¿Peor que en España?

-Sí, y eso que aquí no es fácil. Mi familia tuvo problemas, allí en Colombia, con el Cártel de Medellín26.

-¿Con la mafia de la droga?

-Sí, sí. Mi familia no quiso trabajar para ellos. Mataron a mi hermano mayor. Yo no puedo volver a Colombia, ¿com­prendes? Si me agarra la policía española...

-¿Trabajas?

-Algo. Está difícil... Toco música latinoamericanaen unlocal, en la calle Baños Viejos. En «El Candil».

-Lo conozco, yo vivo al lado.

-A mí me gustaría estudiar. Estudiar música, en el Conservatorio. Pero todo es muy difícil para un extranjero con poca plata27.

Los dos nos quedamos un momento callados.

-Al principio uno piensa que en España va a ser más fácil... Hablamos el mismo idioma y todo eso, pero...

-Sí, no nos parecemos tanto como creemos -dije yo.

-También tengo miedo de los amigos del «Tigre»-dijoal cabo de un rato.

-De los «cabezas rapadas»...

-Sí. Buscan un culpable. Y ya sabes cómo son conlos extranjeros... Y ellos, no sé por qué, piensan que fuiyo.Tengo que esconderme.

En aquel momento, tuve una idea genial: Carmela.

-Tengo una idea: vas a pasar unos días con una amiga mía.

-Si tú lo dices...

Humberto ya confiaba en mí.

 

Llegamos a casa de Carmela y le pregunté directamente:

-Carmela, ¿puede quedarse unos días en tu casa este amigo?

Ella estuvo inmediatamente de acuerdo. Luego le conta­mos la historia de Humberto.

-Ah, pero si yo he leído algo de eso en el periódico... Cogió el periódico que estaba sobre la mesa y leyó:

-«Cabeza rapada agredido por un colombiano. La Policía busca al presunto autor del delito.». Estarás mejor aquí con­migo, hijo.

Así que dejé a Humberto instaladoen casa de mi vecina. Ella estaba encantada.

-Lo cuidaré como a un hijo. Aquí estará seguro -me dijo cuando me marchaba.

Humberto parecíamás tranquilo.

Lo primero que yo necesitaba era tener más información. Me acordé de Paulino Quijano. ¡Pobre Paulino! Era un viejo amigo mío. Trabajaba en la Policía, en el Departamento de Información. Estaba locamente enamorado de mí, desde hacía años. Yo nunca le hice mucho caso. Pero él, siempre que yo le necesitaba, me ayudaba. Así que decidí llamarle.

-Paulino. Necesito saber algunas cosas.

-Claro, como siempre. Nunca me llamas para salir...

-Bueno, si quieres, un día de éstos...28.

-No seas hipócrita. ¿Qué quieres saber? Venga, cuéntame.

-Qué sabéis vosotros de una agresión a un skin, a un «cabeza rapada». Un tal «Tigre». Y qué sabéis, en general, de los «cabezas rapadas» de Peñalbina. Ya sabes, el barrio que está cerca del Parque de San Isidro.

-Dame un par de horas. ¿Me llamas a las cuatro?

-Gracias, Paulino, eres un cielo29.

-Por ti hago yo lo que sea. Atracar un banco, por ejemplo.

-Paulino, que eres policía... Paulino tiene mucho sentido del humor. A las cuatro, desde la Asociación de Vecinos de Peñal­bina, llamé a Paulino.

-He encontrado un par de cosas interesantes. Toma nota. Primero: lleva el caso el Inspector Gil...

-¡No me digas...! -dije disgustada.

-¿No te gusta?

-Me cae fatal. Es un machista. Y seguramente, racista... Un viejo facha30, vaya.

-Sí, me parece que sí. Otra cosa. Por aquí piensan que el «Tigre» y un amigo robaron el otro día en una tienda de dis­cos, en la Calle Mayor31. Se llevaron 350000 pesetas y una buena colección de discos.

-Muy interesante, realmente interesante... -dije yo.

-En el hospital han dicho que el «Tigre» llegó muy borracho.

-Ya...

-¿Cenamos juntos esta noche? -me preguntó Paulino.

-Es que...

-Sí, ya sé. Eres mi «amor imposible»...

-No exageres. Soy un desastre: no sé cocinar. Un día de éstos te llamo y tomamos unas copas32, ¿vale?

Después de la llamada, me quedé un rato hablando con Elias y con Mohamed. No había nada nuevo y decidí irme un rato a casa.

 

Por la noche mis socios y yo pensábamos ir a La Pradera de San Isidro. Yo quería acercarme a los «cabezas rapadas» y tuve una idea genial. Busqué una vieja chaqueta militar de mi padre. También encontré unas botas y una bufanda del Real Madrid33 de mi abuelo. Con unos vaqueros con tirantes y un buen peinado, sería la skin más guapa de la Fiesta Mayor.

Antes de salir, fui a casa de mi amiga Carmela.

-Dios mío, Lola... ¿A dónde vas así? ¿Te has vuelto loca?

-Carmela, estoy trabajando.

-Es que este trabajo tuyo... No sé, no sé...

-¿Y Humberto?

-Muy bien. Hoy se ha comido dos platos de callos a la madrileña34.

-¿Y ha sobrevivido?

-Je, je... Hala, adiós, y ve con cuidado. Yo voy a preparar la cena: unas judías con chorizo35. Este chico tiene que comer.

-Carmela, por favor, no abráis a nadie. Creo que Humberto está en peligro.

-Confía en mí. Después de la guerra, trabajé para el Servicio de Inteligencia Británico.

Conociendo a Carmela, puedeser verdad.

 

Hacia las once de la noche, nos encontramos todos, en el puesto de la Asociación de Vecinos de Peñalbina, en la Pradera de San Isidro. Allí estaba Paco, mi socio, y Elisenda, su amiga, vestidos de chulos. También fueron Miguel, mi otro socio, y su prima argentina. Guapísima, por cierto. ¡Menudos colegas! Venían a trabajar con las chicas. También estaban los de la Asociación: Elias, María José, Félix, Mohamed... y algunos otros españoles y extranjeros. Mi dis­fraz funcionaba muy bien: al principio, nadie me reconoció. Luego. Elias y yo dimos una vuelta por la Pradera.

-Míralos, ahí están -dijo Elias, y me señalo a los amigos del «Tigre».

Era un grupo de unos diez «cabezas rapadas», con aspec­to clásico: pelo muy corto o rapado, vaqueros remangados, tirantes, ropa militar, grandes botas, símbolos fascistas... Una pinta muy peligrosa. De pronto, llegó uno enunamoto, una moto grande.

-¡Anda!, ¡qué moto tiene el «Jetas»!-dijo Elias.

-¿Quién es?

-El «Jetas», el mejor amigo del «Tigre».

-Nos vemos luego.

Y me acerqué a donde estaban los «cabezas rapadas». Empecé a hablar con uno de ellos, un tal Andrés. Parecía muy tímido pero después de una «litrona»36 de cerveza empezó a hablar. Era un personaje curioso: cara de niño, lleno de granos, y pinta de neonazi.

 

Hacia las dos37 de la madrugada, conseguí alejarme, con Andrés, de los demás «cabezas rapadas». Todos habían bebi­do mucha cerveza.

-¿Tú conoces al «Tigre»?

-Sí, claro. Todo el mundo conoce al «Tigre». Me di cuenta de que Andrés se ponía nervioso al hablar del «Tigre».

-Ese «sudaca»38... -le provoqué yo-. Si lo cogéis vosotros... Andrés se quedó callado. Y eso me pareció extraño. No reaccionó como yo esperaba.

-¿Nos tomamos otra cerveza, «colega»^? -le propuse. Mi intuición me decía que Andrés sabía algo. Y mi intui­ción no me engaña casi nunca. Tenía que emborracharle aún más. Con mucha cerveza, a lo mejor me lo explicaba.

Nos sentamos en un banco a tomar otra «litrona». Eran las tres y la mayoría de la gente empezaba a marcharse. En ese momento, por la calle que rodea el Parque, pasó el «Jetas» con su nueva moto.

-Cerdo asqueroso... Asesino... -murmuró Andrés.

-Me quedé paralizada. Sólo pude decir.

-¿Cómo? ¿Quéééé?

-Ese cerdo... A t¡ te lo puedo decir...Se notaque eres«legal»40. Pero es un secreto...

Y entonces me lo explicó todo. Todo el mundo confiaba en mí últimamente: Andrés había visto al «Tigre» y a su amigo el «Jetas» el lunes por la noche, muy tarde. Estaban los dos solos y muy borrachos. Empezaron a discutir y el «Jetas» le dio un empujón al «Tigre». Éste se cayo de espal­das y se quedó en el suelo. El «Jetas» le dio una patada, le quitó algo de la chaqueta y salió corriendo.

-No sé si el «Jetas» me vio o no -me explicó asustado. Ahora Andrés no sabía qué hacer. Tenía miedo del «Jetas».

-¿Por qué eres «cabeza rapada», Andrés?

-Porque me gusta.

-¿Seguro?

Andrés no me contestó. Se había dormido. Estaba KO.

 

El viernes me fui al hospital, al 12 de Octubre. El «Tigre» ya no estaba en la UVI41 y no fue difícil encontrar su habi­tación: había un Policía Nacional en la puerta. Le expli­qué llorando que yo era la hermana del «Tigre». Le di pena y me dejó entrar. A veces pienso que debería ser actriz y no detective.

El «Tigre» estaba completamente inmóvil. Era un tipo alto, fuerte y bastante feo. En su cara no había ninguna expresión, pero... ¡tenía los ojos abiertos! A lo mejor podía comunicarme con él... Me acerqué a la cama.

-Hola, «Tigre».

El «Tigre» no reaccionó. Yo, muy lentamente, le expli­qué:

-No sé si me oyes, pero... Mira, quiero saber qué ha pasa­do, quién te ha hecho esto. Te voy a preguntar algo. Si quie­res contestar «sí», cierra los ojos una vez. ¿De acuerdo?

Y el «Tigre» cerró los ojos lentamente.¡Me entendía! Intenté calmarme y seguir.

-¿Ha sido el «Jetas»?

El «Tigre» volvió a cerrar los ojos.

-Gracias.

Y salí de la habitación.

En el pasillo encontré a un viejo conocido: el Inspector Gil-

-¡Hombre...!43 Si es Doña Lola Lago...44. ¿Qué hace usted por aquí? No estaría metiendo las narices45 en temas de la Policía, ¿verdad?

-No, yo no, qué va..., en absoluto. He venido a ver a un familiar... A un primo... Le han operado de apendicitis, ¿sabe?

-Ah..., comprendo -dijo él sin creer una palabra-. ¿Y qué hacía usted en la habitación del «Tigre»? ¿De visita?

-No, nada, me he equivocado de habitación. Pero Gil no me creía.

-Pues no se equivoque, señorita... -me dijo él con ironía-. Éste es un asunto de la Policía. Y además, todo está muy claro. No necesitamos a ningún detective privado.

-Ah, ¿sí? ¿Está todo claro?

-Más claro que el agua46, señorita: ese sudamericano lo hizo, y ya está.

Lógico: el Inspector Gil estaba muy contento con el caso. No le gustaban ni las mujeres detective ni los extran­jeros.

Pobre Humberto... Yo tenía que encontrar pruebas con­tra el «Jetas». Urgentemente.

 

Desde el hospital me fui a casa de Carmela. Allí estaban los dos, Carmela y Humberto.

-¿Qué tal estáis?

-Pues muy bien. Como Humberto no puede salir a la calle y se aburre, he sacado mi vieja guitarra del armario. ¡Y qué bien canta este chico...! Canta como un ángel. Y sabe las canciones de mi época: boleros y todo eso47. «Pasarán más de mil años, muchos maaaaaaaaás...»48.

Humberto sonrió tímidamente y me preguntó:

-¿Algo nuevo?

-Sí, muchas cosas nuevas: sé quién lo hizo.

-¿De veras?

-Si es que mi Lola... es genial. Es mejor que el Colombo ese de la tele...49 -dijo Carmela siempre tan «objetiva» conmigo.

-Pero todavía no está todo solucionado. Tengo que bus­car pruebas, testigos...

Luego llamé a María José y le conté un poco la historia.

 

Los «cabezas rapadas» de Peñalbina iban todas las noches a un bar llamado «Kadenas». Andrés me lo había dicho. Y yo decidí actuar.

No les dije nada a Paco y a Miguel. Prefería actuar sola. Fui a casa a prepararme: me puse una peluca rubia, estilo Marilyn Monroe, los labios muy rojos y un vestido negro muy «sexy».

Esperé al «Jetas» frente al bar. A las once salió y yo empe­cé a seguirle. Mi plan era hacerle hablar. Un plan bastante estúpido, por cierto: el «Jetas» no es de los que arreglan las cosas hablando.

Anduvimos unos doscientos metros. Él delante y yo detrás. Luego, entramos en una calle oscura y desierta. No había absolutamente nadie. Sólo se oían nuestros pasos. Confieso que tuve un poco de miedo. Yo no soy Colombo.

De pronto, el «Jetas» se dio la vuelta. Y de su chaque­ta de cuero salió un cuchillo. Me miró con ojos de loco y me dijo:

-¿Qué quieres? ¿Por qué me sigues? .

-¿Quién? ¿Yo? -casi no tenía voz-. Yo no te sigo...

-Te conozco. Te he visto por ahí, con los «rojos»50 esos de la Asociación.

Luego, me puso el cuchillo en el cuello. Pero no tuvo tiempo de hacer nada más. De detrás de un contenedor de basura salió Paco, mi socio. De la esquina, Miguel. Félix, Mohamed y María José, los de la Asociación, salieron de detrás de un quiosco. De la entrada de una casa, al final, salió Elias. Entre todos cogieron al «Jetas».

-¿Crees que íbamos a dejarte sola, nena? -dijo Paco.

-Llama a Gil, por favor.

Luego me desmayé y me caí al suelo. Efectivamente, no soy Colombo. Él no se desmaya después de detener al cul­pable.

 

El sábado nos reunimos todos en la agenciade detecti­ves. La noticia ya estaba en la prensa.

-Mira, también dicen que el «Tigre» harecuperado elconocimiento. Ha hablado con la Policía y haconfirmado miteoría -expliqué con el periódico en la mano.

-¿Y el «Jetas» sigue detenido?

-Sí, claro. Y ha confesado.

-Bueeeeno... Pues ahora sí que podemos ir a la Fiesta Mayor. ¿Nos vemos esta noche en La Pradera? -propuso Paco.

-Claro, hay que celebrarlo con la gente de Peñalbina -dijo Miguel.

 

El sábado por la noche fuimos todos de Fiesta Mayor: los de la agencia, Carmela, y los de la Asociación. A Elias le pre­senté a Carmela. Los dos se gustaron mucho y estuvieron bailando boleros toda la noche. Desde ese día a veces salen juntos. Creo que están medio enamorados.

Humberto y Laura, su amiga, estaban más felices que nunca. Incluso los padres de Laura se tomaron unas cervezas con su hija y con Humberto.

Félix estuvo toda lo noche explicándole gramática y foné­tica a Mohamed:

-Callos a la Madrileña, ca-llos.

-Caliossi.

-¡No, no! Ca-llos. Con elle. Mira... la lengua se pone así... Llllllll... Elle.

Yo me tomé un par de cervezas con María José, que me explicó muchas cosas interesantes del barrio y de los traba­jadores extranjeros. También hablé un poco con Humberto: me contó cosas sobre Colombia y los problemas del país.

En un momento determinado vi pasar a un chico. Me pareció una cara conocida. Tenía cara de niño, llevaba el pelo muy corto... Pero no llevaba chaqueta de cuero, ni nin­gún símbolo «facha», ni ninguna cadena... ¿Era Andrés?

 

NOTAS EXPLICATIVAS

(1) El 15 de mayo es San Isidro, laFiesta Mayor de Madrid. Cada pueblo o ciudad de España tiene una Fiesta Mayor, normal­mente el día del santo patrón o la santa patrona. Es la fiesta más importante de cada población y, durante más o menos una semana, hay espectáculos, baile y celebraciones tradicionales.

(2) Para expresar cantidades aproximadas se usa frecuente­mente y pico. Es muy usual para hablar de edades y precios: treinta y pico (entre treinta y cuarenta), cincuenta y pico (entre cincuenta y sesenta).

(3) Ir directo/a al grano significa entrar directamente en el tema que interesa, sin rodeos.

(4) Peñalbina es un barrio ficticio. Las Asociaciones de Vecinos tuvieron, especialmente en la época de la transición democrá­tica, un papel muy activo. Sirvieron para reivindicar servicios y mejoras urbanísticas y realizaron muchas actividades de carác­ter social.

(5) ElParque de San Isidro es un gran parque madrileño, situa­do junto al río Manzanares.

(6) Loscabezas rapadas o skins heads son una tribu urbana, con gustos, ¡deas, costumbres y aspecto muy determinados. Son seguidores fanáticos de determinados equipos de fútbol y sue­len tener una conducta violenta y agresiva, especialmente con­tra los extranjeros.

(7) El12 de Octubre es uno de los grandes hospitales de la Seguridad Social en Madrid.

(8) Se dice que alguien es incapaz de matar una mosca cuando lo consideramos muy pacífico, o muy buena persona, y que no es capaz de hacer daño a nadie.

(9) En los últimos años la limitación oficial de entrada de inmi­grantes y el problema del tráfico de cocaína entre Colombia y España, ha hecho que la policía española sea especialmente dura con los colombianos.

(10) Cuando en España se habla de unviejo republicano, se hace referencia a alguien que luchó contra Franco, en defensa de la República.

Una falta característica de los estudiantes de lengua materna árabe es olvidar los verbosser y estar.

A principios de los 90 llegaron a España bastantes inmi­grantes de los países del este de Europa. A Madrid, en concre­to, llegó un grupo bastante grande depolacos.

(13) Muchos españoles sustituyen las formas del Pretérito Indefinido del verbo andaranduve/anduviste/anduvo/..., por las formas consideradas vulgares,andé/andaste/andó/..., con­jugando el verbo como si fuera un verbo regular.


Date: 2015-12-11; view: 628


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